viernes, 28 de junio de 2024

Dan Da Dan: nuevo tráiler

 




Otro gran nuevo tráiler de la serie animada Dan Da Dan , dirigida por Fuga Yamashiro en el estudio Science Saru basada en el manga de Yukinobu Tatsu.

Un pequeño dibujante en Praga

Mi hijo dibuja para explorar sus miedos y huir de la depresión

Esta es la historia de Arturo, mi hijo, y de su personaje Square, de lo difícil que es intentar hacer reír cuando has olvidado para qué, y de reencontrarle el sentido a todo jugando a ser un cruce entre Jeff Kinney y Riad Sattouf


LAURA FERNÁNDEZ

22 JUN 2024 


La depresión adolescente es aún invisible, por innombrada e impensable, y a veces dibujar, eso que hacías de niño para intentar encajar en el mundo, te saca, lejos de casa, en mitad de un viaje de fin de curso, del agujero. Esta es la historia de Arturo, mi hijo, y de su personaje Square, de lo difícil que es intentar hacer reír cuando has olvidado para qué, y de reencontrarle el sentido a todo jugando a ser un cruce entre Jeff Kinney y Riad Sattouf.

La libreta es sólo una libreta Miquelrius, la clásica libreta de tapa dura en la que Roberto Bolaño solía escribir, y a la que solía llamar Stella Maris, cada vez, en honor al campin en el que trabajaba, Estrella de Mar. Una miquelrius diminuta, de bolsillo, que el chaval, un chaval de 15 años al borde de los 16, antidepresivos y calmantes en la maleta, usa para documentar su viaje de fin de curso y, de paso, no estar en ningún lugar, y estar en todos a la vez. Porque, a través de esa libreta, dice, está volviendo a ser niño, y, a la vez, está extendiéndose hacia el futuro, un futuro en el que hasta hace un mes no creía y al que se veía perteneciendo porque, simplemente, no sentía que encajase. Que fuese como los demás. ¿Y en qué consiste encajar, le pregunto? ¿En qué ser como los demás?

Existen muchos demás, le digo. Hay demás como Ibáñez, y Riad Sattouf, como Charles Schulz, Liniers, Calpurnio y Sarah Andersen. Arturo se mudó, siendo niño, a las viñetas de Ibáñez y Calpurnio. Se instaló en ellas como quien se instala en un lugar mejor, el único posible desde el que observar el mundo a salvo, y, de alguna forma, intervenir en él. Porque, como cualquiera llamado a ser dibujante, Arturo primero leyó, ansiosa y obsesivamente -no sólo esas viñetas, sino también los Cuentos de los hermanos Grimm, una única novela de Jules Verne, y las dos Alicias de Lewis Carroll- al menos una decena de veces, y luego, me cuenta, trató de ordenar todo lo que le ocurría, siempre desde el deseo de que todo fuese distinto, mejor, desde las suyas propias.


Dibujos de Artie Guinart


Eran viñetas de agentes secretos, dice. Pero no tenían ningún sentido, dice también. La manera en que su cerebro neuroatípico ha destilado la narrativa a través de las viñetas podría considerarse una especie de milagro. Que alguien con un trastorno del espectro autista que le impide resumir lo que le ha ocurrido en un día sea capaz de captar lo que importa de una situación ficticia hasta comprimirla en una tira cómica que, además, como en cualquier escena imaginada por Larry David para Seinfield, tenga a la vez un sentido de incomprensión del mundo, y de absoluta puesta en evidencia de su absurdo, es, sí, una especie de milagro. Y uno al que Arturo llegó tratando de escapar. Pero no entre todos los demás, como él cree, sino entre esos otros demás que lo hicieron antes que él.

Dice Alejandro Zambra que uno escribe para pertenecer, y en ese escribe cabe también un dibuja, porque ese escribe es un crea. Uno crea para formar parte de algo cuando siente que no lo hace. Arturo creó a su personaje, Square -un cuadrado con un sombrero en forma de triángulo "y los pies y las manos de Cuttlas", dice, el famoso vaquero de Calpurnio-, "un día de invierno, tenía 11 años, estaba en el patio, acababa de terminar el colegio". Square era él, dice. Él, en otro lugar, uno en el que todo iría siempre bien. Por entonces aún se empeñaba en tratar de desarrollar argumentos. Se dio cuenta de que no iba a poder hacerlo después de participar en un taller de cómic en una biblioteca. Pero podía probar con situaciones cerradas. Con tiras cómicas. Y eso fue lo que hizo.

