jueves, 19 de diciembre de 2019

Se acerca el fin



JAVIER FERNÁNDEZ
18 Diciembre, 2019

'Los muertos vivientes. Libro 7'. Robert Kirkman, Charlie Adlard. Planeta Cómic. 616 páginas. 40 euros.

En un mercado, como el estadounidense, ampliamente dominado por los superhéroes, siempre es una buena noticia que una serie de cualquier otro género se aúpe a los primeros puestos de ventas. Son pocas las que lo consiguen, pero son. Ahí está, por ejemplo, Saga, la epopeya de ciencia ficción escrita por Brian K. Vaughan e ilustrada por Fiona Staples, que se ha convertido en la sensación de los últimos años, y ahí estuvo (hasta hace unos meses) Los muertos vivientes, el glorioso serial de zombis urdido por Jonathan Kirkman y Charlie Adlard.

Iniciado en 2003, dentro del catálogo de Image Cómics y con un Tony Moore a los lápices que pronto daría paso a Adlard, el serial apocalíptico protagonizado por el sheriff Rick Grimes llenó de aire fresco la mesa de novedades, convirtiéndose muy pronto en un título de culto al que había que prestar atención. Con el paso del tiempo, Los muertos vivientes no sólo se alzó con dos premios Eisner, en 2007 y 2010, a la mejor serie regular, sino que logró dar el salto a la pequeña pantalla con la adaptación televisiva de la AMC, lo que catapultó su fama.

Para entonces, los lectores del tebeo de Kirkman y Adlard ya sabían que se trata de una lectura adictiva y excitante como pocas, con multitud de puntos de giro, cambios de registro y un elenco de personajes que no deja de crecer. Lo que se dice una joya.

Kirkman es también autor de otra de las sensaciones del principio de siglo, Invencible, un culebrón superheroico de primer nivel, y sorprendió a sus lectores concluyendo y cancelando ambas series (un gesto que le honra, entre tanta cabecera interminable, alargada simplemente para hacer caja). Los muertos vivientes, más concretamente, terminó el pasado julio con su número 193.

El libro siete de la recopilación de lujo de este tebeo histórico contiene los números 145 a 168, antesala de los últimos arcos argumentales, con la guerra con los Susurradores alcanzando aquí su clímax. Es una edición impresionante, completada con un cuaderno de bocetos y una galería de cubiertas a color.


Malaga Hoy


El noveno arte

La monografía 'Cómic. La aventura infinita' engloba temas como el trabajo de los pioneros, el 'underground' y géneros como el bélico, el costumbrismo o el horror

Detalle de una página de la monografía de Felipe Ossa.

JAVIER FERNÁNDEZ
18 Diciembre, 2019


'Cómic, la aventura infinita'. Felipe Ossa. Planeta. 260 páginas. 25 euros.

"La narrativa dibujada -escribe Felipe Ossa en su libro Cómic. La aventura infinita- tuvo sus orígenes remotos en Europa. Eso es indudable (...). Los académicos y eruditos remontan su nacimiento a la columna de Trajano, el relato de la batalla de Hastings bordado en el tapiz de Bayeux también conocido como el tapiz de la reina Matilda; o la batalla de Austerlitz contada en la columna Vendôme de París; los retablos medievales; los periódicos del siglo XVIII en Inglaterra; los grabados y dibujos satíricos del genial artista inglés William Hogarth; y a los dibujos de Wilhelm Busch y de Rodolphe Töpffer. El uno alemán el otro suizo, verdaderos iniciadores del modelo de relato dibujado en secuencias. Pero fue en Estados Unidos donde, gracias a los periódicos, a fines del siglo XIX, se popularizaron y difundieron los cómics. Inicialmente en ese país y luego en todo el mundo. Las historietas se utilizaron como una forma de captar lectores para los diarios".Con este estilo claro y didáctico, Ossa inicia su viaje por el rico cosmos del noveno arte, invitándonos a acompañarlo. Según reza la solapa correspondiente, el autor "es el decano de los libreros colombianos. Lleva 57 años vinculado a la Librería Nacional, una de las más importantes del país. Nació en Bogotá, pero se crió en Buga (Valle del Cauca), donde aprendió a leer de la mano de los cómics e historietas a los cinco años". Formó parte del consejo de redacción de Click, revista colombiana de estudio e información de la historieta (siete números entre 1979 y 1984), ha escrito los siguientes títulos: El mundo de la historieta, La historieta y su historia y Los héroes de papel, y, como buen apasionado, "en la actualidad cuenta con más de 3.000 revistas, novelas gráficas y libros sobre el tema".

