viernes, 10 de enero de 2014

CHRIS SPROUSE Art Gallery






Chris Sprouse, un gran dibujante de comics, da la impresión de ser un tio serio en su trabajo y por lo menos algo ha leido aparte de superheroes, no hay más que ver esa portada de Tom Strong, The adventures of Tom Strong, un homenaje a Tintin en Aterrizaje en la Luna, identico hasta en la tipografía. Detalles bonitos. Como la red es vasta e infinita, podeis encontrar a Chris en su wordpress, tumblr y facebook,  su biografía en Wikipedia, su ficha más tecnica en comic book bd, y una galeria de imagenes en comic art community.


















































La fraternidad de los cuadernos por Antonio Muñoz Molina


Dibujar es aprender a mirar, es adiestrar los canales que conectan la pupila, el cerebro, la mano
ANTONIO MUÑOZ MOLINA 4 ENE 2014



Dibujo de Enrique Flores que formó parte de la exposición 'Si no puedo dibujar... no es mi revolución'.

Hay admiraciones puras y admiraciones envidiosas. La admiración pura es la que nos despierta aquello que está más allá de nuestras capacidades o de nuestras ambiciones. La admiración envidiosa es la que lleva dentro como una pepita un poco amarga la pena de no saber hacer aquello que se admira. Yo tengo una admiración pura por pintores, directores de cine, arquitectos, poetas, compositores, virtuosos de un instrumento musical. Lo que ellos hacen es inaccesible para mí. Puedo disfrutarlo sin la menor necesidad de emulación imaginaria, con el puro deslumbramiento de quien contempla desde la seguridad de su butaca a un equilibrista. La admiración envidiosa la reservo para el que hace algo que me gusta mucho y que razonablemente yo también podría haber hecho. Por eso no envidio a un pintor, pero sí a un dibujante, y no a un gran pianista, pero sí a ese conocido que aprendió lo bastante como para tocar en casa, sin la entrega agotadora y la neurosis solitaria del músico profesional, pero con ese conocimiento que solo se adquiere desde el interior de un arte, desde su práctica asidua. Tengo un amigo en Nueva York que se jubiló hace unos años de un trabajo de ejecutivo bancario y ahora dedica una gran parte de sus días a estudiar violonchelo. Fui a su casa y cuando vi en su estudio el chelo sobre su soporte, junto al atril de las partituras, sentí una envidia que no se me ha pasado. Mi amigo no va a dar conciertos, ni a competir con otros músicos, ni falta que le hace, igual que un corredor o un ciclista aficionado no sentirán la frustración de no batir ningún récord. Pero su relación con la música va a ser mucho más honda y más placentera que la mía, porque sabrá disfrutar no solo del resultado final, sino de lo que es mucho más importante, el proceso que lleva a él, los saberes necesarios para que suceda. Con frecuencia los juicios de un experto en un arte pueden ser demasiado vagos y demasiado tajantes: asistir a una conversación entre dos artistas, dos pintores o dos músicos, es asomarse a la maravilla modesta de lo concreto, como oír hablar a cualquiera de su oficio, a un jardinero o un albañil o un mecánico, cualquiera que tenga la inteligencia de las manos y sepa cómo funcionan por dentro las cosas.

Soy capaz de admirar sin ninguna reserva a un director de cine porque no me imagino dirigiendo una película. De un pintor me siento algo más cerca, porque veo que el suyo es un trabajo más descansado y solitario, en el que no hace falta darse grandes madrugones, ni estar rodeado de mucha gente y muchos aparatos en sitios inverosímiles. De los pintores no me da envidia el oficio, pero sí, y una envidia bastante insana, los espacios desmesurados de sus talleres, en los que suelen haber un desorden entre de chamarilerías y carpinterías, y una luz poderosa y serena de exposición al norte. En los talleres de los pintores uno puede encontrarse cosas estrambóticas, y como pasan muchas horas a solas en ellos se acaban pareciendo a torreones de faros y a refugios de náufragos en los que se han ido acumulando hallazgos desorbitados y arbitrarios. Me acuerdo del taller de mi amigo Juan Vida en Granada, con varios balcones sucesivos que daban a la Carrera de las Angustias, con un gran radiocasete rodeado de trapos viejos, botes de pintura, tarros llenos de pinceles, con un gran sillón abatible y casi ortopédico de barbería antigua, con su reposacabezas de cuero y sus manivelas y palancas de hierro. Plantado en medio del taller el sillón irradiaba una autoridad episcopal, y Juan se sentaba en él para considerar a distancia el cuadro que estuviera pintando, o para escuchar la música del radiocasete o el rumor fluvial de la gente y los pájaros en las copas de los árboles de la Carrera.