Con el tiempo, y la relectura constante, aún obsesiva, de Ibáñez, Calpurnio, Liniers y Charles Schulz -que se incorporaron a esos 11 años y todo son páginas dobladas, ideas que siempre le llevan a otras ideas y a las que vuelve todo el rato en sus recopilatorios-, Square se ha convertido en eso que le permite desencriptar el mundo, o hacerlo más habitable, en algún sentido amable, suyo. Cuando Square desaparece, desaparece también él, de alguna forma, y hasta que se subió a ese avión, con destino a Praga, hacía demasiado que nada, ni siquiera ese cuadrado con su propio villano -Trivillan, un triángulo con sombrero cuadrado, "todo aquello que no me gusta o me da miedo de lo que soy", dice-, eso que era él mismo, tenía mucho sentido. La depresión adolescente es aún invisible.

Lo que hay es esa miquelrius es, pues, otro tipo de milagro. Es un diario de viaje que empezó siendo un lugar seguro que ni siquiera sabía que lo era. La única razón por la que se decidió a dibujarlo -y a escribirlo, en viñetas de a veces página completa, un cruce entre Jeff Kinney y Riad Sattouf -es por tener algo que hacer cuando se acabase todos los libros, y los cómics que se había llevado. Quería estar en Praga, pero también quería estar en casa. No hay una fotografía de ese viaje en la que no aparezca dibujando. EL tamaño de la libreta que llevaba años por casa sin destino, era perfecto. Y el formato, algo nuevo para él, y algo que, dice, no repetirá hasta que no vuelva a viajar sin nosotros. Nosotros éramos el lector. Y he aquí el mejor ejemplo, el más puro, de su -nuestra- importancia.


Laura Fernández es periodista y escritora. Su último libro se titula Hay un monstruo en el lago (Debate).


El Pais. Babelia núm. 1.700. Sábado 22 de junio de 2024

jueves, 27 de junio de 2024

Toda la maldad en un trazo

Manu Larcenet transmite con precisión la asfixiante sensación de dolor, rabia y miedo en el apocalíptico mundo sin humanidad de Cormac McCarthy

 Por Álvaro Pons

La extenuante y asfixiante carretera que describe Cormac McCarthy en su muy reconocida creación genera extrañas conexiones con la carrera de Manu Larcenet. Formado en esa imponente escuela de humor que es Fluide Glacial, supo explotar su indudable talento para la sátira en sus colaboraciones con Lewis Trondheim en series tan famosas como La Mazmorra, pero sería en la mirada autobiográfica y el costumbrismo donde encontraría su mayor éxito, uniendo esa facilidad para la ironía con la introspección sobre su persona y pasado en series como Retorno a la Tierra o la multipremiada Los combates cotidianos.

Sin embargo, era evidente que el autor necesitaba algo más y sus colaboraciones y obras con L´Association permiten descubrir a un creador en constante búsqueda y mutación, dejando entrever un perfil muy alejado de las obras que le dieron la fama. Su trazo cambia continuamente, se vuelve orgánico y de una dureza apoyada en el cortante blanco y negro, en un camino de búsqueda personal intrincado y complejo que se plasmaría en obras como Blast o El informe de Brodeck. Un viaje privado que evidenciaba la tensión constante entre la exigencia personal creativa y la propia lectura particular que el autor hacía de su éxito, en un lucha llena de claroscuros y sofocaciones que solo podía encontrar como resultado que su salud mental se resquebrajara, como narra con absoluta y desnuda sinceridad en la recientemente publicada Terapia de grupo (Norma Editorial).

