sábado, 5 de febrero de 2011
Mecánica de cuerpos
El futuro ya está aquí
Articulo publicado en el Pais de las Tentaciones el viernes 27 de Marzo de 1998 por Ramón de España. Comisario de una Exposición en Barcelona con lo más mejor de los dibujantes y de la historia de los comics en este país nuestro.
"Curioso asunto este del tebeo español. Tenemos una industria precaria que ni se consolida ni desaparece. Autores y lectores nos pasamos la vida quejándonos del poco caso que nos hace esta sociedad insensible, y a menudo nos sentimos como dinosaurios a punto de desaparecer sepultados bajo el cine, los videojuegos, Internet y cualquier otro invento más moderno, más renovador o más sorprendente...
Pero los tebeos no se acaban. Para comprobarlo basta con echar un vistazo a los autores que figuran en el epílogo de la exposición titulada "12x21". Muy poca gente les conoce, y nuestra precaria industria les niega, por lo general, la entrada en las escasas publicaciones especializadas que aún sobreviven. Pero ellos insisten, a pesar del cine, de los videojuegos, de Internet, de cualquier otro invento...
Se fabrican sus propios "fanzines" alguno de los cuales ("Mr. Brain", por ejemplo) tiene una calidad innegable. Se resisten a abandonar un medio hostil de una realidad aún más hostil, tal vez porque, como dice uno de sus mayores, el gran Max, los tebeos no tienen nada que envidiar a las fuentes principales de las que se nutren, el cine, la ilustración y la literatura. Lo suyo es un heroico voluntarismo que a la fuerza les habrá de conducir a alguna parte.
Los tebeos no han muerto. En todo caso, hibernan en espera de tiempos mejores. De esos tiempos, intuidos a principios de los años ochenta, en los que la historieta ocupe, por fin, el lugar que le corresponde en la narrativa contemporánea. Ramón de España
jueves, 3 de febrero de 2011
La pasión según Caravaggio por Francisco Calvo Serraller
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miércoles, 2 de febrero de 2011
Durero, mago del dibujo
Era capaz de caminar días enteros persiguiendo una liebre, o de pasarse horas muertas estudiando los andares parsimoniosos de un cangrejo. Durero sentía auténtica pasión por dibujar la naturaleza y los animales. En 1515, un sultán de
Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528) fue uno de los grandes artistas del Renacimiento, el Leonardo alemán. Inquieto, curioso y viajero, heredó de su padre. un orfebre de origen húngaro, la maestría en el manejo del buril, una habilidad decisiva para Durero años después. Grabar un dibujo no se diferenciaba mucho de grabar una inicial o un adorno en los cubiertos, pero a nadie antes que Durero se le había ocurrido hacer impresiones en papel en vez de adornos sobre metal.
Durero siempre se sintió mucho más seguro como artista gráfico que como pintor -su firma, un elegante monograma con una A mayúscula que encierra
A Durero le gustaba escribir desde niño en sus diarios. Llevaba su pequeña crónica familiar y gracias a ella hoy sabemos que a Durero El Viejo, su padre, le apasionaban las pinturas de Jan van Eyck y de Rogier van der Weyden, gusto que transmitió a su hijo, quien aprendió a dibujar a una edad muy temprana. A los 13 años dibujó su autorretrato, el primero de la historia del arte que se conserva. "¡Pintado por un chico de 13 años!, el más antiguo dibujo infantil europeo conocido", se admira Ernst Rebela, un especialista en Durero que participa en el catálogo de la exposición del Prado. Pasado el tiempo, un maduro Durero que guardaba en su colección personal este dibujo añade la leyenda: "Dibujé este autorretrato de un espejo en 1484. cuando yo era todavía un niño". Pero lo que no dejó explicado es cómo para dibujar su rostro escogió la punta de plata, un instrumento muy utilizado por los artistas de Flandes que precisa de un trazo muy seguro. ya que no permite borrar ni hacer correcciones sobre el papel.
