sábado, 3 de enero de 2015

Un noble en tiempos de crisis




Grimes va a oír campanas en la cabeza


RUT DE LAS HERAS BRETÍN 29 DIC 2014 
Cuando no se entienden los periódicos sin sus viñetistas y sus mordaces críticas e irónicas representaciones de la actualidad, la editorial Reino de Cordelia saca a la luz 'Barón Bean', las tiras que el ilustrador George Herriman (Nueva Orleans, 1880 – Los Ángeles, 1944) publicó durante 1916 en el 'New York Journal'. Herriman fue uno de los pioneros del cómic, cuyos personajes aparecían en las páginas de los diarios estadounidenses gracias al apoyo del magnate de la prensa William Randolph Hearst.

Grimes se lo estaba buscando, ¿no les parece?

'Barón Bean' fue una tira diaria, que tuvo continuidad durante tres años, inédita en español hasta noviembre de 2014. En Estados Unidos se ha recuperado el segundo año –1917– y Jesús Egido, editor de Reino de Cordelia, ya se plantea sacarla próximamente. Este cómic de Herriman quedó en un segundo plano, tapado por su obra más conocida, 'Krazy Kat', que estuvo dibujando hasta el final de sus días y que muestra el escenario y los personajes característicos y rompedores del dibujanteGrimes debe de tener un amuleto de la suerte muy potente



Grimes debe de tener un amuleto de la suerte muy potente 

Ana Merino (Madrid, 1971), escritora, profesora del Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Iowa y especialista en cómics, escribe el prólogo de esta cuidada edición de tapa dura y con una anchura de 30 centímetros, el máximo posible, al que se tienen que adaptar las viñetas, ya que los periódicos de principios de siglo tenían "formato asabanado". La experta se fija en dos aspectos: la influencia de Charlot en Barón Bean y la construcción del ambiente en el que transcurren las aventuras del protagonista.

Pobre Grimes, le aguarda una espera muy muy larga

Herriman recrea su universo surrealista, de animales y paisajes extraños, con situaciones grotescas, como la de que un noble venido a menos continúe acompañado de su sirviente aunque no tengan qué comer. Esto les lleva a tramar estrategias para sobrevivir. Historias que rayan con lo absurdo, como ya ocurría en los paisajes de Coconino County donde transcurre 'Krazy Kat'. Los lugares de 'Barón Bean' son urbanos. Reflejan una sociedad basada en las apariencias. El autor demuestra con unos dinámicos trazos la capacidad que tiene el dibujo para narrar.

Y le está bien empleado al Sr. Grimes

A pesar de los 100 años que está a punto de cumplir, la reaparición de 'Barón Bean' muestra situaciones aún vigentes. Igual de actuales que cualquiera de las películas de Charlot, el personaje de Charles Chaplin que admiraba Herriman y que tiene puntos en común con el protagonista del cómic: la vestimenta y una mirada a la sociedad de su tiempo desde el humor disparatado, desde el punto de vista del pícaro. Personaje tradicional en la literatura en castellano pero que no tendrá su reflejo en el tebeo hasta la década de los cuarenta con la llegada de Carpanta, creado por Escobar. Antes de que Charlot, falto de alimento, se comiera una bota en 'La quimera del oro' (1925), ya lo había hecho alguna de la extrañas aves creadas por Herriman. 


Indudablemente, Grimes sabe tratar a las mujeres

Herriman le da al cómic un sentido literario, poético. Su lenguaje, como sus imágenes tienen el mismo punto extravagante. Gonzalo Quesada, traductor de esta edición y buen conocedor del autor ya que había traducido los nueve tomos de 'Krazy Kat' publicados por la editorial Planeta –falta uno para completarla–, afirma que hasta un nativo puede tener dificultades para entender los textos. Se inventa palabras, las junta. Tiene un modo muy personal de escribir, marca acentos de manera extraña. Mezcla el inglés con el español. Todo este espíritu del autor se ha querido mantener también con la tipografía. Fernando Fuentes, un experto en rotulación, creó una fuente en la que apenas se aprecia la diferencia con la letra original del autor. Creador del que quedan muchas tiras por traducir y publicar.