A quienes les tengo envidia de verdad es a los dibujantes. Hay capacidades que están más repartidas de lo que parece. Igual que muchísima gente podría aprender a tocar con solvencia un instrumento musical, o cultivar la voz, o escribir con claridad y precisión, o a practicar un ejercicio saludable, estoy seguro de que una educación plástica temprana revelaría en muchas personas una capacidad al menos aceptable para el dibujo.


Dibujar es aprender a mirar; es adiestrar los canales neurológicos que conectan la pupila, el cerebro, la mano. El dibujo es manejar la herramienta simple y prodigiosa del lápiz, permanecer alerta a las variaciones sutiles en la materialidad del papel, su resistencia, su suavidad, su aspereza. Yo llevo siempre conmigo un cuaderno, y no me separo de él hasta que no he llenado todas sus páginas, pero no hay casi nada que me dé más envidia que los cuadernos de los dibujantes. Los míos son cuadernos monótonos en los que no hay nada más que palabras, si acaso la entrada de algún concierto, o la de un museo, o una hoja o un tallo de hierba. En los cuadernos de los dibujantes están las imágenes del mundo, el diario visual y el collage tangible de la vida, la crónica instantánea de la mirada. El ilustrador Enrique Flores se va intrépidamente de viaje a los sitios más improbables del planeta y vuelve con cuadernos prietos de acuarelas y dibujos, visiones de la India o de Cuba o de África que se habrán fijado con más precisión en su memoria porque las ha inscrito en el papel. El diseñador Pep Carrió lleva exhaustivos diarios visuales que le recuerdan a veces a uno aquellos cuadernos en los que Durero dibujaba paisajes y sueños. Pep Carrió usa cuadernos rayados, agendas en las que cada página tiene la marca de una fecha, y eso acentúa la cotidianidad disciplinada de su tarea, el compromiso del empeño diario. La inspiración salta ante el desafío del papel en blanco, que es al mismo tiempo límite seguro y pura posibilidad. Una hoja se llena orgánicamente de ramificaciones de árbol que brotan de la cabeza de una silueta humana. El gozo de recortar y pegar acentúa la destreza manual del dibujo. Pep Carrió tiene una pasión por las acumulaciones dispares que le recuerda a uno las cajas de Joseph Cornell, un talento para los choques visuales que viene de Max Ernst y de René Magritte, un humorismo y un amor esmerado por las caligrafías meticulosas del dibujo aprendidos tal vez de Paul Klee.

A medias con Isidro Ferrer, Carrió acaba de publicar un libro de dibujos en cuadernos que se titula Abierto todo el día. El encuentro de dos artistas tan diferentes entre sí resalta la singularidad de cada uno, la fraternidad profunda del oficio. Los cuadernos pertenecen al mundo, para algunos obsoleto, de lo que puede tocarse y olerse, del papel y la tinta, pero gracias a una aplicación despliegan al mismo tiempo inusitadas posibilidades digitales: cobran movimiento, tienen música, dejan oír las voces de los dos artistas. Cada página es como una chistera de mago o una caja de tentetieso, y contiene al menos un descubrimiento: máscaras, monigotes, árboles, animales, listas de nombres, figuras y signos como de jeroglíficos. Cómo no va uno a tenerle envidia a quien hace esos cuadernos.

www.antoniomuñozmolina.es


El Pais Babelia 04.01.14

jueves, 2 de enero de 2014

Sorolla y America



 A través de la página Lines and Colors veo que The Meadows Museum en Dallas, en cooperación con San Diego Museum of Art y la Fundación MAPFRE, unen unas 100 obras de Joaquín Sorolla y Bastida en una exposición titulada "Sorolla y America"

La exposición estará en Meadows Museum hasta el 19 de abril de 2014, después irá a The San Diego Museum of Art (del 30 de mayo al 26 de agosto de 2014) y en la Fundación MAPFRE en Madrid (del 23 de septiembre de 2014 al 11 de enero de 2015).