La carretera, de Manu Larcenet. Norma

Con esa referencia, es fácil encontrar en el acercamiento a la adaptación de La carretera (Norma Editorial) toda una serie de lecturas paralelas e incluso subterráneas, que van entrecruzándose en una red de confluencias: frente a ese viaje en busca del yo, del pasado y del presente íntimo de Kerouac, la obra de McCarthy introduce con su componente posapocalíptico una espantosa mirada hacia fuera, al alejamiento de la humanidad de cualquier idea o definición que se tuviera de lo que es el ser humano.

Y, en ese aislamiento contagiado de pavor ante el simple contacto con los otros, ese asfixiante escenario de omnipresente gris de las cenizas como único recuerdo del futuro de la humanidad, Larcenet se mueve con inhumana precisión apoyado en su reflejo. Su pincelada vuelve a sumergirse en ese lado oscuro que el ser humano intenta ocultar continuamente y, como en la adaptación de la obra de Claudel, delinea atmósferas opresivas de mancha poderosa, que resultan perturbadoras en su insana capacidad de trasladar la maldad y el dolor. La historia de ese hombre dispuesto a que su hijo sobreviva a un desastre global, en una ruta hacia ninguna parte contaminada de muerte y hedor, permite a Larcenet un auténtico ejercicio de expresividad máxima: no es solo adaptar la historia de la novela ganadora del Pulitzer, es crear una narración visual que consiga transmitir esa sensación de futuro moribundo desde el impacto gráfico, maximizando el sonido de los silencios, la potencia de las miradas y la reflexión de quien lee.

No toma la referencia del estilo de Gustave Doré ilustrando la bajada a los infiernos de Dante como guía para un despliegue de virtuosismo en el dibujo, no es la exactitud del trazo lo que quiere replicar, sino el infierno que nos aterra desde esas líneas. Y, sin duda, lo consigue: es imposible sobrevivir indemne a la lectura de esta obra de Larcenet, porque las imágenes se quedan creando un desasosegante poso de dolor y rabia, de miedo primordial que recuerda la naturaleza salvaje del ser humano.

En ese escenario, el francés logra que el miedo del lector hacia el otro sea un espejo de sus propios miedos, colocando en el mismo nivel de creación y lectura al apropiarse por completo de la obra de McCarthy para sus intereses, pero sin perder la potencia inabordable de la prosa del estadounidense. Una obra que, más que leerse, se siente. Como debe ser en las grandes obras del cómic.

La carretera

Manu Larcenet / Cormac McCarthy

Norma, 2024

160 páginas. 29,50 euros

(También en catalán)


El Pais. Babelia. núm. 1.700. Sábado 22 de junio de 2024


viernes, 21 de junio de 2024

Wayfinder - Grendel - Tráiler (cortometraje de Joaquim Dos Santos y Barry J. Kelly )

 


"Character Trailer" del personaje Grendel en el videojuego "Wayfinder" desarrollado por Airship Syndicate (el estudio de Joe Madureira).

Porque este “tráiler” no deja de ser toda una pieza, un cortometraje de más de 4 minutos, dirigido por Joaquim Dos Santos (codirector de Spider-Man Across The Spider-Verse, La leyenda de Korra...) y Barry J. . Kelly (Star Trek: Lower Decks, Venture Bros), quien aquí formó un equipo llamado Five Count Productions, apoyado por Flying Bark, y también un poco por Studio MIR.

Via Catsuka

Exec Producer (Five Count Productions) : Joaquim Dos Santos

Consulting Producer : Benjamin Kaltenecker

Associate Producer : Nicole Rola

Production Assistant : Eli Kaltenecker

Art Director : Cynthia Halley

Character Designers : Gop Gap, Eric Huang, Jean Tang

BG Designers : Joseph Martinez, Nanqing “William” Niu, Kit Rigby, Mark Tahei

BG Designer & Painters : Howard Chen, Khang Le

BG Painters : Al Sparks, Anthony Wu

Color Artists : Alice Yang, Anji Lerena

Animation Director : Barry Kelly

Technical Director : Matt Gadbois

CG Artist : Chris Boylan

Animators : Malcolm Wope, Oleg Kositsyn, Naseer Pasha, Li Cree, Harry Farrar, Robby Cook, Chris Chapman, Elizaveta Kuznetsova, Tomas Kiyoshi, Nikolaos Finizio, Spencer Wan

