domingo, 3 de enero de 2016

Los mejores comics de 2015 de Mondo Sonoro


El multiverso del cómic

No tengo muy claras las cifras de ventas, pero lo que sí puedo decirles es que la cantidad de referencias internacionales que inundan el mercado del cómic y de la novela gráfica en nuestro país es más que respetable. Si a eso le sumamos que son muchos los títulos destacables, no vamos a poder quejarnos de la temporada. Quizá falte una obra maestra indiscutible, pero la cosecha del año no ha estado nada mal. Las editoriales han publicado material nuevo, antiguo, reediciones, clásicos ocultos, títulos independientes apasionantes, mangas que no pueden dejarse pasar, infinidad de títulos superheróicos que ni siquiera podemos llegar a paladear. Así que, con todas nuestras limitaciones, aquí tienen nuestra lista, una breve selección que podría ampliarse con títulos como "Cruzando el bosque", "Undercurrent", "El multiverso", "Buenas noches, Punpun", "El corazón del imperio" y muchísimos más que merecen mucho la pena. Ojalá hubieran sido cincuenta los cómics de nuestra lista y no echaríamos a faltar muchos otros lanzamientos que, una vez más, han hecho nuestra vida un poco mejor. ■ Joan S. Luna

LOS MEJORES COMICS 2015 





El árabe del futuro
Riad Satouff
Salamandra

El premio a la mejor obra en la última edición de Angulema avala la importancia de una obra con múltiples lecturas. Al igual que en su día hiciera Marjane Satrapi en "Persépolis", Sattouf (hijo de sirio y de francesa) echa la vista atrás para rememorar una infancia que transcurrió entre la Libia de Cadafi, la Siria de Hafez ai-Asad y la Bretaña francesa. L.J.M.




El escultor
Scott McCloud
Planeta DeAgostini
El teórico del cómic Scott McCIoud nos sorprende con una novela gráfica ágil y al mismo tiempo profunda. McCIoud habla sobre la trascendencia del arte, la felicidad, nuestras debilidades, la vida y la muerte, entrelazando grandes momentos con otros en los que algo no acaba de encajar. En todo caso, una gran obra que merece ser destacada por sus logros. J.S.L.





El hombre sin talento
Yoshiharu Tsuge
Gallo Nero
Resulta necesario conocer la trayectoria vital de Yoshiharu Tsuge para entender con mayor profundidad lo mucho que cuenta "El hombre sin talento", un clásico oculto del manga. Y es que se trata de una de esas obras que se le mete a uno dentro, pesimista, cruda y sobre todo capaz de describir lo perdidos que podemos llegara estar en nuestras vidas. J.S.L.




Chapuzas de amor
Jaime Hernández
La Cúpula
Maggie, ya no eres una chiquilla. Te hemos visto crecer, equivocarte, tomar decisiones que parecían acertadas y quizás no lo fueron tanto. Vives en una viñeta, pero eres de carne y hueso, como ese Ray que siempre está ahí, como ese Calvin que mendiga amor, o como tu amiga especial Hopey. Y ese es mérito de un Jaime Hernández que vuelve a bordarlo. J.S.L.
  


Cómics 1986-1993
Julie Doucet
Fulgencio Pimentel
Sin darse cuenta, como el verdadero punk o el hardcore, esta narradora DIY encontró la fórmula para narrar su(s) vida(s) desde el realismo sucio y la intimidad más existencial en fanzines y revistas de los últimos ochenta y los primeros noventa. Por fin una antología recoge los primeros años de su enfermiza y descarnada autobiografía. Puro underground. Octavio Botona





Cráneo de azúcar
Charles Burns
Reservoir Books
"Cráneo de azúcar" completa la serie que se inició con 'Tóxico" y "La colmena". Este largo viaje se entiende como una representación de los desajustes emocionales de un tipo totalmente desquiciado en lo afectivo a base de imágenes perturbadoras con las que excavar en los pozos más profundos de la psique. Luis j. Menéndez 






