martes, 20 de agosto de 2024

EL LABERINTO DEL HÉROE

Javier Mora




Terry y los piratas. Dailies & Sundays 1942-1943 Milton Caniff

Dolmen Editorial 

Estados Unidos

Cartoné

176 págs.

Blanco y negro 

Traducción: Rafael Marín

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«Un agente de policía leía tumbado bocarriba en un catre de campaña. Estaba tan absorto en la lectura que no advirtió la presencia del padre sino cuando oyó el saludo. Enrolló la revista y se sentó en el catre.

—¿Qué lee?— preguntó el padre Ángel. —Terry y los piratas.»

Gabriel García Márquez, La mala hora.


Sin duda alguna la obra cumbre de Milton Caniff ha sido y será «Terry y los piratas». Iniciada en 1934, esta longeva serie cautivó el corazón de miles de lectores. No en vano, su mezcolanza entre el folletín más exótico y la tragicomedia más adictiva confirieron a las vicisitudes de Terry por el continente asiático de un tono único. No solo hablamos de una narración «río» que sigue la evolución de sus protagonistas año tras año (Terry es un niño cuando comienza su periplo junto a su tutor, el aventurero Pat Ryan), también asistimos a la más extraordinaria sucesión de personajes secundarios que han poblado las páginas de un cómic. Desde mujeres fatales, como Burma o Dragon Lady, pasando por villanos pulp, como el Capitán Judas, o damiselas en apuros, como Normandie Drake... la ruptura de estereotipos preconcebidos es una constante en la obra del autor de Ohio. En esta magna saga los personajes crecen y superan sus propios límites. Son más de lo que parecen ser en este camino propio de la aventura destilado tira a tira.

Especial relevancia adquiere en este proceso la figura de nuestro protagonista, Terry Lee. El suyo es un modélico viaje interior con el que se alejará de la sombra de Pat Ryan y tomará conciencia propia. Será valiente, será decidido, será noble y justo, pero por encima de todo será amigo y confidente: noble y leal. Su ejercicio de camaradería interracial con personajes como Big Stoop o Connie los transmuta de meras parodias de la cultura oriental a coprotagonistas y contrapuntos cómicos que revitalizan y hacen más rica y entretenida la acción de los hechos.

Ni siquiera la irrupción de la Segunda Guerra Mundial, y del carácter patriótico con el que Caniff quiso imbuir a su obra, lastró esta revitalización de los anquilosados papeles de las tiras de prensa más clásicas. Al contrario. En este undécimo, y penúltimo tomo de la colección, no asistimos solo a la consagración definitiva de Terry Lee como piloto del ejército de los EE. UU. para deleite de los cientos de militares estadounidenses destinados en los frentes. Su habilidad innata desplegada en los combates aéreos, sus actos cargados de valentía contra el enemigo o su personalidad carismática que le lleva a ser el mejor y más humilde de los compañeros, es lo de menos. No son estos rasgos quienes lo convierten en un héroe inspirador ni quienes lo definen. Son un atrezo que posteriormente serán la base de la que nazca un personaje como Steve Canyon, más imbuido por los valores del estilo de vida norteamericano. Terry, en cambio, es un personaje popular y mundano. Un chico de pueblo hecho a sí mismo y cuyas cualidades se convierten en indispensables por su sentido de la lealtad y la justicia. Si Miss Lace ofrecía una visión histriónica y en cierta medida caricaturesca de las necesidades afectivas de los soldados de la retaguardia en busca de descanso, Terry Lee es el espíritu de superación de quien con esfuerzo y tesón es capaz de llegar lejos. Dotado de ingenuidad y sagacidad a partes iguales, este héroe desea combatir. Pero lejos de esa superficialidad guerrera (mínima en todo caso), Caniff dota a Terry de profundidad y carácter. ¿Qué héroe se deja engañar por confiar en una amiga como Hu Shee? ¿Quién se siente impotente por ver por cómo mueren sus compañeros? Lejos de la calculada y eficaz mentalidad combativa de ídolos como el coronel Corkin, Terry se equivoca y de cada infortunio aprende valiosas lecciones.

Así, Terry, será marcado por dos reencuentros claves que propiciarán esta forzosa madurez: por un lado, con su antiguo tutor Pat Ryan, ahora oficial del ejército, a quien deberá obediencia, pero que se ha vuelto su igual y no deja de ser una mirada a ese niño impresionable que ha quedado atrás; y por otro, con su adorada April Kane, con quien ahora le une la dolorosa certeza de saber que el amor y la felicidad son efímeras (aunque eso sí, mientras Terry sigue conservando cierto aire soñador alejado de un simplón galán, April exhibe el cinismo y la frialdad de quien ha aprendido a sobrevivir a cualquier precio). El sentido de la aventura (como tan bien tomó en cuenta Frank Robbins en su enérgico y ejemplar Johnny Hazzard) se teje de estas vicisitudes sentimentales en el nuevo mundo de posguerra a punto de nacer. Y Terry se presenta como un superviviente nato. Alguien capaz de amoldarse a las vicisitudes y no perder la pasión por cada instante. A través de sus ojos el mañana se presenta desconcertante, pero cargado de misterios y sueños de gloria, que lo confieren en definitiva de dinamismo e intensidad. Entre rugidos de motores, entre la maleza de la selva, entre las concurridas calles de una ciudad asiática, puede brotar la belleza. Y nunca es tarde para recuperarla.



Jot Down Comics nº 7

Año 2023




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