viernes, 8 de noviembre de 2024

El Señor de los Chupetes / Jan



Los tebeos se han alimentado con frecuencia de parodiar otros personajes de ficción. Por ejemplo, Groonan el vagabundo, de Sergio Aragonés, es una versión desternillante, salvaje y descerebrada de Conan. Los agentes del estilo de James Bond han tenido su réplica en Anacleto, agente secreto, de Vázquez, o en Mortadelo y Filemón, de Ibáñez. Realizar una versión humorística de Superman, el superhéroe del cómic por excelencia, parecía caer por su propio peso. Y Jan se aventuró en esta empresa con Superlópez. No es una parodia en la línea de la serie televisiva El gran héroe americano, donde un don nadie adquiere poderes similares al hombre de acero a través de un traje y tiene que aprender a hacer todo sobre la marcha, sino que se va dando una vuelta de tuerca a todo: López, de origen extraterrestre, también trabaja (bueno, es un decir: se dedica a hacer pajaritas de papel) en un periódico, aprovecha sus poderes sobrehumanos para desfacer entuertos, lleva una doble vida que le complica mucho la existencia y está enamorado de Luisa Lanas (versión castiza de Lois Lane), una compañera de trabajo (sí, demasiadas similitudes; de hecho, tantos parecidos incluso le metieron en algún problema legal con DC Cómics). Pero le sale casi todo mal. López es un tipo que pone buena voluntad en todo lo que hace, pero tiene una enorme facilidad para enredar las cosas y buscarse líos. Su falta de carisma tampoco le ayuda puesto que ni cuando se pone la capa y los leotardos y se transforma en Superlópez le toman en serio: por ejemplo, lejos de dejarse impresionar por sus poderes, Luisa opina que el superhéroe es una medianía y un metepatas. Rizando el rizo de la parodia, en El señor de los chupetes Superlópez se ve envuelto en una trama que se inspira tangencialmente en El señor de los anillos, de donde Jan toma los elementos indispensables para que se reconozca a la obra de Tolkien pero, a su vez, tenga personalidad propia y diferenciada. Así, el chupete único te da el poder de la invisibilidad cuando te lo pones, es decir, cuando te lo metes en la boca, y hay diversos chupópteros encapuchados (como los nazgûl) que también tienen chupetes, aunque el chupete único es el más poderoso de todos. Por cierto, ¿les suena esto?: «¡Este chupete es el gran chupete único para someter a los seis chupetes negros y, en las tinieblas, someterlos a todos bajo el poder de Tchupón, el señor de los chupetes!».



La maldad intangible y bastante genérica que destilaba Sauron en la Tierra Media aquí se transforma en algo más real y puede que aterrador: Tchupón es responsable del tabaco, de las máquinas tragaperras, los chupetes y la televisión, entre otros objetos demoníacos. Y claro, Superlópez no puede negarse cuando le dicen que hay que luchar contra ellos e irlos a buscar a sus bases secretas, que le llevan de un lado a otro del mundo... o fuera del mismo.

Una idea de partida así puede parecer que tiene poco recorrido, pero Jan lo suplementa con mucha imaginación en el guion y buenos lápices, con un estilo que podríamos calificar como de plastilina. Siempre que releo los tebeos de Superlópez me recuerdan a aquellas series de animación en slow motion que se realizaban con muñecos de plastilina, objetos tridimensionales que tenían un característico aspecto gomoso y ligeramente grasiento. Bien, pues esa es la sensación que tengo al mirar las abigarradas viñetas de Jan: hasta los ladrillos me parecen de goma.



Hay algunos aspectos curiosos que no son muy habituales en los tebeos de este tipo, en principio dirigidos a un público joven. Por ejemplo, Jan rompe la cuarta pared y Superlópez se comunica con el lector en varias ocasiones; sabe que vive en un cómic y no parece darle importancia, lo ve como algo normal. Así, Tchupón reconoce que supo de sus hazañas leyendo la revista Mortadelo Especial. O cuando Superlópez, perdido en la base lunar de uno de los chupópteros, tiene su máxima preocupación en que solo le quedan seis páginas para acabar la aventura y «está en Babia». También es muy llamativo el número de muertos tanto implícitos (las bases son destruidas sin dejar piedra sobre piedra) o explícitos ya que, sin ir más lejos, en dicha base lunar, hay cadáveres por todos lados. Bueno, y ni que decir tiene que un cómic juvenil en el que aparece gente fumando hoy en día es impensable. Todo esto ayuda a que sea una historieta diferente y francamente recomendable: un tebeo irreverente, exagerado y muy cómico.