The Lonesome Co
Tim Lane
Sapristi

Este es uno de esos casos en los que un subtítulo ("Un viaje a la deriva por el sueño americano") funciona a la perfección a la hora de resumir lo que vamos a encontrar en esta nueva y ambiciosa obra de Tim Lañe. La peor cara de Estados Unidos, la crudeza de sus días y algo de ese glamour que ya pasó, convertidos en un cómic im¬prescindible. Martín Viladot 






Sangre Americana
Benjamín Marra
Autsider Cómics

Marra es un frikazo obsesionado con la cultura pop, la sangre, el sexo y la violencia. También es un amateur y también es un genio. Un dibujante que come basura y caga oro. Toda una delirante, divertidísima y orgullosa celebración de la serie B poblada por stríppers, niggas violentos y chulos de buen corazón. Joan Cabot
  





Aquí
Richard Maguire
Salamandra

"Aquí", obra del artista (y también miembro de los referenciales post-punkers Liquid Liquid) Richard Maguire, es uno de esos libros cuyo valor reside en su aportación al mundo de la viñeta más que a lo que nos cuenta. Maguire dedicó quince años a dar forma a esta inclasificable y experimental pirueta narrativa. Ernesto Bruno 









Cruzando el bosque
Emily Carroll
Sapristi

Emily Carroll firma una de las novelas gráficas más exitosas de los últimos meses (premios Ignatz y Eisner) y todo un ejercicio de cómic de terror Victoriano entre los relatos de Edgar Allan Poe, la oscurísima candidez de Edward Gorey y el espíritu de la reciente película "The Babadook". J.S.L

 Publicado en Mondo Sonoro nº234 diciembre 2015

DE RATONES Y HOMBRES


'Có-mix' repasa la obra de uno de los historietistas más influyentes e inquietos de EE UU, Art Spiegelman

TEXTO_Blanca Lacasa



Spiegelman se retrata en sus obras como un ratón. Tal vez, tras los comics su pasión sea el queso.



DECÍA ART SPIEGELMAN (Estocolmo, 1948): "Todo lo que sé, lo he aprendido de los cómics". Desde luego, todo lo que hay que saber de él está en este fastuoso volumen (Co-mix. Art Spiegelman, Una retrospectiva de cómics, dibujos y bocetos, Reservoir Gráfica). Y ya de paso, también mucho de lo que hay que saber sobre cultura pop. Art no es sólo el responsable de Maus, ese cómic protagonizado por gatos y ratones que habla del holocausto a partir de la experiencia de sus padres judíos, supervivientes de Auschwitz. También es el culpable de uno de los mayores hitos en la historia de la contracultura: introducirla en las tiendas de chucherías. ¿Cómo? Los cromos de la Pandilla Basura, tan a menudo confiscados por padres, son suyos. Suya también es la revista Raw, una publicación capaz de descubrir talentos como Kaz o ver más allá de las fronteras yanquis publicando a gente como los franceses Bazooka, el italiano Mattotti o nuestro Mariscal. Otro de sus logros son sus portadas para The New Yorker (imposible olvidar la que publicó para el US, un sutil y terrorífico fundido a negro), numerosos diseños para revistas pulp, portadas de discos y libros, colaboraciones con artes escénicas, libros infantiles y las maravillosas antologías Little hit, en las que trató de recuperar el cómic infantil. Pero, sobre todo, hay que estar agradecido a Art por ser uno de los mayores valedores de esa cruzada tan del siglo pasado consistente en difuminar la brecha entre alta y baja cultura. Con semejante barullo mental, no es de extrañar que en 1968, Art sufriera un colapso mental: "Pensaba demasiado en las diferencias entre lenguaje y realidad", afirmó. Afortunadamente, siempre lo tuvo claro: "Cuando tuve edad suficiente para darme cuenta de que los dibujos estaban hechos por alguien, y no eran fenómenos naturales como las rocas y los árboles, decidí que sólo quería ser una de esas personas que los hacían". Hergé bendiga tanta precoz clarividencia. *


El Pais ICON nº23 Enero 2016

sábado, 2 de enero de 2016

El último de los antiguos por ANTONIO MUÑOZ MOLINA


La pintura moderna es en gran parte una refutación del perfeccionismo clasicista de Ingres, y más aún de sus discípulos académicos


'Baño turco', de Ingres.