Catalogo de la exposición de Jaime Hernandez

The lost women and other stories.
Portada del libro del mismo título, 1988
Fantagraphics Books


 En los estantes de su estudio acumula un cementerio de símbolos trash: muñecos de Three Stooges, Gozdilla, Elvis, Beetlejuice, Ernest, King Kong y los monstruos de la Universal. Todo un diagnóstico del personaje omnívoro de este curioso historietista, pero también una trampa que parece concebida para confundir al observador incauto: ver el mundo de muñecos – cada uno hace un guiño con su respectiva vista nostálgica o inmediata- uno tiende a pensar en una abigarrada muralla de referencias entre Hernández y la vida. Pocos historietistas, aún así, se revelan más capaces de transmitir la veracidad, de beber directamente del agua de la fuente de la vida, sin filtros ni aditamentos, que el autor de Las mujeres perdidas.

Las situaciones vitales y entusiastas que hay en su trabajo le hace merecedor de un culto de lectores adictos y la merecida etiqueta de autor convincente. En esta muestra no solamente se podrán contemplar algunos dibujos inéditos – siempre bien valorados por el público más exigente-, sino también otras facetas de su trabajo que ayudarán a completar una visión de una trayectoria que no permite lecturas unilaterales: ilustraciones para calendarios y portadas de su revista Love and Rockets, publicadas o no publicadas, acompañan la completa selección de originales.
Junto con su hermano Beto, Jaime Hernández es, sin duda, uno de los autores más personales del a historieta norteamericana en el aspecto narrativo. Sus orígenes mejicanos, combinados con la estética punk-rock, confluyen en una sensibilidad tan peculiar e inconfundible como la música de Los Lobos. Amor y Rock´n´Roll es, una exposición que parece, más que nada, un lenguaje directo y optimista.

Marta Sierra
Sin título
Publicado en la revista Love & Rockets, num. 39, 1992
Guia de colores





The lost women and other stories.
Publicado en el álbum  del mismo título, 1984-1985
Fantagraphics Books 
Sin título.
Contraportada de la revista Love & Rockets, num. 38, 1992


Only top tear was used
Página no publicada, 1987

Sin título
Página no publicada, 1982

Sin título.
Esbozo a lápiz, 1982

Ilustración para un calendario publicado en Love & Rockets, agosto 1989

Sin título
Proyecto para una cubierta de la revista Deadline, 1992

Sin título
Detalle publicado en la revista Exquisite Cadaver.
1992

Mr. X
Publicado por Titan Books, 1984

Mr. X
Publicado por Titan Books, 1984



Sin título
Ilustración publicada en la revista Reflex Magazine, 1991

Sin título
Ilustración para la portada de la revista Love & Rockets, num, 9. 1984











Catalogo de la exposición de Jaime Hernandez para el 12º Saló de Comic de Barcelona, mayo de 1994




El pintor en el cine por Antonio Muñoz Molina


La vida real de un artista no suele dar mucho de sí como materia novelesca o intriga cinematográfica, a no ser que se recurra al estereotipo del genio




Timothy Spall, en el papel del pintor Turner en la película dirigida por Mike Leigh.

Viendo películas sobre pintores uno se da cuenta de lo difícil que es mostrar los procesos creativos en el cine, incluso los visuales, y también de que el mundo de ahora no sabe qué hacer con el trabajo del artista, y menos todavía con el oficio cada vez menos considerado de la pintura.

El cine es movimiento, y un pintor se pasa mucho tiempo no haciendo nada, solo mirando, o absorto en sus cosas. Una gran parte de la invención de una obra sucede a grandes profundidades en las que no se puede proyectar ninguna luz directa. Y la vida real de un artista no suele dar mucho de sí como materia novelesca o intriga cinematográfica, a no ser que se recurra al estereotipo del genio, a medias bruto y a medias visionario, atormentado, desquiciado, rondando la locura o sucumbiendo a ella, emborrachándose, tomando drogas, suicidándose. Está también el genio que actúa como manager y relaciones públicas de su propia genialidad, a la manera de Salvador Dalí y después de Andy Warhol, a la vez astuto y estrambótico, interrumpiendo de vez en cuando la tarea de contar dinero para dar unos cuantos volatines de circo que refuercen su personaje y lo que podría llamarse su imagen de marca.

Y viene por fin, ya en la completa sumisión del arte a las celebridades de la moda y al comercio de lujo, ese artista tan volcado en el suministro de artefactos para multimillonarios de la mafia rusa y similares que ya no tiene tiempo, ni ganas, ni necesidad, de cultivar ninguna extravagancia, y se presenta como un alto ejecutivo de sí mismo, como un gerente de fondos de inversión de máxima rentabilidad, aunque de carácter visiblemente especulativo: Damien Hirst, Jeff Koons.