RETRATOS. Maximiliano l', su protector, dibujado por Durero en 1518, un año antes de que el emperador falleciera. En el centro, `Retrato de su padre', realizado dos años después de su infantil autorretrato. Durero sólo tenía 15 años, pero su maestría en el dibujo de las manos, las sombras, era absoluta. Otro retrato, el de `Anciano', de 1521, es el reflejo del tiempo. La vejez en toda su crudeza.
Grabado "Melancolía I" (1514), grabado sobre metal. Es la reflexión más profunda de Durero sobre el tema del arte, y posiblemente su último autorretrato. Una de sus obras maestras
José Manuel Matilla, comisario de la muestra de Durero y conservador de dibujo y estampas del Museo del Prado, califica esta exposición de "excepcional". Organizada en ocho apartados. permite ver, a su juicio. "cuáles han sido las constantes en la obra de Durero". Las 85 obras de
Buen observador de la realidad, Durero poseía también una gran inventiva. Entre el corazón y el cerebro. Durero apostaba por la técnica, el estudio. Dibuja desnudos femeninos, manos, animales, objetos... De todo aprende y todo le sirve. "Aplasta y estruja una almohada para darle seis formas diferentes y anota cuidadosamente las variaciones", señala Erwin Panofsky, su gran biógrafo.
Sus contemporáneos le adularon y le vilipendiaron a partes iguales. Para los pintores italianos, Durero "no sabía manejar el color". Goethe lo admiró mucho en su juventud, pero desaprobó sus grabados del Apocalipsis, su obra cumbre: "Durero no llegó nunca a sacudirse totalmente al aprendiz de orfebre de Nuremberg. Hay en sus trabajos una diligencia rayana en ansiedad que jamás le permitió alcanzar la visión amplia y la sublimidad... Proserpina raptada por Plutón a lomos de un macho cabrío. Diana apaleando a una ninfa en brazos de un sátiro... todo esto revela una imaginación extraviada, si bien en otros aspectos es un maestro competente, lleno de fuerza y energía".
Erasmo de Rotterdam es más contundente. Él siempre pensó que Durero era un genio: "Qué será lo que no exprese en monocromía, esto es, con líneas negras... Observa con exactitud las proporciones, las armonías y aun llega a representar lo que no se puede representar, el fuego, la luz, el trueno, el relámpago, el rayo, o. como dicen, las nubes en una pared, todas las sensaciones y emociones, todo el espíritu del hombre... Si sobre ellas se extendieran pigmentos, se estropearía la obra".
Núremberg, la ciudad imperial, en el corazón del Sacro Imperio Romano Germánico, asistió a la trayectoria de su artista con división de opiniones. Para unos, la imagen de Durero era la de un hombre piadoso y en paz con Cristo: para otros, sus turbaciones. la búsqueda de una perfección inalcanzable, se reflejaban en muchas di sus obras, como en el grabado Melancolía Pero el artesano artista, paciente observador de animales y paisajes, realista hasta los menores detalles, que ideaba artilugios capaces de proporcionar perspectivas correctas y sometía al cuerpo a un sistema de líneas y círculos, era, según propia confesión, un visionario "lleno de figuras interiores". El contacto con artistas como Bellini. Mantegna, Rafael o Leonardo da Vinci le hizo tomar conciencia de su conflicto entre la inspiración y la creación.
Pionero en tantas cosas, Durero lo fui también en los viajes. Terminada su formación con el mejor pintor de Nuremberg Michael Wolgemut, marchó a Basilea, don de le surgieron oportunidades de publica sus dibujos con los grandes maestros. Peri la familia reclamó su vuelta a Nuremberg Su padre le había arreglado una boda con una joven de la localidad, Agnes Frey. leyenda del matrimonio desdichado de Durero se alimenta con versiones de varios historiadores que consideran a Agnes Frey una auténtica arpía, una chupasangres que no entendió el genio de Durero "Ella no comprendía que la dejara sola en casa para irse a discutir sobre teoría de las proporciones humanas o la geometría descriptiva en lugar de hacer lo que ella hubiera llamado trabajos prácticos". (Edwin Panosfky, Vida y arte de Durero). Durero, en plena luna de miel, decidió emprender a solas su primer viaje a Italia.
