viernes, 12 de mayo de 2017

WILDC.A.T.S (COVER ACTION TEAMS) : Brandon Choi/Jim Lee/Scott Williams


WILDC.A.T.S. Nºs del 1 al 4 y WildC.A.T.S. Compendium, realizado por World Comics para la editorial Planeta-DeAgostini, Barcelona Septiembre de 1.994

 Hay un hombre pequeño, un enano, vestido con andrajos de pordiosero, acostado entre basura.Está acurrucado, los brazos y las piernas recogidos sobre su regazo, en posición fetal; una secuencia, una postura y un marco que remiten de inmediato a una escena similar, extraída de las páginas de una obra sublime: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli. Es, obviamente, un homenaje, y por si cupiera alguna duda, los nombres de ambos autores pueden leerse claramente, escritos como si de marcas comerciales se tratara, en sendas cajas tiradas cerca de la figura central. Siguiendo el mismo juego, en un recorrido por el resto de los papeles y embalajes nos encontramos con una caja llena de ejemplares de una de las versiones del primer número de X-Men, y diversos textos mostrando parcialmente: Cyber Force (la colección de Marc Silvestri), Extreme Studios (el estudio constituido por Rob Liefeld y sus colaboradores), o la leyenda "Futuro local de Image Comics". El dibujo es de un trazo minucioso, detallista, ejecutado casi exclusivamente con línea, en ausencia casi absoluta de manchas. El entintado es puntilloso, completamente alejado de la síntesis. Esa imagen, una de las que aparecen en las primeras páginas con que se abre la saga inicial de WildC.A.T.S., casi podría entenderse como un alegoría, como un resumen de los rasgos que caracterizan el trabajo de Jim Lee y, por extensión, a toda una escuela de jóvenes dibujantes que han seguido sus pasos: un amalgama multirreferencial, en la que la alusión a las fuentes es una constante, envuelto todo en una representación muy mediatizada por los imperativos histriónicos del género, exenta en su barroco figurativismo, pero esencialmente cartoon, plana.

Así es el dibujo de Jim Lee, parangón quintaesencial de un auténtico movimiento dentro del comic-book, a la vez que su más válido representante. La obra de Lee ejemplifica una forma de entender la historieta que ha entusiasmado a los lectores e irritado a los críticos con la misma intensidad. Los primeros le aplauden su dramática corporal, la épica de sus poses, su línea ardua, recargada, su concepción contemporánea del diseño, la perfección estética de sus personajes, impecablemente atléticos ellos, enardecedoramente voluptuosas ellas. Prácticamente los mismos rasgos que, en conjunto, le reprochan los segundos, quienes no le perdonan sobre todo su puesta en página de vídeo-clip, su caprichosa narrativa, siempre supeditada a la inclusión de la ilustración ad-hoc, del pin-up, del cromo perfecto.

Lo cierto es que Jim Lee, es, en todo el sentido del término, un dibujante de los noventa, con todo lo bueno y lo malo que uno pueda o quiera leer en esa descripción. Su estilo se ha impuesto de forma tan natural como el del comic-book, aupado no por directrices de marketing sino por la propia demanda de los lectores, y sería injusto culparlo de la legión de burdas copias clónicas que han crecido a su sombra, aunque algunas, eso sí, lo hayan hecho bajo su mismo amparo dentro de su colectivo de trabajo, los llamados Homage Studios.

Hay quien ha querido ver en este joven de origen coreano pero de bagaje norteamericano al nuevo Barry Smith; pero la minuciosidad neorrenacentista y la elegancia prerrafaelista del genio británico están muy lejos -y muy por encima, a mi juicio- del espectacular barroquismo cibertrónico de su supuesto heredero, por más que el propio Barry Smith ha elogiado en alguna que otra ocasión las virtudes del aspirante.