Jot Down - Los 100 Tebeos Imprescindibles (2014)


Scavengers Reign: tráiler de la temporada 2

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

EL FOTÓGRAFO QUE PULIA ESTRELLAS

CLARK GABLE, RITA HAYWORTH, ERROL FLYNN, VERONICA LAKE...
GEORGE HURRELL RETRATÓ A LOS MAYORES MITOS DE HOLLYWOOD.
SUS IMÁGENES SON HOY ICONOS DE LA ÉPOCA DORADA DEL CINE.
Por TONI GARCÍA. Fotografía de GEORGE HURRELL

FULGOR EN BLANCO Y NEGRO.

La estrella del celuloide Joan 
Crawford (¿Qué fue de Baby Jane?, vista a través de
la lente de George Hurrell

(izquierda)INTIMA HAYWORTH
Rita Hayworth posó sensual para Hurrel, cuyo secreto era la intimidad cómplice que lograba con los artistas.
(derecha)MITOS DEL CINE
Muchos de los retratos de Hurrell han pasado a formar parte de la historia del cine. Quizá porque fue el primer fotógrafo-celebridad. Aquí, Clack Gable y Bette Davis.

Le llamaban "grand seigneur of the Hollywood portrait" (el gran señor del retrato hollywoodiense) o "the master of light" (el maestro de la luz), y algunos lo consideran el mejor retratista que jamás haya trabajado para las estrellas del cine. Su recuerdo queda reservado a los cinéfilos más nostálgicos, aquellos que gustan de bucear en la mitología de la época dorada de Hollywood. al igual que leyendas invisibles del tamaño de Bill Gold, Harry Lange o Sid Avery, su nombre no aparece en las conversaciones sobre el séptimo arte. Pocos recuerdan que un día fue el más grande, en aquellos tiempos donde los estudios se mataban por trabajar con George Hurrell: el hombre que convirtió el glamour en su traje de andar por casa


TODOS LOS NOMBRES
Por su lente pasaron actores y actrices del momento. En esta doble página (en el sentido de la agujas del reloj), Jean Harlow, Marlene Dietrich, Carole Lombard y Buster Keaton.


GENIO DE LA LUZ
A Hurrell se le apodó "el genio de la luz", por su técnica del claroscuro. Sobre estas líneas.de izquierda a dercha. Ann Sheridan, Basil Rathbone, Errol Flynn y Veronica Lake.


Hurrell nació en Covington (Kentacky) en 1904, a pocos kilómetros de Cincinnati. Su pasión, desde muy joven, fue la pintura, y con ocho años pasaba horas dibujando todo lo que se cruzaba por delante de sus ojos. Viendo claramente que aquello sería algo más que un hobby, en los años veinte Hurrell se mudó a Chicago para estudiar en el Instituto de Arte. Allí descubrió, mientras trataba de entender el funcionamiento de una cámara para fotografiar sus cuadros, que quizá había encontrado algo mejor que el dibujo y la pintura. En 1925 conseguiría una beca para ir a inmortalizar cuadros y artistas a una colonia creativa de California. El viaje abrió la mirada del fotógrafo. Quedó fascinado por la luz de aquella región y decidió que Los Angeles podría ser un buen lugar para tratar de averiguar qué quería hacer con su vida.

