viernes, 30 de abril de 2021

NOTICIAS DIBUJADAS


Página de Des nouvelles d’Alain, de Emmanuel Guibert, Alain Keler y Frédéric Lemercier, publicada en la revista XXI, correspondiente a la primavera de 2010. Traducción de Manuel Silvestre. Rotulación de Bruno Spagnuolo

La documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginar su futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico a través de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán. 

Por Lucia Magi

LAS DESVENTURAS del joven Stravos bajo la dictadura griega de los años treinta centran Rebétiko (Sins Entido), de David Prudhomme. En Notas al pie de Gaza (Mondadori), Joe Sacco cuenta las matanzas de civiles palestinos en 1956. Zahra’s Paradise (de Amir y Khalil —seudónimos— , de momento sólo en formato webcómic en www.cimoc.com), la historia de una manifestante desaparecida después de las elecciones de junio en Irán, es la apuesta de Norma para los próximos meses. Los planes editoriales testifican que los cómics han dejado atrás el país de las maravillas. Se enfrentan al mundo, sin complejos, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Y no lo hacen sólo para contar experiencias íntimas. Cuentan la realidad exterior, tratan temas sociales, como la prevención del cáncer (Alicia en la realidad, de Susanna Martín e Isabel Francla, Norma), o históricos, como la primera guerra de Líbano (el excepcional Yo me acuerdo, de Zeina Abirached, Sins Entido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en 2009 llegó la segunda edición de Luchadoras —Sins Entido—, de Peggy Adam) o la corrupción de la política (El negocio de los negocios —Astiberri, 2009—, de Denis Robert y Laurient Astier).

“La fantasía ha perdido su batalla contra la realidad”, dice Art Spiegelman, el autor de Maus, en el documental de Mark Daniels Comic books go to war (2009). En su piso de Manhattan, Spiegelman vive la caída de las Torres Gemelas. El cielo se le cae encima, junto con fantasmas que pensaba soterrados, él que había contado la historia de su familia judía acosada por los nazis como una caza entre gatos y ratones. “Había pasado los diez años precedentes a la entrada en el nuevo milenio evitando realizar tebeos, pero desde un cierto momento de 2002 hasta septiembre de 2003 no pude contenerme”, cuenta en Sin la sombra de las torres (Norma). “Volvía a encontrarme suspendido en aquel punto donde entran en colisión la historia universal y la personal”. Dark Horse, Chaos! , DC dedicaron entregas especiales al terrible atentado. Marvel salió a las calles con una portada completamente negra. The Amazing Spider Man #36 representa a los superhéroes, mitos invulnerables de virilidad y fuerza, impotentes frente el ata- que de un enemigo imprevisto. Spiderman, Capitán América, Daredevil, Doctor Doom y Magneto llegan tarde al Ground Zero. La realidad ha ganado a la fantasía. Art Spiegelman no está solo. Un telón verídico se tiende de fondo a las obras por imágenes.

La última década conoce un fuerte auge de lo que los especialistas empiezan a llamar periodismo gráfico. Sin embargo, algunos ejemplos fundamentales de este género habían visto la luz antes.

Los retratos humanos de Will Eisner, los escorzos underground de Robert Crumb, indagados y dibujados con una riqueza de detalles que roza el documento antropológico, abren la vía a Joe Sacco (Palestina y Goradze). El japonés Keiji Nakazawa necesitó 30 años para representar el horror sufrido en Tenía seis años cuando la bomba atómica quemó a su familia y a todo el mundo que había conocido. “Tenía esas imágenes grabadas en mi memoria y necesitaba enseñarlas”, escribe Nakazawa (Hiroshima, Ediciones Mangaline, 7 volúmenes). Joe Kubert ha dibujado personajes clásicos como Tex, Tarzán o Sargento Rock. Pero algo cambia cuando la guerra de los Balcanes irrumpe en su casa de Nueva York. Su amigo Ervin Rustemagic, productor y distribuidor de cómics bosnio, se queda atrapado en la Sarajevo sitiada por los serbios y le va comunicando por telefax su infierno. Kubert dibuja aquellos despachos desde el frente, dibuja el terror y la esperanza, la angustia de un padre que quiere salvar a su familia en Fax from Sarajevo, de 1997. Marjane Satrapi, en 1999, elige el tebeo para contar su infancia en Irán (Persépolis, Norma).