No, Lee libra sus batallas en otro campo y otra época, en los que sin duda es el campeón absoluto y, por el momento, indisputado. Lee es el ídolo de una generación que ignora la existencia de Jack Kirby, quizá incluso la de John Byrne, una generación que, por tópico que sea, ha crecido inmersa en la estética vertiginosa del vídeo-juego, del ocio de consumo inmediato que no deja poso, una generación que ha sustituido los cromos por trading cards de brillantes colores aerográficos o informáticos. WildC.A.T.S., la colección con la que Jim Lee se sumó a la fundación del sello Image, y cuya primera miniserie recoge ahora World Comics en este tomo, es probablemente la revancha de un chico que alcanzó su sueño y comprobó, decepcionado, que le quedaba pequeño. Si ser el dibujante estelar de La Patrulla-X no le bastó, con WildC.A.T.S. Lee se está desquitando, elevando a la enésima potencia el espectáculo con todos los medios a su alcance, herramientas que fascinan al público actual, al igual que habrían fascinado a buena parte de quienes ahora las defenestran si hubieran podido disfrutar de ellas en su momento: una mejora muy sustancial de la calidad de producción, separaciones por ordenador para un color Inimaginable hasta hace pocos años, efectos holográmicos en portada, splashpages desplegables que ocupan tres y hasta cuatro páginas... y una absoluta libertad de creación, invertida exclusivamente en disfrutar haciendo sus historietas tanto como su público leyéndolas.

José María Méndez, traductor y experto en comics.












lunes, 8 de mayo de 2017

Viaje al Oviedo del carbón y la sangre

El historietista Alfonso Zapico revive en el segundo tomo de ‘La balada del norte’ la intrahistoria del asedio minero de 1934, cuya recuerdo sigue presente en la capital asturiana

GERMÁN R. PÁEZ
Oviedo 6 MAY 2017

Una de las páginas del segundo volumen de 'La balada del norte', de Alfonso Zapico.

Oviedo es una ciudad lluviosa y señorial que esconde —o quiere olvidar— otra teñida de carbón y de sangre. Los impactos de bala en la catedral son un recordatorio de la dinamita que hace casi 83 años hizo temblar las apacibles casas de unos burgueses que observaban, perplejos desde las ventanas, el avance de los mineros. Sus avenidas se tornan aún más elegantes en los trazos negros sobre blanco de Alfonso Zapico, que retrata en La balada del norte (Astiberri Ediciones) la intrahistoria de la última gran revolución obrera en suelo europeo: la de los cerca de 3.000 mineros que se levantaron el 5 de octubre de 1934 contra el Gobierno radical-cedista de Alejandro Lerroux, y pusieron en jaque a la capital asturiana durante casi dos semanas. En el segundo tomo de la novela gráfica, presentado este sábado, el historietista muestra una guerra que se vivió tanto en las trincheras como en las salas de estar de los aristócratas, burgueses y obreros.

“Esa es la otra guerra. Había dos frentes: uno en el que gente que no se veía se disparaba mutuamente, y otro, el de las escenas de interior”, afirma Zapico, que pone tanto énfasis en las bombas de la contienda como en la partida de cartas que el gobernador, atrincherado en su residencia, juega con el marqués y un capitán para matar el rato hasta que el Ejército llegue a salvarles. O en la delirante convivencia de unos insurrectos (ateos, por supuesto) con una católica familia burguesa cuya casa han convertido en improvisado cuartel general. “Son dos mundos que chocan, pero se ven obligados a juntarse para tomar un chocolate, beber una botella de anís... La gente que convive en esa casa sabe que toda va a terminar mal, y lo asumen”. Allí, el rudo minero Apolonio, consciente ya de la segura derrota, fuma en el balcón a la espera de que todo se vaya al garete.

“Es ficción, como una novela clásica del XIX, pero juego en el escenario histórico”, aclara Zapico, que no se decidió a contar la historia de su cuenca minera natal hasta que se “escapó” para vivir a Angulema (Francia), la capital del cómic europeo, y asistió desde allí a la huelga minera de 2013, cuando se perdieron miles de empleos. “La gente que se va fuera quiere sobre todo una referencia, suelo que pisar. Y yo me di cuenta de que mi suelo desaparecía”. Descubrió así tantas versiones sobre el octubre de 1934 que decidió crear un espacio literario donde elaborar la suya propia: “Manejé mucha documentación, pero luego fui un poco por libre”, cuenta el historietista, que acompaña a un grupo de periodistas en un recorrido por algunos de los escenarios de la revuelta.


