El faro del fin del mundo / Jacinto Antón
Ralph Fiennes, en un momento de El paciente inglés.
He estrechado la mano del paciente inglés y me he asomado a sus ojos llenos de dunas anaranjadas al alba, ya puedo morir en paz. La visita a Barcelona de Ralph Fiennes, el protagonista de la inolvidable película de Anthony Minghella, en la que encarnaba al conde Almásy, me permitió hace unos días entrevistar al actor y expresarle en persona mi pasión por el explorador húngaro, del que ha sido el actor su gran avatar cinematográfico. Fiennes, al que sorprendí con mi vehemencia, no comparte (allá él) la misma obsesión que yo por Almásy, aunque me dijo que recuerda el personaje con cariño y que aún lo tiene por ahí dentro.
No tuvimos oportunidad de hablar largo y tendido sobre el desierto líbico, Herodoto, la Cueva de los Nadadores o el Bósforo de Almásy, pero conseguí que me dedicara mi preciado ejemplar del guión de El paciente inglés, escrito por el propio Minghella a partir de la novela del mismo título de Michael Ondaatje. El paciente inglés firmado por el paciente inglés, ahí es nada.
Pero lo más sorprendente en la estela del encuentro con Fiennes ha sido descubrir, gracias al profesor Jorge García Sanchez que hubo otro periodista relacionado con Almásy, en este caso con el explorador real (1895-1951) que inspiró El paciente inglés. En el libro Nel Sahara, sulle tracce di Mister D. (2013), el investigador Alessandro Menardi documenta la historia de su compatriota el reportero italiano Ugo Dadone, que formó parte en 1934, con 48 años, de una de las expediciones de Lászlo Almásy a los confines del desierto líbico, y escribió varias crónicas periodísticas sobre el viaje. Más allá de la insana envidia que me provoca que Almásy haya viajado con un periodista que no fuera yo, he descubierto en Dadone a un personaje casi tan extravagante como el propio conde.
A mí de entrada Dadone no me caía simpático porque era un fascista de tomo y lomo, amigo de Mussolini. A Almásy tampoco le caía bien Dadone y de hecho en su propio relato de la expedición le menciona como "D.", ninguneándolo. Pero el periodista italiano ha resultado ser un tipo interesantísimo -Menardi dice no sin razón que parece salido de una novela, no en balde llegaron a denominarlo "el Lawrence de Arabia italiano"- aparte de escribir muy bien.
El caso es que Dadone (1886-1963) era una agente secreto italiano, "una especie de 007", en Egipto, colocado en la expedición para controlar y espiar aprovechando que se dirigían a una zona conflictiva -entre la cirenaica italiana y el Sudán angloegipcio-, cuya soberanía era objeto de disputa internacional.
Como pasa son los personajes interesantes, nuestro italiano es un tipo muy ambiguo, tanto como el propio Almásy, del que sospechaban todos. Impenitente fascista y amigo personal de Mussolini, resulta que Dadone era masón y ¡judío! Fue bígamo según la ley italiana, periodista, diplomático, de la CIA... Intimó con D´Annunzio, con Ezra Pound, con Edvard Beneš. Había vivido en Nueva York y viajado en piragua al Gran Chaco brasileño. Parece haber sido un compañero de viaje incómodo, al que le resultó difícil adaptarse a la vida en el desierto. A Dadone le entró además la obsesión paranoica de que Almásy había encontrado el tesoro del ejército enterrado de Cambises, pero quería mantenerlo en secreto para no compartirlo con los compañeros de expedición.
Con todo, el libro de Menardi me ha servido para descubrir a un segundo periodista que viajaba en la misma expedición de Almásy y con el que me identifico mucho más: el egipcio Hassan Sabhi, corresponsal de Al-Ahram. Sabhi, mucho menos mundano, retorcido e inestable que Dadone, también escribió una serie de reportajes de la aventura (se incluyen asimismo en el libro). Estuvo mucho más cerca de Almásy, al que admiraba sobremanera (como cierto periodista catalán) y del que traza un interesantísimo perfil.
Junto a la hoguera, al final de la fornada, Sobhi, que se enamora del desierto en el viaje, se emborracha de los relatos del explorador, sus aventuras y peligros. Afortunado mortal y feliz colega, ¡quién pudiera haber oído a Almásy hablar del Gran Mar de Arena, de Heródoto y de la fabulosa Zerzura, en la larga noche de la caravana!
El Pais, Sábado 17 de mayo de 2025
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