En el siglo XV, la meca para los artistas germanos eran Brujas y Gante; Durero abrió el camino de Italia y del Renacimiento en los países del norte. Regresó de Italia en 1495, y los cinco años siguientes fueron los de mayor intensidad creadora. Durero siente la necesidad de estudiar la teoría de las proporciones y la perspectiva y alejarse de obras "robustas, pero irreflexivas". Maneja el buril con tal delicadeza que los grabados de esta etapa presentan el doble o el triple de líneas por centímetro cuadrado que los anteriores.
La aparición de un cometa en 1503 ("el mayor portento que yo he visto") llenó la mente de Durero de siniestros presagios. El ánimo de Durero está tan encogido que sólo dibuja rostros angustiados de Cristo. Persigue hacer un retrato a Lutero: "Lo grabaré como recordatorio perdurable del cristiano que me ha ayudado a salir de grandes ansiedades". Se adhirió a la causa del protestantismo de tal forma que abandonó todo contenido profano en sus obras.
En 1512 entra al servicio del emperador Maximiliano I. Cuando éste murió, en 1519, Durero estuvo a punto de viajar a España para entrevistarse con su sucesor, el emperador Carlos V, y renovar su pensión, pero le dio pereza y esperó hasta que Carlos se desplazó para su coronación a los Países Bajos. Fue uno de sus últimos viajes.
Durante su estancia en Gante le hablaron de una ballena varada. Su pasión por los animales le hizo ponerse rápidamente en camino hacia la costa. No vio a la ballena y Durero enfermó de fiebres, posiblemente de malaria, que poco a poco minaron su salud. Murió el 6 de abril de 1528. Su tumba en Núremberg tiene inscrito el epitafio que le dedicó su amigo Pirckheimer: "Cuanto de mortal hubo en Alberto Durero queda cubierto por este sepulcro". La que fuera su casa, al pie de la soberbia muralla de Nuremberg, es visitada cada año por miles de turistas que compran a manos llenas reproducciones de su famoso dibujo de la liebre, convertido ya en el símbolo de la ciudad y de Durero. •
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La exposición Duero, obras maestras de
Tres de sus acuarelas dibujadas en diferentes etapas de su vida:"Vista del castillo de Innsbruck"(1494) "Ala de una carraca"(1512) y "Manos"(1508).
Alberto Durero dejó un inmenso legado artístico no sólo por la excelencia de su calidad como pintor, dibujante y grabador, que le convierten en uno de los mejores maestros del Renacimiento europeo, sino por la amplitud de sus intereses intelectuales y su fascinante personalidad. Durante mucho tiempo se le consideró la culminación del arte alemán, sacándole de las estrechas miras de un verismo prolijo y la dureza de su contorno lineal, pero esta reivindicación estrictamente nacionalista de su aportación, alimentada desde el surgimiento del romanticismo germánico, no hace justicia con otras dimensiones complementarias de su fecundo talento. Durero, que viajó a prácticamente todos los lugares que un artista de su época necesitaba idealmente visitar, tuvo la posibilidad de contrastar lo que significó cada uno de los núcleos del nuevo arte renacentista y hacer una original síntesis de todo ello. Consciente de lo que el artista moderno debía tener de científico y humanista, no sólo estudió la doctrina artística clásica, sino que escribió sendos tratados sobre el arte de medición geométrica, sobre las proporciones del cuerpo humano y sobre la manera de fortificar ciudades, castillos y burgos.