Editor : Todd Raleigh

Compositors : Hlynur Magnusson, David Tang, Alex King, Marcela Mac

Head Of Animation Production (Flying Bark) : Debbie Steer

Producers : Grace Rein, Alexandra Justaud

Production Manager : Ashleigh Chow

Animation Supervisor : Tom Barkel, Christian Barkel

Background Supervisor : Kit Rigby

Edit Assistant : Jake Allen

Background Layout : Josh Reh, Daniel Sachs
Background Paint : Linden Li, Will Zhang

Cg Generalist : Kidakorn Tang

2D Animators : Richard Chhoa, Tessa Bright, Kurt Parton, Jaidon Powell, Liem Nguyen, Rachel Toh, Billy Bright, Aly El Din Wahdan, Aline Garcia

Technical Animators : Julie Ly, Brent Skinner

2D Effects : Husain Untoro, Barberine Marzat

Ink And Paint : Digitoonz Media & Entertainment

Pipeline Lead : Halil Mehmet

Pipeline Td : Hannah Chu

Financial Controller : Emily Price

Accounts : Selina Cutting, Gretchen Galvez

Legal & Business Affairs Counsel : Coco Garner Davis

Head Of Business Affairs & Legal : Jackie Emery

Consulting Lawyer : Stephen Boyle

Technology And Operations Manager : Kareem Yassih

Head Of It : Chris Ord

Desktop Support Engineers : Gareth Moffatt, Owen Flood, Aus To

Additional animation and compositing : Studio MIR


lunes, 17 de junio de 2024

No hay futuro

¡Llega el momento que muchos lectores y seguidores estábamos esperando, el nuevo cómic de Irra!, que publica Mondo Cane Books


JOSÉ LUIS VIDAL

16 Junio, 2024 

Siempre es una magnífica noticia el nacimiento de una nueva editorial, y en este caso por doble (o triple) motivo, ya que la sevillana Mondo Cane Books comienza su catálogo con dos obras imprescindibles para todo buen amante del noveno arte.

Y lo hace terminando una cuenta atrás que nos ha tenido pendientes de cualquier noticia sobre su nuevo cómic, ya que cada vez que del genio de Irra surge una novedad como, en este caso, la primera parte de su Perros Atados, un impulso irrefrenable nos hace correr hacia la librería más cercana, ya que con el tiempo nos hemos convertido en yonquis de sus propuestas, siempre tan personales, que no dejan impasible a nadie, y poco recomendables para los débiles de corazón.

En esta ocasión, el autor nos agarra con fuerza y lleva a un futuro no demasiado lejano, y no por ellos menos estremecedor. En el año 2079, la enorme e invisible garra del imperio norteamericano ha conquistado prácticamente todo el globo, rebautizando a nuestro país como New Spain.

El argumento nos lleva, cómo no, al sur del país, una zona bautizada como ‘Distrito sur’ donde la supervivencia es una tarea diaria, ya que la pobreza y el crimen se dan la mano.

En el centro del lugar se erige, como un bastión del Mal, la Torreta, una enorme edificación en la que se ha erigido un cruel sistema de castas. En lo más bajo de ésta, los perdedores, aquellos que no tienen nada ni nadie por quienes vivir, y se han convertido la mayoría en fieles servidores de los ocupantes de los dos niveles que están por encima de sus cabezas, y vidas.


Portada del nuevo cómic de Irra, 'Perros atados'.


Los Fuckers, expresivo apelativo para un grupo de violentos asesinos psicópatas, cuya cabeza visible es Carrefour, un tipo que, sin piedad, controla la existencia de una serie de súbditos, sujetos prácticamente esclavizados ante el que tan solo pueden bajar la cabeza y acatar sus órdenes y caprichos.

Aunque en este particular ecosistema aún hay alguien peor que él, aquel que reina sobre la zona, el norteamericano White Sam, un mastuerzo que, gracias a la tecnología que implantó en su cuerpo, posee una afilada inteligencia.

Pero el protagonista de esta historia no es ninguno de estos dos tipos, sino un cerrajero, un hombre de mediana edad que utiliza su habilidad para abrir puertas, y sirve a aquel que asesinó a sus padres, Carrefour. Casi siempre acompañado por su tío postizo, que le recogió cuando quedó solo en la vida, huérfano, y que le ha enseñado todo lo que sabe sobre la profesión y la vida.