En el Museo del Prado Ingres es una presencia paradójica. A Ingres la gran pintura española del siglo XVII, Velázquez incluido, no le gustaba nada, porque se desviaba imperdonablemente del ideal establecido por Rafael, que para él era el modelo máximo de un arte alimentado además por los ejemplos de la Antigüedad. En 1865, cuando todavía duraba la vida excepcionalmente longeva de Ingres, un viaje de otro gran pintor francés al Prado estuvo en el origen de la transformación de la pintura que iba a dejar definitivamente atrás la estética del viejo maestro, ya entonces una reliquia de otras épocas. Édouard Manet había estudiado la pintura española en los museos de París, pero fue en Madrid, en el Prado, donde se encontró decisivamente con Velázquez, en una contemplación asombrada y exaltada que cimentó la madurez plena de su maestría.

La pintura moderna es en gran parte una refutación del perfeccionismo clasicista de Ingres, y más aún de sus discípulos académicos y pompiers que siguieron disfrutando de la preferencia del público y de los organizadores de exposiciones oficiales hasta bien entrado el siglo XX, suministrando odaliscas, ninfas, diosas pálidas y carnales, héroes enfáticos de cuadros de historia, vírgenes y santos de cuadros religiosos con una blandura de estampitas devotas. Pero las cosas siempre son mucho más complejas de lo que parece, más aún en el universo de las representaciones visuales, tan propicio a las resonancias y a las afinidades insospechadas.

Hacia 1900, para un pintor joven con ambiciones vanguardistas, Ingres podía parecer un artista remoto, pura arqueología del inmovilismo académico. Pero cuando Picasso pintó Les demoiselles d’Avignon, junto a las esculturas y las máscaras africanas, tuvo también muy presentes, incluso con referencias literales, los desnudos femeninos de Ingres en El baño turco, la noción de un espacio ocupado casi enteramente por una acumulación de cuerpos en posturas variadas. El retrato de Gertrude Stein, otro ejemplo canónico de las rupturas radicales de la modernidad, recrea la composición y hasta la postura de uno de los grandes retratos de Ingres, el de Louis-François Bertin. Cuando se le agotaron los rigores del cubismo y buscó en la inspiración clásica una manera de salir de ellos, Picasso regresó aún más abiertamente a Ingres, lo mismo en sus retratos al óleo —el de Olga con un chal, el de Mujer de blanco— que en sus dibujos imitados de las figuras lineales de las cerámicas griegas y de los artistas neoclásicos que las reinterpretaban en el siglo XVIII, justo en los años en que el Ingres adolescente empezaba a educarse.

Cuando se le agotaron los rigores del cubismo , Picasso regresó aún más abiertamente a Ingres
(Otra semejanza se me ocurre, que tiene que ver con la formación de los dos pintores: Ingres, como Picasso, era hijo de un artista sólido y oscuro de provincias. El dominio insuperable que el uno y el otro tuvieron del dibujo se basaba en los dos casos en una exposición precoz a las disciplinas artesanales del arte).