"Le gustaban mucho las fiestas. En una de ellas conoció a Poncho Barnes, una piloto, y, tras conversar con ella un buen rato, acabaron pactando que Hurrell le haría unas fotos para su recién adquirida licencia", cuenta por teléfono desde Londres Phil Moad, uno de los mayores expertos sobre la obra de Hurrell, encargado de supervisar la Kobal Collection, el mayor archivo fotográfico del mundo relacionado con el séptimo arte. Las fotos le gustaron tanto a Barnes que -en agradecimiento- le presentó a Ramón Novaro, una estrella del cine mudo con un contrato con la Metro Goldwyn Mayer (MGM) del que quería librarse para construirse una carrera como cantante de ópera. "Novaro hizo que Hurrell le fotografiara con distintos atuendos, y su plan era enviar esas fotos a Italia y Francia e intantar así reinventar su carrera. MGM se enteró y Louis B. Mayer, el jefe de la casa, profibió en persona a Novaro hacer algo semejante", sigue explicando Moad. "Sin embargo, las fotos corrieron por el estudio y Norma Shearer, la esposa de Irving Thalberg (vicepresidente de MGM durante dos décadas), quedó fascinadas por ellas. MGM iba a producir una película llamada La divorciada. Piensa que estamos hablando de 1929 y por aquel entonces se preveía que aquel iba a ser un filme escandaloso. Las candidatas para interpretar a la protagonista de la película era Joan Crawford, Grata Garbo y la propia Shearer. Garbo era demasiado pija y no quería hacerlo; Crawford tenía una imagen muy marcada, la de una chica a la que le gustaban las fiestas, la diversión, así que estaba también descartada; finalmente, Shearer era perfecta para el rol. Pero Thalberg, su marido, dijo que no, que aquello no iba a funcionar, que ella era demasiado dulce y el público no la creería. Así que Shearer, que quería expandir sus cualidades como actriz, pensó en Hurrell. Le pidió el teléfono de este a Novaro y le llamó: "George, quiero hacer este personaje, mi marido dice que soy demasiado dulce para hacerlo y nadie va a creérselo. ¿Puedes ayudarme a cambiar mi imagen?. Naturalmente, Hurrell dijo que sí. El día convenido, Shearer llegó allí, con un vestido y nada más, sin ropa debajo, intentando parecer una mujer atrevida, casi indecente. Si hoy miraras esas fotos, te parecerían de una ingenuidad aplastante: hay algo de escote, pero nada más. Sin embargo, con los retratos consiguió el rol e hizo algo más: ganó el Oscar a la mejor actriz. Así que MGM hizo lo único que podía hacer: en 1930 le contrató".

Hurrell pasó los dos años siguientes fotografiando a Clack Gable, Joan Crawford, Grata Garbo... Sin embargo, una indiscreción (una escapada de fin de semana haciendo retratos para otro estudio a espaldas de la MGM que llegó a oídos de quien no debía) hizo que Howard Strickling, el publicista que mandaba más que el presidente en la compañía, le pusiera de patitas en la calle. De aquella época, Moad destaca la manera peculiar en que Hurrell retrataba: ponía música ligera, creaba una atmósfera de relax, conversaba con las estrellas y las hacía sentirse cómodas. Si eso no funcionaba, fingía ruidos de pedos con la boca, la actriz se reía y él aprovechaba para tomar la foto. "Un día se pasó por su estudio Greta Garbo, que no tenía mucho sentido del humor. Se ofendió con aquellas bromas que consideraba de mal gusto y dijo que jamás volvería a trabajar con Hurrell".

Tras dejar MGM, el fotógrafo desplegó todo su talento free-lance para Warner Brothers, Paramount y Columbia. Retrató a Errol Flynn, Mae West, Humphrey Bogart, James Cagney, Bette Davis... Cuando se cansó de aquello, se largó a trabajar en publicidad al corazón del mundo: Nueva York. Pasó los cincuenta en una oficina de Madison Avenue e incluso colaboró con el ejército, tomando retratos de los altos mandos en plena guerra fría. Cuando quiso volver a Los Ángeles y meter de nuevo la cabeza en el cine, todo había cambiado tanto que solo pudo conseguir un empleo como foto fija: eran los años sesenta y nadie se acordaba de Hurrell. En 1965, sin embargo, varios museos empezaron a colgar su obra, apareció un libro que repasaba su trayectoria y, de pronto, su nombre volvió a estar en boca de todos. A principios de los setenta recorrió otra vez Hollywood y por su objetico pasaron Robert Redford, Paul Newman y Liza Minnelli. Su última etapa, que empezó cuando Hurrell se retiró a su casa californiana, incluyó a Sharon Stone y Brooke Shield. En 1981, un retrato suyo del actor Ramón Novaro se adjudicó por 9.000 dolares (7.200 euros), un precio jamás alcanzado hasta entonces por una fotografía relacionada con el mundo del cine. La muerte le sobrevino mientras finalizaba su trabajo para Warren Beatty y Annette Bening en Bugsy. Tenía 88 años y llevaba más de 50 agarrado a su cámara. A lo largo de su carrera había fotografiado a generales en sus despachos, pintores en sus refugios, a todas las estrellas habidas y por haber, y a un buen monton de amigos que deseaban colgar un retrato del grand seigneur en su pared.