Sin embargo, el furor revolucionario se apagó. El Ejército republicano, dirigido desde Madrid por el general Francisco Franco, sofocó la revuelta el 19 de octubre. Y comenzó la revancha: “Hasta las elecciones donde ganó el Frente Popular y amnistiaron a los presos, todo fue represión”, explica Zapico, que ambientará el tercer volumen de su trilogía en ese periodo, cuando los regulares del Ejército de África “entraron en Oviedo a sangre y fuego”.

La utopía de la comuna asturiana se esfumó; quizá, en parte, por la división de la izquierda, como refleja sutilmente uno de los capítulos más divertidos de la obra: dos mineros revolucionarios comparten un cigarro nocturno al pie de un árbol. Coinciden en su odio hacia el enemigo, pero no se pueden ni ver, porque uno es socialista y el otro, comunista. A su vez, el minero del PSOE aborrece a sus compañeros metalúrgicos, y como socialista de San Martín, desprecia a los camaradas del gremio en Mieres. En su pueblo sí se llevaría bien con todo el mundo, si no fuera porque se subdivide en varias aldeas a cual más despreciada. “Joder, compañero…Esto de la revolución es una milonga, porque nos dijeron que era el sueño de todos, pero era mentira. Era el sueño de cada uno”, concluye. Como reflexiona Zapico: “Esta es la gran paradoja de las cuencas mineras, un territorio que siempre ha destacado por lo colectivo, y luego resulta que debajo del pellejo de cada uno hay esa herida que no se cierra nunca”.

CIFRAS DE LA REVOLUCIÓN ASTURIANA
Combatientes:

3.000 insurrectos.

De 17.000 a 20.000 soldados, guardias civiles y guardias de asalto.

Muertos:

De 1.500 a 2.000, según los historiadores.

De 1.100 a 1.700 mineros insurrectos.

300 militares y miembros de las fuerzas policiales.

34 sacerdotes y religiosos.


VERSIONES CONTRADICTORIAS





Alfonso Zapico, ante el teatro Campoamor, en Oviedo. ASÍS G. AYERBE

Un paseo con Alfonso Zapico por los escenarios de la revuelta obrera basta para constatar que la herida sigue abierta en Oviedo. En la catedral, por ejemplo, no hay acuerdo sobre por qué los revolucionarios intentaron volar el edificio. “La carga de dinamita se puso aquí”, señala el deán, Benito Gallego, que apunta a un lugar de la cripta situada bajo la cámara santa, cuyas reliquias los insurrectos querían destruir, afirma. El historiador asturiano Javier Rodríguez Muñoz discrepa: “Los mineros solo pretendían volar la torre para acabar con los francotiradores de la guardia de asalto que les disparaban desde lo alto, pero se equivocaron al colocar la carga explosiva”.

No muy lejos está el teatro Campoamor -ahora escenario de los premios Princesa de Asturias-, que según la versión respaldada por Rodríguez Muñoz y dibujada por Zapico fue quemado por la guardia de asalto del contiguo cuartel de carabineros ante el temor de que los insurrectos les lanzaran cartuchos desde el tejado, que quedaba en alto. Sobre esto, por supuesto, también hay diferencias: todo depende de dónde se pregunte en la ciudad.

El Pais

Objeto perdido guión de Bob Fingerman dibujo de Pat McEown color de Matt Hollingsworth