Picasso vivió tantos años que fue coetáneo en su juventud de Cézanne y Degas y en su vejez de Andy Warhol. La vida de Ingres también abarca periodos completos de la historia del arte: fue discípulo de David y testigo de la Revolución Francesa y le dio tiempo a asistir al escándalo provocado en 1865 por la Olympia de Manet. Quizás por eso, cuando vemos el catálogo de sus retratos nos parece estar asistiendo a un desfile de personajes de novelas que van desde las de Jane Austen a las de Flaubert. Ingres aspiraba a la representación de una belleza intemporal, la perfección definitiva de un bajorrelieve clásico o de uno de los grandes frescos de Rafael. Pero las aspiraciones conscientes de un artista rara vez coinciden con la disposición de su talento, y menos aún con el juicio de la posteridad: lo que a nosotros más nos atrae de Ingres, y aquello para lo que estaba más dotado, no son esos cuadros que en su época se llamaban “de historia” y se consideraban las cimas indiscutibles en la jerarquía de la pintura: escenas de la historia antigua o de la mitología clásica, en primer lugar, y luego de la Biblia o de los Evangelios.

Los héroes clásicos y los santos y mártires de Ingres pueden ser tan poco expresivos como estatuas de yeso, y sus desnudos femeninos mitológicos y sus odaliscas son de una sensualidad helada, perfectamente impersonal. Pero cuando pinta o dibuja a una persona real que está posando ante él, a un funcionario de la administración napoleónica, a un burgués henchido de seguridad en sí mismo y buenos alimentos, cuando observa a una mujer, a un niño, cuando se detiene golosamente en los pormenores de un vestido o de un sombrero a la moda, entonces la pintura y el dibujo atrapan una presencia humana con una inmediatez, casi con una crudeza, tan reveladoras como las que por entonces estaba descubriendo ya la fotografía.

En los retratos al óleo la mirada de Ingres es más incisiva cuando se trata de hombres que de mujeres. La expresión de las mujeres deja traslucir menos que el lujo de sus vestidos o el de los interiores en los que posan, muchas veces cerca de espejos en los que se repite una figura doble mucho menos detallada. En los hombres se manifiesta físicamente la ambición de los trepadores sociales y de los nuevos señores de aquella época de transformaciones portentosas: son contemporáneos de los héroes sin sosiego de Balzac y Stendhal, mucho más que de los burgueses apoltronados o los jóvenes sin voluntad de Flaubert. El señor Bertin, magnate y dueño de periódicos, viejo formidable de altanería y de fuerza física, nos mira desde su retrato de 1832 con una fijeza despótica de ave de presa, el cuello macizo y las manos abiertas sobre las rodillas, como miraría a sus subordinados, justo con esa actitud de autoridad congénita que reconoció Picasso en Gertrude Stein.

En los dibujos de Ingres no hay diferencia de percepción entre hombres y mujeres, y los niños son presencias tan individuales y completas como los adultos. Esas mujeres tienen las miradas y las expresiones perspicaces de las heroínas de Jane Austen, intimidades tan hondas y tan hechas de veladuras como la Eugénie Grandet de Balzac o la Emma Bovary de Flaubert. El dibujo adquiere sombreado y volumen para definir las redondeces de una cara o unas manos y se hace flexible y lineal en los pormenores del vestuario, preciso y a la vez esquemático, rápido y sinuoso, anticipando la maestría con el lápiz y la tinta que tendrían mucho tiempo después dibujantes tan atentos al ejemplo de Ingres como Picasso y David Hockney.

Igual que tantos artistas enfermos de insatisfacción, Ingres no valoraba en su justa medida aquello para lo que tenía más talento. Se resignaba a hacer retratos por el prestigio social y el dinero que le procuraban, y se sentía afrentado cada vez que alguien elogiaba sus dibujos con más vehemencia que sus pinturas acabadas. Qué miopía o qué maleficio le impide tantas veces a un artista darse cuenta de lo mejor que hay en él, lo fuerza amargamente a buscar y esperar lo que en el fondo no es suyo, a no intuir siquiera lo que perdurará de su trabajo.


