martes, 24 de septiembre de 2024

De la poética de la noche a la era del transhumanismo por Álvaro Pons

1. Nocturnos. Laura Pérez. Astiberri

La noche como protagonista omnipresente de una obra coral, donde no es necesario un argumento canónico para sentirse subyugado por la poética de un trazo con el que la autora valenciana se adentra en el misterio de la noche a través de sensaciones y sentimientos. Las miradas y silencios de los personajes de esta obra nos llegan a través de una viñeta que actúa de ventana indiscreta, que nos hace sentirnos ladrones de esas percepciones hasta que advertimos en carne propia que esos ojos nos ven y nos interpelan como parte de esa fascinación por la nocturnidad, por esa oscuridad llena de magia, dolor, alegría, miedo o tranquilidad. Una obra para dejarse atrapar, coger la mano de la autora para que nos acompañe en este descubrimiento de sinuosas penumbras en las que la imaginación se libera por mil historias diferentes de ese lugar donde solo se permite entrar a la luz de la Luna.

2. La madriguera. Jules Mamone. Liana Editorial

El trazo y paleta cromática de Femimutancia, pseudónimo de Jules Mamone, es visceral, de una fuerza en apariencia incontenible y poderosa,, pero en esta obra que nos habla de la relación con su madre, todo ese torrente de energía se vuelca en un relato catártico e íntimo que llega al lector transmutado en sinceridad desbordada que busca ser envuelta en el abrazo de nuestra lectura. Leer se convierte así en un diálogo con nuestra experiencia, en una puerta abierta a sentimientos que muchas veces hemos querido olvidar, pero que siempre han estado ahí, a la espera del recuerdo.

3. Deep me. Marc-Antonie Mathieu. Traducción de Irene Oliva. Salamandra Graphic

A lo largo de toda su carrera, Mathieu ha exprimido el lenguaje del cómic hasta límites impensables, experimentando con él en equilibrios imposibles que llevaban a reflexiones complejas. En la primera parte de este díptico se llega al extremo con una aparente sucesión de viñetas en negro, una oscuridad apenas rota por las palabras de Adán, el protagonista que conecta con ese aislamiento sensorial del protagonista de Johnny cogió su fusil. Una atmósfera cerrada y opresiva que ira dejando paso a preguntas sin respuesta que el lector deberá ir componiendo como un puzle sin referencias, pero que irá creando otras preguntas que resultan de rabiosa actualidad y ponen en tela de juicio el propio sentido de nuestra existencia en la era del transhumanismo.

4. Blake and Mortimer Integral Vol. II. Edgard P. Jacobs. Traducción de Ramón de España. Norma Editorial

Un clásico absoluto del cómic europeo que llega a las que son, posiblemente, sus entregas más recordadas: S.O.S Meteoros, La marca amarilla y El enigma de la Atlántida, tres obras que marcan el registro definitivo de una serie que nacía con ecos de la ciencia ficción del  cómic de prensa para lanzarse a esa seductora mezcla entre aventura y espionaje que tan hábilmente conformó Jacobs. El trazo limpio pero naturalista, esos textos interminables, la hierática acción de sus protagonistas... pueden ser vistos como defectos o aciertos, pero constituyen una firma única que dota a la serie de una poderosa personalidad que hace la lectura un goce continuo.

5. Lo que los espera. Liam Cobb. Traducción de Manuel Moreno. Libros Walden

Un recopilatorio de historias cortas que permite conocer por fin ña particular habilidad de este autor para el trazo camaleónico, que puede cambiar de una aséptica risografía deudora de Schrauwen a un trazo vitalista y orgánico para adecuarse a las necesidades de unas historias que rompen cualquier expectativa. Ya sea con un Bidedum ejerciendo de lógico crítico gastronómico, el drama en el interior de una tupida jungla o parajes de clima extremo, las narraciones de Cobb se mueven siempre por caminos inesperados, explorando destinos alternativos que no atienden a la lógica para entrar en sugerentes terrenos oníricos donde todo es posible, donde lo absurdo se convierte en implacable ley por la que asoman conclusiones sorprendentes.



El Pais. Babelia Núm. 1.713. Sábado 21 de septiembre de 2024


lunes, 23 de septiembre de 2024

Hay que tener cuidado con los sinónimos por Maitena

 



El Pais Semanal. Número 1.313

Domingo 25 de noviembre de 2001

Black Myth Wukong: las 6 secuencias animadas online

Si jugaste al videojuego Black Myth: Wukong lanzado el mes pasado, sin duda habrás visto 6 hermosas secuencias animadas , de diferentes artistas y estudios chinos (ver información a continuación).

Publicados oficialmente/gratuitamente en línea hoy en Bilibili , estos 6 segmentos son claramente visibles por primera vez, con las calibraciones correctas (diferentes del juego y sus filtros que habían distorsionado todo), y con los créditos al final de cada video.