El siglo XXI recoge el desafío de la reali- dad. “El arte de las viñetas ha crecido muy lentamente”, comenta David B. en BilBol- Bul, el festival de cómics de Bolonia. “Nació junto con el cine, pero mientras éste fue considerado algo serio y digno desde el prin- cipio, el cómic se quedó atrapado en el lim- bo de la diversión, bastante frívola. Ésta era su percepción social. A finales de los años ochenta arranca su rescate”. Los libros de dibujos se sacuden el estigma intelectual que les “condenaba a tratar aventuras ficti- cias, con personajes fantásticos y caricatu- rescos. El cómic hoy se está liberando”, afir- ma Susanna Martín.

En su edad de la razón, el tebeo intercepta la crisis de otro medio de expresión masivo, que hasta entonces había lucido la exclusiva en el testimonio de la realidad: el periodismo. “Los medios de comunicación tradicionales pasan por momentos difíciles, no el periodismo”, matiza Patrick de Saint- Exupéry, veterano reportero de Le Figaro, fundador y actual redactor jefe de la revista trimestral francesa XXI. En un gran formato coloreado, más de 200 páginas de reportajes con textos, fotografías, ilustraciones y dibujos. Con apenas dos años de vida, vende 50.000 ejemplares. Saint-Exupéry tuvo la intuición de saciar con nuevos instrumentos formales la exigencia “de volver a las bases del periodismo, a la escritura narrativa. A las viejas pautas de: ‘He ido, escuchado, visto, sentido y ahora te estoy contando esta historia porque creo que es importante”. La apuesta por el periodismo gráfico es provocada “precisamente a causa del impasse de los medios tradicionales”. La misma apuesta en Italia funciona en el semanal Internazionale, que envía a sus colaboradores dibujantes por el mundo y publica sus reportajes. Venden 100.000 ejemplares por semana.

Parece el castillo de los destinos cruzados: por una parte, el periodismo, que necesita volver al corazón del oficio; por otra, el cómic, por fin considerado creíble, tras años vividos como género de segunda. La documentación de la realidad encuentra en las tiras, en las viñetas, una nueva vía de imaginar su futuro. Aparte del valor artístico y llamativo del cómic, de la maquetación que permite asumir en dosis proporcionadas imágenes e información, hay algo intrínseco en el tebeo que lo hace particularmente apto para contar el mundo.

“La fuerza de nuestra manera de representar la realidad es la primera persona. Todos los yo que entran en la página hacen que el relato sea vivo, sentido. Quizás no imparcial, pero sí honesto”, comenta Joe Sacco, que siempre se dibuja como un personaje más de sus investigaciones de campo. “Estamos bombardeados por informaciones sobre la guerra. Esto nos provoca dos reacciones enfrentadas: paranoia y anestesia”, afirma el francés Emmanuel Guibert, también en Bolonia invitado por BilBolBul.

“Nos hemos vuelto impermeables al sufrimiento humano, por defensa o descuido. Los cómics rompen este círculo vicioso”. Sus historietas, como la aún inédita en España Des nouvelles d’Alain, sobre los gitanos del este de Europa y los Balcanes, paran de golpe el río fragoroso de la información. Se acercan hasta enfocar un detalle, a una persona, entrar en ello y usarlo como punto de vista para documentar lo que ocurre. La mirilla puede ser el mismo autor, como en el caso de Sacco, curioso, desubicado, humilde recogedor de historias. Puede ser un amigo que recuerda la II Guerra Mundial (La guerra de Alan, Emmanuel Guibert, Ponent Mon, 3 volúmenes). “Mi libro es fruto de la experiencia de mi amigo reportero Didier Lefèvre. Se llama El Fotógrafo y no Afganistán, 1986”, ejemplifica Guibert hablando de su obra maestra. Patrick Chappatte se dibuja mientras construye sus espléndidos reportajes para el Herald Tribune y Le Temps. Siempre acompaña al lector de la mano de una persona amiga, con su nombre, sus sueños y miserias. Como Bruno, que por la noche vigila una mansión rica, por el día vive en una chabola en la periferia de Nairobi (Les vies des autres, inédito en España, se puede ver en www.bdreportage.com).

El reportero gráfico puede confesar tener frío, estar asustado o no entender las contradicciones de una situación. “Gracias a la personalización, el lector se identifica y se acuerda de un cómic más que de un frío artículo”, afirma Guibert. Los salones vacíos de hotel dibujados por Guy Delisle en PyonYang (Asti- berri, 2009) describen la dictadura norcoreana mejor que miles de palabras en una revista. Las manifestaciones de los maestros mexicanos se hacen comprensibles gracias a que Peter Kuper empezó “a ir de manera regular a la ciudad y a enviar correos electrónicos ilustrados que detallaban la realidad como yo la experimentaba”, escribe en Diario de Oaxaca (Sexto Piso, 2009). La espera de Nicolas Wild en un hospital de Jalalabad cuenta en una sola plancha la extensión del opio en esa sociedad: un hombre alivia las penas de un enfermo con unos gramos de droga: “No tengo dinero para la morfina”, se justifica en Kabul Disco (Ponent Mon, 2009).