Vi en The New York Times un reportaje sobre Jeff Koons, en su casa del Upper East Side, y noté, examinando con cuidado las fotos, que tan solo un detalle la distinguía de las casas semejantes de megarricos que abundan en el vecindario: a diferencia de los dueños de cualquiera de ellas, Jeff Koons no colecciona perritos hinchables de aluminio, ni esculturas en porcelana de Michael Jackson y su chimpancé Bubbles,ni estanterías con botes y cajas de medicinas, sino cuadros al óleo de antiguos maestros, con marcos barrocos dorados, escenas de Watteau, paisajes impresionistas.

He ido a ver Mr. Turner, porque me gusta mucho el cine de Mike Leigh y la pintura de Turner, y me he dado cuenta de que, en un mundo en el que cada vez hay menos sitio para la pintura y para los pintores, una película sobre la vida de uno de ellos ha de ser más inverosímil que nunca, más aún que cuando Vincente Minelli intentó que Kirk Douglas se pareciera a Vincent van Gogh y Anthony Queen a Paul Gauguin, o cuando a Anthony Hopkins le añadieron una calva postiza y sobre ella una boina para disfrazarlo de Picasso.

En los años cincuenta, en los ochenta, la pintura aún despertaba expectativas, provocaba entusiasmo y respeto. Ahora un pintor, un pintor imaginado en una película, investido con el crédito de solidez documental de una suntuosa ambientación histórica, resulta ser un sujeto de maneras brutales y porte tosco de antropoide que se expresa con gruñidos roncos, y del que sabemos que es J. M. W. Turner sobre todo porque cuando mira el campo o el mar o el atardecer ve de antemano en ellos cuadros evidentes de Turner. Su talento es un don inexplicado e inmerecido, como el del Mozart risueño y medio idiota de la película de Milos Forman. De vez en cuando este Turner saca un cuaderno y hace un dibujo tan sumariamente como si tomara una foto con un teléfono móvil. De vez en cuando, para que admiremos su ruda autenticidad, corrige el óleo todavía fresco de un cuadro con los dedos, o escupe gruñendo sobre él. En un almuerzo formal come con la boca abierta y se le cae de la boca la comida, manchándole el chaleco. A una criada que pasa cerca de él la palpa groseramente sin dirigirle la palabra ni mirarla a los ojos. Le entra una urgencia sexual, como a un orangután en celo, y se arrima a la criada por detrás, siempre gruñendo, con gorgoteos de lujuria zoológica, y luego se aparta, concluido el acoplamiento, la cabeza baja y los brazos colgando.

Es cierto que Turner no tenía un aspecto refinado. En los retratos de sus contemporáneos, y en sus testimonios escritos, se perfila un hombre ancho, fornido, de rasgos duros, de nariz aguileña. Su padre había sido barbero, y su madre venía de una familia de carniceros. Se crió en las calles populares de Londres, en los mercados y en los muelles de la orilla del Támesis, y parece que tenía un fuerte acento cockney. Pero se educó desde niño en la Royal Academy y en sus viajes por Francia, Holanda e Italia estudió de cerca a los grandes maestros que le ayudaron a formar su estilo, mucho más enraizado en la tradición de lo que ahora nos gusta pensar.

Padecemos lo que el historiador A. J. P. Taylor llamó "condescendencia hacia el pasado": para admirar a un artista de otra época le atribuimos el anacronismo de haber anticipado nuestro tiempo, como esos profetas bíblicos de los que se celebra no el coraje de sus predicaciones contra el abuso de los poderosos, sino el supuesto vaticinio del nacimiento de Cristo varios siglos después. Monet y Rothko no habrían existido sin Turner. Pero con quienes Turner se medía era con Tiziano, con Rembrandt y los paisajistas holandeses, con Veronés, con Watteau, con sus contemporáneos. Y aunque también es cierto que no tenía don de palabra, estaba muy lejos de ser un ignorante bendecido por el instinto, ese bárbaro genial de las leyendas románticas y de las películas en tecnicolor sobre pintores torturados. El punto de partida de su inspiración fue muchas veces la mitología y la literatura clásica. Leía a Virgilio, a Shakespeare, a Milton, a Lord Byron, y estudió con detalle los mármoles recién robados en el Partenón y llevados a Londres. Incluso planeó y escribió borradores de un poema épico con un título extraordinario: 'The Fallacies of Hope'.