Se pueden ver cuadros de Sorolla en WikiPaintings. Y para unas excelentes reproducciones en Google Art Proyect con entradas del Museo Sorolla.

El autor de Lines and Colors recomienda un libro : Sorolla: The Masterworks


























miércoles, 1 de enero de 2014

Alpha Flight guión y dibujo de John Byrne



 Portadas Alpha Flight nº1 al 28 obra de John Byrne excepto los números 22, 23 y 24 obra de Paul Smith y el nº 28 de Mike Mignola y Bob Wiacek. Portadas publicadas desde el año 1983 a junio de 1987.

UN COMIC DE AUTOR
Siempre ha sido costumbre el considerar los términos «comic de autor» y «comic de superhéroes» como antagónicos. Es decir, el tradicional comic-book de superhéroes casi siempre ha sido obra de varios autores, -un guionista, un dibujante que hace el lápiz, otro que pasa a tinta, un rotulista, un colorista... por cierto que ha sido justamente el comic-book norteamericano el que ha ido popularizando los dos últimos lo cual es de agradecer-y, por consiguiente, se le tachaba de producto fabricado en serie que difícilmente podía adquirir la personalidad de un solo creador. Por eso, y hasta tiempos muy recientes, eran muy escasos los comic-books de superhéroes realizados por una sola persona, tanto el guión como el dibujo; aunque en las primeras décadas en general venían firmados sólo por el artista, casi siempre eran guionizados por autores anónimos -otro factor clave en la confección de un comic que también fue injustamente tratado durante largo tiempo- y tan sólo en el campo del comic-book humorístico podía hallarse más de un creador que realizara sus obras tanto en guión como en dibujo, como el genial Carl Barks. Pero en el campo realista -y eso incluye, muy especialmente, a los superhéroes- casi nunca podía hallarse un comic-book de autor. En lo que respecta a Marvel, fue en 1966 cuando apareció su primera obra realizada por un mismo dibujante y guionista: se trata de Nick Fury que, aunque creado por Stan Lee, fue magistralmente asumido y recreado por Jim Steranko. Su labor fue totalmente personal, nunca un «producto fabricado en serie»... si bien, pese a su éxito tanto artístico como comercial, la experiencia fué breve. Y efectuando un salto en el tiempo, esto nos lleva a Alpha Flight. Su creador, John Byrne, no es ni mucho menos el primero en realizar en Marvel un comic de superhéroes de autor, pero sí uno de los que han consolidado definitivamente el género, junto con su contemporáneo Frank Miller. Pero si este último durante su estancia en Marvel, casi únicamente ha plasmado su buen hacer en un personaje de creación ajena, (Daredevil), Byrne al menos puede tener el honor de haber creado sus propios superhéroes. Claro está que no sin antes haber trabajado, así mismo, en personajes no creados por él, principalmente Los 4 Fantásticos. Mas Byrne ha sabido otorgarles el marchamo de «comic de autor»; esto es, ha sabido imprimirles un sello propio, sin que por ello dejasen de ser tal como siempre han sido, con su ya larga saga de modificaciones y novedades siempre interesantes, haciendo que su comic-book llegara al segundo puesto de los de Marvel de mayor venta en U.S.A. Sin olvidar sus contribuciones -aunque esta vez sí, en colaboración con otros- en Power Man, Los Vengadores o La Patrulla-X.

