domingo, 24 de diciembre de 2023

Una disciplina con recursos propios

 Faustino R. Arbesú

Desconozco con certeza en qué está fundamentado el poder de atracción que ejerce la historieta. Quizás en sus enormes capacidades expresivas, de comunicación, de transmisión de ideas, de diversión...Lo que resulta incuestionable es que gran número de creadores, de comunicadores, no se han librado de ese atractivo que se ejerce desde la infancia, la fase de la vida más abierta y receptiva, menos condicionada. Epoca formativa y en formación, que dará paso a la plena madurez y al condicionamiento que, inexorablemente, impondrá el entorno social y artístico.




En las páginas dominicales a color de los principales diarios publicados en Estados Unidos, a comienzos del siglo XX, aparecen series de gran popularidad con reminiscencias literarias. El primer literato que adapta su obra (El mago de Oz) fue L. Frank Baum: Queen visitore from the marvelous Land of Oz (1904); luego vendrán las freudianas Little Nemo in Slumberland (1905; Winsor McCay) y Baby make-believe (1918; Frank King), sin olvidar la parodia quijotesca Don K. Haugthy (1918; Edgar Wheelan).

Con el crack económico mundial de 1929 se impuso en el cómic el carácter aventurero, sustituyendo a los predominantes géneros oníricos, de humor o fantasía. Irrumpe entonces un personaje de leyenda procedente de la literatura: Tarzán, de Edgar Rice Burroughs. Fue de la mano de Rex Mason, al que sustituyeron los artistas Hal Foster (El príncipe valiente), Hogarth y Joe Kubert. Sin embargo el cómic, como antes el cine, eludió el carácter fantástico que posee la casi totalidad de la obra de Burroughs. En los años 50 se hace con el control del personaje Russ Manning, que sí aportó todo su sentido épico y fantástico, con el mundo de Pellucidar, el reino de Opar, el de Pal-Ul-Don, de los hombre-hormiga, etcétera.

Con la llegada del formato comic-book (1934) el pulp literario sufrirá una eclosión en la historieta. Burroughs tendrá adaptaciones de sus series marcianas, venusianas y de El mundo perdido, siendo el autor más adaptado al cómic, incluso tuvo descendientes que en él han intervenido como autores. La Sombra, Bill Barnes, Doc Savage, entre otros muchos, pasarán a ser personajes asiduos en los tebeos.

El gran boom de las adaptaciones se produce a partir de 1940 con la serie Classic Ilustrated, que se mantendrá en el mercado mundial durante 30 años, con innumerables adaptaciones de obras literarias de todo tipo dando origen a una práctica muy común. En este terreno, en Europa destacó el asturiano Chiqui de la Fuente. Con la colaboración de varios guionistas dibujó más de cincuenta obras, para editoriales como Planeta DeAgostini, Toutain, El Pais, Sedmay, Diario 16, etcétera, destacando El Barón de Munchausen y Canción de Navidad, traducidas a una veintena de idiomas y publicadas en múltiples países. De este fluir de la novela al cómic hay que destacar la popular serie Conan. Su actual estatus se debe a la adaptación firmada por Ray Thomas y John Buscema.

Hoy en día sigue produciéndose este trasvase con una marcada pátina de cualité, buscando un público intelectual más selecto, con formatos propios de la literatura. El ejemplo más destacado es La ciudad de cristal (Paul Auster), realizada por el irrepetible David Mazzucchelli. Adaptación en la que llega a quitarle plomo al original.

En el otro sentido esta práctica es casi inexistente. Nada raro cuando las élites literarias, por ignorancia en la mayoría de los casos, han considerado al tebeo sólo apto para deficientes culturales. Opinión que ha variado muy poco en cien años, a pesar de existir voces preclaras en su defensa: Carpentier, Jodorowski, Sabatini, Lacassin, Cortazar, Fellini, Resnais, Faulkner, Steinbeck, Hemingway, Caldwell, sin olvidar a nuestro poeta y actual director de Cultura Luis Alberto de Cuenca, que no pierde ocasión de reivindicar su notable papel en nuestra sociedad. Podemos recordar aquí que la serie Li´l Abner de Al Capp fue propuesta por Steinbeck para el Nobel de Literatura.

Existe sin embargo una forma literaria que sí se ha interesado por el cómic desde sus inicios: el teatro. Una de las primeras obras adaptadas fue Little Nemo in Slumberland del genial McCay. El 18 de octubre de 1908 se estrenó este musical en Broadway con un costo de 100.000 dólares. Tres años antes lo había hecho Buster Brown, del autor que diera origen a este medio con su Yellow Kid: R.F. Outcault. Adapataciones que continuaron produciéndose con Superman, Li´l abner, nuestro Torpedo (Abulí/Bernet), Diego Valor (Adolfo Alvarez Buylla y Bayo), Salomé (Nazario), Maki Navaja (Ivá) o las del francés Lauzier Las cosas de la vida (Glups!) y La carrera de la rata (Cacao!). Que decir de las adaptaciones de los mangas (cómics japoneses) tienen en ese país. Desde el año 1914 en que se formó la compañía de operetas Takarazuka, integrada exclusivamente por mujeres (como contrapunto al clásico Kabuki), han incorporado de forma continua obras procedentes de la historieta.