FLINCH Nº1 (Colección Vertigo nº132) Junio 2.000, Norma Editorial, Barcelona



SHOCKROCKETS Busiek, Immonen, Von Grawbadger


En 1970, tenía diez años.
Era antes de Star Wars, antes de Robotech, antes incluso de Espacio 1999.
Pero no necesitábamos todo eso.
Mis dos mejores amigos y yo recorríamos la ciudad montados en nuestras bicicletas. Y, por dentro, sabíamos que no eran únicamente bicicletas sino cazas espaciales. El manillar era el acelerador. El timbre del manillar era el botón de disparo. La protuberancia redonda del guardabarros
delantero era un láser potentísimo. Sabíamos que sensaciones se sentían, aunque tuviéramos que fingirlas. Los "G" de gravedad. El rugido de los poderosos motores. Los repentinos virajes. Los trompos del combate espacial. Las sabíamos. Y lo pasábamos de muerte. Creo que hay algo en las
máquinas grandes y complejas que toca la fibra de la gente... -bueno, al menos la de los chicos; aunque también conozco unas cuantas mujeres que podrían dar lecciones sobre el tema- y que
proviene de la potencia casi incontrolable, de la velocidad irrefrenable, de la belleza, la fuerza y la decisión. Y lo dice alguien que, de pequeño, nunca se interesó por los coches como la mayoría de mis colegas. Pero sigo sintiéndolo. Sigo sintiendo la emoción visceral que emana de todo eso.

Años después, cuando Stuart Immonen y yo estábamos hablando sobre nuestro primer proyecto conjunto para Gorilla, y le pregunté que haría si pudiera dibujar lo que quisiera, dijo: "Algo con grandes máquinas"... Comprendí a qué se refería. Y empezamos a hablar de emoción, y de potencia, y de velocidad, y de todas esas cosas que corrían por nuestra imaginación. Y antes de que nos diéramos cuenta, estábamos hablando de un adolescente en un vertedero de Los Angeles, escarbando entre la chatarra y la basura para encontrar restos de componentes tecnológicos que pudiera aprovechar para
construirse una moto volante casera... Y estábamos hablando del mundo en el que vivía ese chico, el mundo que crearía un basurero así, el mundo que produciría motos voladoras. Y de los sueños de ese chico, y de cuál sería el objeto de esos sueños...

El resultado es lo que ahora tienes en tus manos: Shockrockets.

Y, en algún lugar del camino, el tema dejó de ser las máquinas per se y empezó a ser las personas, lo cual nos pareció bien a los dos, a Stuart ya mí... pero sin olvidar donde empezó todo: en los "g" de gravedad, en el rugido de los motores, en la belleza, la velocidad y la casi incontenible potencia de las naves que manejaban esas personas.

En esta serie, además de ser guionista y dibujante, volvimos a ser niños de diez años.

Y lo pasamos de muerte.

Ojalá tú te lo pases tan bien como nosotros.


Noviembre 2000

Kurt Busiek














SHOCKROCKETS 3 números, publicados por Dolmen Editorial S.L., Palma de Mallorca, año 2.001



sábado, 6 de mayo de 2017

¡Cataplás! Feliz cumpleaños, Gastón


10/04/2017

Gastón el Gafe, el más radical antihéroe de la historia del comic, cumple 60 años Creado por André Franklin, el Centro Pompidou de París celebra al personaje con una exposición

ALFREDO MERINO


Imagen de Gastón el Gafe, personaje creado por André Franquin EL MUNDO

El desastre que se avecina es fácil de adivinar. Lo enseña el dibujo que, de paso, refleja la particular idiosincrasia de nuestro personaje. Aparece justo en el momento en que tropieza y cae de bruces contra la gigantesca tarta rebosante de velas que lleva en las manos. Gastón el Gafe, el más caótico, atontado y desesperante antihéroe de la historia del cómic celebra a su manera su 60 cumpleaños.

El objetivo primordial que tiene este tipo es simple: evitar cualquier trabajo y echarse una siesta donde sea. Cuando tales ocupaciones le dejan tiempo libre, busca satisfacer alguna de sus singulares aficiones. Su nulidad absoluta ante cualquier actividad, por elemental que resulte, le hace caer en el fracaso una vez tras otra. No pasa nada, él lo admite como lo que es: la cosa más natural del mundo.

