martes, 28 de marzo de 2023

La mala relación de los nazis y la egiptología por Jacinto Antón

 El faro del fin del mundo


Dos militares nazis, durante una excavación en Egipto en En busca del Arca perdida.

Cuando se piensa en los nazis y la egiptología, una relación muy mala, lo primero que nos viene a la cabeza a muchos es la requemada palma de la mano del ficticio agente de la Gestapo Toht en la que se le ha quedado grabado el medallón de Ra, clave para la localización del Arca de la Alianza en En busca del Arca perdida. El sádico Toth forma parte del equipo de nazis embarcados en la búsqueda en Egipto de la preciosa (y letal) reliquia, un grupo que integran también el coronel Herman Dietrich y su mano derecha el comandante Gobler. En el filme, Dietrich y Gobler están al frente militarmente de las excavaciones en la antigua ciudad faraónica "perdida" de Tanis, al este del Delta del Nilo, para encontrar el bíblico artefacto.

La imagen que muestra la película de Spielberg de tropas alemana en 1936 ataviadas como el Afrika Korps, y vigilando el trabajo de cientos de obreros egipcios es un estupendo disparate egiptológico. El arqueólogo que codirige (civilmente) la excavación para los nazis es un francés, el archienemigo de Indy René Emile Belloq, puesto al servicio de Hitler. Es cierto que es esa época se excavaba en Tanis y que lo hacía un francés, pero no un mercenario sino un sabio abnegado y valiente, Pierre Montet (1885-1966). En 1939 Montet descubrió no el Arca perdida sino las tumbas de los reyes de las dinastías XXI y XXII, uno de los grandes hitos de la egiptología.

Pese a lo que cuenta la peli de Indiana Jones, los nazis tuvieron un interés muy menor por el Antiguo Egipto y la egiptología. De hecho, el principal interés que manifestaron por Egipto en general fue tratar de llevar los Panzer de Rommel hasta el Nilo. Y eso sólo porque vieron la oportunidad de desestabilizar al Imperio británico en una zona que en realidad Hitler consideraba el espacio de los italianos, con un clima "debilitante" para la raza superior. Lo sintetizó diciendo: "Para nosotros la esfinge egipcia no tiene un interés particular".

La historia de la egiptología alemana en la época nazi estuvo marcada por el desprecio del régimen hacia lo meridional y africano y por el antisemitismo que llevó a que se marginase y expulsase de las universidades a los numerosos egiptólogos judíos. Antes de la llegada de Hitler al poder, Alemania estaba considerada un lugar importante de los estudios egiptólogos, y de hecho, celebridades como James Henry Breasted, que consiguió su licenciatura en la Universidad de Berlín (y, por cierto, fue una de las inspiraciones para el personaje de Indiana Jones), estudiaron en el país. En el campo de la egiptología, destacaban personalidades como el lingüista y epigrafista Kurt Sethe, Adolf Erman, que colaboró en desvelar la gramática de la escritura egipcia; Ludwig Borchardt, que había descubierto y llevado a Alemania el famoso busto de Nefertiti, o Heinrich Schäfer, con sus trabajos que abrieron nuevas perspectivas para comprender el arte egipcio. La llegada de los nazis que envenenó la disciplina como lo hizo con todos los ámbitos de la vida en Alemania, significó que historiadores afectos a sus ideas como Helmunt Berve, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Leipzig, llegaran a cuestionar la existencia misma de la egiptología y animaran a concentrarse en el de "pueblos afines a nosotros en términos de raza y mentalidad". Wather Wolf fue de los que aprovecharon los nuevos vientos para medrar y daba clases con el uniforme de las SA, de forma que no sabías su iba a hablarte del Tercer Periodo Intermedio o a cantarte el Tomorrow belongs to me.

Entre los egiptólogos que perdieron su puesto figuran Herman Ranke, que había excavado con Borchardt y Herman Junker y enseñaba en Heidelberg, y Hans Wolfgang Müller, ambos a causa de tener esposas no arias. Hedwig Jenny Fechheimer-Simon, pionera en el estudio del arte egipcio y perseguida por judía, se suicidó junto a su hermana en 1942.

Arqueológicamente, los nazis preferían mirar al norte (Carelia, el Bohuslán sueco, Hedeby) y hacia las supuestas tierras de origen de los arios que les obsesionaban, como el Tíbet. El Antiguo Egipto era un campo que no les atraía. Algunas de las ideas de esa civilización, como el poder absoluto del faraón les podían interesar, pero en general los antiguos egipcios eran definitivamente un pueblo no ario y con creencias, aunque anteriores al detestado judeo-cristianismo, demasiado abigarrado para la mentalidad nacional-socialista.

Sin embargo, Hitler fue un inesperado defensor del busto de Nefertiti. Cuando Goering y otros mandatarios del Reich se mostraron partidarios de devolver la escultura a Egipto, salió al paso declarando tajantemente que "lo que el pueblo alemán tiene lo conserva". Suerte que Indiana Jones le birló el Arca...


El Pais, Sábado 18 marzo de 2023


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