La existencia del protagonista es una carrera contrarreloj contra la enfermedad que le acosa, petrificando su cuerpo sin piedad. Y gracias al talento y la tecnología ha creado la herramienta, la llave definitiva, que le permite acceder ante cualquier cerradura, conectada a su propio mal.

Irra nos traslada en esta ocasión a un futuro terrible, con unos protagonistas que van a jugar una arriesgada carta que tal vez les haga ascender, mejorar sus existencias. Pero ya se sabe lo que se dice, cuando uno apuesta fuerte y se deja tentar, si pierde el juego la caída puede ser lo peor, una pesadilla que se torna demasiado real.

Pero esta no es la única grata sorpresa que Mondo Cane Books e Irra nos tienen reservada, ya que después de mucho tiempo totalmente descatalogo, el anterior cómic del autor, No te serviré, segunda entrega de la trilogía titulada Vía Crucis, regresa a las librerías en una flamante edición Redux, ampliada.

En ella nos encontramos con una ciudad de Sevilla que resiste los rigores de un verano donde el habitual e insoportable calorazo ha sido sustituido por una imprevista nevada, que tan solo será el prólogo de la llegada de una extraña afección que hace que la mayoría de la población hispalense caiga bajo los brazos de Morfeo. Es la bautizada como ‘Enfermedad del sueño’.

En sus viñetas conoceremos a Agustín, otro de esos personajes nacidos de la imaginación del autor, un outsider que carga a sus espaldas con un pasado como novillero, aunque no es la única pesadilla que le acosa, ya que en su memoria hay ocultos oscuros momentos que nos van a ir dando pistas sobre su pasado y origen.

Toros, familia, la omnipresente empresa Vereda, sociedades secretas, violencia, terror…

Todos estos temas y alguno más nos atrapan, acompañando al protagonista, que como el título de la obra indica, se rebela contra las invisibles cuerdas que le han esclavizado y sometido desde la más tierna infancia.

No me canso de repetirlo, en el panorama del cómic patrio hay pocos, muy pocos, autores que posean un universo tan propio y personal como Irra, al que considero a estas alturas el mejor y más interesante autor andaluz de cómic. El que quiera comprobarlo tan solo tiene que lanzarse de cabeza y disfrutar con su obra, ya sea Palos de ciego, No te serviré, Amor de hombre o Perros atados.


Malaga Hoy



domingo, 16 de junio de 2024

Pintar la más convulsa de las épocas

 Por Juan Gallego Benot

En 1884, Galdós se enfrentó a la pintura de historia que dominaba las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes: "Pintad la época presente, pintad vuestra época, lo que veis, lo que os rodea, lo que sentís". La medalla de oro de la Exposición Universal de París de 1889 a Luis Jiménez Aranda, con Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe, dio la razón al escritor. La pintura temática social quedó respaldada por la academia y revestida con un aura de modernidad, así que los armiños y las armaduras fueron cambiados por la sarga obrera y la yunta de bueyes. Las exposiciones nacionales y lumpenproletarios. Al menos, en el interior de los cuadros.

Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe, de Luis Jiménez Aranda

Ahora, el Museo del Prado muestra en dos plantas más de 300 obras dedicadas a ilustrar este cambio de intereses en Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910). Solo un 12% de los cuadros son de su colección propia, puesto que su catálogo ha tendido, en consonancia con la tradición decimonónica, a priorizar la pintura de historia frente a ese desvío temático de fin de siglo que no siempre se ha visto con buenos ojos. El museo busca cubrir este vacío a través y ha puesto a prueba sus límites cronológicos: en 1995 se estableció que al Prado le corresponden los artistas nacidos antes de Picasso (1881), y al Reina Sofía, los posteriores.

Su comisario, Javier Barón, ha separado las obras por temática: el trabajo (la más extensa), la educación, la religión, la enfermedad y la medicina, la prostitución, la pobreza, el colonialismo o las huelgas, y ha añadido unos gabinetes para cada tema con fotografías, placas de vidrio esteroscópicas y material gráfico y documental que completan los diversos acercamientos a la cuestión social. El resultado es un paseo por las nuevas preocupaciones de los artistas en una modernidad española eternamente incipiente, cuya desigualdad geográfica, tensiones e injusticias dominan también en los cuadros.

