viernes, 27 de octubre de 2017

Hambre de aventura Lucía Etxebarria



Grandes Héroes del Comic Nº 20- Corto Maltés


La gente tiende a idealizar la vida en una familia numerosa, pensando que se trata de una existencia idílica al estilo Sonrisas y Lágrimas, con un montón de adorables pequeñuelos conviviendo en perfecta sinergia, siempre dispuestos a ayudarse y protegerse, cuando no a cantar bonitas canciones tirolesas a coro y a capella. Poco sabe esa gente de lo que es vivir en perpetua competencia: competencia por el espacio (el exiguo espacio que te corresponde en una habitación compartida -a veces a tres- en la que hay que defender con uñas y dientes el escaso territorio que te corresponde: tu cama, tu mesilla, tu parte del armario y tus dos cajones); por la comida (hasta el extremo de llegar a contar los boquerones que vienen en la bandeja y dividirlos entre siete para poder pelear con conocimiento de causa por la parte exacta que te corresponde); por el turno de la ducha, por las atenciones de tu madre, por todo. Quizá a veces un vástago de familia numerosa se pueda llegar a sentir mucho más solo viviendo en una casa atestada que un hijo único,a quien yo siempre imaginé como un príncipe feliz que disfrutaba de un cuarto enorme para él solo, de todos los croissants
que quisiera para desayunar y del afecto sólido y constante de una madre solícita y siempre dispuesta a escucharle.

Desde luego,yo siempre pensé que si alguna vez tenía hijos serían, como mucho, dos, autovaticinio o autopromesa que va camino de cumplirse,y cuando era niña, por mucho que quisiera a mis hermanos, que los quería, no le encontraba ninguna ventaja al hecho de tener tantos. Aunque las hubo, y muchas. Por ejemplo, si no hubiera tenido hermanos mayores ¿habría yo conocido a Corto Maltes? Probablemente sí, pero mucho más tarde, no a los ocho años.

El cuarto de mis dos hermanos se presenta, en mi recuerdo, como un idílico territorio de infancia, un edén de placeres,el paraíso escondido dentro de un piso por lo demás muy poco paradisíaco. En mi casa había cuatro dormitorios: padres, tres chicas,dos chicos, dos niñas, y el de los chicos era el único que no estaba decorado según el gusto de mi madre, que no es que fuera malo, pero se resentía un poco de la larga estancia vivida en Inglaterra, con una propensión a los colores pastelera los motivos florales y a los estampados de Laura Ashley que, en plenos años setenta de jipismo y psicodelia, a veces podía resultar un poco empalagosa. Al cuarto de mis hermanos, sin embargo, no había llegado ningún aire de campiña inglesa. Ni el aire ni el aroma, porque allí, en lugar de reconocer la esencia floral con la que mi madre solía ambientar la casa (influencia británica también: los centros de olor venían de Marks and Spencer en Londres), se respiraba un intenso aroma a incienso, que intentaba malamente esconder el tufo subterráneo a marihuana. El dormitorio estaba sobriamente amueblado con una moqueta color beige constelada de quemaduras, una mesa de madera lisa, y una cama nido (o sea, dos camas, una plegable encajada debajo de la otra) cubierta con una colcha color tabaco, y empapelado de posters hasta el techo (literalmente: si te tumbabas en la cama podías ver el rostro de una Marilyn joven y lánguida contemplándote como si estuviera a punto de caer sobre ti). En las paredes había estanterías forradas de libros amontonados unos sobre otros, y bajo la mesa había, amontonadas unas sobre otras, varias cajas de embalar. La mayoría estaban repletas de discos, y unas cuantas de cómics.
 
Igual que en mi casa jamás se me prohibió el acceso a ningún libro por mucho que no resultase apropiado para mi edad (y es así como, según ya he contado alguna vez, me leí el Kamasutra a los once años, sin enterarme de nada de lo que iba,y creyendo vagamente que tenía que ver con los animales), tampoco se me vetaba la lectura de los cómics, siempre y cuando los leyera cuando mis hermanos no estuvieran en casa y los dejara después en su sitio (es decir, estoy segura de que ellos sabían que los leía, pero se hacían los longuis). Los Tintines y los Asterix, heredados a través de varias generaciones desde mi hermana la mayor, eran cómics para niños, y como tales, se guar-daban en mi cuarto. Pero los álbumes de mis hermanos no tenían nada que ver. Primero, por la forma: los caracteres no estaban tan infantilizados,y los protagonistas no se representaban a través de caricaturas de personas, sino con retratos. Y las historias tampoco eran precisamente para niños. Allí cabían el sexo, la tragedia, la venganza, los celos, las incursiones en mundos oníricos, la ciencia ficción. Los autores favoritos de mis hermanos eran, según recuerdo, Richard Corben, Moebius, Guido Crepax, Carlos Giménez, Will Eisnery Hugo Pratt.Es decir, que allí no cabían ni cómics de la Marvel ni de superhéroes en general, sino que gustaban más bien las historias literarias. Porque, aunque haya quien no esté convencido, un buen cómic puede ser literatura. De hecho, Umberto Eco dijo de Hugo Pratt, el creador de Corto Maltes, que había sido "el Salgari del siglo XX" pero que "al contrario que Salgari, Hugo Pratt escribía bien". Al mismo Hugo Pratt le gustaba decir que se consideraba un novelista que incluía dibujos en lugar de descripciones. Y es cierto que sus historias tienen unas estructuras perfectamente equilibradas que para sí las querrían construir muchos de los que hoy se llaman grandes narradores de nuestro tiempo, como también es cierto que se nutren de fuentes literarias clásicas: de los grandes narradores de aventuras como Stevenson, Conrad, Hawthorne, Jack London, Ridder Haggard, Dumas, Fenimore Cooper, Zane Grey,y de los poetas malditos como Villon, Baudelaire, Apollinaire, Huysmans, Rilke y otras bestias sagradas del simbolismo.