El secreto verdadero de Turner no es otro que el de la vocación y el oficio, la perseverancia del aprendizaje, la disciplina y la entrega y el disfrute pleno y exclusivo de esa tarea a la que alguien le dedica la vida entera. Fue un hombre retraído y con la edad se volvió más huraño, pero hay testimonios de que le gustaba cenar y conversar con amigos y de que tenía un gran talento para relacionarse con los niños. Un compañero de viaje en una diligencia, que al principio no sabía quién era, lo describió como un hombre menudo y jovial que no paraba de asomarse por la ventanilla para mirar el paisaje ni de dibujar en su cuaderno a pesar del traqueteo del camino. Dejó más de quinientos cuadros y miles de dibujos y acuarelas. En un mundo dominado por los especuladores y por los impostores, nada es más extraño, ni más inverosímil, que esa dedicación asidua y solitaria al trabajo en la que consiste la vida de un pintor.

El Pais, Babelia 03.01.2015

Un año azul


Los colores han tomado forma corporativa. El mio, es azul. Sin adentrarnos demasiado en otros aspectos, prefiero el azul. También se puede abocetar en rojo, son famosos los dibujos de Leonardo en sanguina, o una combinación de azul y rojo, o también en grafito, el negro del lápiz blando deja prácticamente acabado un dibujo. Yo, azul, y aunque utilizo mucho Faber Castell, tengo un puñado de lápices azules, hasta portaminas de color azul (Faber Castell TK-Fine 9719 1.0) las minas no son iguales y hay muchos tonos y diferentes posibilidades.

Tengo tres tamaños de libreta para los bocetos, esos bocetos que probablemente jamás vean su mejor versión, en cuaderno, folio y doble folio, o din a5, din a4 y din a3. Me prometí que no volvería a comprar más papel hasta que dibujase todo el que tengo, así que es probable que nunca más compre.

Como digo, comienza un año azul, a ver como termina.


















jueves, 1 de enero de 2015

El primer libro sobre Jan, el padre de 'Superlópez'

JESÚS JIMÉNEZ 
30.12.2014

‘Jan, el genio humilde’, es una obra colectiva coordinada por Javier Alcázar
“Era necesario reivindicar la figura de Jan”, aseguran sus autores

Autorretrato de Jan con Superlópez, su personaje más popular



Portada del libro ’Jan, el genio humilde’Tebeosfera

Jan (Juan López) en el Salón del cómic de BarcelonaFactoría del cómic

Una de las primeras historietas de Jan, cuando firmaba como López


Si Mortadelo y Filemón son los personajes más populares del cómic español, el segundo puesto es, sin ninguna duda, para Superlópez, la inmortal creación de Jan que este año ha cumplido 41 años y del que se prepara su primera película, que dirigirá Javier Ruíz Caldera. Pero hasta ahora no había ningún libro sobre el popular autor, uno de los más grandes del cómic español. Por eso, la asociación cultural Tebeosfera publica Jan, el genio humilde, escrito por un grupo de expertos coordinados por Javier Alcázar.

“En Tebeosfera -asegura Javier- siempre hemos considerado oportuno y necesario reivindicar la figura de los autores de historieta españoles, muchos de ellos olvidados (y hasta menospreciados). El caso de Jan además es especial, porque es un autor que sigue trabajando y publicando libros año tras año cuando hace tiempo que se vino abajo la industria del tebeo infantil que lo alentó y cobijó, y es uno de los historietistas más conocidos. A pesar de esto, nunca se le había dedicado un libro monográfico como sí tienen otras grandes figuras como Ibáñez, Escobar y Vázquez, por lo que este trabajo ha cubierto un hueco imprescindible y ha servido para rendir homenaje a uno de nuestros artistas más importantes”.

Un artista muy especial, según Javier: “Es difícil separar al Jan “artista” del Jan “persona”, porque en su trabajo (sobre todo en el de madurez) ha conseguido introducir elementos que definen los ideales del autor: la lucha social, la defensa de la cultura, los grandes males de la sociedad actual se ven reflejados en las páginas que escribe y dibuja sin que por ello se resientan sus argumentos”.

