martes, 7 de enero de 2025

Entrevista a Albert Monteys Autor de cómics

Una década después de su salida de "El jueves", el historietista es uno de los grandes nombres del cómic en España con "¡Universo!"


Eneko Ruiz Jiménez

Barcelona

Albert Monteys, guionista y dibujante de cómic, fotografiado en su estudio compartido con otros ilustradores en Barcelona.

Albert Garcia




Hace 10 años, El jueves se enfrentó a una hecatombe muy pública. Después de que el editor retirara de distribución 60.000 ejemplares con una portada de Manel Fontdevila en la que el rey Juan Carlos ponía una corona de mierda a su hijo por la abdicación (y que fue sustituida por otra con Pablo Iglesias), una plétora de artistas decidió dar carpetazo a la revista. Albert Monteys (Barcelona, 53 años) que la llegó a dirigir, calificó entonces la retirada de "censura". Cerró un capítulo de 18 años. Pero ese golpe de timón iba a traer un vuelco a su carrera y a su vida. Su futuro expandía los límites a todo el ¡Universo! (con las tan españolas exclamaciones dobles). Así tituló la colección de comics con la que ilustra la ciencia ficción más costumbrista, y hasta colorista: "Es optimista ya por el hecho de pensar que siga habiendo seres humanos dentro de 1.000 años".

La decisión editorial les trajo mucha desazón, pero, con la perspectiva de esta década y las oportunidades posteriores, Monteys recuerda aquel gesto con cierta gratitud: "Mi decisión no fue tan valiente como la de muchos de mis compañeros, porque mentalmente estaba fuera. Cargaba a mis amigos, me aburría a mi mismo, estaba quemado de la actualidad... Fue lo mejor que me ha pasado a nivel creativo. La mejor cosa en mi vida laboral fue entrar en El jueves, y la segunda fue irme, porque pude destapar un armario cerrado durante décadas y hacer cosas que me hacen feliz. Me reinventé y me enamoré otra vez de los tebeos. Fue retomar lo que hacía antes", cuenta en la terraza de un bar de Barcelona cercano al estudio que hoy comparte con otros cinco artistas.

Allí, frente a la mesa de dibujo (sigue pintando de manera clásica) dice que se obliga a "abrir la persiana" cada día a eso de las ocho: "El jueves te absorbía, con el consejo de Redacción, actualidad... El estar dibujando hasta las tres de la madrugada era habitual. Pero hace 15 años escuché a Nick Cave contar que él entraba al estudio a las nueve y media y salía a las cinco, pese a trabajar en lo artístico. Yo, que intentaba salir del desorden, decidí disciplinarme. Me levanto temprano, y voy a un lugar que es como una oficina, pero sin jerarquía y con calor humano. Y en casa no tengo ni mesa ni equipo, no hago nada. Me parece una manera sana de relacionarse con el trabajo y tu obra. En el trabajo vocacional, cuando eres tu propio jefe, eres tu peor jefe. Así que con este orden, hoy hago mejores tebeos, y además de manera más rápida y ordenada".

Estas reflexiones las traslada a ¡Para tí, que eres joven! junto a Fontdevila (reeditadas por Astiberri), pero las sigue haciendo ahora incluso a galaxias de distancia. ¡Universo!, que fue nominada al premio Eisner en 2017 y del que Astiberri acaba de publicar el segundo volumen, no es el comentario contemporáneo que hizo durante años. Los temas sociales se ven reflejados en sus relatos de ciencia ficción llenos de humor, cercanos a Cronicas marcianas. Ahí se habla de la voracidad del capitalismo, "el elonmuskismo neoliberal" (como lo describe), las relaciones de pareja dependientes de la tecnología, y las dificultades para comunicarse entre los humanos y los alienígenas. "Lo que define nuestra época es que hemos llegado al futuro. Y era esto. Se nos ha quedado cara de tontos, mirando pantallitas. La vida cada vez se parece más a ciencia ficción, pero menos emocionante", dice.

Una página de ¡Universo! 2


Siempre tuvo claro que con ¡Universo! no buscaba aventurar qué pasará", sino hablar de cosas que le preocupan e interesan: "Hoy el género habla del presente. Mi tono es humanista, como hizo Ray Bradbury". "Tendríamos que dejar de narrar distopías, porque ya vivimos en una, y hablar de optimismo. El mal utilizando la tecnología para distorsionar la realidad está aquí. Vamos a un mundo donde a la mitad la otra mitad le cae como el culo. El enfrentamiento genera viralidad y dinero".

Su visión del futuro también se adhiere a la cultura patria: "Mis influencias de ciencia ficción son anglosajonas, pero mi influencia del humor es española, principalmente la de Superlópez, el primero que me marcó. Es el humor de un país que no cree en la épica.

Esa mentalidad de perdedores le lleva a reflexionar sobre la mal llamada industria patria del cómic: "Quizás vivamos de los tebeos unos 100 dibujantes. Es verdad que cuando entré en esto se acababa, era el apocalipsis. Ahora hay sensación de vidilla, pero en el fondo con una precariedad loquísima. Los autores venden lo que venden, y las distribuidoras dicen: lo español solo es un 15% del negocio. Por esa falta de industria, no hay una identidad autóctona", dice Monteys, que se financia combinando un cómic personal con otro en EE UU. Como hizo en adaptaciones literarias como Matadero cinco de Kurt Vonnegut o La conjura de los necios, cuyas páginas tiene sobre su mesa: "Pero aquí, cuando creas un libro ganas para vivir de uno a tres meses, y yo tardo un año en hacerlo".

No se recuerda sin dibujar. Con siete años ya quería dedicarse a ello: "Somos rehenes de la decisión de un niño, y de la incapacidad de cambiar. No me veo haciendo otra cosa. Entré en Bellas Artes, pensando que siempre podría dar clases. El cómic se despreciaba. Me trataban como a un niño de tres años. Salí odiando el arte con mayúscula, por sentirme rechazado. La única revista que te podía dar una vida normal era El jueves", explica el autor, que también ha probado la animación con Robot Dreams e incluso ha colaborado con Marvel en historias cortas de Spiderman y Los cuatro fantásticos.

Monteys habla de censura con conocimiento de causa. Era el director de El jueves cuando en 2007 decidieron poner en portada al entonces príncipe Felipe copulando con Letizia, imagen que fue secuestrada judicialmente de los kioskos: "Fue un momento de hacernos fuertes, pero pensamos que era una anomalía del sistema. En realidad, fue el pistoletazo de salida a denunciar a tirititeros y raperos. Inaugurábamos un estatus donde meterse con la corona ya no era gratis. A veces mi sensación es que se hiciera un ejemplo público para que ni se nos ocurriera". Y siete años después llegó la autocensura: "Absolutamente de acuerdo con el Monteys que se fue cuando un editor le quiso imponer su discurso. Pensaban que los colaboradores, ante el pánico económico, mentiríamos a la gente. Y tu credibilidad es lo único que tienes como autor. Fue la satisfacción de decir que no a los de arriba e irte. Vino un vacío económico, pero fue emocionante. Era el lugar correcto de la historia". Y ahora tiene todo el futuro por delante.


El Pais, sábado 28 de diciembre de 2024





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