Corto, para colmo, tenía un aire a mí hermano Nacho, que también lucía entonces patillamen hasta la mandíbula y abundante y juvenil pelambrera desgreñada y rizada. (El pendiente de marinero se lo tuvo que quitar ente las enérgicas protestas de mi padre, que puso el grito en el cielo,y en cuya casa, a fin de cuentas, vivía).Y, como mi hermano, Corto era un tipo irónico, aparentemente desapegado pero con un fondo sensible, y refractario a cualquier ideología que no fuese libertaria. Y quizá sea por eso, pues mi hermano siempre gozó de fama de guapo y pintón entre las féminas del barrio, por lo que, después de la Valentina de Crepax, que siempre fue mi favorita, Corto figure, junto con Spirit, entre mis grandes mitos eróticos del cómic, honor al que ningún Batman,Spiderman o superhéroe justiciero yanqui de malla ajustada podrán aspirar jamás. Mito inalcanzable, por supuesto, como todos los mitos, no sólo porque estaba hecho de papel y tinta en lugar de carne y hueso, sino porque, aunque a Corto se le conocieron muchas historias de amor, nunca llegó a consumarlas,y él mismo decía que las mujeres serían maravillosas si pudiéramos caer en su corazón en lugar de en sus brazos". Así que siempre quedará Corto, como todos los grandes amores, en ese rincón de la memoria que se destina a los sueños imposibles. Porque en cierto modo, a mí me pasa como a Corto: en cuanto consigo lo que quiero pierdo repentinamente el interés y me devora el cuerpo el hambre de aventura. Aunque las mías sean más domésticas y no me haga falta recorrerme los siete mares para encontrarlas.

Lucía Etxebarria es escritora y ha publicado, entre otros libros Amor, curiosidad, prozac y dudas; Beatriz y los cuerpos celestes; De todo lo visible y lo invisible y Una historia de amor como otra cualquiera.




jueves, 26 de octubre de 2017

La muerte de Superman Espido Freire



Grandes Heroes del Comic Nº 11- Superman



El cómic, desencuadernado y manchado por las moscas, aún debe de pudrirse en el desván de la casa de mis abuelos. La última vez que lo vi, hará cinco años, mientras salvaba algunos libros de la humedad y del silencio, las hojas estaban combadas y renegridas, y decidí dejarlo allí, como se hace con las leyendas de los héroes olvidados que regresarán algún día para salvarnos.

La historia de Superman llegó a mi primo como uno de tantos regalos de verano, libros, sobre todo; le gustaba leer, cada vez podía moverse menos, y los mayores no se rompían demasiado la cabeza con los niños. Él era generoso con sus cosas, no tenía con quién hablar de sus historias como no fuera conmigo, y en las tardes inacabables de verano, mientras los mayores dormían la siesta, yo conducía su silla de ruedas hasta la sombra del manzano y allí leíamos los dos, en silencio, con una seriedad adulta, compitiendo por memorizar argumentos, por inventar luego juegos en los que los libros ya no contaban. Los devorábamos, extraíamos de ellos la savia y los abandonábamos secos y sin interés.

Pero Superman era otra cosa. No pertenecíamos a la generación que creció con el mito, el Ciclón de Krypton, los tebeos comprados por céntimos en el kiosko, ni tampoco continuamos leyendo su historia cuando abandonamos la niñez. De hecho, leer cómics resultaba ligeramente anticuado, sólo nosotros en nuestro entorno conocíamos al Jabato, al Guerrero del Antifaz, a Roberto Alcázar. Más tarde llegó Spiderman, siempre por las series de dibujos animados aterrizaron los bellos mutantes de la Patrulla X. 