La presente monografía, publicada por Planeta, se divide en 16 capítulos, que se detienen a comentar cuestiones como el trabajo de los pioneros del medio, géneros como la aventura, el tebeo bélico, el costumbrismo, el horror, los superhéroes, la creación del formato comic book o la novela gráfica, mercados como el europeo y el latinoamericano, con especial atención a Argentina, México y Colombia (a esta última se le dedica un capítulo entero, de los más interesantes del conjunto), el underground y el manga, entre otras cosas.

El libro está profusamente ilustrado, tiene una maqueta atractiva y cuenta con una interesante bibliografía de referencia. En cuanto al tono, en palabras del propio Ossa: "Mi propósito al escribir este libro sobre la historia de los cómics es más divulgativo que exhaustivo. Dejo a otros la gloria de la erudición y el soberbio anhelo de agotar el tema. (...) Mi deseo es que este libro, que viene a ser una versión mejorada y aumentada de dos anteriores que escribí sobre el tema hace más de veinte años, motive a la gente a leer cómics y novela gráfica y que no vean esta actividad como algo banal y de poco valor. En muchas de las obras de los historietistas encontramos verdaderas obras de arte, mezcla perfecta de narración literaria y visual".


Malaga Hoy


¡La aventura del Cómic!

Aguerridos exploradores, colocaos las imaginarias mochilas, ya que vamos a iniciar un impresionante viaje a través de las viñetas para conocer su pasado, presente y futuro


JOSÉ LUIS VIDAL
13 Diciembre, 2019

Felipe Ossa, el autor de este texto que publica Planeta Cómic, es un verdadero amante del cómic, y a los largo de su existencia como lector e impenitente coleccionista ha llegado a acumular tal cantidad de conocimientos en su interior, que la única manera de devolverlos era en forma de libro.


Cómic. La aventura infinita
Felipe Ossa
Planeta Cómic.
25 euros

Cómic, tebeo, historieta, bande dessinée, manga, fumetto, quadrinhos… Todas estas definiciones se refieren a un medio, el de la narración gráfica. Imágenes secuenciadas que, acompañadas o no de texto, nos narran una historia. Ficción o realidad.


Desde las pinturas prehistóricas, pasando por los pioneros que colocaron un 'globo' o 'bocadillo' en las bocas de los personajes, este viaje nos va a llevar a lo largo y ancho de una crónica, la de los cómics, en la que Don Felipe se va a convertir en experto guía, introduciéndonos en las diferentes épocas, e iremos siendo testigos de la evolución de un medio que merecidamente lleva la sobrenombre de Noveno Arte.