El Pais Babelia nº 1.258 / 02.01.2016

viernes, 1 de enero de 2016

La Oreja izquierda de Dios por Jose Luis Martinez Larraz












Arruequen Ediciones nº6 De Camino

Peter Bagge "Odio"




 Peter Bagge nació en 1957 en las afueras de Nueva York. Durante un tiempo a finales de los 70 cursó estudios de arte in la ciudad de Nueva York, donde conoció a la que sería su mujer, Joanne. Su primer cómic se publicó en 1980, en The East Village Eye y en los cinco años posteriores, su trabajo apareció regularmente en High Times, Screw, y otras publicaciones poco recomendables. También, el mismo publicó tres números de la revista Comical Funnies junto con sus amigos también dibujantes John Holmstrom y JD King. Con Ken Weiner publicó un libro de cómic con el título Wacky World.
En 1984, la familia Bagge se mudó a Seattie, WA y fue más o menos en esta época cuan¬do Peter empezó a trabajar como redactor-jefe de Weirdo, la antología de R. Crumb. El año 1985 también vio nacer Neat Stuff, su primer título propio. Tanto Neat Stuff como su sucesor, Hate, se publicaron por Fantagraphics.

Con su debut en 1990, Hate Comics narró las aventuras y percances de Buddy Bradley, un personaje semiautobiográfico, que vive en Seattie. Se acabó forjando una estrecha relación entre Hate y el mundillo de música y la cultura juvenil de esta ciudad.

Ya a mediados de los 90, Buddy Bradley y otros personajes creados por Bagge empezaron a recibir la atención de varias productoras de Hollywood, tanto para la pantalla grande como para la pequeña, y tanto en acción real como en animación. Ninguno de estos proyectos se ha hecho realidad hasta el momento, pero se está desarrollando una serie para HBO.

Después de 30 números, Bagge decidió poner fin a Hate en 1998. Actualmente está trabajando en un libro de cómic para todas las edades, sobre un grupo musical compuesto por chicas. También tiene entre manos varios otros proyectos.
















VII Salón Internacional del Comic de Granada del 14 al 17 de mayo de 2002


miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Gourmet solitario por Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi

Por Jorge Morla


El Gourmet solitario por Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi. Astiberri. 200 páginas. 18 euros

También en el manga hay sitio para la cocina. O viceversa. Una suerte de Proust nipón donde el dulce de bizcocho es sustituido por el salado de arroz almidonado, y el té se convierte en salsa de soja, para rendir tributo a los sentidos y entregarse a la pasión gastronómica desde la linea clara del maestro Jiro Taniguchi. Poder evocador de una gastronomía más pegada a una geagrafía, más concretamente a la ciudad de Tokio, por la que el protagonista deambula, y por la que el autor siente una deleitación rigurosa, un amor detallista. A lo largo de 19 capítulos nos acercamos a otros tantos platos típicos de la comida japonesa y a 19 distritos de una ciudad que se puede resumir en su forma de comer.

El Pais Semanal Gastronomía 25.10.2015

El regreso de Carlitos y Snoopy por José Manuel Sánchez Rom Ilustración Liniers





En sus viñetas, Charles M. Schulz creó un mundo personal e inverosímil encabezado por Snoopy, un perro egoísta, alegre y autor de una interminable novela, y Carlitos, un noble perdedor inasequible al desaliento. Medio siglo después de su debut, la pandilla de Peanuts, que ahora llega al cine, sigue sumando adeptos. ¿El secreto? Su irresistible humanidad.