Así, 35 años después del último libro relevante sobre su obra, llega Hurrell: The Kobal Collection (Reel Art Press), con casi 300 retratos de la época dorada de Hollywood, elaborado a cuatro manos por el citado Moad y el editor británico Tony Nourmand. No hay duda de que la amistad entre el también desaparecido John Kobal y Hurrell ha sido un punto de inflexión para la concreción de este proyecto, ya que todo este legado del maestro de la luz está en la mismas manos. "Él fue el primer fotógrafo-celebridad de Hollywood", concluye Moad. "Muchos intentaron imitarle, pero ninguno lo consiguió. Gracias a su fondo como pintor, supo utilizar la luz y las sombras para definir una era. Ayudó a moldear la imagen de las estrellas tal como las conocemos ahora, y no solo gracias a su talento; también era un hombre con una capacidad diplomática increíble. Socializaba con todo el mundo. Las estrellas le conocían. Espero que el libro ayude a descubrir al hombre que fotografió a todos esos actores: conocemos sus fotos icónicas, pero no sabemos nada de él. Estaría bien cambiar eso".

"Hurrell: The Kobal Collection". Tony Nourmand y Phil Moad. Reel Art Press. 288 páginas, 60 euros.
www.reelartpress.com

El Pais Semanal número 1.881
Domingo 14 de octubre de 2012

 

Arrowsmith. Tras las líneas enemigas

Desmitificando la guerra desde la magia

Paco Cerrejón




Arrowsmith. Tras las líneas enemigas

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Rafael Fonteriz, José Villarrubia 

Dolmen Editorial

Cartoné

192 págs.

Color

Traducción: Rafael Marín

Obras relacionadas

Arrowsmith Tan Elegantes con sus bonitos uniformes

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Jesús Merino

(Dolmen Editorial)

Avengers Forever

Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Jesús Merino

(Panini)

La Guerra de las Trincheras

Jacques Tardi

(Norma Editorial)

Camelot 3000

Mike W. Barr, Briand Bolland 

(ECC Ediciones)


La segunda entrega de la saga de Arrowsmith supuso el punto y final a la emocionante y espectacular carrera de Carlos Pacheco como dibujante de tebeos. Un punto y final que llegó en el momento culminante de su dibujo. En un estilo clásico y limpio, de trazo elegante y ligero, Pacheco desplegó, una vez más, su maestría tanto gráfica como narrativa en la segunda aventura del joven soldado Fletcher Arrowsmith, con el acompañamiento en el guión de Kurt Busiek, en las tintas de Rafael Fonteriz y con el color de José Villarrubia.

Busiek y Pacheco crean en Arrowsmith un trasunto histórico de la Primera Guerra Mundial, cuya principal diferencia con la real está en la presencia de la magia. Ambos autores aprovechan la excusa mágica para ofrecer un rico mundo alternativo. Esta recreación aporta profundidad y verismo a la aventura vital de Fletcher Arrowsmith, joven norteamericano enrolado en el ejército de los Estados Unidos de Columbia, pequeña justicia histórica con el últimamente semidefenestrado Colón, que sirve de ejemplo para mostrar los pequeños cambios en la historia con los que los autores juegan en la serie. Con una estructura argumental que bebe de El Héroe de las Mil Caras, de Joseph Campbell, y reminiscencias de películas como Senderos de Gloria, Busiek y Pacheco ofrecen el viaje, físico y mental del joven americano desde los Estados Unidos a la Europa en guerra y desde el chaval naif al soldado curtido.

Si en la primera parte, Tan elegantes con sus bonitos uniformes, narraban el alistamiento y las primeras batallas de Arrowsmith, en el segundo volumen, Tras las líneas enemigas, narran el inicio de una incursión en territorio enemigo. De las batallas del primer volumen pasamos a una historia más cercana al espionaje que a las historias de guerra tradicionales. Presentan un Fletcher más maduro, pero al que aún le queda mucho por descubrir y conocer, tanto de la guerra como de su mundo, siguiendo el proceso de aprendizaje del héroe clásico. Aprovechan Busiek y Pacheco para ahondar en la descripción del mundo recreado, dando pistas sobre los dioses, los mitos y las realidades sociales y económicas del mismo. Se trata de una labor que, junto al propio viaje del protagonista, recuerda al trabajo de Tolkien en el universo de El señor de los anillos, reflejando una obsesión por los detalles que den verosimilitud, complejidad y profundidad a la historia. Cabe destacar también el acertado equilibrio que consiguen entre el protagonismo de los personajes y de la propia Europa donde se desarrollan las aventuras. En este sentido el trabajo de Pacheco es de un valor innegable, aportando fondos y ambientación que, cuando es necesario, refuerzan el lado mágico y de fantasía de la historia, y que, cuando se requiere, aportan el verismo necesario para asentar la trama en un sentido realista. La habilidad de Pacheco es notoria al comprobar cómo pasa de escenas donde prima lo espectacular a escenas donde lo cotidiano asume el protagonismo, sin que sufra en ningún momento ni la narración ni el ritmo.