Si todos estos datos aproximan la figura de Durero a la de su gran contemporáneo, Leonardo da Vinci, el artista alemán fue, si se quiere, más ordenado y sistemático, pero no por ello menos apasionado y original que el también genial italiano. Por otra parte, le tocó vivir, desde dentro, la crisis del humanismo y
Es uno de los primeros artistas modernos en ahondar en la introspección, como lo revelan sus maravillosos autorretratos, pero también en la observación atenta de la naturaleza, a la que miró con ojos de matemático y de físico. Su zozobra espiritual en un mundo cambiante no le restó objetividad ni profundo sentido histórico. No es extraño los elogios que le dedicaron las principales cabezas de la agitada época que le tocó vivir, entre ellas la del mismo Erasmo, que lo calificó de "nuevo Apeles", pero su rigor intelectual nunca estuvo exento de sincera pasión y hay una estremecedora intensidad en cada una de sus imágenes. Hoy, a Durero no se le admira sólo por ser el modernizador del arte alemán, sino como uno de los grandes creadores del humanismo clasicista de toda Europa. •
martes, 1 de febrero de 2011
Se puede vivir del cómic... hecho en París
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ANÁLISIS: vida&artes
El tebeo recupera protagonismo en el ocio de jóvenes y adultos, pero España vive una fuga de creadores - La industria nacional, aún débil, prefiere comprar derechos fuera que producir en casa
TEREIXA CONSTENLA 01/02/2011
En un lugar llamado España hubo un tiempo en el que se vendían más de siete millones de tebeos al mes. Se ofertaban en cualquier esquina, en miles de reductos conocidos como quioscos. Había historias sobre espías torpes, albañiles chapuzas y casposas comunidades de vecinos. Fuese por inteligencia o mordacidad, entre los lectores triunfaban los antihéroes. La factoría que saciaba aquella voracidad se llamaba Bruguera.
Luego los lectores crecieron, una guerra por petróleo disparó el precio del papel, se difundieron los videojuegos y nuevas formas de entretenimiento juvenil. Los tebeos se marchitaron, Bruguera cayó. En el mundillo, un cataclismo. "Fue como si cerrase
Enjuiciar la salud actual de la industria del cómic obliga a recordar los antecedentes. El diagnóstico no es simple. Comparada con los días de vino y rosas, vive una época de tiradas timoratas -el gran superventas de los últimos años, Arrugas (Astiberri), de Paco Roca, va por los 30.000 ejemplares-. Si pensamos en los ruinosos noventa, la situación es floreciente (incorporación de nuevos lectores, proliferación de tiendas especializadas y presencia en grandes superficies). ¿Da para vivir del cómic? No.
Bueno, un momento. Los autores españoles no pueden vivir del cómic español (salvo contadas excepciones) pero... pueden vivir del cómic extranjero. El cómic exporta talento a mansalva. Algo novedoso. Santamaría calcula que unos 60 autores trabajan para editoriales de Francia o Estados Unidos. El Salón del Cómic de Barcelona contribuye a que el idilio no decaiga: en la última edición propiciaron 300 entrevistas entre editores extranjeros y creadores españoles.
El éxito tiene un claro efecto bumerán. Si un español triunfa en Estados Unidos o Francia, las editoriales españolas (incluidas aquellas que le hayan ninguneado en sus días de perfecto desconocido) lo recibirán con los brazos abiertos. Lean algunos ejemplos.
Blacksad (Norma editorial), una de las series más vendidas en Francia, es una creación de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido. El asunto arrancó en aquellos tiempos malos. "En España era la época de la crisis más profunda. Juanjo ya vivía en París, había trabajado para Disney y nos animamos a intentarlo allí", revive Juan Díaz Canales (Madrid, 1972). El primer Blacksad, un cómic de género detectivesco con animales como personajes, arrancó con 30.000 ejemplares que se volatilizaron en un mes. Desde entonces la serie que edita Dargaud para el mercado franco-belga ha vendido más de 200.000 ejemplares. "Hemos entrado en un club muy selecto, muy pocas series venden esas cifras", reconoce el guionista Díaz Canales.