Una huelga de obreros en Vizcaya, de Vicente Cutanda y Toroya. Museo del Prado 

Viernes Santo en Castilla, de Darío de Regoyos. 

Algunos de los artistas acogieron el camino de tema sin modificar excesivamente su técnica y se apoyaron en la moda naturalista sin comprometerse con la política de sus representaciones. Sorolla, que ganó la medalla de oro en París en 1900 con ¡Aún dicen que el pescado es caro!, muestra su dominio de la composición efectista y de la iluminación que le hicieron famoso, aun para narrar un accidente laboral. Tampoco cambia su técnica cuando pinta enfermedades: a pesar de apoyarse en muletas, los niños afectados por la polio en ¡Triste herencia! recuerdan a los idílicos bañistas en el Mediterráneo de sus cuadros más amables.

Fueron otros pintores los que quisieron ver en el cambio de temática la exigencia de una forma diferente en la representación. Para ellos, el sufrimiento de un país que no había tenido un siglo XIX ejemplar se debía manifestar en una paleta -y en unas pinceladas- radicalmente distinta a la favorecida por entornos más academicos. Darío de Regoyos parece inaugurar este cambio de perspectiva: su tétrico Víctimas de la fiesta está inteligentemente situado frente a los idealizados campesino vinateros de Sorolla. En esta obra, dos caballos muertos durante el rejoneo taurino son descuartizados en una escena sombría y anticlimática. Aunque De Regoyos se adelanta a todos, unos años después de su propuesta, contraria al heroísmo realista, será secundada por algunos artistas, sobre todo catalanes y españoles afincados en Francia, que se enfrentan con avidez (y con gran éxito) al sorollismo: Fillol, Casas, Anglada Camarasa o el primer Picasso serán sus primeros representantes. Habrá también otros espacios y otros artistas que van trasladando su particular incomodidad con diferente nivel de riesgo. Romero de Torres, desde Córdoba, plantea una sutil oposición a la estética del valenciano. O Cutanda, en Bilbao, que pinta los movimientos sociales con la misma conciencia con la que pintaba los pogromos medievales. Una huelga de obreros en Vizcaya (1892) domina la segunda planta con su portentoso tamaño y con un marco que replica vigas metálicas en madera policromada, fabricado en 2004 a partir del original, perdido.

A lo largo de la muestra, interesan las transformaciones sociales que refleja el arte, pero casi más aquellas que quedan fuera del lienzo: los artistas, que aunque pinten a obreros son todos burgueses o aristócratas; la tensión entre esos cuadros oficiales que no huyen de la grandilocuencia técnica y ese otro arte que queda inteligentemente expuesto en los gabinetes y en las obras de menor tamaño; la esperanza de que se produzca algún cambio en el país y la fuerza represiva para evitarlo; la ficción de un liberalismo estético tapado por el "turno" entre Cánovas y Sagasta y la red de caciques. Todo eso puede verse en los cuadros sin necesidad de hacer muchas carambolas teóricas. Las fotografías de la Virgen de San Roque en Sevilla, en uno de los gabinetes, replican la misma sorpresa ante el encuentro entre la modernidad y lo atávico que el cuadro Viernes Santo en Castilla, de De Regoyos.

La autoría femenina, ínfima en la muestra, es también crucial aquí para entender qué no pasó o qué tardó en ser observado: Elvira Santiso pinta a sus alumnas para En la clase de dibujo. Ordenadas frente a sus caballetes, sus presencias ilustran frágilmente ese cambio en la educación superior femenina, que creció en más de un 10% entre 1890 y 1910. En los gabinetes destinados a la educación, las fotografías muestran estas tensiones institucionales y sus contradicciones: la educación dominada por una Iglesia represora y deprimente (muy elocuente Entrada en el colegio, de Ricardo Baroja); los intentos de reforma representados por la Escola del Bosc, en Barcelona; la ILE y el Instituto Internacional, o la extensión de las prácticas coloniales a través de los misioneros católicos.