Para nosotros, Superman comenzaba y acababa en aquel libro, que recogía historias de los años cincuenta y ordenaba los hechos cronológicamente. Seguíamos al superhéroe desde.que era un niño, le veíamos aprender a volar, observábamos la ingenuidad de Luisa Lañe, con sus elegantes trajes sastre de la época, hasta que llegábamos a las historietas que más me gustaban: las que narraban lo más cercano a un devaneo amoroso que íbamos a presenciar: "La novia provinciana de Superman" y "La boda de Superman con Luisa Lane".

Superman dividía el mundo en buenos y malos, y resultaba evidente con quién estábamos alineados los niños Freire,que matábamos moscas con el afán justiciero de los que se creen en posesión de la verdad y con la crueldad descarnada que aflora a los nueve años. Vivíamos en ese mundo en compañía de Superman, de Flash Gordon y de Michael Knight,que conducía su coche fantástico en las tardes calurosas de agosto y siesta. Queríamos ser ellos, éramos ellos, volábamos, dábamos puñetazos a los villanos, poseíamos rayos equis en los ojos y aún no nos habíamos dado cuenta de que yo era una niña y de que mi primo no saldría jamás de su silla de ruedas. En los años de las promesas, aún creíamos que cuando creciéramos podríamos ser lo que quisiéramos,yo astronauta y mi primo constructor de naves espaciales,yo poeta y él el científico que inventara la máquina del tiempo, siempre huyendo los dos, escapando de los mayores, la siesta, la enfermedad y la prisión de la infancia, sintiendo que éramos, como Superman, extraterrestres.

Durante el resto del año Superman se adormecía en un sueño de kriptonita, mientras yo asistía a la escuela, estudiaba solfeo y cambiaba de mes en mes cartas con mi primo, que se quedaba en el campo, sin colegio, sin compañeros, con los libros y las historias que había recolectado en verano y con los planos de las naves espaciales. En una ocasión, el héroe regresó; mi hermana me llevó a ver la película, la segunda parte de Superman, donde un Christopher Reeve guapísimo y de ojos de zafiro renunciaba a sus poderes para pasar la noche con Lois. La fascinación por Superman, al que nunca más pude poner otro rostro, llegó a su punto culminante: compraba la bebida que regalaba puntos Superman,escribía historias sobre Superman, e incluso se me pasó por la mente robarle el libro de cómics a mi primo.

Pero los años borran todas las pasiones, y de pronto crecimos, y nos interesaban más las plantas que los héroes con capa, los tenistas que los actores, hacer antes que imaginar. Yo era una niña y sospechaba que no encontraría a nadie que me salvara de los villanos.Y él se enfrentaba a una existencia en la que cada año era un regalo, en que había que alegrarse porque aún conservara movilidad en la mano izquierda y pudiera usar un ordenador.Ya no existían consuelos, sólo aficiones, sólo modos de matar el tiempo hasta que acabara matándonos.

Mi primo murió el mismo año en que murió Superman. Debí adivinar las señales, unos días antes habían narrado en los telediarios su muerte a manos de Doomsday, la mañana en la que murió yo me había acercado a un mercadillo donde vendían cómics destrozados del hombre de acero. El mundo se emborronó, mi primo moría a los veinticuatro injustos años,yo continuaba viva, de pronto Christopher Reeve caía de un caballo y terminaba también en una silla de ruedas. Las historias se convertían en una sola historia, sueños con volar, y hombres inmóviles, todo lo mismo, había ocurrido ya, continuaría ocurriendo.

No me engañaron cuando Superman reapareció. Fuera quien fuese, no era ya mi héroe. Mi héroe volaba, y había muerto, no había volado nunca y había muerto, apenas tuvo tiempo para caminar y había muerto. Ya no merecía la pena inventar mundos felices ni superhombres justicieros. Las historias iban a ser, desde aquel momento, únicamente para mí, que ya no pensaba en convertirme en astronauta, que no podría ser poeta. Los superhéroes se sienten muy solos bajo las gafas y un nombre inventado.
 
Espido Freiré es escritora. Ha publicado, entre otros libros. Irlanda, Melocotones helados y Diabulus in música. Su página web es www.espidofreire.com.

El vengador dorado Un apunte sentimental por Montero Glez



Grandes Heroes del Comic Nº 17- Iron Man


Tony Stark, millonetis y guaperas, tiene en su haber más líos de faldas que todos los demás superhéroes juntos. Vamos a recordar algunos, como aquel que mantuvo al principio de su carrera con una mujer de buena familia y cara de lata, hija del Conde Nefaria y conocedora del secreto más preciado de nuestro amigo. El mismo Tony Stark se lo desvelaría en una viñeta alargada y en cuatricromía. Fue una noche de luna fecunda en la que ambos se juraron amor eterno."Llegaste tú,y trajiste a mi alma un calor como yo nunca había conocido", le suelta ella a corta distancia de la boca.