Cine y cómic han caminado siempre de la mano, al unísono, con influencias recíprocas; recordemos que nacieron a la vez como medio de comunicación de masas (1895). Si la balanza se ha de inclinar de un lado, ha de hacerlo del segundo hacia el primero. Comenzó con el lenguaje de la imagen, desarrollado por Winsor McCay entre 1903 y 1909 en las obras Little Sammy Sneeze, Dream of the Rarebit Fiend y muy especialmente Little Nemo in Slumberland, varios lustros antes que David W. Griffith y demás autores siguieran sus pasos. McCay incorporó a este lenguaje el plano subjetivo, el escorzo, travelling, fundido, superposición de imágenes y todo tipo de planificaciones y angulaciones, sin olvidar el proceso de continuidad en todas sus vertientes.

El cómic le ha dado al cine miles de obras, realizadas con actores reales o con dibujos animados. Por seguir citando al gran McCay, en 1906 se hizo la primera adaptación de una de sus obras con personas reales: Dream of the Rarebit Fiend (Edison). El mismo llevó a cabo la realización de más de veinte películas de dibujos animados, de entre las cuales destacan Nemo en 1909 (en color), Gertie the dinosaur (1914) y The Sinking of the Lusitania (1918). McCay es padre y madre de los actuales dibujos animados. Uno de los primeros cortos de los Lumiére, El regador regado (1895), fue la recreación de una historieta de la época. 

Entre 1900 y 1930 se llevaron al cine animado la casi totalidad de los personajes más populares del cómic. Un hecho similar aconteció con actores reales entre los años treinta y cincuenta. algunos tuvieron hasta 30 adaptaciones. Blondie (Pepita Parachoques) fue una de ellas. Nada extraño dado que en su época contó con más de 70 millones de lectores en los diarios de todo el mundo. Han dirigido películas basadas en historietas desde Fellini a Huston, pasando por Losey, Resnais y un largo y prestigioso etcétera. Frank Capra hizo dos versiones de la serie Apple Mary: Dama por un día (1933) y Un ganster para un milagro (1961). Norman Taurog ganó un Oscar a la mejor dirección por la recreación del mundo de Skippi. Las mejores actrices y actores han encarnado personajes de tebeos, desde Marlon Brando a Bette Davies. Algunos de los grandes nombres del cine se han iniciado en la creación de la mano del cómic. Fellini y Zavattini en la época fascista, Tarantino y otros muchos seguirían sus pasos.

El cómic ha hecho lo mismo respecto al cine. La mayor parte de las películas famosas han tenido su versión y generado series. La guerra de las galaxias o El planeta de los simios son dos ejemplos de los muchos existentes. Los actores de renombre también: Charlot, Oliver y Hardy, John Wayne, Rod Cameron y Tim Holt, Dick Powell o Jimmy Durante, por citar algunos de los cientos de casos. Hasta hubo una editorial de tebeos especializada en actores, The Kinema Comic, que los publicó durante decenios.

Algo similar ha ocurrido entre historieta y televisión. Se han generado cientos de adaptaciones en ambos sentidos. Inicialmente predominaron las del cómic en la televisión, desde Superman a Batman. Diego Valor (Adolfo Alvarez Buylla y Bayo) fue la primera adaptada en España por la TV (1957). Maverick, Dr. Kildare, Bonanza, Viaje al fondo del mar y cientos más se podrían citar en sentido contrario.

¿Qué decir de la pintura? Aparte de la conocida influencia que el tebeo ha ejercido sobre el pop art y sus autores (Warhol, Kitaj, Lichtenstein o el Equipo Crónica), desde los 80 muchos de los practicantes de la Nueva Figuración han incluido en sus obras referencias icónicas directamente extraídas de los tebeos (James Marshall). Por otro lado, es fácil apreciar la influencia que determinadas vanguardias han tenido en los cómics, especialmente algunos expresionistas alemanes como Grosz, cuyos grafismos pueden rastrearse en la obra de diferentes dibujantes.

No se puede concluir sin insistir en que, pese a esas relaciones con otros medios, el cómic mantiene unas características de especificidad. No comparto la idea, que sostienen algunos autores como Eco o Barbieri, de la historieta como una disciplina dependiente de otras artes. Sus relaciones con otras disciplinas no deben hacernos olvidar sus recursos propios, que nos permiten hablar de un medio claramente diferenciado, con el mismo valor que los otros.

Si en la sociedad actual el hombre no puede ser una isla, tampoco pueden serlo ni los medios de comunicación ni las artes. Varios milenios de cultura, edición, información, narrativa y arte literario por fuerza han influido e influyen en las sociedades que las han desarrollado. El cómic, historieta o tebeo no ha sido ajeno a ello, como medio de comunicación y como arte nacido en las postrimerías del siglo XIX.


Revista Leer número 114. Julio-Agosto 2000


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