El tribunal de los secretos
Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen
Dolmen Editorial
EE. UU.
Cartoné
308 págs.
Color
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«Esta casa...».
En algún lugar hay una casa que atrae a los perdidos. Parece abandonada. Parece embrujada. Se ha escrito sobre ella. Se habla sobre ella entre susurros. Te llama entre susurros. «Con sus goznes herrumbrosos. La pintura cayéndose de las abombadas paredes y fragmentos de cemento por todas partes... Sus secretos arrancados durante indiferentes meses y años por tormentas y borrascas...».
Bajo la cabecera de La casa de los secretos se fue publicando, desde la Edad de Plata de los cómics, comenzando en 1956, hasta 1978, una serie antológica de historietas breves, la mayoría de las veces auto-conclusivas, y siempre de misterio o suspense (en la primera década, incluyendo el terror en la segunda). Con una serie paralela que se titulaba La casa de los misterios. Ambas tenían dos «anfitriones» (seres extraños que servían de hilo conductor e introducían las historietas al más puro estilo EC Cómics, como el archiconocido Guardián de la Cripta): Abel era el encargado de los secretos, mientras que a su hermano Caín le encomendaban los misterios. Muchos artistas archiconocidos pasaron por sus páginas, dibujando portadas o interiores: como Neal Adams, Michael Kaluta o Bernie Wrightson. Pero fueron el guionista Mike Friedrich y el dibujante Jerry Grandenetti quienes redefinieron la idiosincrasia de esta casa tan particular y explicaron sus orígenes.
En los años ochenta y noventa, tanto Caín como Abel se convertirían en personajes recurrentes de The Sandman y la Casa de los Secretos aparecería también, como una suerte de almacén que se cruza entre el mundo real y el ensueño.
Fue precisamente en el sello Vertigo, de DC Cómics, hogar de Morfeo y los eternos, donde reviviría la cabecera por segunda vez con un nuevo título y un nuevo concepto, más orientado a lectores adultos. Ahora, la Casa de los Secretos es una mansión móvil que puede aparecer en distintos sitios. Está encantada, poseída por los Juris, espíritus sedientos de secretos que invocan a quienes los poseen para juzgarlos y condenarlos. Un Tribunal de los Secretos muy particular que entiende con similar gravedad actos de diversa índole: desde agresiones sexuales a mentirijillas piadosas. Quien guarde un secreto tendrá que someterse a la curia. Nadie está a salvo.
El tribunal de los secretos es uno de los cómics de Vertigo que quedaban inconclusos en España, en una especie de sueño, esperando que alguna editorial se animase a despertarlo. Norma Editorial había comenzado con ella en los años 2000, pero quedó inconclusa. Ahora ha sido Dolmen quien la ha publicado completa en dos potentes volúmenes.
Steven T. Seagle (como curiosidad, es uno de los creadores de la serie televisiva Ben 10) y Teddy Kristiansen (Sandman Mystery Theatre, Tarzan...), el tándem encargado de presentar una de las historias más personales y originales sobre el Hombre de Acero, en Es un pájaro, es un avión, vuelven a trabajar juntos en esta historia que tiene como elementos comunes unos personajes redondos, que se mueven en una escala moral de grises y con un estilo gráfico particularísimo, sintético y feista, que, con su estética única, no deja indiferente. Es clave el color de Bjarne Hansen, con el que se consigue una atmósfera sucia y asfixiante; a veces cercana a lo preternatural.
Los seres humanos conviven con los secretos desde el principio de los tiempos. En silencio, la información o la ausencia de ella se han convertido en protagonistas. Una mirada, una sonrisa, un gesto... pueden significar mucho y pueden ocultar otro tanto. Pero ¿qué ocurre cuando los secretos se revelan? La respuesta es compleja y plural; con connotaciones filosóficas y hasta metafísicas. Es, a la vez, una y muchas. Como descubrirá Rain Harper, la protagonista de esta historia.
Adolescente. Fugitiva. Enfadada. Sin rumbo. Sin vuelta atrás. En su huida hacia delante, buscando un lugar donde refugiarse, se encontrará con la casa y con el tribunal de los secretos que alberga; y su vida cambiará para siempre. Junto a otra joven, Tracy, tendrá que afrontar lo que la casa les tenga preparado. Rain se convertirá en testigo involuntaria y participante. Su papel como lectora de las sentencias (pequeñas piezas centradas en personajes individuales que se van montando) aporta una fuerza especial a la trama, dotándola de una gran responsabilidad moral que se traslada, de forma directa, a los lectores. El conflicto interno está servido: salvar o condenar. He ahí la cuestión.
Un cómic profundo y poliédrico que invita a la reflexión interna. «Esta casa... esta errática jueza de oscuro carácter... Te llama. Te ofrece cobijo... y te traga entero...».
«Esta casa...».
Jot Down 2024
Anuario Comics
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