viernes, 31 de enero de 2025

Lee Miller y el conde Almásy

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón



Lee Miller, retratada con su uniforme de corresponsal de guerra por un fotógrafo desconocido.

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Aunque no tanto como mi hermana Graziella, que hasta se ha disfrazado de ella, soy un gran fan de Lee Miller, la célebre fotógrafa y corresponsal de guerra estadounidense, además de conspicua representante del surrealismo, que nos ha dejado algunas de las más icónicas y conmovedoras imágenes de la II Guerra Mundial, y a la que ahora dedica una gran exposición en Barcelona la galería FotoNostrum. Incluso tengo en el lavabo de mi casa una copia enmarcada de su famosa foto en la bañera de Hitler, así que cuando me ducho cruzamos miradas que quiero creer amistosas e incluso algo más.

Con motivo de la exposición me he leído The lives of Lee Miller (Thames & Hudson, 2021), de su único hijo, Antony Penrose, una interesantísima biografía, una interesantísima biografía en la que el autor no duda en profundizar en los aspectos más complejos y hasta escabrosos de la vida de la progenitora. Penrose ha estado en Barcelona para presentar la muestra, lo que me ha permitido preguntarle sobre un tema puede que colateral en la vida de Lee Miller pero que me apasiona: su posible relación con el conde húngaro, aventurero, explorador del desierto líbico Lászlo Almásy (1895-1951): efectivamente, el personaje en el que se basan la novela de Michael Ondaatje El paciente inglés y la película de Anthony Minghella, de las cuales soy gran fan.

Me puse a pensar en la relación al leer el libro de Penrose qué intenso fue el periodo que pasó Lee Miller en Egipto, en fechas en las que estaba ahí almásy. Lee se casó -fue su primer matrimonio- en el Consulado egipcio de Nueva York en 1934 con el rico empresario Azziz Eloui Bey, al que había conocido cuando este estaba negociando en la ciudad una compra para la sociedad estatal de ferrocarriles de su país. La pareja se fue a vivir a El Cairo, donde se relacionaban con la colonia extranjera y con el círculo del rey Faruk, ambientes ambos en los que se movía Almásy. Lee, que fue cayendo en un ennui y un desengaño amoroso similares a los de la Katharine Clifton de El paciente inglés, se lanzó a hacer expediciones por el desierto como nuestro conde y se reveló una gran viajera de las dunas. Afrontó tormentas de arena (no sabemos si leyó a Heródoto) y visitó los oasis de Siwa, Farafra, Bahariya, Dakhla y El Kharga en las mismas fechas en que Almásy rondaba por ahí. Es prácticamente imposible que no se conocieran.

Pero no es solo que Egipto, su vida social y su desierto unan a Lee Miller y Almásy. Al acabar la II Guerra Mundial, Lee se embarcó en un viaje por la devastada Europa central que la llevó a otros lugares habituales de Almásy, como Viena y Budapest.

Ya sé que mi Almásy no es Picasso, Man Ray, Cocteau o Paul Éulard, todos ellos amigos de Lee Miller, pero qué quieren, a mí me chifla el que dos de mis mitos se hubieran podido conocer, quizá incluso viajar juntos por el desierto, compartir un atardecer anaranjado en el Gran Mar de Arena, volar en el biplano del conde o bailar cheek to cheek en los salones del viejo Shepheard´s Hotel. Poca cosa más habrían hecho, dada la naturaleza homosexual del Almásy real, tan diferente en eso del personaje que encarnó Ralph Fiennes.

No soy el único que se entusiasma ante la posibilidad del encuentro. "Qué bonita cuestión", se exclama Antony Penrose. "Es muy posible que se conocieran mi madre y Almásy en Egipto. Ciertamente, la idea de él y esa conexión podrían haber estado en su cabeza en el viaje tras la guerra a Hungría en 1945 y 1946. Me encantaría conocer la respuesta. Pero en realidad no la tenemos, no disponemos de ninguna evidencia para confirmar que se hubieran conocido, excepto las circunstancias. Se movían en los mismos círculos. Si hubiera que buscar pruebas en algún sitio, yo lo haría tratando de reconocerlo a él en el background de las fotos en Siwa, por ejemplo".

A la espera de que puedan aparecer esas pruebas, es bonito imaginar a Lee Miller en otra bañera, en una habitación del viajo El Cairo. Quitándose allí no la suciedad y el horror de Dachau sino la dorada arena del desierto, mientras Almásy le prepara el té y juntos sueñan como grandes amigos, hermanos de aventura, exploradores de fronteras ignotas y testigos de los grandes dramas del siglo XX, con oasis perdidos, y vidas más felices.


El Pais. Cultura 25 de enero de 2025



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