En España también es un éxito, aunque la tirada esté a años luz. "Es casi matemático, la proporción es de
El guionista Juan Torres (Málaga, 1972) paseó El velo por varias editoriales y revistas españolas sin despertar interés. Avalado por anteriores trabajos (entre ellos CSI) tanteó el mercado en Estados Unidos, donde anteponen las series a las historias propias. "Fueron un poco reticentes pero probaron y funcionó bien, ahora se ha traducido al español", cuenta. Y sin sorna añade: "Estamos todos locos por publicar en España, pero las editoriales prefieren comprar los derechos para traducir, mucho más barato que producir una obra".
Jaime Martín (Barcelona, 1966) aborrece a los superhéroes. Cuando cerró El Víbora, revista de cómic de adultos donde había recreado historias de sexo, drogas y rock'n'roll generacionales, miró hacia Estados Unidos y concluyó que tenía cero opciones y cero interés. "Si el concepto de héroe me echa para atrás, al de superhéroe, un tipo con el pijama apretado y el calzoncillo por fuera, lo detesto. Si estás dispuesto a dibujar cualquier cosa y eres rápido puedes vivir de ello, pero quería dibujar mis propias historias".
El manga japonés, el otro gran mercado mundial, tampoco le sedujo. Quedaba Francia, el tercer coloso. Le costó vender su primer álbum hasta que un agente lo hizo por él a la misma editorial que antes le había rechazado. Ahora su último trabajo, Todo el polvo del camino (Dupuis en Francia, Norma editorial en España), una historieta sobre
Unas cifras alejadas de las 18.000 copias que vendió Martín de su primer álbum, Sangre de barrio, en 1990. Tiempos aún de alegrías. "No sé por qué ha pasado pero las tiradas han ido disminuyendo continuamente desde la primera guerra del Golfo. Mi teoría es que hay demasiadas opciones de ocio y tienes que escoger, no hay dinero para ir al cine, comprar tebeos y videojuegos a la vez", expone. Su predicción es apocalíptica: "El cómic se extinguirá o se convertirá en algo minoritario, como la poesía. Y tampoco será una catástrofe, pero ¿qué sentido tendrá cuando puedas tener sensaciones virtuales?".
Díaz Canales, Torres y Martín viven, con sus matices, del mercado exterior. Porque también los royalties generados por sus ventas en España llegan a través de las editoriales extranjeras que tienen los derechos sobre sus álbumes en todo el mundo. De esta paradoja no se ha librado ni el exitoso Arrugas, premio Nacional del Cómic en 2008.
Paco Roca (Valencia, 1969), tras algunas obras en revistas y el álbum El juego lúgubre(
Pero en 2010, Astiberri, una pequeña editorial fundada hace diez años por tres socios que no aspiraban a hacerse ricos y sí a disfrutar del trabajo, recuerda Laureano Domínguez, uno de los socios, se decidió a dar el paso y producir el nuevo título de Paco Roca, El invierno del dibujante. Salió a la calle a finales del año pasado y lleva 12.000 ejemplares despachados. Cuando se traduzca en otros países, Astiberri hará caja por losroyalties. Pleno al quince. "Ganaría más dinero si trabajase para el mercado francés, pero por el idioma, la cercanía y las influencias me resulta perfecto trabajar como hemos hecho con El invierno del dibujante", se sincera Roca, dispuesto a repetir la experiencia en su próximo trabajo.
El escaso riesgo de las editoriales españolas -que facturan al año unos 90 millones de euros- es uno de los reproches más comunes entre los dibujantes. "Comprar derechos es más barato que producir un álbum", reitera Roca.
En 2010, según Carles Santamaría, solo el 15% de las novedades que llegaron al mercado español fueron títulos producidos en casa. Un porcentaje que coincide con la actividad de Glénat. Entre los 200 títulos que sacó a la calle el año pasado, el manga fue hegemónico: el 60%. La producción propia rondó entre el 15% y el 20%, entre ellos un álbum en el que Félix Sabaté, editor jefe de Glénat, se empeñó especialmente: Quince años en la calle, el cómic autobiográfico en el que Miguel Fuster narraba su vida como sin techo.