# Black Myth Wukong FMV 01: "Ya veo" (看见)
Director: Lin Zhe (林哲)
Estudio: Fliiip Design ( Instagram / Twitter / Youtube )

# Black Myth Wukong FMV 02: "Deaf Ear" (聋)
Director: Jie Weng (翁劼)
Estudio: Realwood Studio (润物定格 / Instagram )
# Black Myth Wukong FMV 03: “¡Sin sentido!” (屁)
Director: Zhou Haosong (también conocido como Hiromatsu Shuu) (周浩嵩)
Estudio: Big Firebird Cultural Media (大火鸟文化)
# Black Myth Wukong FMV 04: "Listen Not" (勿听)
Director: Fei Si (费思)
Estudio: Big Firebird Cultural Media (大火鸟文化), Green Monster Team ( Twitter )

# Black Myth Wukong FMV 05: "Destiny" (不由己)
Director: Chengxi Huang (también conocido como Seki Ko) (黄成希)
Estudio: Big Firebird Cultural Media (大火鸟文化), Gear Studio (齿轮映画)
# Black Myth Wukong FMV 06: "Unfinished" (未尽)
Director: Yang Tingmu (羊廷牧), Yang Hancheng (alias Cloud Yang) (杨翰澄)
Estudio: Wolf Smoke ( Instagram / Twitter ) y Fantasier Animation (幻想师动画) ), con la ayuda de Studio Mindo (麦冬映画 / Twitter )
Un breve montaje de video mezclando algunas tomas de estos diferentes segmentos, para que la gente en las redes quiera ir (re)descubrir todo esto.


Via Catsuka


domingo, 22 de septiembre de 2024

El poder de la fuerza frente a la industria del cine

Las guerras de Lucas recoge la historia de la creación de Star Wars como una lucha contra el negocio de Hollywood

Por Guillermo Altares





La primera entrega de La guerra de las galaxias representó una lucha de George Lucas contra los elementos -en el desierto no funcionaba ni siquiera R2-D2, una tormenta destrozó los decorados y el Ejército argelino apareció preguntando por esas armas tan raras cerca de la frontera-, contra sí mismo -hizo infinidad de tratamientos de guión-, contra los actores -consideraban ridículo esa cosa de la Fuerza-; pero sobre todo fue un combate contra las grandes corporaciones de Hollywood.

El guionista Lauent Hopman y el dibujante Renaud Roche lograron un merecido éxito con el cómic Las guerras de Lucas, en el que investigan una de las sagas más rentables del cine, una aventura personal en la que nunca creyó el estudio para el que trabajaba y que salió adelante gracias al apoyo de su productor, Alan Ladd Jr., contra la opinión de la directiva de Twentieth Century Fox. El estudio hizo todo lo posible para hundir el filme: pensaban que ya habían perdido bastante dinero con esa chorrada y su intención era cerrar el grifo y acabar con el proyecto.



El tebeo, una investigación realizada de forma independiente de Lucas y de Disney, propietario de la franquicia, tal vez no ofrezca grandes novedades para quienes saben la fecha de nacimiento de las criaturas que aparecen en la cantina de Mos Eisley; pero resulta apasionante para los aficionados a la saga o para cualquiera que esté interesado en uno de los grandes combates culturales de todos los tiempos: el que enfrenta a un creador visionario y quijotesco con la industria que pretende anularlo.

Al final de la lectura, resulta inevitable visualizar la enorme paradoja que plantea el libro (sin expresarlo en ningún momento): una creación individual, realizada contra las grandes productoras, contra las modas, en la que nadie confiaba, excepto su creador, su esposa, la montadora, y su amigo Spielberg -es memorable el momento en que enseña la película a sus colegas por primera vez y casi todos, entre ellos Brian de Palma, consideran que el filme es un desastre- se convierte en el mayor éxito de la historia del cine para, décadas después, ser devorada por una multinacional, que transforma el filme en parques de atracciones y películas que se copian unas a otras.

La guerra de las galaxias ha caído en su reverso tenebroso y se ha convertido en todo lo contrario del espíritu con el que fue creada. Su destino resulta un retrato del Hollywood actual, una máquina de remakes, festivales de efectos especiales, que parecen todos la misma película interminable. Cuando el éxito del filme estalló, pese a que solo fue distribuido en unas pocas salas y Lucas pensó que lo habían tirado a la basura, los ejecutivos de la Fox llamaron a capítulo a Ladd Jr. porque había cedido los derechos de las secuelas y el merchandising. "Dado que se están forrando a costa de su visión y de su talento, creo que no han salido mal parados", les respondió.

Pero, más allá de las conclusiones a las que llegue el lector, el tebeo es ante todo una celebración de la libertad creativa, de la imaginación, de la perseverancia, de la lucha contra los elementos. un sueño que logró que millones de espectadores compartiesen en todo el mundo y que ahora se ha convertido en una industria.