“Jan -continúa Javier- aportó en su momento un aire fresco a la denominada “escuela Bruguera” porque insistió en no adscribirse a ella, dotando a todo lo que dibujaba de una originalidad y una plasticidad que hacían (y hacen) sus páginas muy atractivas y entretenidas. Este empeño en mantener su estilo hizo que fuera muy prolífico en la década de los setenta, con trabajos en varias publicaciones y editoriales, y que produjera abundante material para el público infantil, desde el cuento ilustrado hasta esa maravilla que es Pulgarcito. Pocos autores “completos” han sido tan constantes y fieles a sí mismos, tan honrados con el lector y tan humildes con su trabajo".

Ediciones B
Página de 'Elecciones en Kaxim', de Jan

Un libro lleno de sorpresas
Javier asegura que en este libro todo es: “¡Absolutamente destacable! El libro surge tras haber desarrollado en 2013 un número monográfico de Tebeosfera dedicado a Jan, que nos mantuvo durante meses trabajando y recopilando datos sobre su obra. Ofrece los artículos que ya se publicaron en su día en la web, muchos de ellos ampliados y mejorados, junto con otros textos nuevos escritos expresamente para la ocasión. Del libro destacaría el magnífico trabajo que ha desarrollado Antonio Moreno en la búsqueda, selección y mejora de imágenes y en la maquetación, que le dan al volumen un atractivo visual que no es perceptible en la web. Y también destacaría la inclusión de nada menos que 72 páginas de historietas de la etapa cubana de Jan, absolutamente desconocidas en España y muy difíciles de encontrar incluso en su país de origen, y que demuestran la calidad que ya demostraba Jan en la década de los sesenta”.

Portada de la revista cubana 'Din Don' (1967)

Un material realmente interesante para los aficionados al cómic, que se publica en España por primera vez: “El material cubano que nos ha llegado es muy escaso y no en muy buenas condiciones. Hay que dar las gracias a Roberto Hernández, teórico cubano que nos ha ayudado mucho en ese aspecto y a Quim Zafra, coleccionista irredento de Jan que nos ha proporcionado los tebeos originales de los que hemos obtenido las imágenes necesarias. El motivo de escoger esas páginas y no otras ha sido, en primer lugar, la disponibilidad; después, que el tamaño fuera adecuado al formato del libro; y también que pudieran reproducirse adecuadamente, porque disponíamos de historietas curiosísimas que no hemos podido añadir debido a su mala calidad. Aquí tengo de nuevo que reconocer el trabajo de Antonio Moreno, que ha realizado una labor de restauración excepcional que nos ha permitido a los aficionados disfrutar de este material. En él encontramos historietas tan alejadas del estilo habitual del autor como El triste, o más semejantes a su trabajo posterior como las adaptaciones de cuentos que hizo para la revista Din Don”
Ediciones B
Página de 'Don Viriato', en Bruguera


“Un recorrido por la vida y la obra de Jan”
Javier asegura que el libro es: “Un recorrido por la vida y la obra de Jan de forma diacrónica, desde sus inicios hasta la actualidad, en forma de distintos ensayos encargados a autores que dominaran el tema o tuvieran conocimientos de primera mano. Hay varias etapas en la obra de Jan: una muy primeriza, en los años cincuenta, donde su estilo apenas está definido y se deja influir por otros autores de la época. La etapa cubana, que abarca prácticamente la década de los sesenta y donde el autor experimenta y va insuflando vida a su creaciones con los conocimientos sobre animación que Jan ya tenía y que en Cuba amplia enormemente”.

“Otra etapa -continúa alcázar- es la de los setenta, de máxima prolificidad, donde el autor tiene casi que empezar de cero y crea multitud de personajes, trabaja para distintas editoriales y toca todas las temáticas. Es una etapa preciosa, con material a recuperar. En los ochenta se trata ya de una fase de asentamiento, donde crea las mejores historietas de su personaje más conocido, Superlópez, aunque también continuará imaginando otros nuevos, como Pulgarcito o las historias que dibuja para Ediciones Druida o para Pedro Tabernero. Desde los noventa hasta ahora se establece una etapa de madurez, consolidación y trabajo más o menos regular; Jan se centra en Superlópez con alguna esporádica creación que no tiene continuidad”.