Los dibujantes de entonces crearon a una mujer dotada para la acción, traje untado al cuerpo, botas altas y cinturón reglamentario."Aunque yo no podía ni quería estar contigo, no veía razón para que otra pudiera estarlo", le confiesa a nuestro amigo esta maligna y secreta mujer, disimulada bajo una máscara y con ganas de dar guerra. Madame Masque, así se llamaba según traducción de entonces, abrirá un hueco tan importante en la vida de Tony, que éste no lo llenará ni dándose a la bebida. Y es que, en el fondo, estamos ante un romántico; un hermoso y un maldito que diría Scott Fitzgerald.

Otra mujer fatal que marcaría a nuestro amigo será Natasha Romanoff, la Viuda Negra. Sucedió en plena Guerra Fría. Se trataba de una espía comunista que intentó buscarle las cosquillas. Pero no era una parias, ni muchísimo menos. Al igual que la antes citada, venía de buena familia; la sangre azul y la piel transparente.Tony Stark, el irresistible playboy, nunca pudo conquistarla. Hay un momento en sus vidas en el que se aprecia un arrimo, una aproximación. Y es cuando ella se siente engañada por su propio país y descubre que la KGB ha sido responsable de la muerte de su marido, y por lo mismo responsable de su viudez.Y es entonces cuando se traslada a los USA a vivir.Y aquí se desmelena y se viste con un traje ceñido al cuerpo, de esos que realzan su figura. Natasha no ha perdido su boca de pantera,tampoco la manera de hacer daño.Y Tony Stark se quedará a verlas venir cuando la rusa pase de largo y se ponga a hacer migas con otro de Los Vengadores: El Capitán América.Y ahora, después de este apunte sentimental, hablemos del secreto más preciado de Tony Stark.

Se trata de un traje de metal dorado y rojo, tras el cual oculta su verdadera identidad. Pero no es un traje cualquiera, no se vayan a creer, es más bien una armadura de combate lo que se planta Tony Stark cada vez que la injusticia se asoma a nuestro injusto mundo. Recordemos que Tony Stark es un multimillonario norteamericano y un lumbreras para todo lo que sean los cacharritos y la robótica. Acaba de heredar la fortuna que sus padres le han dejado tras perder la vida en un accidente de automóvil.Y aquello que tienen los ricos de limpiarse la conciencia haciendo de hermanitas de la caridad,Tony Stark lo tiene a lo grande. Es un superhéroe y lo demuestra en cada viñeta, en cada combate y en cada mandoble.
 
En los cuarenta años que han pasado desde su creación, a Iron Man le ha pasado de todo. Además del ya citado problema de alcoholismo, ha sufrido enfermedades diversas, tales como un cáncer o un páralis, enfermedad ésta que en un principio le dejó inmóvil y de la que posteriormente se recuperó; y eso sin contar las veces que ha muerto y resucitado, pues han sido numerosas como en todo personaje de la Marvel que se precie después de tantos años. Cada día que pasa está más joven y aquel bigotón de seductor que se gastaba en las primeras viñetas junto a los impagables trajes de tres piezas setenteros, han dado paso a un Tony Stark más cercano a la expresión nipona. Ahora luce perilla y viste ropa de esa que llaman de espor. Sigue siendo miembro fundador de Los Vengadores y, a veces, en sus momentos más melancólicos, sale a la ventana de su despacho y pierde la mirada en el horizonte. Es entonces cuando piensa en Natasha Romanoff,o en aquella otra mujer de cuyo nombre ya no guarda memoria.

Montero Glez nació en Madrid en 1965 y ha publicado las novelas Sed de Champán y Cuando la noche obliga.



domingo, 22 de octubre de 2017

Un superhéroe de carne y hueso José Ángel Mañas





Grandes Heroes del Comic Nº 1 - Spiderman
Una producción de Comics Forum para el diario EL MUNDO
Año 2003 Planeta DeAgostini y EL MUNDO


 El de los superhéroes es un mundo peculiar y muy americano que suele interpelar a sensibilidades adolescentes, en general individualistas y agresivas. Hay un evidente deseo esquizofrénico de ser otro en esa costumbre de enmascararse y construir una identidad secreta para ir a partirles la cara a los villanos. Además, las historias de estos héroes que han decidido tomarse la justicia por su mano fomentan la sensación de que no sólo no hay ayuda posible en la lucha singular contra el Mal sino que encima la única recompensa por salvar al mundo es una bronca por haber llegado tarde al cumpleaños de tu tía May; y la apología de la violencia como único antídoto contra el crimen tiene un tufillo algo facha que emparenta lejanamente a nuestros justicieros enmascarados con otros productos estrambóticos del imaginario norteamericano como pueden ser el Ku Klux Klan o el propio Rambo. ¿Explica eso que sea un mundo especialmente atractivo para adolescentes? Pues claro. ¿Quién no ha soñado alguna vez con tener superpoderes y zurrarles la badana a los cuatro supercretinos que imponen su ley en el patio del colegio? K. Dick, que entendía de estas psicologías, tiene un relato sobre un engendro sin brazos ni piernas, un paria, vamos, que sueña con un mundo futuro en el que será todopoderoso; esa "voluntad de poder" es efectivamente sintomática de una personalidad victimista, categoría en que podría incluirse al freakie y paranoico fan de ciertos cómics de superhéroes que hemos sido muchos.

