viernes, 12 de mayo de 2017

WILDC.A.T.S (COVER ACTION TEAMS) : Brandon Choi/Jim Lee/Scott Williams


WILDC.A.T.S. Nºs del 1 al 4 y WildC.A.T.S. Compendium, realizado por World Comics para la editorial Planeta-DeAgostini, Barcelona Septiembre de 1.994

 Hay un hombre pequeño, un enano, vestido con andrajos de pordiosero, acostado entre basura.Está acurrucado, los brazos y las piernas recogidos sobre su regazo, en posición fetal; una secuencia, una postura y un marco que remiten de inmediato a una escena similar, extraída de las páginas de una obra sublime: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli. Es, obviamente, un homenaje, y por si cupiera alguna duda, los nombres de ambos autores pueden leerse claramente, escritos como si de marcas comerciales se tratara, en sendas cajas tiradas cerca de la figura central. Siguiendo el mismo juego, en un recorrido por el resto de los papeles y embalajes nos encontramos con una caja llena de ejemplares de una de las versiones del primer número de X-Men, y diversos textos mostrando parcialmente: Cyber Force (la colección de Marc Silvestri), Extreme Studios (el estudio constituido por Rob Liefeld y sus colaboradores), o la leyenda "Futuro local de Image Comics". El dibujo es de un trazo minucioso, detallista, ejecutado casi exclusivamente con línea, en ausencia casi absoluta de manchas. El entintado es puntilloso, completamente alejado de la síntesis. Esa imagen, una de las que aparecen en las primeras páginas con que se abre la saga inicial de WildC.A.T.S., casi podría entenderse como un alegoría, como un resumen de los rasgos que caracterizan el trabajo de Jim Lee y, por extensión, a toda una escuela de jóvenes dibujantes que han seguido sus pasos: un amalgama multirreferencial, en la que la alusión a las fuentes es una constante, envuelto todo en una representación muy mediatizada por los imperativos histriónicos del género, exenta en su barroco figurativismo, pero esencialmente cartoon, plana.

Así es el dibujo de Jim Lee, parangón quintaesencial de un auténtico movimiento dentro del comic-book, a la vez que su más válido representante. La obra de Lee ejemplifica una forma de entender la historieta que ha entusiasmado a los lectores e irritado a los críticos con la misma intensidad. Los primeros le aplauden su dramática corporal, la épica de sus poses, su línea ardua, recargada, su concepción contemporánea del diseño, la perfección estética de sus personajes, impecablemente atléticos ellos, enardecedoramente voluptuosas ellas. Prácticamente los mismos rasgos que, en conjunto, le reprochan los segundos, quienes no le perdonan sobre todo su puesta en página de vídeo-clip, su caprichosa narrativa, siempre supeditada a la inclusión de la ilustración ad-hoc, del pin-up, del cromo perfecto.

Lo cierto es que Jim Lee, es, en todo el sentido del término, un dibujante de los noventa, con todo lo bueno y lo malo que uno pueda o quiera leer en esa descripción. Su estilo se ha impuesto de forma tan natural como el del comic-book, aupado no por directrices de marketing sino por la propia demanda de los lectores, y sería injusto culparlo de la legión de burdas copias clónicas que han crecido a su sombra, aunque algunas, eso sí, lo hayan hecho bajo su mismo amparo dentro de su colectivo de trabajo, los llamados Homage Studios.

Hay quien ha querido ver en este joven de origen coreano pero de bagaje norteamericano al nuevo Barry Smith; pero la minuciosidad neorrenacentista y la elegancia prerrafaelista del genio británico están muy lejos -y muy por encima, a mi juicio- del espectacular barroquismo cibertrónico de su supuesto heredero, por más que el propio Barry Smith ha elogiado en alguna que otra ocasión las virtudes del aspirante.

No, Lee libra sus batallas en otro campo y otra época, en los que sin duda es el campeón absoluto y, por el momento, indisputado. Lee es el ídolo de una generación que ignora la existencia de Jack Kirby, quizá incluso la de John Byrne, una generación que, por tópico que sea, ha crecido inmersa en la estética vertiginosa del vídeo-juego, del ocio de consumo inmediato que no deja poso, una generación que ha sustituido los cromos por trading cards de brillantes colores aerográficos o informáticos. WildC.A.T.S., la colección con la que Jim Lee se sumó a la fundación del sello Image, y cuya primera miniserie recoge ahora World Comics en este tomo, es probablemente la revancha de un chico que alcanzó su sueño y comprobó, decepcionado, que le quedaba pequeño. Si ser el dibujante estelar de La Patrulla-X no le bastó, con WildC.A.T.S. Lee se está desquitando, elevando a la enésima potencia el espectáculo con todos los medios a su alcance, herramientas que fascinan al público actual, al igual que habrían fascinado a buena parte de quienes ahora las defenestran si hubieran podido disfrutar de ellas en su momento: una mejora muy sustancial de la calidad de producción, separaciones por ordenador para un color Inimaginable hasta hace pocos años, efectos holográmicos en portada, splashpages desplegables que ocupan tres y hasta cuatro páginas... y una absoluta libertad de creación, invertida exclusivamente en disfrutar haciendo sus historietas tanto como su público leyéndolas.

José María Méndez, traductor y experto en comics.












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