Desde aquellas primeras viñetas con contenidos familiares, pasando por los géneros más aventureros y emocionantes, el nacimiento de esa gran industria que mueven miles de dólares, la del comic-book norteamericano, en la que se han desarrollado, y siguen haciéndolo, las carreras de auténticos titanes de la viñeta como Jack Kirby. Los conflictos bélicos y cómo los protagonistas de los tebeos tuvieron que intervenir en ellos; la cotidianidad en los tebeos; la blancura de la página se tornaba oscura con la irrupción de los relatos terroríficos; ¿Son pájaros o aviones? No, son superhéroes, y nacieron para quedarse; en Europa también se hacían cómics, con un vistazo, que no por somero deja de ser interesante a las principales potencias dentro de la viñeta; La revolución del undeground, otra manera de narrar; el controvertido tema de la novela gráfica y sus diferencias con respecto al cómic, si las hubiera; los tebeos que llegaron de las lejanas tierras nipones y trasformarían la manera de expresarse de muchos creadores, desde Frank Miller hasta Stan Sakai; un continente tan enorme como Latinoamerica tiene una larga y exitosa historia de los comics a sus espaldas, vamos a conocerla un poco mejor y, finalmente, una mirada al futuro. ¿Qué va a pasar con los cómics, resistirán al “ataque” de lo digital?

Nos encontramos ante un texto en el que, en un solo volumen, se engloba toda la historia de los cómics, viene trufado con infinidad de contenido gráfico y se convierte por méritos propios en una herramienta didáctica muy recomendable para incluir en la lectura de colegios e institutos y que con ella, los jóvenes puedan llegar a familiarizarse mejor con este medio tan rico y con una historia tan larga a sus espaldas.



Malaga Hoy

miércoles, 18 de diciembre de 2019

La aventura de reinterpretar a un mito

Jordi Riera Pujal

Se puede ser fiel y a la vez libre y juguetón a la hora de reinterpretar uno de los grandes héroes clásicos del cómic europeo. Los dos autores de La mujer leopardo, en perfecta sintonía, consiguen plasmar el respeto debido a una gran serie intemporal como es Spirou y la adaptación a los gustos de los lectores del siglo XXI. Yann le Pennetier en las riendas del guion, transforma, puntualiza y recrea con tiento lo que conocemos de los protagonistas de la serie. El guionista muestra que se ha documentado y que conoce la cultura y el contexto histórico de la sociedad franco-belga de 1946. En los lápices, Olivier Schwartz demuestra por qué es uno de los valores consolidados de la línea clara belga. En su estilo preciso y claro, que algunos llaman retrofuturista, lleva incorporada la herencia de las historietas creadas por Yves Chaland en los años ochenta. En el color Laurence Croix logra trabajar una gama y unas tonalidades que nos saben llevar al ambiente todavía sombrío de la Europa de posguerra.

Ya desde la primera página nos podemos sumergir en una aventura llena de escenas de acción, persecuciones y cambio de escenarios. La principal coprotagonista es un personaje interesante y potente. Hablamos de la reencarnación en femenino del hombre leopardo que Hergé hizo famoso en Tintín en el Congo. En la coctelera del resto del protagonismo coral caben algunos personajes fantásticos, unos malos a la antigua y unos héroes con problemas existenciales. Spirou tiene serios problemas con la bebida desde que perdió a su novia en los avatares de la guerra y en el trabajo ha dejado de ser una persona apreciada. Un Fantasio con aires de dandi, mantiene relaciones sexuales con su prometida, crea «sofisticados» inventos y no va sobrado económicamente. Como duda recurrente expresada por varios secundarios en el álbum, aparece la creencia de que Spirou y Fantasio mantienen relaciones homosexuales. Estos giros de guion más adultos, no obstan para que Dupuis, la editorial belga original, anuncie el álbum como adecuado para lectores a partir de 9 años. Las mentalidades de los gestores de la en otra hora muy conserva- dora casa editora han cambiado radicalmente.

Los seguidores de la serie tenemos que agradecer el esfuerzo que hace la editorial Dibbuks de reunir en un solo álbum las dos historias completas de La mujer leopardo. La femme léopard y Le maître des hosties noires aparecieron en Belgica en 2014 y 2017. En Dibbuks es la novena entrega de la colección Una aventura de Spirou por... Los mismos autores ya habían hecho un episodio anterior con El botones de verde caqui, que sucedía en 1942. Una historia que precede en cuatro años al contexto histórico que retrata La mujer leopardo. Aunque sea preferible leer por orden las tres entregas, no resulta imprescindible para poder entender y disfrutar de este cómic.