El éxito de este universo gráfico explica la proliferación hasta la náusea de infinitas y a veces muy imaginativas variantes de Superman. Entre ellos, Spiderman ocupa un lugar privilegiado y posiblemente único. Marca, con respecto a sus antecesores, la irrupción del realismo, uno de los caballos de batalla de su guionista Stan Lee. Spiderman fue cabeza de cartel de una nueva generación de superhéroes de la Marvel que pretende alejarse de sus abstractos precursores. Es un héroe de carne y hueso, que tiene, en palabras de su creador, pies de barro detrás del disfraz,y problemas emocionales y cotidianos como cualquier hijo de vecino. Abstracción, realismo y parodia parecen marcar la evolución natural de cualquier género. Bond-Smiley-Johnny English, por ejemplo, es una tríada equiparable a la que forman Superman, Spiderman y Super López. Yo hablaría también de juventud, madurez y decadencia.
 
En la relectura que hizo Stan Lee del mundo de los superhéroes los problemas personales de Peter Parker ocupan casi tanto espacio y pesan bastante más en la balanza que las aventuras propiamente dichas de Spiderman. Quizás la mayor virtud de sus guiones sea justamente que interesan más los catarros y los asuntos sentimentales de Parker que sus trifulcas con los supervillanos de turno. Es en ese sentido en el que se podría tildar a Spidey de antisuperhéroe y acusar a su creador de hacer auténtico arte aunque sin faltarle nunca al respeto a la idiosincrasia del género. No olvidemos que superhéroes, vampiros, gángsters y animales fabulosos son sólo máscaras más o menos llamativas que permiten a un artista hacer observaciones sobre la vida y la naturaleza humana, y de eso Stan Lee sabe un rato.

Las mejores historietas de Spiderman demuestran una tremenda humanidad,y además un profundo civismo,yo diría que característicamente americano. Lo sintetiza la fórmula: "un gran poder implica una gran responsabilidad". Uno puede tomársela a guasa, pero no estoy seguro de que sea mucho peor que pongamos por caso "conócete a ti mismo". Puede hasta ser uno de los mejores eslóganes morales de los últimos tiempos. Pensemos, además, como recuerda Valéry, que muchos pensadores no pasan a la historia por ser incapaces de encontrar un buen aforismo que sintetice su filosofía.

Dado que el de Stan Lee es un pensamiento esencialmente narrativo, la visión de mundo que vehicula su conocida frase toma cuerpo de forma ejemplar en la anécdota seminal de la serie. Recién estrenados traje y poderes, Spiderman anda ganándose unas pesetillas a base de exhibirse en conocidos programas de televisión, cuando al salir de un estudio de grabación deja escapar a un ladronzuelo con quien se cruza en el pasillo. "Detener chorizos no es digno de un artista", piensa convencido. Las consecuencias son dramáticas: aquel criminal será justamente quien acabe matando, esa misma noche, a su querido tío Ben. ¿Se os ocurre una denostación más efectiva de la pasividad? ¿No hay en esta sencilla historia más persuasión que en muchas de esas arengas con las que Sartre exhortaba a los artistas a pasar a la acción?

El problema con las diversas adaptaciones a la televisión y al cine es que todas se quedan con el aspecto folclórico del personaje, con su pijama colorido y demás parafernalia kitsch, con lo que igual hubiera dado un Spiderman que un Superman.Sam Raimi, en cambio, ha intentado rescatar algo de la profundidad psicológica del Parker original,y ha acertado en muchos aspectos, incluido el casting, pero ha pecado de excesivamente ambicioso al querer concentrar en dos horas la esencia de las ciento y pico aventuras de Spiderman, riquísimas en personajes y situaciones dramáticas: no se puede sintetizar una mini Comedia Humana en una única película, y el resultado es necesariamente insatisfactorio, por lo esquemático. Afortunadamente,a los nostálgicos del personaje concebido por Lee y dibujado por Ditko siempre les queda la posibilidad de volver a releer los episodios originales de la serie. Disfrutadlos.