Reporteros que van, ven, escuchan y cuentan. No pretenden comprender o juzgar. Usan su piel, sus ojos y oídos. Los cinco sentidos del periodista, diría Ryszard Kapuscinski, y sobre todo el sexto: la humildad, que se fija en los hombres. En los que, bajo el juego de poder, declaraciones y armas, siempre pierden. Las batallas de los superhéroes invulnerables quedan lejos, en otro universo. Como los dioses del Olimpo. Como en un inverosímil país de las maravillas.



 EL PAÍS BABELIA Nº 961 24.04.10

jueves, 29 de abril de 2021

REFLEXIONES SOBRE EL TEBEO JUVENIL


Elisa McCausland

Las etiquetas, a veces, nos ayudan a entender el medio: nos acercan obras que jamás habíamos pensado que podrían interesarnos; nos facilitan la identificación de un título para regalo; nos indican en qué balda podemos encontrar aquello que necesitamos. No obstante, como todo marco simbólico, como toda construcción que se perpetúa en el tiempo, es importante preguntarse por su sentido en el hoy. ¿En qué pensamos cuando hablamos de tebeo juvenil? ¿Qué lee la juventud? ¿Cuándo se deja de ser infante? ¿Importa eso a la hora de abrir un cómic, cualquier cómic?



 No deja de ser curioso que, durante el proceso de mutación metafórica y —no tan metafórica— que llamamos crecimiento, estemos más preocupados por saber si la lectura es conveniente para la edad de la persona —si no provocará algún trauma, si la obra se adecúa a su madurez—, que por el mero hecho de que observe, experimente, lea. Desde mi experiencia como lectora temprana, también de cómics, esta es una de las tensiones observadas que más me intrigan; es por eso que le pregunto a amigas bibliotecarias, a libreros entregados a la causa de la lectura, a editores que se han especializado en dar de leer a la infancia y la adolescencia, a compañeras que educan, y no hay una respuesta unívoca. Desde quienes prefieren seguir el proceso, etapa a etapa, hasta la opción del acompañamiento silencioso, pasando por el más o menos disimulado control de lecturas. La observación más lúcida, hasta el momento, la hizo una mediadora en biblioteca pública, que me confesaba que los títulos que arrasaban entre un espectro de edad temprana eran clásicos como El Pato Donald, de Carl Banks, Terry y los piratas, de Milton Caniff o Calvin y Hobbes, de Bill Watterson.


 La edad peliaguda

La biblioteca como espacio de descubrimiento, de creación del gusto y del disfrute por la lectura. Y, para ello, las etiquetas ¿orientan o limitan? No quería quedarme encallada en reflexiones sobre lo que podríamos llamar «la edad peliaguda», un apelativo coloquial que nos permite visibilizar estas tensiones a las que hacía referencia anteriormente, y que hace referencia a ese espacio/tiempo entre el aprendizaje de la lectura y la preadolescencia que tanto preocupa a los adultos. Sin embargo, tebeos provenientes del ámbito del audiovisual, como Gumball, Hora de aventuras o Steven Universe, desafían esas mismas etiquetas. Colecciones, que no por nada, interesan a ilustradores y dibujantes, como producto pero, sobre todo, como nicho de mercado. Algo parecido a lo que encontramos en fantasías hiperbólicas como I hate Fairyland (Panini), una versión macarra y cuqui de Alicia firmada por el estadounidense Skottie Young. Bastante más descafeinadas, pero también adorables, son las DC Super Hero Girls, que adoptan la fórmula de grupo de amigas de instituto, solo que con las heroínas y villanas del Universo DC como protagonistas. Firmadas por la animadora Shea Fontana, también se encarga de los cortos animados, lo que vuelve a poner de manifiesto las productivas sinergias transmedia que traen consigo estas obras.



Cambiando de escala, encontramos en editoriales como Sallybooks, La Tribu Ediciones, Dibbuks, Sapristi o Bang Ediciones un trabajo específico, patente, en editar para público infantil y juvenil. Comparten enfoque de mercado con la revista Kiwi, enfocada a la ya citada «edad peliaguda», y especifican en su propuesta el cuidado por el diseño. En este apartado cabría destacar a Ediciones Maeva, que ha capitalizado la categoría juvenil de los Premios Eisner trayendo a nuestro mercado dos de sus premios: Sonrisas, de Raina Telgemeier, y Super Sorda, de Cece Bell.