Las guerras de Lucas

Laurent Hopman y Renaud Roche

Traducción de Eva Reyes de Uña

Norma, 2024

200 páginas. 29,50 euros


El Pais. Babelia. Núm. 1.713. Sábado 21 de septiembre de 2024

Algunos clásicos "souvenirs" que se trae una familia al volver de las vacaciones por Maitena

 

El Pais Semanal Número 1.303

Domingo 16 de septiembre de 2001

El festín de sueños por Maruja Torres

Algunas de mis mejores relaciones amistosas y sentimentales (y también algunas de las peores: pero ésta es otra historia) han sido cimentadas sobre el cine. Es el caso del afecto que me une a Diego Galán, de cuyo libro Jack Lemmon nunca cenó aquí, recién publicado, encontraran cumplida información en otras páginas de este mismo número. En el caso de Diego, además, la amistad se pulimento a fuerza de coincidir en los mismos festivales cinematográficos (que es de lo que va su mencionada obra: de su trayectoria como director del festival de San Sebastián), y eso me ha traído, al leer sus apasionadas y apasionantes páginas, el recuerdo de aquellos días de cine en que compartíamos el festín de los sueños, de la Croisette a La Concha, de Donostia a Cannes, junto con nuestras inquietudes, angustias, confidencias y otras joyas que los jovenes suelen intercambiar para librarse de la soledad que casi siempre les acompaña.

Cuando yo lampaba en Madrid, me hacia acompañarle a sus entrevistas, para que conservara mi ilusión por un periodismo que, entonces, me era bastante esquivo. Diego y yo recordamos con regocijo la ocasión en que, estando él entrevistando a un más que ebrio Oliver Reed (que en paz descanse), el actor británico sufrió un ataque de violencia nada verbal, sino gestual (onda mamporro), abalanzándose sobre mi discreto y serio colega, con la clara intención de abrirle la cabeza. Huimos a todo correr del salón de aquel hotel madrileño inflamado por los efluvios etilicos del actor, y yo, mientras bajaba velozmente la escalera, delante de Diego (siempre se me dio bien huir la primera de las quemas), perpetré algo que podra parecer una grosería, pero que yo concebí como un detalle de lealtad in-calculable: elevé mi dedo medio hacia Reed y le solté un "Fuck you!" de auténtico camionero de Arkansas.

A medida que pasan los años, las conversaciones entre amigos cada vez más a menudo empiezan por un "¿Te acuerdas de...?". La buena memoria de Galán me sorprende a veces recordándome historias de aquellos tiempos. Una de ella, la de la ocasión en que decidimos no acudir a nuestra cita con Jeanne Moreau porque preferimos aspirar su perfume, recibe cumplida referencia en el libro de Diego. Libro que he leído como si el autor no fuera mi amigo, y también, milagros que obra el corazón cuando se cruza con la mente, como si aquel par de empedernidos cinéfilos y desmañados jovenes que fuimos y recorrimos festivales también estuvieran asomados por encima de mi hombro a las páginas que ilustran la aventura de un amante del cine en Donostia.

La peripecia de Diego Galán, a lo largo de más de una década, como motor del cambio del festival, de su éxito mundial y muy especialmente de su arraigo en la ciudad que lo acoge, es una historia que termina bien básicamente porque aquel muchacho, aquel cinéfilo que conocí, ha seguido viviendo en él a lo largo de los años. Por eso, cuando volvía a verle en el bar del hotel Reina Cristina, ahora ya convertido en director, yo también recalaba como la que antes fui.

Qué quieren. Cuando Robert Mitchum bajó por primera vez la escalinata del hotel durante su visita al festival, abrí personalmente la ovación encendida que los periodistas y curiosos reunidos en el vestíbulo tributamos a su inimitable forma de caminar y a su inmensa estatura cinematográfica. Más adelante pensé que mi aplauso incluía mas intenciones: era un aplauso para Diego, que de tanto mirar los sueños había pasado a conseguirlos para traérnoslos, y para mí, que estaba allí para contemplarlo.

Y qué quieren: siempre deseé ser como la Victoria de Samotracia encarnada por Audrey Hepburn en Funny face, pero bajando bajo los focos del festival de San Sebastián. Por eso me encantó el póster emblematico que recogió aquel momento en uno de los certámenes; por eso me encanta la portada de Jack Lemmon nunca cenó aquí, y por eso agradezco a Agreda que ilustre este artículo con mi encarnación como tal, prodigio de I+D por otra parte (Imaginación + Delgadez), que deberé, de nuevo, a la fantasia del cine. •




ILUSTRACIÓN DE JOSÉ LUIS ÁGREDA


El Pais Semanal Número 1.303

Domingo 16 de septiembre de 2001