Fue justamente en el comic-book de estos últimos donde, como ya sabéis, se originarían nuestro héroes. Como el propio Byrne explicaba en el texto publicado en el n° 1 de esta publicación, los componentes del grupo hubieron de sufrir numerosas alteraciones debido a los diversos guionistas que los utilizaron a lo largo de sus diversas apariciones en diferentes títulos Marvel antes de disponer de cabecera propia. Por fin, al aparecer ésta, Byrne podría tomar por completo sus riendas y hacer de ellos un verdadero comic de autor. Como hemos explicado en otro artículo, refiriéndonos a Los 4 Fantásticos, no ha sido el aspecto exterior, los superpoderes en sí mismos de los miembros de Alpha Flight lo que ha llamado la atención de éstos -es lógico, si observamos que algunos parecen «remakes» de otros superhéroes: Sasquatch es un cruce entre la Cosa y la Masa, Marrina es un equivalente femenino de Namor, etc. -sino que, como ya es norma en el Universo Marvel, ha sido su personalidad, sus propios «yo», sus relaciones entre ellos. En resumen: sus maneras de ser y de pensar, que se funden en una sola: la de su autor. Todo ello acentuado por el hecho de tratarse de un supergrupo de nacionalidad canadiense, la nacionalidad adoptiva de Byrne. Desde nuestro punto de vista, los canadienses son primos hermanos de los yanquis, pero no resulta igual para el lector americano, para el cual reviste cierto exotismo. De este modo, todo estaba dispuesto para hacer de Alpha Flight un buen comic-book de superhéroes que lo fuera de autor al mismo tiempo.

No obstante, aunque ignoro si pare cuando leáis estas líneas ya os habréis dado cuenta de ello, con el abandono de la serie por su creador a partir del n° 29 U.S.A., ésta ya no puede calificarse de «comic de autor» desde que Bill Mantlo ha asumido los guiones. Ahora que Byrne ya no controla su creación, tendrá que contemplar cómo va sufriendo alteraciones a raíz de su cambio de guionista. Porque, a pesar del alto nivel de calidad que Alpha Flight había alcanzado, el ser un comic de autor no le impedía que adoleciese de algunos defectos, al menos desde el punto de vista comercial. El propio Mantlo aseguraba que, pese a que admiraba la labor de Byrne, consideraba que Alpha Flight no era un equipo a la altura, por ejemplo, de La Patrulla-X; es decir que de equipo no tenía mucho, y que no estaba muy unido al Universo Marvel pese a sus anteriores apariciones en los títulos de otros superhéroes de la casa. No vamos a revelar, naturalmente, qué modificaciones va a experimentar el grupo en números venideros, pero sí los planes que Mantlo ha anunciado al serle asignada su sustitución de Byrne como guionista de la serie: en primer lugar, él desea definir aquello que une a nuestros héroes como grupo que son; hasta ahora parecía que la única razón por la cual permanecían unidos como grupo, era simplemente porque todos ellos son canadienses. La otra razón que Mantlo asegura haber hallado, para motivar su unión como supergrupo es, según sus propias palabras, que «son campeones de la tierra, defensores de la tierra (se refiere a su tierra, claro está). Han pasado por muchas tragedias, y eso es lo que les une». Así mismo, Mantlo planea unir algo más al grupo a Estados Unidos, así como hacerles aparecer más a menudo junto con otros supergrupos Marvel (no sé si ya os habremos dicho, por otra parte, que en Septiembre de 1985 ya salió una serie limitada de Alpha Flight y La Patrulla-X, obra de Chris Claremont y Paul Smith). En cualquier caso, Byrne nos habrá dejado un buen ejemplo de que un comic de superhéroes sí puede ser un comic de autor, siempre que a éste se le permita trabajar con la libertad necesaria para desplegar todo su talento y su personalidad. Aunque ya ha abandonado la Marvel, no por ello vamos a dejar de desearle buena suerte en su tarea consistente en renovar a cierto Kriptoniano que todos conocéis... Porque es bien cierto que siempre habrá esperanzas, para un superhéroe moribundo, de ser revivido por un autor de talento: un autor de la talla de Byrne. ■ Alfons Moliné