El mundo en el que nací y crecí era muy diferente del actual; los automóviles todavía no eran los emperadores de las ciudades, los teléfonos tenían discos agujereados para marcar el número deseado y la televisión -un solo canal- no emitía las 24 horas del día. Para el niño que fui, como casi todos los de mi generación (y de otras cercanas), uno de los principales recursos contra el aburrimiento eran, además de jugar en la calle, los tebeos (cómics ahora). Esperaba con impaciencia la aparición de las aventuras del Capitán Trueno y del Hombre Enmascarado, los episodios de Hazañas Bélicas y también las historias de Disney, sin olvidar los que protagonizaban aquel mítico TBO. Ya más mayor conocí a Tintín, con su inseparable y fiel Milu; a Astérix, Obélix y el resto de su formidable tropa de galos, y a la inolvidable Mafalda. A todos los amé, pero a ninguno tanto como al grupo de los Peanuts, encabezado por Charlie Brown (Carlitos) y Snoopy, a los que fui leal hasta el final. Ellos tenían algo de lo que carecían todos los demás, salvo la muy consciente políticamente Mafalda: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡cuántos problemas y complejos sufrían!

Charles M. Schulz (1922-2000), su creador, creció en un mundo parecido -mucho más marcado que el mío, supongo- en su Minneapolis natal (entre sus favoritos estaban Mickey Mouse y Popeye). "Fui", manifestó en cierta ocasión, "un producto de la época. Las tiras cómicas eran muy importantes cuando crecí, durante la década de 1930. Programas de radio, películas los sábados por la tarde y los cómics eran las cosas verdaderamente importantes. Y, por supuesto, yo podía dibujar. Nunca supe hacerlo muy bien -no podría pintar o hacer cosas del estilo-, pero podía dibujar". Su gran deseo fue pronto dibujar cómics, y con solo 15 años comenzó a ver que su sueño podía cumplirse: fue entonces, 1937, cuando se publicó en la revista Ripley's Believe It or Not! un dibujo que había hecho de Spike, el perro de la familia, el segundo que habían tenido: el primero se llamaba Snooky (¿les suena de algo?). Animado por aquello, siguió un curso por correspondencia de dibujo de cómics en la Federal School of Applied Cartooning.


Elenco completo. Charles M. Schulz posa junto a sus personajes en un retrato tomado en 1962.

Spike era, como Snoopy, un poco loco. Y es que, como sucede con muchas historias, detrás de ellas viven las experiencias e inclinaciones de sus autores. Así sucedía con Mafalda, donde son evidentes las opiniones de Quino, su creador, acerca de la situación político-social en la Argentina de entonces; y otro tanto se puede decir, aunque con un signo político opuesto, del inventor de Tintín, Hergé. En el caso, poco ideologizado, de los Peanuts, la presencia de Charles Schulz en el mundo que creó, tan imposible como real, fue sobre todo personal. 'Dibujo para mí, que es para quien, creo, dibujamos todos. Dibujamos para nosotros y esperamos que le guste a la gente", confesó. Cuando obtuvo un Emmy a la mejor película de dibujos animados para niños por A Charlie Brown Christmas (1965), manifestó que no dibujaba para los niños, sino "para los mayores", para esos adultos que jamás aparecieron en una tira de los Peanuts.

Aunque le dio el nombre de una persona con la que trabajó en una escuela de arte en Minneapolis, Carlitos era poco menos que el alter ego del niño Schulz: por ejemplo, los padres de ambos eran barberos. Con orgullo, en la tira publicada el 21 de junio de 1964, el Día del Padre de aquel año, después de que Lucy presumiera una y otra vez de la superioridad de su padre (lo que muchos niños suelen hacer) -que si tenía más tarjetas de crédito, que si enviaba más lejos la bola de golf...-, Carlitos, harto le dice: "Espera un minuto", y la lleva a la barbería de su padre: "Aquí trabaja todo el día y trata con todo tipo de personas... Pero, ¿sabes?, puedo entrar en cualquier momento del día-y no importa lo ocupado que esté, siempre se para y me ofrece una gran sonrisa". De hecho, cuando regresó de servir en la II Guerra Mundial, se instaló con su padre -su madre había fallecido en 1943 de un cáncer de cérvix- en un apartamento encima de la barbería, en St. Paul (Minnesota), decidido a convertirse en dibujante profesional de cómics, algo que logró después de haber probado con personajes no demasiado diferentes de cómo sería después Carlitos: con grandes cabezas y que se relacionaban con otros con frases que no correspondían realmente a sus edades. Su minimalista estilo de dibujo y su humor, intelectual y un tanto seco, se ajustaba bien a lo que los periódicos reclamaban en la década de 1950.