José Ángel Mañas es escritor. Se dio a conocer en 1994 con Historias del Kronen.Su última obra publicada es Mundo burbuja.





sábado, 21 de octubre de 2017

Batman sigue vivo por Nicolás Casariego

BATMAN



Grande Héroes del Comic Nº 5- Batman
Una producción de Norma Editorial para el diario EL MUNDO
Año 2003 


¿Qué preferiría ser, un héroe de novela, o bien de cómic? Si no desea un ritmo frenético y sí cierta coherencia en su vida, parece obvio que debe elegir ser un personaje de novela. Lo más probable es que su existencia, torturada o no, se reduzca a un solo libro, y si pertenece a una serie de novelas, como, por ejemplo, las del detective Hércules Poirot, será tratado con respeto por el autor y el salto al cine no será siempre traumático, porque en el peor de los casos no se enterará casi nadie. Pero si le atrae una vida agitada, una personalidad múltiple, si le gusta ser mimado o martirizado por muchas personas diferentes -guionistas, entintadores, dibujantes, editores, lectores, fanáticos, espectadores y niños de compras en grandes superficies-, entonces, láncese a ser superhéroe de cómic. Por ejemplo, sea Batman, el hombre murciélago, uno de los más longevos y famosos, que cuenta con casi dos millones de entradas en el buscador de internet por antonomasia, el Google.

Batman nació de la mano del norteamericano Bob Kane en 1939. Sus dibujos algo bastos de un hombre disfrazado de murciélago dieron el pistoletazo de salida, y el personaje se ganó pronto un puesto de honor en la editorial DC Comics. A partir de entonces y hasta hoy, Batman ha sido el protagonista o la estrella invitada de una extensa lista de publicaciones creadas por otra larga lista de autores. Porque, ¿quién es Batman? Trataré de resumir su biografía oficial sin ofender a sus seguidores, que son muchos y bien informados.

Bruce Wayne, un niño de familia adinerada, queda profundamente impresionado durante un paseo por su finca al entrar en una cueva repleta de murciélagos. Años más tarde sus padres son asesinados por un maleante en su presencia. Bruce jura luchar contra el crimen junto a la tumba de sus progenitores, y se entrena para tan ardua tarea durante su adolescencia y juventud, visitas incluidas a monjes tibetanos. Cuando comienza su cruzada en la ciudad imaginaria de Gotham, se da cuenta de que le falta algo: necesita crear un personaje que inspire temor a los delincuentes, una imagen poderosa que les aterrorice, un alter ego. Entonces recuerda su encuentro infantil con los murciélagos, diseña un disfraz con capucha y capa que imita las formas del inquietante mamífero volador, y elige como colores el azul y el gris. Pronto se corre la voz en los bajos fondos de Gotham City: de la noche ha surgido un justiciero enmascarado, Batman.

Así, el ciudadano Bruce Wayne, un filántropo que dirige un poderoso grupo empresarial de su propiedad, esconde en su mansión el cuartel general del superhéroe, la Baticueva,desde la que,cuando suena la señal de alarma -Batiseñal-sale en el Batimóvil a resolver los batientuertos que se le presentan. A Batman, implacable, no le tiembla la mano a la hora de castigar cualquier delito: el mundo es un caos, y él pone orden. En el universo gótico de Gotham, él es una criatura de la noche, misterioso, solitario y oscuro, un habitante de las sombras. No dispone de superpoderes. Es fuerte, ágil, decidido, inteligente, astuto, inmensamente rico, dispone de un cinturón repleto de cuerdas, sofisticados aparatos y armas, pero, a fin de cuentas, es sólo un hombre, mortal y limitado como usted y como yo -es un decir-. Ésta es una de las razones por las que podría escoger ser Batman entre toda la legión de superhéroes. Batman, siendo humano, ha sobrevivido más de sesenta años como personaje puntero del cómic. No es como Superman, que vuela, tiene un aliento devastador y tuvo que dejarse matar para no caer en el olvido.Tampoco es como los mutantes de la Patrulla X, que no tienen que justificar sus extraños poderes, ni como Hulk, la Masa, ni como el mismísimo Spiderman. Al leer la llíada, ¿con quién se quedó? ¿Con Héctor, el héroe común, víctima de la ilusión, o con Aquiles, hijo de diosa, mágico y clarividente? Yo preferí a Héctor.

Más razones: si se convierte en Batman, dispondrá de Alfred Pennyworth, mayordomo de origen inglés que, aunque no atesore la prestancia ni el humor de los de Woodehouse, además de un confidente fiel, es actor, armero y mecánico. Que no es poco hoy en día. Y como compañero de aventuras y protegido, tendrá a Robin, un sagaz acróbata armado de bastón cuyo disfraz ha escondido, no a una, sino a tres personas diferentes a lo largo de la serie. ¿Y quiénes serán sus enemigos? Sobre todo, psicópatas del nivel del Joker, Pingüino o Sombrero Loco, tan atractivos como mortíferos. Y como guinda se enfrentará con la mujer más hermosa y felina de los cómics, Catwoman, con la que experimentará una relación tempestuosa de amor y odio digna del más osado folletín.