"No sé cómo me vino la idea. Sólo recuerdo que el redactor jefe de la época (de la revista infantil Le Journal de Spirou) estaba muy abierto a cualquier sugerencia con tal de animar la revista. Un día le ofrecí un personaje que jamás podría estar en un cómic, porque al contrario que los héroes, no tendría ninguna cualidad, no sería guapo, ni fuerte, sería tonto. Sería un 'héroe sin empleo'." El 28 de febrero de 1957 aquel antihéroe se asomó por primera vez al mundo. Lo hizo ocupando la pequeña parte de una página correspondiente a una columna.

Aprendiz de oficinista al desuso, la confusión rodea a Gastón. Dotado de una capacidad sobrenatural para desencadenar el desastre, a lo largo de las viñetas el montón de cartas que debe responder y que parece ser su principal misión, crece sin que siquiera llegue a abrirlas. Lo más que hace es utilizarlas como colchón para alguna de sus recurrentes siestas. Todo lo que toca, se destruye y sus compañeros son daños colaterales del desastre que es su vida. A pesar de todo, Gastón jamás exaspera al lector, quien admite su peculiar idiosincrasia, que siempre logra arrancarle una ácida sonrisa.

Si se dedica a ser mensajero en bici, en una semana tiene tres accidentes de tráfico; si le mandan a componer los titulares de la revista en la que trabaja, cambia el nombre de esta por el suyo. En una época de sus aventuras, Gastón decide ser inventor, produciendo una serie de artefactos que harían las envidias del mismísimo profesor Franz de Copenhague.

Rebosantes de gags y situaciones absurdas, en una de sus aventuras Gastón se presenta en el trabajo con una vaca, asunto que a la postre hace que el jefe le ponga de patitas en la calle. La popularidad del personaje es tal, que las semanas siguientes en las que no aparece en el cómic, más de siete mil lectores de Le Journal de Spirou escriben a la redacción pidiendo que Gastón sea readmitido.

Franquin vuelve entonces a incluirlo.Músico, cocinero, químico... en su larga vida Gastón tiene infinitas ocupaciones, muchas en apariencia contrapuestas, pero siempre de acuerdo a los tiempos que vivía. Opositor a los parquímetros urbanos, defensor de las ballenas, antimilitarista, padrino de Unicef y Amnistía Internacional.

Sesenta años después de su nacimiento Gastón el Gafe ha vendido más de treinta millones de álbumes, protagonizado una serie de vídeos, ha servido de guión para una película y su merchandising es uno de los más potentes del mundo del cómic. Una calle de Bruselas lleva su nombre.

En nuestro país este personaje ha servido de inspiración a Francisco Ibáñez, uno de cuyos personajes, El Botones Sacarino es un híbrido entre Gastón y su compañero el botones Spirou. La influencia, tanto en el guión como en el estilo del dibujo, también es palpable en Mortadelo y Filemón. A pesar de esto Gastón no tiene en España el predicamento de otros protagonistas de la escuela belga de cómics, como Tintín, el citado Spirou y el Marsupilami. Traducido ocasionalmente con el nada afortunado nombre de Tomás el Gafe, han sido publicados en el mercado español varios de sus álbumes, por lo que no resulta desconocido.

Gastón el Gafe fue creado por André Franquin, dibujante nacido en Bélgica en 1924 que para muchos aficionados y también para no pocos expertos, ha sido el más grande de los creadores de cómics, por encima del mismísimo Hergé, quien reconoció en una entrevista: "Franquin es un gran artista. Frente a él yo solo soy un mediocre empujador de plumas, un pobre dibujante".Frente al esquematismo del autor de Tintín, el creador de Gastón el Gafe, Spirou, Fantasio y el Marsupilami entre otros, atrapa el movimiento y sus composiciones rebosan ritmo y lirismo. El reconocido Kim Thompson, de Fangraphics, también mostró la admiración hacia Franquin subrayando que "creó el más completo, vivo y absoluto dibujo de la historia del comic".

Junto a su sobresaliente estilo gráfico Frankin fue el primero en introducir en las viñetas un estridente grafismo con abundantes onomatopeyas inventadas para cada ocasión que refuerzan el mensaje del dibujo. Algo que es especialmente visible en Gastón el Gaffe, personaje que tiene por otra parte el honor de ser el primero que dice palabrotas en la historia del comic.