La inclusión de artistas de Cuba y Filipinas, todavía colonias pero no por mucho tiempo, es también un acierto: la escultura Pobre vencido, del manileño Domingo Teotico, es un grito de auxilio sobre las condiciones materiales de los filipinos a finales de siglo. En toda la muestra, el arte oficial acusa la tensión entre una renovación excesivamente lenta de los temas y la creciente sospecha, que infectará los salones académicos, de que las formas decimonónicas no podrán contener el impluso de un siglo que empezará tarde para España, pero que la cambiará para siempre. Para entender cómo sigue la historia habrá que perseguir a Picasso en París.


Arte y Transformaciones sociales en España (1885-1910). Museo del Prado. Madrid. Hasta el 22 de septiembre.

El País. Babelia núm. 1.699. Sábado 15 de junio de 2024


sábado, 15 de junio de 2024

Servir y proteger

Bienvenidos a una comisaría de policía muy especial, apodada Top Ten, donde vamos a conocer a sus peculiares agentes de la ley


JOSÉ LUIS VIDAL

14 Junio, 2024 

La ciudad de Neopolis respira vida, no hay lugar ni rincón donde no podamos ver a alguno de sus habitantes. Pero este hecho no tiene nada de especial si la comparamos con alguna de las grandes urbes que pululan a lo largo y ancho del globo terráqueo, ya sean Tokio, New York o Madrid.





Top Ten

Guion: Alan Moore

Dibujo: Gene Ha

Tapa dura

Color

352 págs.

42 euros

ECC Ediciones


Entonces, ¿qué es lo que hace tan especial a esta ciudad?

Pues, nada más y nada menos que una población de lo más peculiar, ya que todos y cada uno de ellos, hombres, mujeres, niños… y hasta ratones y gatos, tienen superpoderes…

Sí, en efecto, todos y cada uno de las especiales cualidades que conocemos ya al haber consumido cómics protagonizados por estos personajes tan especiales, y algunos más, van a protagonizar esta apasionante miniserie creada por un genio del cómic como el guionista británico Alan Moore, que al crear el sello ABC demostró que puede tocar cualquier tema, y crear historias comerciales con una calidad extrema, jugando con los tópicos del género, y creando un dramatis personae que nos gana desde las primeras viñetas de este apasionante cómic en el que se mezclan las capas y mallas con una estructura a lo 'Canción triste de Hill Street', la célebre serie policiaca creada por Steve Bochco.

Y es que, aunque no lo parezca, aquí lo de menos son las cualidades sobrehumanas del elenco coral, de los agentes de policía que trabajan en esta comisaría, ya que tras esos coloridos uniformes y aspectos se esconden personas, con problemas tan cotidianos como un tener que cuidar a un anciano padre con alzeimer, buscar una pareja pese a tu peculiar aspecto u ocultar tu verdadera identidad sexual.

Durante doce apasionantes entregas, Moore y Gene Ha conjugan sus talentos, y he de confesar que aquí el dibujante realizó el trabajo de su vida, ya que conociendo cómo son los guiones del inglés, tan solo hay que detenerse en cada viñeta para percatarse de detalles que, a primera vista pueden pasar desapercibidos, como la fantasmal presencia de Oscar Wilde o un cuadro de estilo cubista que representa a un famoso cuarteto de héroes, por citar tan solo dos.

La recién llegada y novata Toybox, el aparentemente rudo y arisco Jeff Smax, Pavo Real, el capitán Traynor, Jack Fantasma, Chica Uno, Peter Calambres, Diablo Polvoriento, Kemlo César, Irma Geddon, Peregrina… Ellos son algunos de los agentes que van a protagonizar casos como el de los asesinatos de Libra, un escurridizo psicópata que descabeza a sus víctimas, o el asesinato de un auténtico dios nórdico, o lidiar con el colosal y monstruoso progenitor de un tipo llamado Gorgah…

En fin, lo habitual en una comisaría de policía, mil y un problemas y conflictos, pero mezclado con un colorido universo de hombres y mujeres que viste capa y mallas.

Y es que no siempre un gran poder conlleva una gran responsabilidad…


Malaga Hoy