En el universo de los Peanuts abundan detalles del mundo de Schulz. Lucy estaba inspirada en su primera esposa, de la que se divorció en 1972 (se volvió a casar el año siguiente). Como Carlitos, que fracasa una y otra vez cuando intenta volar una cometa, Schulz reconoció que él "nunca había sido capaz de hacerlo", poniendo como excusa que nunca vivió en lugares adecuados. "Cuando estaba creciendo, vivíamos siempre en zonas residenciales que tenían demasiados árboles y cables telefónicos". Justo igual que Carlitos.

El éxito de los Peanuts radica en que, aunque sus historias son inverosímiles -¿cómo va a ser posible encontrar a un perro que intenta componer una novela tecleando una máquina de escribir sentado en el techo de su caseta?-, muchas de sus angustias e inseguridades son también las nuestras. Carlitos era, sin duda, el más atormentado; deseaba siempre cosas que nunca conseguía: ser una estrella del béisbol, patear el balón que la habitualmente malhumorada y tramposa Lucy le escamoteaba en el último momento y, ay, seducir a una atractiva niña pelirroja. La primera aparición de aquel gran amor suyo se produjo en la tira del 19 de noviembre de 1961. Carlitos está sentado en un banco de la escuela, solo, a la hora del almuerzo. "No me importaría ir al colegio si no fuera por estas horas de la comida... Tengo que sentarme solo porque nadie me invita a sentarme con él... Daría cualquier cosa del mundo si esa pequeña chica pelirroja viniera y se sentase conmigo. Estoy cansado de estar siempre solo". ¿Cómo no voy a quererte, Carlitos? Representas a los nobles perdedores, esos que continúan intentando patear balones o atinar a la pelota con el bate de béisbol, soportando la burla de los demás porque no lo consiguen, olvidando el empeño que ponen en sus esfuerzos.

Snoopy, su perro, es justo lo contrario: egoísta, alegre, atrevido, aunque también, eso sí, como su amo, soñador. Carlitos desea ser un gigante del béisbol; Snoopy, además de novelista, se imagina ser un gran aviador, el piloto-héroe que durante la I Guerra Mundial derrota al célebre Barón Rojo. No derribó al aviador alemán, ni fue mucho más allá de la frase inicial de su novela, "Era un noche oscura y tormentosa", pero el 10 de marzo de 1969 -cuatro meses, antes de que los astronautas Armstrong y Aldrin alunizaran en el Mar de la Tranquilidad con el módulo lunar del Apolo 11- Snoopy llegó a la Luna. "¡Lo conseguí! ¡Soy el primer Beagle en la Luna!", decía en la tira de aquel día un Snoopy provisto de un casco espacial, añadiendo: "He vencido a los rusos... He vencido a todo el mundo... ¡Incluso he vencido a ese estúpido gato de la casa de al lado!". Dos meses más tarde, el 18 de mayo, despegaba de la Tierra la misión Apolo 10: el módulo de mando tomó el nombre de Charlie Brown; el lunar, el de Snoopy.