Pero también hay malas noticias. Como Batman, deberá estar dispuesto a que le humillen, prostituyan, psicoanalicen y ninguneen. La vida no es un camino de rosas. Va a ser víctima, en ocasiones, de guionistas, entintadores y dibujantes mediocres. Va a protagonizar una serie de televisión, Batman (1966), en la que se le parodia sin compasión. Se las verá con Drácula -muy ingenioso, murciélago contra vampiro- en una sórdida producción filipina, Batman fights Dracula (1967). Comprobará que hay un guión cinematográfico colgado en la red con el sugerente título de Batman sucks forever. Tras disfrutar con dos muy dignas películas del director Tim Burton -Batman (1989) y Batman vuelve (1992)-, caerá en manos de Joel Schumacher, que no llegará al nivel del anterior en Batman forever (1995) y Batman y Robin (1997). Luchará en juegos de ordenador; será muñeco de plástico chupado, mordido y torturado por niños de los cinco continentes; pasará de mano en mano como cromo; y será toalla en las playas más turísticas del planeta. Así es la vida de un superhéroe. Usted verá.

Y donde hay que buscar al verdadero Batman, al original -si es que existe- es en el cómic, un producto de la llamada sub-cultura que quizá ya va siendo hora de que sea considerado parte de nuestra cultura, sin prefijos ni prejuicios.


Nicolás Casariego es escritor y ha publicado La noche de las doscientas estrellas, Dime cinco cosas que quieres que te haga y Héroes y antihéroes en la literatura.




MUSEO ABC: HISTORIETAS DEL TEBEO, 1917—1977 31 OCT 2017 — 04 FEB 2018

No se me ocurre un comentario mejor para informar del proximo evento del Museo ABC en Madrid que poniendo el texto que aparece en su página web, exceptuando claro la envidia que me corroe como el ácido. A disfrutarlo, además parece que la capital está enseñando el comic a un nivel impensable hace unos años, porque otro lugar interesante es el Museo Reina Sofia donde expondrán Krazy Kat de Herriman. Lo dicho, a disfrutarlo.


HISTORIETAS DEL TEBEO, 1917—1977
31 OCT 2017 — 04 FEB 2018

A través de viñetas y bocadillos se muestra en el Museo ABC la evolución del tebeo a lo largo de casi todo el siglo XX. Un recorrido histórico que sirve para recordar las aventuras y los personajes con los que crecieron y rieron varias generaciones de niños españoles y que ahora son claves en nuestra cultura y patrimonio gráfico, desde Pulgarcito y Mickey hasta El Capitán Trueno o Mortadelo y Filemón.

Partiendo de 300 obras (180 dibujos originales y 120 revistas) se expone la historia de los tebeos, su aparición, su consolidación como género literario, cómo aficionaron a los niños y niñas (desde las aventuras del oeste, a las novelas de amor o los tebeos de héroes) y se responde a la gran pregunta de qué es un tebeo.

Historietas del tebeo 1917-1977 es una exposición sobre los tebeos españoles, y, más concretamente, sobre aquellos que se publicaron entre 1917 y 1977. ¿Por qué esas fechas? Porque en 1917 nace la revista TBO, que marcará profundamente la terminología del medio, y porque en 1977, ya en democracia, aparece la revista Totem, que propone el salto definitivo a los cómics para adultos, publicando aquellas historietas europeas y latinoamericanas que marcaron la madurez del medio en los años sesenta y setenta.

Esta amplia y compleja historia se ha estructurado en tres partes claramente diferenciadas. Una cronología donde se ponen de manifiesto los orígenes de esos tebeos, y donde se sitúa tanto la progresión de la industria como su entorno. El apartado «Géneros, personajes y autores» repasa los géneros de la historieta española: los tebeos humorísticos, de aventuras, románticos, oficiales (los editados por instituciones políticas y religiosas), los cómics para adultos… La tercera parte «Intimidades del tebeo» está dedicada a la confección y formatos de los tebeos; revisaremos los almanaques, las ediciones españolas de tebeos extranjeros, las novelas gráficas, el boom del cómic para adultos y aquellos tebeos que hemos calificado como raros, básicamente por tratarse de ediciones singulares, minoritarias y de corta vida.

Información sobre talleres

Bajo el título Viñetas y bocadillos el programa «El club de los sábados» dedica dos visitas-taller a la exposición para familias con niños de 6 a 12 años.
Sábados 18.11 / 16.12. 2017/ 17 – 19 h


MUSEO ABC
Amaniel 29-31. 28015 Madrid
T. +34 91 758 83 79
info_museo@abc.es


A todo trapo contra el César

La exitosa serie creada por Gosciny y Uderzo se prolonga por tercera vez gracias al guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad, autores de 'Astérix en Italia', que hoy sale a la venta

FRANCISCO CAMERO
París enviado especial, 19 Octubre, 2017






¿Quién, aquí o allá, antes o después, no se ha sentido rodeado de hostiles tropas de romanos? Leyendo las aventuras de Astérix y su inseparable Obélix, a estas alturas casi más instituciones culturales y sentimentales que meros protagonistas de un cómic, todos somos irreductibles galos. Nobles, fuertes, rebeldes, cargados de razón. Y divertidos. En esta clave entienden el formidable y perdurable éxito de la serie creada por René Gosciny y Albert Uderzo los responsables de prolongarla, el guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad, autores de Astérix en Italia, nuevo álbum que sale a la venta hoy mismo.

