sábado, 22 de julio de 2023

PERDERSE POR JAPÓN SIN UN PLAN PREVISTO

Jon Spinaro

Dos años después de que Salamandra Graphic publicara los Cuadernos japoneses del autor italiano Igort, la propia editorial nos ofrecía la segunda entrega de la misma obra bajo el subtítulo de El vagabundo del manga. En aquel primer trabajo, además de mostrarnos la profunda fascinación que sentía desde su juventud por la cultura, el arte y las tradiciones japonesas, nos hablaba, entre otras cosas, del sistema de trabajo y de organización de las editoriales de ese país. Un proceso muy alejado del europeo, marcado por unos plazos de entrega tremendamente rígidos y una extraña relación con los editores, por lo menos a ojos del creador occidental.

A pesar de compartir algunos aspectos comunes, en esta segunda entrega, como dice el propio autor, vuelve a lo que a él se le antoja como su casa para entregarse a realizar un periplo por el país del sol naciente sin ningún tipo de objetivo. Se trata de un viaje de placer que resulta ser doble, tanto para él como para el lector. En esta experiencia no había ningún objetivo ni finalidad concreta. Con una agenda sin citas, sin reuniones. Igort viaja solo por el placer de perderse y dejarse llevar, lo que le va a permitir acceder a muchas cosas que casi siempre aparecen ocultas para el turista o para aquel que se desplaza por motivos de trabajo. Es un periplo que, además, a nosotros, nos permite descubrir que probable- mente conozcamos y sepamos muchas más cosas de las que creemos sobre la cultura y la historia japonesa y sobre las que desconocemos su origen, sentido o denominación.

En la historia, estructurada en Antecedentes, Viaje (que ocupa la mayoría de la obra) y Epílogo abundan las referencias a la cultura e historia japonesas, comenzando con grandes escritores como Yasunari Kawabata, pasando por los mitos y leyendas del yokai, el budismo, las bombas atómicas, el manga y la comida. En los diversos capítulos irá profundizando en su memoria para componer un viaje personal a través del tiempo, entre el presente y el pasado, de un país en constante evolución y al mismo tiempo fuertemente vinculado a sus tradiciones.

Una parte destacada es aquella en la que tomará por compañero El libro de los cinco anillos de Mi- yamoto Musashi, un manual de combate espiritual dedicado a los cinco elementos: tierra, agua, aire, fuego y vacío. De este modo emprenderá un recorrido por diversos lugares, por recuerdos de artistas y por rutas tradicionales y en el que parará en Hiroshima, lugar del acontecimiento trágico que Igort recuerda mediante un fragmento de los diarios de Tamiki Hara. Se trata de un capítulo de solo siete páginas, en el que todo parece detenerse, y todavía hoy nos sobrecoge leer ese relato en primera persona de una de las víctimas que padecieron esa ignominia y que actualmente sigue presente en la memoria de la sociedad nipona.

Tras este momento doloroso, que supone una pausa en el relato de la historia, el cómic prosigue su camino hasta llegar al momento narrativo de la parte final la historia, cuando el autor realiza un salto de 2.000 años para trasladarnos del Japón tradicional al actual de una manera sublime, en la que casi no te das cuenta de que ha pasado de hablarte de un artesano del papel a relatarte aspectos de la realidad más reciente del país. En un excepcional salto temporal, nos transporta del Japón milenario al de la ultramodernidad actual, plagado de contradicciones, soledad y una competencia brutal en la que se educa a los japoneses desde la infancia. En esta parte será cuando profundice y explique el origen y la razón de fenómenos como los otaku, los hikikomori o el karoshi, lo que literalmente se define como «muerte por exceso de trabajo».

Pero como queriendo no acabar de un modo tan oscuro, Igort termina el álbum con un epílogo en el que rinde un sentido y emocionado homenaje a Jiro Taniguchi, a quien va dedicada la obra. Comenta el autor que en su última visita lo vio sereno y aparentemente feliz.

En cuanto al dibujo, continúa y perfecciona el método utilizado en sus anteriores cuadernos. No hay una estructura fija y los diferentes formatos se van alternado a lo largo de todas las páginas, combinando el cómic con el cuaderno de viaje, los apuntes con acuarelas, las postales e incluso la fotografía, pero logrando que en ningún momento las historias que nos va contando pierdan la conexión con el resto de la obra. Se trata de un cómic para la contemplación que se recomienda disfrutar lentamente, deteniéndose en cada imagen y palabra y que se mueve con una cadencia muy alejada del canon de la visión contemporánea occidental.

Es un libro de viajes, por supuesto, pero también un ensayo dibujado que investiga la práctica de perderse, de dejarse llevar, como un posible camino para descubrir un guion que puede no seguir un hilo lógico, y que no está planeado detalladamente.

En definitiva, es un cómic fantástico y al que bien se le podría aplicar la descripción que el propio autor hace en una de sus páginas del hanami, o contemplación de los cerezos en flor: «es el arte de homenajear lo sublime, y en eso los japoneses son indiscutibles». Pero claro, ya sabemos todos que Igort está convencido de que en otra vida él había sido japonés, y creo que a estas alturas nadie se lo podrá discutir.





El vagabundo del manga, (Cuadernos japoneses II)

Igort

Salamandra Graphic

Italia

Rústica con solapas 184 págs.

Color

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