Exposición en el Pompidou

Si hace unos meses el Gran Palais parisino organizaba una muestra sobre Hergé, el creador de Tintín, aprovechando el cumpleaños del singular Gastón, el Centro Pompidou de París ha preparado una exposición sobre Gastón el Gafé que, de paso, es un homenaje a su creador André Franquin. Los fanáticos tienen también la posibilidad de adquirir el cofre de lujo que la editorial francesa Dupuis ha puesto a la venta estos días, en el que se incluyen los 22 álbumes de Gastón, con las planchas remasterizadas y recoloreadas, junto con algunas maquetas de cubiertas y otros dibujos inéditos de Franquin.


El Mundo

PREMIOS EISNER

Los ‘Oscar del cómic’ colocan siete obras con firma española entre lo mejor del tebeo
Los premios Eisner nominan a Paco Roca, Emma Ríos o Albert Monteys

ENEKO RUIZ JIMÉNEZ

3 MAY 2017

Viñeta de '¡Universo!', de Albert Monteys. PANEL SYNDICATE

A la industria del cómic español le falta mucho todavía para ser robusta y respetada como la francesa, la japonesa o la estadounidense, pero sus autores prueban una y otra vez que nada tienen que envidiar a sus compañeros extranjeros, ya sea trabajando desde España o teniendo que emigrar para poder ser reconocidos y, de paso, llegar a fin de mes. Así se vuelve a poner de manifiesto en las nominaciones a los Eisner de 2017, que destacan siete obras con firma patria entre lo más alto del cómic mundial.

Los conocidos como 'Oscar del cómic', donde la epopeya espacial Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples vuelve a partir como gran favorita, se han fijado en España para mencionar obras tan variadas como Arrugas de Paco Roca, ahora que su vivo relato sobre el Alzheimer ha sido reeditado en EEUU, o ¡Universo! de Albert Monteys, con la que el veterano de El Jueves se ha lanzado a un viaje de ciencia-ficción tan apasionante y divertido como personal publicado directamente en Internet (y pagando la voluntad) gracias a Panel Syndicate y nominada por lo tanto como Mejor cómic digital.


'La Vision', de Walta.

Este buen momento para la diversidad en el tebeo español se resume a la perfección con el título Spanish Fever, nombre en inglés con el que se conoce al otro lado del charco el compendio Panorama. La novela gráfica hoy, donde Santiago García (Las Meninas, Beowulf) reúne a autores de nuevo cuño con caras reconocibles como el propio Roca, Max (otro nominado al Eisner de años anteriores) y David Rubín. El tomo, toda una puerta al cómic español, editada en nuestro país por Astiberri, se enfrenta en la categoría de Mejor antología, además, a Island Magazine, revista coordinada por la gallega Emma Ríos (nominada en 2014 por Bella Muerte) y con varias historias que la autora guardaba en su mente desde hace años como I.D. "Este relato de ciencia-ficción nace de necesidad autoral. Yo hacía mis fancines y mis tebeos y ahora, gracias a Bella muerte, estoy en un momento en el que tengo un público. Puedo elegir qué quiero hacer. Así que quiero aprovechar esta posición para ser yo", contaba hace un par de meses a KA-BOOM.

También nominado en la categoría Mejor libro relacionado con el cómic se encuentra Ditko: Unleashed, catálogo de la exposición de Palma de Mallorca de 2016 dedicado a la carrera del reclusivo genio que creó Spiderman y Dr. Extraño y al que desde hace años nadie ve. Lo firman Florentino Flórez y Fréderic Manzano. Flórez ya fue finalista en 2013 por Woodwork, libro dedicado al editor Wally Wood.


Arrugas, de Paco Roca.