En los tebeos de la época dorada de Bruguera se obviaba que casi todas las historietas urbanas tenían como marco la ciudad de Barcelona. En el cómic belga, en los mismos años, no aparecían detalles históricos ni ambientaciones que pudieran resultar extraños o lejanos a los lectores franceses. Los tiempos han cambiado y ahora la narración puede discurrir en un ambiente fundamentalmente belga sin problemas. Sin embargo, uno de los problemas del por otra parte hábil guion, es el uso excesivo de argot, de dichos y juegos de palabras que necesitan explicación para los lectores no belgas. En un cómic, los guiños gráficos acostumbran a ser preferibles a los verbales. Tratándose de una historieta que puede leer toda la familia, las excesivas aclaraciones y notas a pie de página lastran en demasía el ritmo de la lectura. A pesar de ello el guionista consigue un logrado doble nivel de lectura. Se puede seguir correctamente la narración sin que sea indispensable conocer el pensamiento existencialista francés que aparece parodiado, o saber quiénes eran los escritores Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.



La mujer leopardo
Olivier Schwartz (dibujo), Yann le Pennetier (guion) y Laurence Croix (color)
Dibbuks
Bélgica Cartoné 128 págs. Color



Obra relacionada


El botones de verde caqui
Olivier Schwartz y Yann le Pennetier
(Dibbuks)

Gringos locos
Olivier Schwartz y Yann le Pennetier
(Dibbuks)

Diario de un ingenuo
Émile Bravo (Dibbuks)





La historieta que transcurre en Bruselas, París y África toca muchos registros y en ella resulta interesante descubrir personajes y temas sustraídos de diversos referentes, entre ellos el universo clásico de Hergé. En el álbum, en que poco se habla del genocidio perpetrado por los mismos belgas en el Congo durante décadas, la acción y las notas de humor prevalecen. El hilo argumental rico en subtramas está animado por unos secundarios bien caracterizados que enriquecen la trama principal.

La mujer leopardo es una historia cien por cien recomendable para los amantes de las aventuras bien narradas y mejor dibujadas. Un álbum que se sumerge en la mejor tradición franco-belga de editar obras de gran calidad que satisfagan a un público mayoritario.





Comics Esenciales 2018. Un Anuario de ACDCómic & Jot Down



martes, 17 de diciembre de 2019

La revolución minera de Zapico regresa bajo tierra

El dibujante analiza en el tercer tomo de su colosal novela gráfica 'La balada del norte' el fin de las revueltas en Asturias en 1934

TOMMASO KOCH

Madrid 16 DIC 2019

Viñetas del tercer tomo de 'La balada del norte'. ASTIBERRI ALFONSO ZAPICO

Cuando una revolución muere, nunca la entierran sola. En su sepelio, sucumben sueños e ideales de quienes creyeron en ella. También se lloran las vidas que engulló. Y fallece, además, aquel otro mundo que durante un tiempo pareció posible y no lo fue. Hay, en definitiva, razones de sobra para que Alfonso Zapico esparciera tintes de color cenizas y carbón sobre su última novela gráfica. “Se habla de la derrota, la tristeza, la decepción, la huida. Es el cómic más oscuro de los tres”, asegura el dibujante. Porque La balada del norte, su ambiciosa reconstrucción de las revueltas mineras en Asturias en 1934, también se encamina hacia el final: “Iba a ser un libro único, pero me di cuenta de que era una historia poco conocida y el primer tomo solo lo ocupó el contexto. El segundo se centró en la revolución, y este tercero en su final. El cuarto contará el desenlace para los personajes”. Así, en 2021 —según el plan previsto—, el artista dejará a sus espaldas una doble epopeya: la de quienes se sublevaron, hartos de que su existencia no valiera nada; y la de más de 1.000 páginas, letras y dibujos sobre la historia de su gente.