También merece destacarse la traducción de Rafael Marín, escritor, guionista, traductor y amigo de Pacheco, con quien trabajó en Iberia Inc y en los Cuatro Fantásticos, entre otras aventuras editoriales. Marín consigue trasladar en su traducción las intenciones de los autores, los juegos de palabras y las referencias de las que están llenos los dos volúmenes de la serie. Si había alguien que podía traducir esta obra reflejando fielmente el gusto compartido por los tres (Busiek, Pacheco y el propio traductor) por los mundos paralelos y los múltiples guiños y homenajes que minan este cómic ese era Rafael Marín.

Puede resultar paradójico que la última obra de Carlos Pacheco no haya sido de superhéroes, tras una carrera de más de treinta años en el género. Pero atendiendo a la amplitud de sus gustos dentro de la historieta, a sus influencias y a los cientos de pistas que ha ido dejando en sus páginas, no resulta extraño este giro, todo lo contrario, es tremendamente congruente consigo mismo, y además le hace justicia a un autor que ha marcado el cómic de superhéroes y la historieta española.

Arrowsmith es el último gran tebeo de Carlos Pacheco, y nos deja con las ganas de seguir disfrutando de los lápices y la imaginación del sanroqueño.


jd comics 2024

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Thorgal / Jean Van Hamme y Grzegorz Rosiński



Thorgal es uno de los grandes éxitos del cómic europeo sin lugar a dudas. El héroe vikingo protagonista de esta popular serie goza de múltiples atractivos para complacer al vasto público que le sigue fiel. Es el típico personaje central de una fantasía heroica, situada en un mundo medieval del norte de Europa, con claros elementos sobrenaturales que salpican la vida de Thorgal y su familia. Sus aventuras y desventuras podrían compararse con las del mito grie- go de Ulises, que ve cómo su ansiado regreso a casa, donde le espera su esposa Penélope, se transforma en un tortuoso periplo a merced de los dioses, repleto de encuentros con seres fantásticos que ponen a prueba su condición de héroe. Al igual que el famoso personaje de La Odisea, Thorgal busca afanosamente una vida pacífica para los suyos pero el mundo fantástico que le rodea será siempre un reto para su fortaleza, ingenio y sentido de la justicia. Hábil con el arco como ninguno de sus contrincantes, Thorgal despierta la admiración y la envidia entre los que lo conocen, lo que pone en peligro la integridad de su familia en numerosas ocasiones.

Como ocurre con muchos otros héroes de ficción, las extraordinarias cualidades de Thorgal se intentan explicar atribuyéndole un origen poco convencional. En La isla de los mares helados conocemos la historia de Slive, una misteriosa mujer que rescataba a nuestro protagonista de la ira del rey de los vikingos del norte en el primer álbum de la colección: La maga traicionada. Slive

resulta ser una superviviente de una raza de antiguos astronautas que escaparon de su planeta en una época de grandes cataclismos pero cuya nave tuvo el infortunio de estrellarse en la Tierra. Slive le revela a Thorgal que él mismo es el último descendiente de es- tos hombres de procedencia extraterrestre, un origen que podría ayudarle a ser rey de su pueblo, destino del que Thorgal rehuye porque sabe que no traería paz a su vida. Cabe mencionar como ejemplo de este afán por mantener a su familia alejada de peligros la ocasión en que se trasladan a una isla desierta y el acoso que en ella sufren da lugar a uno de los álbumes más intensos de la serie (Alinoé) por lo terrorífico y angustioso de la historia.



Dejando todo este mundo mágico a un lado, la realidad es que Thorgal vio la luz como una de las muchas historias cortas que se publicaban en las páginas de la revista belga Tintin, en concreto en un número del año 1977. Aquella breve historieta original apa- recería luego incluida en ese primer álbum, La maga traicionada, que hemos mencionado antes. Su nacimiento en el mundo del cómic se produjo tras la unión de los talentos del belga Jean Van Hamme (Bruselas, 1939) como guionista y el dibujante polaco Grzegorz Rosinski (Stalowa Wola, 1941). Rosiński, proveniente de un país aún bajo un régimen comunista y con poca tradición en este tipo de cómics, apenas llevaba algo más de un año en la capital belga, a donde había llegado con una beca de trabajo, cuando le propusieron trabajar con un economista reconvertido en periodista y novelista que ya por aquel entonces había logrado ciertos éxitos con algunos guiones para tebeos. Para ambos, Thorgal supondrá la fama internacional con una serie que a lo largo de tres décadas se expandirá hasta más de treinta álbumes, si bien más tarde Van Hamme alcanzaría cotas similares de fama con sus otros dos grandes éxitos de ventas: XIII y Largo Winch.

