jueves, 28 de septiembre de 2023

El caso de la serpiente del doctor Watson

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón


Maniquíes de Holmes, Watson y Lady Frances Carfax, en la casa museo de Sherlock Holmes en Londres. / J.A.

La emocionante visita a las habitaciones de Sherlock Holmes y el doctor Watson en el 221 B de Baker Street con motivo de la presentación en Londres de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, El problema final (Alfaguara), me ha conducido de vuelta al mundo del detective de Conan Doyle y a sumergirme en el canon de sus aventuras, las bien llamadas por los fans las Escrituras. Me ha permitido asimismo descubrir que Watson y yo tenemos otra cosa en común aparte de ser ambos personajes secundarios: él también convivía con una cobra disecada.

La visita al pisito de Holmes y Watson reporta al aficionado muchas alegrías y reencuentros. En la que hizo él mismo y que cuenta en su entrada sobre Holmes en su indispensable Diccionario apasionado de la novela negra (Salamandra, 2023), a Pierre Lemaitre le pareció la casa museo una especie de "gabinete de curiosidades". Ciertamente, todo allí es un poco disparatado: te sumerges en un mundo de fantasía literaria como si fuera un lugar real y transitas entre objetos y personajes que nunca han existido excepto en la mente de Conan Doyle y de los lectores (y en las películas). Lo que no impide que te sientas amedrentado ante la cabeza disecada del perro de los Baskerville (¿de donde la habrán sacado?), o te emociones ante el violín de Holmes, su pula, sus pipas, su jeringa y los disfraces de ese verdadero Mortadelo victoriano. La vivienda, tres plantas del edificio, está bastante tronada y llena de cosas raras y perturbadoras. Añade un toque surrealista el que las guías o vigilantas sean chicas vestidas de doncellas de época, con un punto inesperado de servidoras del castillo de Roissy, y no olvidemos que el arma preferida de Sherlock Holmes es la fusta de montar...

Precisamente con una de ellas se defiende del reptil que protagoniza mi historia favorita: La aventura de la banda de lunares. La del tipo que asesina a su víctima usando una serpiente venenosa amaestrada que le acaba mordiendo cuando Holmes la ahuyenta a golpes. En la casa de Baker Street hay una alucinante escenificación del caso con un maniquí del criminal, el doctor Grimesby Roylott, con cara de horror y una pequeña serpiente negra alrededor de la cabeza. De qué serpiente se trataba originalmente es un asunto que ha dado mucho que hablar en los círculos holmesianos. En el relato de Watson, Holmes la identifica como una "swamp adder" y añade que es "the most deadly snake in India", "la serpiente más letal de la India". Aquí nuestro detective aparentemente patina, pues "adder" se refiere sólo a unas víboras que no hay en la India. Eso aparte de que las serpientes son sordas y ninguna acudiría al reclamo de un silbato como en el caso, y tampoco se dejaría domesticar dándole leche (de hecho, les sienta fatal).

He encontrado en internet un supuesto artículo del herpetólogo Laurence M. Klauber presuntamente publicado en 1948 en The Baker Street Journal, que repasa sesudamente el caso. En realidad, o Klauber (que existió de verdad y está considerado la máxima autoridad mundial en serpientes de cascabel) tenía mucho sentido del humor y se marcó una broma o se trata de una inteligente y muy graciosa invención a su costa. Sea como sea, el texto propone que Watson se equivocó al interpretar las palabras de Holmes y que lo que dijo este es que era una "swamp-adder, the deadliest skink in India". El texto sostiene, tongue in cheek, que Conan Doyle se basó para su villano Roylott en un personaje real que trabajaba a lo doctor Moreau en la hibridación de especies. Y que a lo que Holmes y Watson se enfrentan es al diabólico resultado de cruzar un monstruo de Gila, Heloderma suspectum, un lagarto venenoso (skink es lagarto es inglés) ¡con una cobra! Para el espécimen, el detective habría inventado un neologismo con las palabras samp (serpiente en hindi) y aderm, en referencia a la helodermo: samp-aderm. Pues vale.

Y esto nos lleva al punto central de este artículo: visitando la habitación de Watson descubrí una inesperada cobra disecada colocada en un rincón junto a la ventana. Me llamó mucho la atención porque era muy parecida a la que yo mismo poseo (aunque no duermo con ella, de momento). La mía fue un obsequio de la familia Carola: era de la abuela, que la trajo de la India y la tenían en su bonita casa de Formentera. Mi cobra está como la de Watson en posición de ataque, con la capucha desplegada. 

En todo el canon no he encontrado mención a una aventura con una cobra y menos a que Watson conservara una junto a su cama. En esto estamos como con la rata gigante de Sumatra, "un caso para el que el mundo no está aún preparado". Mi propuesta es que la cobra que se conserva en Baker Street no es otra que la madre del reptil híbrido que sería el protagonista de La aventura de la banda de lunares. Imagino que Holmes se la endosó a Watson como recordatorio de la pifia con lo de "swamp adder" y advertencia de que pusiera más atención con las palabras del maestro.

Y una coda: ¿Podrían guardar relación las dos cobras, la de Watson y la mía? La pareja de cobras más famosa de la literatura es la formada por Nag y Nagaina, las serpientes asesinas a las que se enfrenta la mangosta protagonista de Rikki-Tikki-Tavi, el cuento de Rudyard Kipling. Y Kipling y Conan Doyle fueron amigos durante 35 años. Me es difícil establecer una clara conexión entre ambas serpientes (uno no es Holmes), pero al tiempo: todo es seguir tirando del hilo de la deducción, querido Watson. ¡La aventura continúa!

El Pais. Sábado 16 de septiembre de 2023




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