Zapico nació justamente en Blimea, una aldea de la cuenca minera de Asturias, hace 38 años. Sus abuelos y su tío trabajaron picando bajo tierra, como muchos. O casi todos. “Los hijos ahí heredaban el oficio de sus padres durante generaciones. La mía fue la primera que salió de la mina”, recuerda el dibujante. Los yacimientos daban el pan, pero también quitaban la vida. Miles de mineros fallecieron en Asturias desde finales del siglo XIX; y los supervivientes marcharon una y otra vez para pedir condiciones de trabajo dignas. O, cuando menos, no infrahumanas. Sin embargo, poco a poco, muchas minas cerraron, algunas sufrieron derrumbes, y otras las prohibió una directiva de la UE. “De golpe, empezó a desaparecer esa sociedad tan extraña y peculiar, esa forma de imaginar el mundo en colectivo, llena de solidaridad, donde nadie se concebía sino en plural”, asevera Zapico. La balada del norte (Astiberri) acude también al rescate de todo ello.

Aunque, en el tercer tomo, ya nada puede salvar la revolución minera. La huelga que recorrió kilómetros, sumó el apoyo de los grandes sindicatos y encendió miles de ánimos proletarios aquí se está apagando. El teatro Campoamor de Oviedo ya no arde, mientras resuenan sobre todo los fusiles de la represión. La sangre, la lluvia, los grises y los silencios narran así, a lo largo de 240 páginas, el cese de la batalla en Asturias y el comienzo de la fuga y las torturas. Aunque las viñetas también esbozan la Guerra Civil, que vendría dos años después.

A Zapico no le importa entender de quién fue la culpa. Ni siquiera está claro que todo se pueda resumir en un reparto de responsabilidades. “Preveo que, en esto como en todo, la opinión española se dividirá en dos bandos irreconciliables. El de los que afirmarán que la población minera de Asturias lanzada al movimiento es una horda de caníbales y el de los que sostendrán que todo fue un juego de inocente criaturas o, a lo sumo, de cabezas alocadas y sin responsabilidad”, reza la cita del periodista Manuel Chaves Nogales que encabeza el libro. En la propia región, según el dibujante, hay visiones distintas. “Incluso allí a veces tampoco se conoce bien esta historia. Dónde nací yo, es un hecho épico, con su mitología. Pero en Oviedo y otras partes se habla de ello como algo negativo, como la excusa que se aprovechó para dar pie a la Guerra Civil”, agrega Zapico.

El artista fundamenta sus palabras en una amplia documentación. Ha viajado, leído, estudiado. Y también ha preguntado a quienes estuvieron ahí. Tanto que ha integrado en los libros episodios y vivencias que los vecinos le han contado. “La balada del norte recoge mucha memoria, que era lo que más me interesaba. No hay que estar de acuerdo con lo que cuento, sino que simplemente es importante hablar de estos temas”, explica. También por eso La balada del norte se está utilizando en varios colegios, no solo de Asturias. Tal vez, además, sirva para que las nuevas generaciones cultiven el recuerdo. O eso espera Zapico: “Este país ha vivido 40 años en un silencio cómodo. Ahora hay una polarización enorme, la memoria se ha convertido en un campo de batalla”.

Eso sí, sobre la historia real, Zapico ha dibujado también elementos de ficción. Primero, escribió un borrador. Luego, una suerte de guion teatral. Y solo entonces lo trasladó todo a las viñetas. Con un estilo más maduro, según el mismo reconoce: “Me he quitado un poco el complejo de tener que dar tanto texto”. El Premio Nacional de Cómic más joven de España (por Dublinés, en 2012) se fía cada vez más de sus lápices. No hacen falta decenas de palabras para explicar la derrota. Se pueden dibujar dos hombres que caminan. La lluvia. Y sus miradas, pegadas al suelo.


