Era capaz de caminar días enteros persiguiendo una liebre, o de pasarse horas muertas estudiando los andares parsimoniosos de un cangrejo. Durero sentía auténtica pasión por dibujar la naturaleza y los animales. En 1515, un sultán de
Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528) fue uno de los grandes artistas del Renacimiento, el Leonardo alemán. Inquieto, curioso y viajero, heredó de su padre. un orfebre de origen húngaro, la maestría en el manejo del buril, una habilidad decisiva para Durero años después. Grabar un dibujo no se diferenciaba mucho de grabar una inicial o un adorno en los cubiertos, pero a nadie antes que Durero se le había ocurrido hacer impresiones en papel en vez de adornos sobre metal.
Durero siempre se sintió mucho más seguro como artista gráfico que como pintor -su firma, un elegante monograma con una A mayúscula que encierra
A Durero le gustaba escribir desde niño en sus diarios. Llevaba su pequeña crónica familiar y gracias a ella hoy sabemos que a Durero El Viejo, su padre, le apasionaban las pinturas de Jan van Eyck y de Rogier van der Weyden, gusto que transmitió a su hijo, quien aprendió a dibujar a una edad muy temprana. A los 13 años dibujó su autorretrato, el primero de la historia del arte que se conserva. "¡Pintado por un chico de 13 años!, el más antiguo dibujo infantil europeo conocido", se admira Ernst Rebela, un especialista en Durero que participa en el catálogo de la exposición del Prado. Pasado el tiempo, un maduro Durero que guardaba en su colección personal este dibujo añade la leyenda: "Dibujé este autorretrato de un espejo en 1484. cuando yo era todavía un niño". Pero lo que no dejó explicado es cómo para dibujar su rostro escogió la punta de plata, un instrumento muy utilizado por los artistas de Flandes que precisa de un trazo muy seguro. ya que no permite borrar ni hacer correcciones sobre el papel.
RETRATOS. Maximiliano l', su protector, dibujado por Durero en 1518, un año antes de que el emperador falleciera. En el centro, `Retrato de su padre', realizado dos años después de su infantil autorretrato. Durero sólo tenía 15 años, pero su maestría en el dibujo de las manos, las sombras, era absoluta. Otro retrato, el de `Anciano', de 1521, es el reflejo del tiempo. La vejez en toda su crudeza.
Grabado "Melancolía I" (1514), grabado sobre metal. Es la reflexión más profunda de Durero sobre el tema del arte, y posiblemente su último autorretrato. Una de sus obras maestras
José Manuel Matilla, comisario de la muestra de Durero y conservador de dibujo y estampas del Museo del Prado, califica esta exposición de "excepcional". Organizada en ocho apartados. permite ver, a su juicio. "cuáles han sido las constantes en la obra de Durero". Las 85 obras de
Buen observador de la realidad, Durero poseía también una gran inventiva. Entre el corazón y el cerebro. Durero apostaba por la técnica, el estudio. Dibuja desnudos femeninos, manos, animales, objetos... De todo aprende y todo le sirve. "Aplasta y estruja una almohada para darle seis formas diferentes y anota cuidadosamente las variaciones", señala Erwin Panofsky, su gran biógrafo.
Sus contemporáneos le adularon y le vilipendiaron a partes iguales. Para los pintores italianos, Durero "no sabía manejar el color". Goethe lo admiró mucho en su juventud, pero desaprobó sus grabados del Apocalipsis, su obra cumbre: "Durero no llegó nunca a sacudirse totalmente al aprendiz de orfebre de Nuremberg. Hay en sus trabajos una diligencia rayana en ansiedad que jamás le permitió alcanzar la visión amplia y la sublimidad... Proserpina raptada por Plutón a lomos de un macho cabrío. Diana apaleando a una ninfa en brazos de un sátiro... todo esto revela una imaginación extraviada, si bien en otros aspectos es un maestro competente, lleno de fuerza y energía".
Erasmo de Rotterdam es más contundente. Él siempre pensó que Durero era un genio: "Qué será lo que no exprese en monocromía, esto es, con líneas negras... Observa con exactitud las proporciones, las armonías y aun llega a representar lo que no se puede representar, el fuego, la luz, el trueno, el relámpago, el rayo, o. como dicen, las nubes en una pared, todas las sensaciones y emociones, todo el espíritu del hombre... Si sobre ellas se extendieran pigmentos, se estropearía la obra".
Núremberg, la ciudad imperial, en el corazón del Sacro Imperio Romano Germánico, asistió a la trayectoria de su artista con división de opiniones. Para unos, la imagen de Durero era la de un hombre piadoso y en paz con Cristo: para otros, sus turbaciones. la búsqueda de una perfección inalcanzable, se reflejaban en muchas di sus obras, como en el grabado Melancolía Pero el artesano artista, paciente observador de animales y paisajes, realista hasta los menores detalles, que ideaba artilugios capaces de proporcionar perspectivas correctas y sometía al cuerpo a un sistema de líneas y círculos, era, según propia confesión, un visionario "lleno de figuras interiores". El contacto con artistas como Bellini. Mantegna, Rafael o Leonardo da Vinci le hizo tomar conciencia de su conflicto entre la inspiración y la creación.