"Personal y profesionalmente prefiero la producción propia, es más gratificante trabajar con el autor mano a mano. Además, cuando tú produces algo, todos los derechos son para ti", sostiene Sabaté. La compra de un título en el exterior, la opción más barata y sencilla, tiene sus desventajas. "Es un arma de doble filo porque puedes explotar la licencia unos años pero no siembras, mientras que un autor que llevas tú es alguien que puedes tener en catálogo y sin catálogo estás muerto", concluye el editor de Glénat.
Sabaté es de los que ven el vaso medio lleno. "Quien se queja es un quejica. Estamos mejor que nunca. Hemos ocupado el espacio que antes las grandes superficies dedicaban al DVD. El lector especializado va a las tiendas y el ocasional, a las grandes cadenas". Ahora bien, si Mireia Pérez (Valencia, 1984), ganadora del premio de
Los 10.000 euros que recibirá Mireia Pérez son como una beca que le permitirá desarrollar su historia. La próxima vez, cuando pugne con el mercado, podrá aspirar a un anticipo sobre las ventas. Los autores ponen la creatividad y reciben un escuálido 10%. Las editoriales ponen el riesgo y se quedan entre un 30% y un 40%. El resto es para los distribuidores y librerías, una parte del negocio que sí da de sí: hay ya casi 240 tiendas especializadas en España. "Lo más importante en el mercado español, que es el segundo en Europa y está en plena transformación", sentencia un optimista Carles Santamaría, "es el recorrido que nos queda".
miércoles, 26 de enero de 2011
Vidas paralelas por Julia Luzán
No es impresionismo, pero es terriblemente impresionante. Ni Turner ni Monet pintaron nunca unos rayos de sol tan cegadores como los cuadros de Sorolla". El político y escritor francés Henry Rochefort se llena de elogios -"No conozco pincel que contenga tanto sol"-ante la obra del artista valenciano, que a principios del siglo XX había conquistado París con todos los honores. Por aquellas mismas fechas, otro joven pintor, John Singer Sargent, "un Degas norteamericano", triunfaba con sus retratos en Londres y Francia. Amigo de Monet, con el quepintó al alimón en su casa de Givernv. fuecompañero de viaje de los impresionistas, pero no quiso formar parte del movimiento. Sargent y Sorolla estaban, por edad, muy cerca de la generación que revolucionó el arte contemporáneo, la de Van Gogh, Gauguin, Seurat y Cézanne, pero nunca se alinearon con ellos. Exploraron al máximo la pintura de la luz y el color y se mantuvieron lejos de cualquiera de los ismos que surgieron en el siglo pasado.
Tomás Llorens, conservador jefe del Museo Thyssen de Madrid hasta hace un año y comisario de la muestra Sargent / Sorolla que inaugura la temporada, pone en evidencia el olvido que han sufrido ambos pintores y el hecho de que todavía hoy "muchos españoles se sorprenden cuandose les dice que entre 1900 y 1910 Sorolla gozaba de mayor reconocimiento internacional que Picasso".
Sorolla (1863-1923) y Sargent (1856-1925) tuvieron una inmensa popularidad en su época y entraron en declive cuando el sigalo XX cambió de rumbo tras las dos guerras mundiales. A ambos les unió el afán por lograr una pintura moderna a partir de la tradición naturalista. Reconciliadores de lo antiguo con lo nuevo, dejaron patente en sus pinturas respectivas un buennúmero de afinidades.