En los últimos años Van Hamme ha decidido apartarse de la colección para enfocarse en otros campos de la creación literaria, pero con un Rosinski aún poderoso con sus pinceles, los álbumes de Thorgal han continuado apareciendo desde el número veintinueve de la serie que lleva por título El sacrificio y que marca el comienzo de Jolan, el hijo de Thorgal, como el nuevo protagonista de las historias, quien, al igual que su padre, también tiene algunas características sobrenaturales. Este título fue todo un best seller en Francia en el 2006, el año de su publicación. Para este spin-off el dibujante polaco se alió con otro guionista belga, Yves Senté. Pero no es el único spin-off de la serie: bajo el título de El mundo de Thorgal han aparecido otros álbumes dedicados a algunos de los personajes recurrentes de la historia original como Kriss de Valnor o la propia hija de Thorgal, Louve (nombre que significa «loba»). En España la publicación de los diferentes álbumes traducidos del francés empezó de manera muy irregular, con tres títulos iniciales publicados por Distrinovel en Barcelona en 1981. Luego aparecerían otros cuatro más de la mano de la Editorial Zinco en 1986 y no sería hasta 1989 con la Editorial Norma cuando el resto de los títulos irían apareciendo de manera más constante dentro de la Colección Pandora, pero incluyendo otros cómics de procedencia franco-belga también.

Thorgal está traducido a los principales idiomas europeos, desde las lenguas escandinavas hasta el griego y el turco pasando por el alemán, italiano o neerlandés. Sus historias no solo se encuentran en sus más de treinta álbumes publicados, sino que también pueden disfrutarse en videojuego como es el caso de La maldición de Odín, el título que se publicó en este formato para Windows en el 2002.

La serie de Thorgal también fue la inspiración para todo un álbum de música que se editó en Francia en el año 2000, con títulos como Aaricia (la mujer de Thorgal), Niño de las estrellas, Kriss de Valnor, Los elfos o Jolan. Curiosamente ningún tema lleva el nombre de Thorgal. Como principal responsable de toda esta música aparece, entre colaboradores varios, el nombre de Eric Mouquet, compositor y arreglista francés cofundador de la archifamosa banda Deep Forest y que también ha compuesto o producido para artistas como Josh Groban o Ana Torroja. Thorgal también ha tenido el honor de aparecer en sellos de correos de su país natal, Bélgica.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)



martes, 5 de noviembre de 2024

MAKOKI / Gallardo y Mediavilla


Antes de que Barcelona celebrase sus Juegos Olímpicos y su aspecto cambiase para siempre, era una ciudad mediterránea prototípica. Algo en la línea de la cercana Marsella. Estaba llena de marineros, soldados y camioneros, prostitutas y travestis, ladrones, traficantes, contrabandistas, expresidiarios, emigrantes españoles huyendo de la ruina rural e inmigrantes llegados de África, de Asia, jipis, modernos, artistas... un sin fin de personajes sin rumbo, todos ellos controlados con mano dura por la policía franquista. Era un hervidero de historias que ahí seguirán en los archivos de los tribunales meticulosamente relatadas y que sirvió de caldo de cultivo para la aparición de Makoki.

El origen de la historieta fue un relato de Felipe Borrallo, Revuelta en el frenopático, de 1976. El protagonista era un loco internado en un psiquiátrico. Un día se produce un motín de los enfermos y Makoki consigue escapar, pero le han dado tanto electroshock que se va con los cables colgándole de la cabeza y, de tanto en cuanto, se tiene que meter una buena descarga de megavatios para ponerse a tono. Eso, y algo de mandanga. De hecho, para conseguirla tiene una banda, La Basca, formada por El Niñato, El Cuco, El Emo y Morgan, con los que va metiéndose en líos y corriendo unas aventuras absolutamente delirantes.



El tebeo de Miguel Gallardo y Juanito Mediavilla está considerado como el máximo exponente de la llamada «línea chunga», un término que usaron en su día los dibujantes que querían distinguir algunas de sus historietas más gamberras e irreverentes de la «línea clara» que marcaba la revista Cairo con sus cómics de aventuras o policíacos, tebeos aseaditos y para todos los públicos.