Pionero en tantas cosas, Durero lo fui también en los viajes. Terminada su formación con el mejor pintor de Nuremberg Michael Wolgemut, marchó a Basilea, don de le surgieron oportunidades de publica sus dibujos con los grandes maestros. Peri la familia reclamó su vuelta a Nuremberg Su padre le había arreglado una boda con una joven de la localidad, Agnes Frey. leyenda del matrimonio desdichado de Durero se alimenta con versiones de varios historiadores que consideran a Agnes Frey una auténtica arpía, una chupasangres que no entendió el genio de Durero "Ella no comprendía que la dejara sola en casa para irse a discutir sobre teoría de las proporciones humanas o la geometría descriptiva en lugar de hacer lo que ella hubiera llamado trabajos prácticos". (Edwin Panosfky, Vida y arte de Durero). Durero, en plena luna de miel, decidió emprender a solas su primer viaje a Italia.
En el siglo XV, la meca para los artistas germanos eran Brujas y Gante; Durero abrió el camino de Italia y del Renacimiento en los países del norte. Regresó de Italia en 1495, y los cinco años siguientes fueron los de mayor intensidad creadora. Durero siente la necesidad de estudiar la teoría de las proporciones y la perspectiva y alejarse de obras "robustas, pero irreflexivas". Maneja el buril con tal delicadeza que los grabados de esta etapa presentan el doble o el triple de líneas por centímetro cuadrado que los anteriores.
La aparición de un cometa en 1503 ("el mayor portento que yo he visto") llenó la mente de Durero de siniestros presagios. El ánimo de Durero está tan encogido que sólo dibuja rostros angustiados de Cristo. Persigue hacer un retrato a Lutero: "Lo grabaré como recordatorio perdurable del cristiano que me ha ayudado a salir de grandes ansiedades". Se adhirió a la causa del protestantismo de tal forma que abandonó todo contenido profano en sus obras.
En 1512 entra al servicio del emperador Maximiliano I. Cuando éste murió, en 1519, Durero estuvo a punto de viajar a España para entrevistarse con su sucesor, el emperador Carlos V, y renovar su pensión, pero le dio pereza y esperó hasta que Carlos se desplazó para su coronación a los Países Bajos. Fue uno de sus últimos viajes.
Durante su estancia en Gante le hablaron de una ballena varada. Su pasión por los animales le hizo ponerse rápidamente en camino hacia la costa. No vio a la ballena y Durero enfermó de fiebres, posiblemente de malaria, que poco a poco minaron su salud. Murió el 6 de abril de 1528. Su tumba en Núremberg tiene inscrito el epitafio que le dedicó su amigo Pirckheimer: "Cuanto de mortal hubo en Alberto Durero queda cubierto por este sepulcro". La que fuera su casa, al pie de la soberbia muralla de Nuremberg, es visitada cada año por miles de turistas que compran a manos llenas reproducciones de su famoso dibujo de la liebre, convertido ya en el símbolo de la ciudad y de Durero. •
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La exposición Duero, obras maestras de
Tres de sus acuarelas dibujadas en diferentes etapas de su vida:"Vista del castillo de Innsbruck"(1494) "Ala de una carraca"(1512) y "Manos"(1508).
Alberto Durero dejó un inmenso legado artístico no sólo por la excelencia de su calidad como pintor, dibujante y grabador, que le convierten en uno de los mejores maestros del Renacimiento europeo, sino por la amplitud de sus intereses intelectuales y su fascinante personalidad. Durante mucho tiempo se le consideró la culminación del arte alemán, sacándole de las estrechas miras de un verismo prolijo y la dureza de su contorno lineal, pero esta reivindicación estrictamente nacionalista de su aportación, alimentada desde el surgimiento del romanticismo germánico, no hace justicia con otras dimensiones complementarias de su fecundo talento. Durero, que viajó a prácticamente todos los lugares que un artista de su época necesitaba idealmente visitar, tuvo la posibilidad de contrastar lo que significó cada uno de los núcleos del nuevo arte renacentista y hacer una original síntesis de todo ello. Consciente de lo que el artista moderno debía tener de científico y humanista, no sólo estudió la doctrina artística clásica, sino que escribió sendos tratados sobre el arte de medición geométrica, sobre las proporciones del cuerpo humano y sobre la manera de fortificar ciudades, castillos y burgos.
Si todos estos datos aproximan la figura de Durero a la de su gran contemporáneo, Leonardo da Vinci, el artista alemán fue, si se quiere, más ordenado y sistemático, pero no por ello menos apasionado y original que el también genial italiano. Por otra parte, le tocó vivir, desde dentro, la crisis del humanismo y
Es uno de los primeros artistas modernos en ahondar en la introspección, como lo revelan sus maravillosos autorretratos, pero también en la observación atenta de la naturaleza, a la que miró con ojos de matemático y de físico. Su zozobra espiritual en un mundo cambiante no le restó objetividad ni profundo sentido histórico. No es extraño los elogios que le dedicaron las principales cabezas de la agitada época que le tocó vivir, entre ellas la del mismo Erasmo, que lo calificó de "nuevo Apeles", pero su rigor intelectual nunca estuvo exento de sincera pasión y hay una estremecedora intensidad en cada una de sus imágenes. Hoy, a Durero no se le admira sólo por ser el modernizador del arte alemán, sino como uno de los grandes creadores del humanismo clasicista de toda Europa. •
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