El Pais

domingo, 15 de diciembre de 2019

Sorolla americano

En el rato de espera en el restaurante, el pintor tiene la libertad del anonimato, la actitud observadora y furtiva del espía

ANTONIO MUÑOZ MOLINA
13 DIC 2019

'Pareja preparada para salir' (1911), dibujo de Joaquín Sorolla.

La pintura era el oficio de Joaquín Sorolla. El dibujo era su manera de estar en el mundo. La pintura exigía preparativos, aparatos, lienzos, horas en el estudio, sombrillas y bastidores para instalar el cuadro en una playa. Para el dibujo solo hacía falta un pequeño cuaderno y un lápiz, y ni siquiera eso, el reverso de cartulina del menú de un restaurante de lujo, el cartón de una caja, el que venía dentro de una camisa recién planchada, recién traída a la habitación del hotel por una camarera, en una de esas ciudades de modernidad exótica que estimulaban aún más los sentidos, Nueva York o Chicago.


Para el dibujo no hacía falta un modelo que posara, ni un gran encargo complicado, ni un proyecto de antemano noble y prestigioso: lo único necesario era el hábito de tener muy abiertos los ojos ante cualquier cosa que sucediera, en cualquier sitio, a cualquier hora del día o de la noche, en un café de París o en un teatro, o en la intimidad doméstica que a Sorolla le gustaba tanto y que sin duda le costó una parte de su prestigio; en un siglo de genios polígamos, de artistas desastrosos y malditos, Sorolla fue, imperdonablemente, un burgués próspero, un marido que enviaba cartas de amor a su mujer desde cualquier ciudad del mundo en la que estuviera, un padre que no se cansaba nunca de retratar a sus hijos, “un bohemio de la familia”, como él mismo decía.


Igual que otras personas tamborilean con los dedos sin darse cuenta, Sorolla miraba y dibujaba, y no con la instantaneidad de una cámara fotográfica, como suele decirse, entre otras cosas porque no se habían inventado aún las cámaras ligeras que podían llevarse en el bolsillo y dispararse furtivamente en un segundo. Aunque era yerno de un fotógrafo y había trabajado de aprendiz o ayudante en un taller, Sorolla mira, y actúa, como un dibujante, porque era así como se había adiestrado, en “el amor ciego de la línea”, decía él, en la disciplina de los estudios formales, un cimiento tan sólido que pudo sostener sobre él todas las libertades que quisiera tomarse, como se sostiene el albedrío y la audacia de un improvisador sobre el cimiento de una rigurosa educación musical.


A Sorolla se le atribuyó una fama peligrosa de facilidad, alimentada por esas fotografías en las que se le ve pintando sobre un lienzo en blanco en la playa, a las bravas, como si los azules del mar y el fulgor del mediodía se convirtieran en pintura por un milagro instantáneo. Parece que quien trabaja muy rápido y despliega sin dramatismo grandes facultades formales es poco más que un atolondrado con suerte, como aquel Mozart de peluca torcida y risa fácil de la película Amadeus. Dice Thomas Mann que el arte borra las huellas del esfuerzo. En la pintura de Sorolla la sensación de fluidez y naturalidad es tan poderosa que parece excluir la premeditación: pero muchas de esas figuras que dan la impresión de inmediatez y de azar de la fotografía de una Leica resulta que se sostienen sobre dibujos muy repetidos y muy elaborados, estudios meticulosos cuya huella se borró igual que se han borrado las muchas horas de aprendizaje y paciencia en el solo fulgurante de un músico de jazz.