No son solo, por supuesto, Carlitos y Snoopy los personajes interesantes. Todos lo son. Ahí está la mencionada Lucy, que se las daba también de psiquiatra (estableció un puesto para ejercer, a cinco centavos la consulta), con su entrañable hermano, Linus, y su inseparable mantita "de seguridad". Y Schroeder, que ama con pasión a Beethoven y desea convertirse en un gran pianista, practicando sin cesar en su piano de juguete. Schulz dijo en cierta ocasión que, aunque su compositor favorito era Brahms, había escogido a Beethoven simplemente porque su nombre sonaba "más divertido". Y Sally, la espabilada hermana pequeña de Carlitos; Peppermint Patty; Woodstock, el pajarillo de erráticos vuelos, o Franklin, el niño negro, que hizo su aparición el 31 de julio de 1968 (en junio, esto es, poco después del asesinato, el 4 de abril, de Martin Luther King, Robert Kennedy, un gran admirador de los Peanuts, había animado a Schulz a que introdujese un personaje de color).

La primera tira de los Peanuts se publicó el 2 de octubre de 1950 en siete periódicos de tirada nacional. Allí estaba Carlitos con otros dos niños. Snoopy apareció en la siguiente entrega (4 de octubre). Como en otros casos -por ejemplo, el Mickey Mouse de Disney-, al principio los dibujos eran más sencillos, un tanto primitivos (la transición hacia los dibujos tal y como los recordamos duró prácticamente un lustro). La última tira se publicó el 13 de febrero de 2000. Schulz había fallecido el día antes, víctima de un cáncer de colon. Debió sentir ya el final y se despedía de sus lectores. En la primera viñeta estaba Carlitos contestando al teléfono y diciendo: "No, creo que está escribiendo". Y, efectivamente, a continuación se veía a Snoopy, subido al techo de su caseta, tecleando en su máquina de escribir: "Queridos amigos...". Daba así entrada a un texto firmado por el propio Schulz, punteado por imágenes clásicas de los Peanuts: "Queridos amigos. He tenido la fortuna de dibujar a Charlie Brown y a sus amigos durante casi 5O años. He logrado con ello cumplir mi ambición de la infancia. Desgraciadamente, no soy capaz de mantener el calendario que exige una tira diaria.

Mi familia no desea que los Peanuts sean continuados por nadie más; por consiguiente, les anuncio que me retiro". Y después de unos breves agradecimientos, terminaba: "Charlie Brown, Snoopy, Linus, Lucy... Cómo podría jamás olvidarlos. ..". Sus historias estaban apareciendo entonces en 2.600 periódicos de todo el mundo y se habían traducido a más de 25 idiomas. "Mi familia no desea que los Peanuts sean continuados por nadie más", decía. Pero las buenas intenciones familiares no suelen durar demasiado, como demuestra el nuevo filme que se ha producido sobre ellos: Carlitos y Snoopy. La película de Peanuts. Fue uno de sus hijos, Craig Schulz, quien tuvo la idea y el que preparó el guión con su propio hijo, Bryan Schulz, y con Cornelius Uliano. Este caso me recuerda otros famosos. Por ejemplo, lo que hizo la familia del creador de la teoría de la evolución de las especies, Charles Darwin, que en sus últimos años compuso un "esbozo autobiográfico" pensando que podría "entretenerme y resultar, quizá, interesante para mis hijos o para mis nietos". Su esposa, Emma, y uno de esos hijos, Francis, decidieron dar a la imprenta aquellas páginas, pero censurándolas, puesto que contenían pasajes que consideraban ofensivos (en especial, sobre asuntos religiosos). Hubo que esperar a 1958 para que una compasiva (con la memoria de su abuelo) nieta, Nora Barlow, se encargase de sacar a la luz una edición libre de censuras.

Leo que en la nueva película -que se estrenó el pasado día 25-, Carlitos decide dejar de ser un perdedor, convertirse en una persona diferente, y que Snoopy se asocia con Woodstock para escribir una novela, de acción y de amor, en la que aparecen algunas de sus viejas obsesiones. Francamente, me parece una traición... Bien remunerada, por supuesto. Una traición tanto a la memoria de Charles Schulz como a Carlitos y compañía. Aun así, ay, la veré en cuanto pueda •


El Pais Semanal nº2.048 / 27.12.2015