'El último vampiro', una serie de 1971 que sólo tuvo seis entregas

Jan no sólo es Superlópez
“Creo que Superlópez, a nivel de popularidad, está justo por debajo de Mortadelo y Filemón -asegura Javier-. Y es que Jan e Ibáñez son los dos únicos creadores que han seguido publicando tras la debacle de las revistas infantiles-juveniles, son dos supervivientes. A nivel de calidad, bueno… Son muchas aventuras y muchos años y la calidad no puede ser siempre la misma, pero solamente por la existencia de algunos álbumes (los primeros en los que Superlópez corrió aventura en solitario, tras abandonar el Supergrupo) el personaje y su creador merecerían pasar a la historia del tebeo español. Jan es mucho más que eso, claro”.






Ediciones B
Superlópez, el personaje más famoso de Jan, con 'el supergrupo'


Ediciones B
Portada de 'Superlópez: El ladrón del tiempo'


Superlópez -continúa Javier- podría considerarse EL PERSONAJE de Jan, porque además tiene historietas que suponen la obra cumbre del autor. Pero Jan también es el padre (y la madre) de otros personajes, quizás más olvidados pero que tienen al menos la misma calidad, como Pulgarcito, que ahora está recuperando Ediciones B, o Trotacosmos, que disfrutó de unas historietas bellísimas y magníficamente editadas que, muy probablemente, jamás volvamos a poder ver. También hay que tener en cuenta que, para Jan, uno de sus favoritos es Don Talarico”.

Ediciones B
'Pulgarcito', otra de las grandes obras de Jan


Algunos de estos personajes ya han sido prácticamente olvidados y, según Javier, merecían mejor suerte: “Pulgarcito se olvidó durante mucho tiempo y ahora parece que se quiere recuperar, aunque sea excesivamente despacio, en parte porque se está sometiendo a un proceso de recoloreado (estupendo, por otra parte). Trotacosmos, que por circunstancias de derechos no podremos ver. O los que creó para Ediciones Druida: Cab Halloloco, Los últimos de Villapiñas, personajes con muy pocas historietas que no tuvieron continuidad posterior. En realidad, Superlópez los ha fagocitado a todos. Es lo que tiene la fama”.
Ediciones B
Viñetas de 'Superlópez' (1973)

Un selecto grupo de colaboradores
En cuanto a los autores de los interesantes artículos de este libro destacar que, antes que críticos son fans de la obra de Jan, y eso se nota. “Son unas buenas personas que han dedicado gran parte de su tiempo a conseguir que este proyecto pudiera salir adelante sin pedir nada a cambio -comenta Javier-. Hemos conseguido reunir un conjunto de autores muy uniforme, que sabían un montón de esto, los mejores”.

'Cederrom', un superhéroe que no paso de su primera aventura


El plantel cubano es excepcional: el ya mencionado Roberto Hernández, y dos colaboradores de Jan de la época cubana, Juan Padrón y Froilán Escobar, dos figuras hoy día en sus respectivos campos artísticos que nos han enternecido con sus anécdotas. Hemos contado con las mejores firmas de la teoría en España sobre historieta: Antonio Martín, que además es íntimo amigo de Jan y ha estado implicado en muchos de sus proyectos; Manuel Barrero, que ha conseguido hacer un extensísimo repaso a la dispersa obra de Jan antes y después de su exilio cubano; o Álvaro Pons y Antoni Guiral, que nos aportado sendas reseñas”.

“También han reseñado Daniel Fernández (el Señor Ausente), de prosa prodigiosa, Javier Mesón, o Quim Zafra. Y han aportado sus conocimientos enciclopédicos sobre el tema Alfons Moliné, una de las personas que más sabe de historieta infantil, Carlos De Gregorio, quizás la segunda persona que más sabe de historieta infantil, Jordi Canyissá, auténtico entusiasta de la historieta e investigador de pro, y David Fraile, que desde hace años publica la web sobre Superlópez. Un plantel inmejorable”.

En cuanto a los futuros proyectos de Jan, Javier Alcázar asegura que: “Eso sería mejor preguntárselo a Jan o a sus editores. Me imagino que seguirá con los libros dedicados a Superlópez mientras el cuerpo aguante, intervendrá en la nueva edición de Pulgarcito y tendrá alguna colaboración esporádica. Yo desde aquí propongo que su obra sea recopilada de forma integral, ea”


Joana, la Bruixeta, de Jan 



el comic en rtve.es