En la exposición de dibujos que hay ahora mismo en el Museo Sorolla, la lección de los bocetos improvisados sobre menús de restaurantes o en hojas de cuaderno no es más valiosa que la de los estudios preparatorios para algunos de sus cuadros mayores. Lo que parece encontrado de golpe en realidad es el producto de una búsqueda muy larga, de una persistente sucesión de tentativas. El espejismo de la espontaneidad solo se consigue después de un arduo y apasionado aprendizaje. Y solo es posible haber aprendido tanto cuando el estudio no es un cautiverio separado de la vida, sino la simple manera que uno tiene de estar en el mundo. No había hora, ni día, en que Sorolla no estuviera estudiando, observando, pupila alerta y lápiz en la mano, guiado por el entusiasmo de celebrar lo que tenía delante de los ojos, por la urgencia de atrapar un gesto o un detalle para después recordarlo, gracias a ese instrumento supremo, la línea, el trazo rápido y preciso, educado en la severidad de la disciplina académica, la lámina de papel en blanco delante del modelo o la modelo desnudos, la atención a los pormenores de la muscu­latura y del contorno, la exigencia de salir a la calle o al campo, la humildad de mostrar las cosas exteriores y objetivas sin la urgencia de imprimir sobre ellas la marca del propio talante, del propio estilo apresurado.

Inevitablemente, a un artista de mucho éxito le cae encima la obligación de ser idéntico a sí mismo. Muchas veces, sobre todo cuando trabajaba para el imperioso millonario Huntington, a Sorolla no le quedaba más remedio que pintar sorollas, y nunca dejó de hacerlo admirablemente. Cuando trabajaba por gusto, para él mismo, para distraer la espera en un restaurante o para complacerse en los rasgos conocidos de memoria o en la mirada de grandes ojos pensativos de su mujer, o en la cercanía atareada o festiva de sus hijos, Sorolla se permitía una libertad más desahogada porque no estaba al servicio de ningún propósito, de ningún proyecto.

Huntington lo atosigaba con sus demandas de hectáreas de escenas folclóricas y trajes regionales españoles, pero no iba a comprarle una vista de la Quinta Avenida y Central Park en una mañana de tráfico y lluvia, en un contrapicado de vértigo, desde la ventana alta de un hotel. Un retrato formal se pinta durante largas sesiones en un estudio y exige todo tipo de responsabilidades, algunas de ellas paralizadoras. En el rato de espera en el restaurante, el pintor tiene la libertad del anonimato, la actitud observadora y furtiva del espía. Sin que nadie se dé cuenta, está retratando a lápiz a esas dos figuras que se inclinan la una hacia la otra, hombre y mujer, en una actitud de confidencia, tal vez de clandestinidad.

El artista celebradamente español descubre una veta tan americana como la que estaban explorando por aquellos mismos años Robert Henri o John Sloan. En el reverso tan gustoso de la cartulina del menú se deleita dibujando un sombrero de señora de última moda que se abre sobre su cabeza como una corola desmedida. Y entonces se permite el lujo secreto, el capricho, de sacar otro lápiz y añadir un garabato rojo memorable al blanco y negro del dibujo.



El Pais. Babelia Nº 1464. Sabado 14 de diciembre de 2019



Ocho novelas gráficas para niños

Una selección de los títulos más destacados del año 2019 en el género

Viñeta de 'Y entonces nos perdimos', de Ryan Andrews.

TEREIXA CONSTENLA

14 DIC 2019


1. Fantasmas, Raina Telgemeier. Maeva



Raina la reina. Con ella erupcionó el género. Tiene ventas escandalosas y tres premios Eisner en casa. El último por esta historia, donde la hermana pequeña, Maya, es la valerosa y la hermana mayor, Catrina, la asustadiza. Un homenaje a la cultura mexicana con páginas festivas con el colorismo de Coco y pinceladas de humor, ternura y miedo. Un cóctel sobre la aceptación de la enfermedad, la iniciación sentimental, el poder del afecto y la relación con los que ya no están. Los fantasmas solo intimidan cuando no les conoces.

2. Los espeluznantes casos de Margo Maloo, Drew Weing. Maeva

Las historietas de Charles y Margo Maloo nacieron en la web. Su éxito las catapultó al mundo físico. Eco City, la ciudad a la que acaba de mudarse la familia del protagonista, tiene una doble vida donde residen fantasmas, trasgos, troles y monstruos. Como todos los niños, Charles tiene miedo de ellos hasta que, de la mano de Margo Maloo, descubre que también los monstruos se sienten atemorizados por los niños. Estructurado en capítulos, cuenta con pasajes trepidantes y diálogos divertidos entre una heroína rebosante de empatía y un antihéroe repleto de curiosidad.