Dos aventuras de superhéroes con dibujantes españoles (a nadie extraña ya encontrarlos en estas lides) completan la lista. “¡Me sigue sorprendiendo que tenga tanto reconocimiento una serie tan rara!", exclama Gabriel H. Walta, nominado por la serie de La Visión escrita por Tom Kring: "Desde un principio, supimos que iba a ser especial para nosotros, aunque no estábamos nada seguros de que le fuera a llegar a todos los lectores”, reconoce a EL PAÍS después de conocer la nominación el responsable de única obra de superhéroes en la categoría de series limitadas. La colección tiene en su epicentro al androide de Los Vengadores que en el cine interpreta Paul Bettany, sí, pero en realidad su historia es más cercana a La dimensión desconocida o la ciencia-ficción más contenida y pequeña. Todo comienza con el famoso héroe decidido a construir su propia familia y mudarse a un barrio residencial: "Nos alegra especialmente que le esté gustando a lectores que no suelen acercarse a los tebeos de superhéroes".

Tampoco Faith, que dibuja el catalán Pere Pérez con Marguerite Sauvage, es un cómic de superhéroes al uso. Ubicada en el universo Valiant, esta serie escrita por Jody Houser, y nominada a Mejor nueva obra, fue presentada como las peripecias de una superheroína con sobrepeso y telekinesis en la ciudad de Los Ángeles. Un cómic optimista donde, al final, su apariencia atípica es lo de menos.

Los ganadores se conocerán en julio durante la convención de San Diego. De momento, estos seis nombres son suficientes para demostrar que el cómic español vive un momento excelente, sea dentro o fuera de nuestras fronteras.

CATEGORÍAS ESPAÑOLAS

Mejor serie limitada
Archangel, de William Gibson, Michael St. John Smith, Butch Guice y Tom Palmer (IDW)
Briggs Land, de Brian Wood y Mack Chater (Dark Horse)
Han Solo, de Marjorie Liu y Mark Brooks (Marvel)
Kim and Kim, de Magdalene Visaggio y Eva Cabrera (Black Mask)
La Visión, de Tom King y Gabriel Walta (Marvel)

Mejor nueva serie
Black Hammer, de Jeff Lemire y Dean Ormston (Dark Horse)
Clean Room, de Gail Simone y Jon Davis-Hunt (Vertigo/DC)
Deathstroke: Rebirth, de Christopher Priest, Carlo Pagulayan, et al. (DC)
Faith, de Jody Houser, Pere Pérez, y Marguerite Sauvage (Valiant)
Pájaro Burlón, de Chelsea Cain y Kate Niemczyk (Marvel)

Mejor antología
Baltic Comics Anthology editado por David Schilter y Sanita Muizniece (kuš!)
Island Magazine, editado por Brandon Graham y Emma Ríos (Image)
Kramers Ergot 9, editado por Sammy Harkham (Fantagraphics)
Spanish Fever: Stories by the New Spanish Cartoonists, editado por Santiago García (Fantagraphics)

Mejor edición americana de una obra extranjera
Equinoxes, de Cyril Pedrosa  (NBM)
Irmina, de Barbara Yelin (SelfMadeHero)
Love: The Lion, de Frédéric Brémaud y Federico Bertolucci (Magnetic)
Moebius Library: The World of Edena, de Jean "Moebius" Giraud et al. (Dark Horse)
Arrugas, de Paco Roca, traducido por Erica Mena (Fantagraphics)

Mejor cómic digital
Bandette, by Paul Tobin and Colleen Coover (Monkeybrain/comiXology)
Edison Rex, by Chris Roberson and Dennis Culver (Monkeybrain/comiXology)
Helm, by Jehanzeb Hasan and Mauricio Caballero, www.crookshaw.com/helm/
On a Sunbeam, by Tillie Walden, www.onasunbeam.com
¡Universo!, de Albert Monteys (Panel Syndicate)

Mejor libro relacionado con cómics
blanc et noir: takeshi obata illustrations, de Takeshi Obata (VIZ Media)
Ditko Unleashed: An American Hero, de Florentino Flórez y Frédéric Manzano (IDW/Editions Déesse)
Krazy: George Herriman, A Life in Black and White, de Michael Tisserand (Harper)
The Life and Legend of Wallace Wood, vol. 1, editado por Bhob Stewart y J. Michael Catron (Fantagraphics)
More Heroes of the Comics, de Drew Friedman (Fantagraphics)


El Pais