Quim Pérez
El gran vacío
Léa Murawiec
Salamandra Graphic/Finestres
Francia
Cartoné
207 págs.
Tricomía
Traducción: Regina López Muñoz/Marta Marfany
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Con su debut en la novela gráfica, Le grand vide (Editions 2024, 2021), la joven Léa Murawiec (París, 1994) dio la campanada y se alzó con el prestigioso Gran Premio del Público del Festival de Angoulême. Murawiec no era una desconocida, pues ya había publicado en diversos fanzines y revistas y, además, había desarrollado este proyecto gracias a una residencia de dos años en la Cité de la Bande Dessinée en Angoulême.
Manel Naher es una chica que vive en un mundo que se parece mucho al nuestro y que está muy cerca de la distopía. Este mundo está regido por el principio de Presencia, ya que tu existencia depende de que otra persona pronuncie tu nombre, pues caer en el olvido implica la muerte. Manel Naher comparte nombre con una famosísima cantante, lo que está dificultando su presencia y la conduce a una situación angustiosa, pues no tiene relevancia alguna. Deberá tomar medidas drásticas y urgentes para ser popular. Este es el arranque de El gran vacío, al que sigue una narración vertiginosa.
Murawiec nos muestra cómo la identidad está atravesada por completo por lo social. La popularidad no es solo un plus a nuestra identidad, sino que es una condición de posibilidad. La fama es buena por sí misma, incluso podemos decir que es necesaria, y eso es independiente de los motivos que la provocan. La fama no nos hace más o mejores personas, la fama nos hace personas, pero es legítimo preguntarnos si las secuelas que provoca merecen o no la pena. La filosofía política de John Locke, con su distinción entre estado de naturaleza y sociedad civil, es el marco teórico en el que La era del vacío moja sus pies.
En este mundo tan fagocitado por el culto al ego, hay un espacio oculto y campestre donde dicha ley de la Presencia no rige: el gran vacío. Es un lugar apartado de la gran urbe, incierto, alimentado por rumores y al cual sueñan con ir aquellos que viven agobiados por la imperiosa necesidad del reconocimiento social.
La diana de esta distopía son las redes sociales y la tiranía que Instagram, Facebook o Tik Tok ejercen sobre los ciudadanos, especial- mente sobre los más jóvenes. Esta novela gráfica puede ponerse en paralelo con la serie Black Mirror, de Charlie Brooker, concretamente con el primer episodio de la tercera temporada: Caída en picado. Ambos comparten una misma preocupación por la sumisión de las personas a las redes sociales. El gran vacío en apariencia es un cómic juvenil, pero tiene varios niveles de lectura.
Murawiec ha declarado que en su cómic hay otros temas más allá de una crítica a las redes sociales: «también va sobre la existencia y el miedo a la muerte, el deseo de la inmortalidad y de trascender, y de la intimidad que muestras a los otros». Y, aunque es cierto que estos temas aparecen en el cómic, quedan desleídos por el peso y la fuerza que la crítica a las redes sociales ejerce sobre el argumento.
Gráficamente, nos encontramos ante una potentísima tricromía de rojo, azul, y negro enmarcada en un volumen de gran formato. Murawiec es mejor compositora de páginas que narradora. Esto se percibe en sus splash-pages y en el largo desenlace dónde ilustración y narrativa están muy bien ligadas.
Detectamos muchas influencias gráficas y argumentales en esta ópera prima. Si nos ponemos taxonómicos podemos colgarle a Murawiec la etiqueta de «una fan del manga que dibuja como Edmond Baudoin». En ocasiones, sus resoluciones gráficas parecen descuidadas o, directamente, fanzineras, como por ejemplo en las orejas modelo asa de taza que gastan los personajes. La propia historietista ha declarado que el paisaje urbano repleto de rótulos y de hormigón se inspira la ciudad de Shangai, donde pasó un cuatrimestre becada. El ritmo narrativo es muy vivo, las emociones de los personajes son muy extremas y poco moduladas, abunda el escorzo entre los encuadres de las viñetas y las figuras parecen estirarse como si fuesen de goma; con lo que la influencia del manga está muy clara y es notable. Por supuesto, relatos distópicos canónicos como 1984, de Orwell, o Nosotros, de Zamiatin, también aparecen como referencias.
A Murawiec se le pueden echar en cara algunas insuficiencias: un final demasiado precipitado, abierto, e idílico hasta lo empalagoso; un argumento algo estirado y en ocasiones simple; o un dibujo por momentos insuficiente. Y aunque todo ello es cierto, más aún lo es que por méritos propios Léa Murawiec se ha marcado un debut interesante, visualmente seductor y muy prometedor antes de cumplir los treinta años. Lo que ahora le puede faltar ya se lo dará próximamente la experiencia artística y la madurez.
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