3. Hicotea, Lorena Álvarez. Astiberri

'Hicotea'.

Premiada este verano en la Comic-Con de San Diego con el Russ Manning, destinado a la mejor promesa del cómic, la autora colombiana continúa en este álbum con el exuberante mundo imaginario de Sandy, alumna en un colegio católico femenino, iniciado en Luces nocturnas. La dibujante se apropia de sus experiencias infantiles para transferir a la protagonista de la realidad a la fantasía donde, por supuesto, ocurre todo lo interesante. La excusa, aquí, es una excursión al campo donde una laguna en retroceso esconde secretos.

4. Wáluk 3, Ana Miralles y Emilio Ruiz. Astiberri

'Waluk 3'.

El regalo perfecto para Greta Thunberg a los 10 años. Tercera entrega de las aventuras árticas de Wáluk, oso en fase de formación y aprendizaje con la ayuda de Esquimo, un veterano achacoso cuya presencia aún impone. La plasticidad del hielo ayuda a resaltar la expresividad de sus protagonistas: búhos sabios, perros sometidos y osos buscavidas. Los animales tienen valores éticos y algunos humanos, instintos bestiales. La historia de Wáluk, que había escrito Emilio Ruiz como cuento, estuvo 10 años en un cajón hasta que Ana Miralles decidió convertirla en un cómic. ¿El último país donde ha salido? China.

5. Bahía Acuicornio, Katie O’Neill. La Cúpula

'Bahía Acuicornio'.

Hace un año la autora neozelandesa asombró a niños y a adultos por igual con La sociedad de los ­dragones de té, que obtuvo dos Eisner. Un cómic dibujado con delicadeza y escrito con valentía sobre los seres diferentes. Aquí mantiene esa plástica de toque manga en una historieta donde se mezclan el amor, la tristeza y la magia con un potente mensaje conservacionista.

6. Los diarios de Cereza y Valentín, Joris Chamblain y Aurélie Neyret. Alfaguara

'Los diarios de Cereza y Valentín'.

Un fenómeno en Francia. Y un fenómeno en España desde que, en 2017, salió el primer volumen de Los diarios de Cereza. El zoo petrificado, protagonizado por una niña de 10 años que sueña con ser escritora. Después de cinco entregas, Chamblain y Neyret han optado por una suerte de spin-off. Cereza ayudará a Valentín, el hijo de la pareja de su madre, a superar el miedo a esa nueva familia reconstituida que están formando a través de una metafórica misión espacial.

7. El pavoroso miedo de Epifanía, Susto Gauthier y Lefèvre. Astronave

Epifanía Susto tiene ocho años y un miedo a sus espaldas que va creciendo incontrolable. Cansada de semejante lastre, emprende una aventura que tiene ecos de Alicia por un mundo poblado de criaturas y lugares fantásticos, como un quijotesco caballero que siempre viaja hacia poniente o un guía perdido en un punto de información en el bosque al que se llega siguiendo el letrero “Tengo preguntas para todas tus respuestas”.

8. Y entonces nos perdimos, Ryan Andrews. Astronave

Ryan Andrews dibuja una aventura con aire de clásico envuelta en azules nocturnos. Ben y sus amigos deciden seguir la pista a los farolillos que en cada equinoccio de otoño se arrojan al río de su pueblo para comprobar si, como afirma la leyenda, se transforman en estrellas. Rigen dos reglas: nadie da media vuelta y nadie mira atrás. Solo Nathan, el niño del que todos se mofan, y alguien tan inesperado como un oso serán capaces de acompañar a Ben hasta el final.



El Pais. Babelia Nº 1464. Sabado 14 de diciembre de 2019