Las historias de Makoki bebían de la calle en sentido literal. Primero el lenguaje, que era una exquisita reproducción de la jerga taleguera que se podía escuchar en aquellas calles oscuras. En muchas ocasiones la gracia estaba en los giros y expresiones, sin necesidad de acción. Esos «está de putifa», «ven aquí guapa que te voy a meter este puro en a boca que te vas a creer que tienes sinco mil pelas de chicle», «un mercancías mu largo, mu largo... más que una meada cuesta abajo». Muchas de ellas aún se siguen repitiendo. Makoki llegó a ser un pequeño fenómeno social en determinados ambientes.

Del mismo modo, las ocurrencias para las historias también venían del barrio. De lo que escuchaba o había visto Borrallo por los callejones oscuros de La Ribera, en la Rambla, o de Juanito. Porque Mediavilla, el guionista, tenía familiares que eran delincuentes de baja intensidad, en el piso que utilizaban como estudio a veces se quedaba a dormir alguien allegado que acababa de salir de la cárcel y por unas vías u otras terminaron absorbiendo como esponjas todas las vivencias y recuerdos de esta gente que vivía al margen de la ley.

Hasta tal punto llegó la obsesión por documentarse que cuando Makoki y sus amigos iban a Madrid, recorrían los barrios de marcha de la capital entrando en los bares de moda del momento, como La Vía Láctea o la Sala el Sol. Para retratar a la perfección escenarios como Granada, Málaga, Melilla o incluso Nueva York, Gallardo echó mano de postales logrando auténticas obras de arte en cada viñeta. Su estilo empezó cercano al de E. C. Segar y fue evolucionando de forma muy personal e inconfundible hasta crear algunas de las páginas más brillantes de la historieta underground española. En este sentido, hay que destacar la historieta de Fuga de la Modelo, en la que los autores fueron al Colegio de Arquitectos a por los planos de la prisión barcelonesa, de modo que con ellos y las descripciones de cómo eran las celdas que les habían contado los presos que conocían, terminaron pariendo una historieta mítica en la que el realismo formaba parte del chiste.

Las aventuras de Makoki eran auténticas locuras, con giros imposibles, palizas y persecuciones cada dos por tres. Era un cómic de puro nervio y en eso también fue deudor de su época. El escenario barcelonés descrito en el que vivían los autores hay que situarlo en los años de vacío de poder tras la muerte de Franco. Una etapa donde la única realidad palpable era la dureza de las fuerzas de seguridad del Estado, el paro y la delincuencia, pero en la que al mismo tiempo persistía un anhelo irrefrenable de libertad y diversión. Superada la época de los hippies, ahora los jóvenes querían recuperar la ciudad, el rock and roll primigenio y de Londres llegaba el estallido punk el mismo año en que Makoki iniciaba su andadura en las páginas de Disco Express. Este Makoki despendolado y sin un mensaje de paz y amor que darle al mundo era fruto de todo aquello.

Se podría decir, además, que fue la perfecta fusión entre el cómic underground americano y el tebeo de tradición española de la escuela Bruguera. El primero había empezado a llegar con cuentagotas a alguna tienda o lo había publicado la revista contracultural Star, el segundo lo habían mamado los autores desde pequeños, ese Carpanta de Escobar o las historietas de Vázquez. Al final fue como si los personajes de las películas de Berlanga interpretasen una aventura de los Freak Brothers. Además, el formato resultante sirvió para articular la primera revista El Víbora y luego el Makoki, publicaciones en las que luego empezaron a aparecer los mejores dibujantes de la siguiente generación de cómic underground, como Mauro, Calvo o Calpurnio.

Finalmente, Gallardo decidió matar al personaje para evitar incómodas duplicidades. Acabaron con él unos skinheads, una muestra de los nuevos tiempos. Cuando le prenden fuego, Makoki estaba durmiendo en un contenedor de basura. La nueva Barcelona ya no era para él.


Jot Down- Cien Tebeos Imprescindibles (2014)




lunes, 4 de noviembre de 2024

Días de guerra y esvástica en el zoo de Berlín

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

Hacía frío y una atmósfera melancólica cubría la otra tarde el zoo de Berlín. Paseaba bajo los grandes árboles por los caminos cubiertos de hojas con la mirada amarilla del cárabo lapón aún clavado en la retina. Tras acceder por la Löwentor, la Puerta del León, con sus plintos con felinos de piedra, y ver la pagoda de los rinos, las cebras y a las jirafas en su palacio oriental (desgraciadamente ya no existe el viejo bar El Flamenco Sediento), había entrado en un aviario en el que el cárabo y otros grandes rapaces nocturnas permanecían sueltas, perchadas al alcance de la mano.