Joaquín Sorolla, "un pintor pintor", fue un artista arraigado en su contexto valenciano, mediterráneo y español. Sargent, mucho más mundano y cosmopolita, llegó a ser el retratista más solicitado de su época. Americano de origen y de vocación, vivió como un ciudadano del mundo. Nacido accidentalmente en Florencia, su infancia y educación transcurrieron entre París y Londres. Entre sus amigos hubo escritores como Henry James o Robert Louis Stevenson y artistas como Monet y Rodin. Los impresionistas franceses lo consideraban uno de los suyos, pero los academicistas británicos, también.
Sargent y Sorolla se conocieron seguramente en París, entonces capital indiscutible del arte, con motivo de
Siguiendo los pasos de su admirado Manet, también Sargent viajó a Madrid para visitar el Museo del Prado y estudiar a Velázquez -siempre se enorgulleció de su copia del Esopo del pintor sevillano-. Aprendió a pintar con grandes pinceladas envolviendo la figura por detrás con amplias sombras, medios tonos y luces. Pero la influencia de Velázquez es también decisiva en la pintura de Sorolla. La luz y la composición dominan su pintura, y desde principios de 1890 ya empieza a destacar como retratista, algo que parece sorprender al propio pintor: "¡Yo pintor de retratos!". El caso es que hizo más de 400 y que los grandes personajes de la vida cultural, social y política posaron para él.
En 1908, Sorolla expone en Londres. Le presentan como "el más grande de los pintores vivos". Sargent le acompaña probablemente en su visita a la capital inglesa. Todos le agasajan. "Anoche", escribe a Clotilde, "estuve en
En París, los artistas discutían sobre las vanguardias. Experimentaban con el cubismo y el fauvismo y faltaban algunos años para que André Breton escribiera su Manifiesto surrealista. El ruido de sables de
Sargent y Sorolla ofrecen con sus retratos un who is who de la sociedad de aquellos años. Reyes, presidentes, ricos y famosos desfilan para sus pinceles, Unamuno, Ortega, Marañón, Ramón y Cajal, Alfonso XIII, en el caso del español; Theodore Roosevelt, Vaslav Nijinsky, John D. Rockefeller, Henry James, la señora Vanderbilt y una de sus protectoras, la bostoniana Isabella Stewart Gardner, para Sargent.
El dandismo del que hacía gala Sargent era la mejor tarjeta de visita para su pintura, algo que Roger Fry, el pintor del pos-impresionismo, miembro destacado del círculo de Bloomsbury, amigo de la escritora Virginia Woolf, definió como atracción hacia la "aristocrática vulgaridad".
Su postura de no tomar partido por ningún movimiento pictórico fue en él una forma de significarse y, aunque no inventó nada, lo cambió todo. "Pinto lo que veo... Y no me gusta investigar lo que no aparece ante mis ojos. Hago crónica. No juzgo", solía decir. Su corrección externa se transformaba en un volcán interior. Era un bon vivant que disfrutaba con la comida y los placeres. Amaba la música, leer y jugar al ajedrez en su casa de Londres, en el elegante barrio de Chelsea. También el baile español que descubrió en sus viajes a Andalucía. Su sexualidad siempre oculta se revela a través de sus dibujos de desnudos masculinos, de magnífica sensualidad.
Mientras Sorolla pinta los murales de la Hispanic Society, Sargent hace lo mismo en las salas de la nueva Biblioteca Pública de Boston. Embarcado en una obra monumental, elige como tema pasajes del Antiguo Testamento, obsesionado con emular a Miguel Ángel. Ambos se dejan las pestañas en estos encargos por los que paradójicamente no pasarán a la historia de la pintura.
Cansados, agobiados por la finalización de estas obras, Sorolla y Sargent pierden la salud. Sus vidas se separan definitivamente. Sorolla muere en 1923. Valencia le despide como a un general. Sargent lo hará dos años más tarde, en 1925, y se le rinden honores casi reales en la abadía de Westminster, en Londres. •
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La exposición Sargent / Sorolla' se inaugura el próximo martes en el Museo Thyssen de Madrid y puede verse hasta el 7 de enero de 2007.
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