Es su tercer trabajo conjunto, tras Astérix y los pictos (2013) y El papiro del César (2015), y el trigésimo séptimo de la saga, que Uderzo continuó en solitario tras la muerte de Gosciny en 1977 hasta que decidió abandonar los lápices y dejar la continuidad del proyecto en manos de colegas más jóvenes y briosos.

"A los legionarios ya los conocemos, desde siempre, y tocaba enseñarle a Obélix que en Italia no sólo existía Roma, algo que ha estado escondido aunque a la vista en casi todas las anteriores entregas", explicaba ayer Ferri en las oficinas de la editorial Hachette en París (en España lo publica Salvat). Esta vez, son el pequeño guerrero del gorro alado y su dilecto repartidor de menhires y sopapos los que van a tocarle las narices a sus enemigos en su propia casa, atraídos por la Copa Transitálica, una carrera de cuadrigas que organiza el César para proclamar urbi et orbe la excelencia de las vías romanas y reforzar la reputación de su Imperio.

Y allí se plantarán Astérix, Obélix y el perrito Ideáfix, surcando las imperiales calzadas en un carro con forma de gallo, símbolo por excelencia de su tierra: eh, aquí están los galos. Pero cuidado: también los vénetos, los etruscos, los oscos, los umbros, mesapios y apulios, pueblos de la Península Itálica hostiles a la autoridad de Roma, y también los persas, los sármatas y hasta los portugueses, bien es cierto que un tanto indolentes, capitaneados por Vinhoverde. Todos los representantes de los pueblos del Mundo Conocido quieren brillar, y de paso, mucho mejor aún, burlarse del César en su cara, y por eso en representación de éste concursa un misterioso y escurridizo piloto que durante toda la ruta, desde los Alpes hasta el Vesubio, con paradas en las actuales Parma, Siena, Florencia o una Venecia en proceso de construcción, no escatimará en artimañas y malas artes para salir vencedor a toda costa.




"Procuramos olvidarnos de la presión, aunque es difícil, es obvio. Pero en la medida de lo posible centramos todas nuestras energías en el álbum en sí", dice Ferri, consciente como su compañero de que las cifras de la serie, que ha vendido más de 370 millones de ejemplares desde la primera aparición de los personajes de Gosciny y Uderzo en 1959, le provocaría temblor de piernas al más arrojado. Pero era, como suele decirse, una de esas ofertas que no se pueden rechazar; no sólo en el aspecto económico, aseguran los dos, que literalmente se criaron leyendo estos cómics.

"Cuando me lo propusieron, me quedé desconcertado. El impulso primero fue decir que no, entre otros motivos porque era consciente de que, en fin, iba a ser prácticamente imposible cumplir con las expectativas. Pero por otro lado... ¡venga!, ¿Astérix?, tenía un lado muy divertido aceptarlo", cuenta Ferri. "Yo, al principio, hasta me sentí molesto. De hecho -confiesa Conrad- no he dibujado otra cosa desde entonces, implicarme en la serie ha anulado el resto de mi producción propia. Pero llegué en su momento a la conclusion de que tampoco quería convertirme en El Tío Conocido Por Haber Rechazado Dibujar a Astérix".

"Es como cuando se habla un idioma extranjero", continúa el dibujante. "Uno siempre puede expresarse en otro idioma, lo cual, de hecho, es enriquecedor porque te ayuda a entender maneras de pensar diferentes. Exige tiempo, y al igual que ocurre cuando uno todavía no domina otro idioma, al principio se tiene un acento desastroso. Pero así es como funciona. Llega un momento en el que puedes expresarte en otro idioma, pero con tus propias ideas. Así que no es para nada frustrante, al contrario", reflexiona Conrad sobre el difícil equilibrio entre la exigencia de conservar la marcada identidad de una saga celebérrima, traducida a más de cien lenguas y grabada a fuego en el imaginario de sus lectores, y la necesidad de poner algo de uno mismo en el trabajo.

En Astérix en Italia, por si hiciera falta decirlo, no faltan los sopapos, los ojos morados ni los dientes saltados, como tampoco las caricaturas de acentos, los juegos de palabras, la sátira de filo alegre, con guiños desdoblados para pequeños y mayores, las referencias de lo más variopintas a la cultura e idiosincrasia italianas y la Historia convertida, esta vez, en una carrera de autos locos. Por el ritmo y la viveza, nos podemos imaginar a Ferri y Conrad cada vez más a gusto a los mandos del bólido clásico -con motor de última generación- que les pusieron en las manos.


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