Tanques soviéticos destruidos en el zoo de Berlín frente a la Torre antiaérea (Flakturm).

Wikipedia, dominio públicoHacía tiempo que quería visitar el zoo berlinés, un escenario donde se mezclan dos cosas que me interesan tanto como los animales y la II Guerra Mundial. El zoo fue uno de los más terribles escenarios de la Batalla de Berlín, la lucha por la capital al final de la guerra, en abril de 1945, cuando las tropas soviéticas lanzaron el ataque definitivo. Tengo en la cabeza la imagen de los combates del zoo desde que leí a los 12 años La última batalla, de Cornelius Ryan (Destino, 1966), regalo de una amiga alemana de mi madre que debió ver algo raro en mí para elegir ese libro en vez de uno de Enid Blyton. Ryan (1920-1974), que ya había escrito El día más largo y luego alumbraría Un puente lejano, explicaba que junto al zoo estaba la gran torre de defensa antiaérea (Flakturm) que servía también de refugio (Zoobunker) contra los bombardeos. Y allí se constituyó un punto de resistencia que aguantó más que el Bunker de Hitler. El vecino zoo se convirtió en campo de batalla y quedó devastado, con cadáveres de humanos y de animales por todas partes. De los 4.000 animales del zoo en 1939 solo 92 sobrevivieron a la guerra. Los tanques rusos disparaban a quemarropa desde la Casa de los Hipopótamos, donde uno de esos animales flotaba en el agua con un proyectil sin explotar atravesado en el cuerpo. En el recinto de los simios, un gorila y un chimpacé yacían muertos junto a tres oficiales de los SS.

El pico de zapato 'Abu Markub', refugiado en un baño del zoo durante la guerra.

Con todo, la historia que más me conmovía de niño era la que contaba Ryan del cuidador del zoo Heinrich Schwartz, de 83 años, y su abnegación por salvar a Abu Markub, el raro pico de zapato (Balaeniceps rex). A lo largo de su relato, Ryan volvía una y otra vez al zoo, a Schwartz y a Abu Markub, como un contrapunto a la gran matanza de la ciudad. En la última página del libro, silenciados ya los cañones y rendida Berlín, el viejo cuidador recorría la terrible devastación del zoo buscando a la desaparecida ave y gritando su nombre, "¡Abu!, ¡Abu!". Entonces, "hubo un revoloteo, y en el borde del estanque vacío estaba la rara cigüeña, Abu Markub, sosteniéndose en una sola pata y mirando a Schwartz. Éste cruzó el estanque vacío y cogió a la cigüeña: ya ha terminado todo Abu -dijo Schwartz- Todo ha terminado". Y se la llevó en brazos.

Imaginarán mi emoción cuando tantos años después paseando por el zoo de Berlín mientras la luz se desvanecía y pensando en mi viejo libro, me di de bruces con Abu Markub. Era una realista estatua de bronce, pero la acaricié como si hubiera volado directamente desde mis sueños.

Pero cuando tratas con el pasado alemán, ya sea en Wansee o en el Tiergarten, no sueles irte de rositas. Ya cerca de la hora del cierre vi que había una exposición sobre la historia del zoo y entré a verla. Está especialmente dedicada a la época del nazismo y pone los pelos de punta. Y es que el zoo de Berlín fue muy pero que muy nazi. El director, Lutz Heck, que era miembro del Partido, contribuyente de las SS y amigo personal de Hermann Goering, puso el zoo al servicio del III Reich. Se colgó el cartel de "los judíos no son bienvenidos" incluso antes de que se aprobaran las leyes antisemitas y se les prohibiera la entrada. Y durante la guerra se utilizaron centenares de trabajadores esclavos.

Goering y junto a él con abrigo oscuro el director del zoo de Berlín Lutz Heck, en 1942 en una visita al parque.
ARCHIVES OF ZOOLOGISCHER GARTEN BERLIN (AZGB)


Las sombras del pasado siguen presentes en el zoo: la colocación en 1984 de un busto de Heck, que fue muy suavemente desnazificado, provocó controversia, pero la estatua no se ha retirado. Más ardua ha sido la lucha por la reparación a los accionistas judíos del parque despojados de sus títulos, algunos de los cuales murieron en los campos de exterminio. Se les ha dedicado una placa conmemorativa y su historia figura en la exposición instalada como un necesario recordatorio en el viejo corazón del gran zoo alemán.


El País sábado 2 de noviembre de 2024