Pero, como hemos precisado en el inicio, el cuestionamiento de lo que encontramos bajo estas etiquetas nos parece necesario. También observar qué funciona; es decir, qué es lo que buscan las nuevas generaciones en el tebeo en contraste con aquello que la crítica valora. Obras de éxito y prestigio editadas el pasado 2017, como Luces nocturnas, de Lorena Álvarez (Astiberri); Los cuadernos de Esther, de Riad Sattouf (Sapristi); Nimona, de Noelle Stevenson (Océano); o Las 100 noches de Hero, de Isabel Greenberg (Impedimenta) ponen de manifiesto el interés editorial y de mercado por las aventuras protagonizadas por niñas y jóvenes de ficción, que también tienen su reflejo productivo en obras didácticas al estilo de los dos volúmenes de Valerosas, de Pénélope Bagieu (Dibbuks).

Adolescentes alienígenas

«Tanto da que seas una bailarina o una marginada, una chica de clase trabajadora o de la alta sociedad, en este campamento hay un sitio para ti, no importa lo distinta que te sientas a todas las demás». El mensaje del Consejo Mayor de las Leñadoras, junto


Todas las imágenes de esta página: GIANT DAYS IS TM and © 2017m John Allison. All rights reserved. Para la edición española: © Fandogamia Editorial C. B.

con su promesa de superación individual y sororidad colectiva, bien podría ser una de las características de una ficción medida para hacer llegar un mensaje positivo desde la misma creación, pues las autoras de Leñadoras —dos volúmenes editados por Sapristi hasta el momento en nuestro país— escriben, ilustran y colorean; proyecto creado por Shannon Waters, Grace Ellis, Noelle Stevenson y Brooke Allen, nos interesa porque se ha configurado como artefacto idóneo para trasladar un visión positiva de las relaciones entre chicas. Algo que en Paper Girls (Planeta) resulta más ambiguo pero, no por ello, menos interesante. Serie de ciencia ficción cool firmada por Brian K. Vaughan y Cliff Chiang para Image, encuentra en el tebeo de género una deriva distintiva de la que también se nutren producciones como Rat Queens (Norma), un cómic de espada, brujería y heroínas disfrutonas llevado a cabo por Kurtis J. Wiebe, Roc Upchurch y Stjepan Šejić; la sátira distópica y feminista Bitch Planet (Astiberri), de Kelly Sue Deconnick y Valentine De Landro; la fantasía oscura y vibrante Monstress (Norma), de Marjorie Liu y Sana Takeda; o la ciencia ficción panteísta Mirror (Astiberri), firmada por Emma Ríos y Hwei Lim.

Pero, si Image ha logrado darle un giro a lo que a detectar tendencias se refiere, se lo debe, en gran medida, a la generación The Wicked + The Divine, que tan bien han detectado Kieron Gillen y Jamie McKelvie con su obra más depurada; una generación de lectoras y lectores que buscan la transgresión en el lema, en el guiño, y conciben los cómics como espejos desde los que remitirse al mundo. En esta línea, no es de extrañar que Giant Days (Fandogamia) haya logrado erigirse como tebeo de primera división en la editorial Boom Studios, después de transitar Internet y la small press. El equipo formado por el guionista John Allison, las dibujantes Lissa Treiman y Max Sarin, y Whitney Cogar como colorista han sabido hilvanar agenda con comedia, lo que ha dado un resultado bastante invencible en cuanto a entretenimiento y diversidad. Algo parecido a lo que Marvel y DC han intentado con colecciones protagonizadas por Harley Quinn, la bufona del Universo DC, y su contrapartida Marvel, Masacre-Gwen, y que han logrado con series que amplían espectro de edad, como Moon Girl y Dinosaurio Diabólico, Ms. Marvel o Chica Ardilla. Mención aparte para títulos herederos de La Leyenda de Wonder Woman, de Renae De Liz, en formato y público como el volumen único firmado por Mariko Tamaki y Joelle Jones, Supergirl: Fuera de lo común. Historias de crecimiento y madurez, de pérdida de la inocencia y encuentro del trayecto vital, imaginadas por autoras provenientes de distintos ámbitos, que conciben el estilo y la narrativa propia del manga, el diseño gráfico y recursos de la animación, e incluso la autoficción, como parte del elenco de herramientas que permitan, de manera desprejuiciada, concebir ficciones difíciles de etiquetar.


TM&©2016MARVEL



Cómics esenciales 2017

Un anuario de ACDCómiC & JOT DOWN

Primera edición: abril, 2018


martes, 27 de abril de 2021

El padre del ‘manga’ para adultos

Más apreciado fuera que en Japón, Yoshihiro Tatsumi introdujo encuadres propios del cine y compuso páginas enteras sin diálogos. “Escribo para mí mismo”, dice el historietista

Por Andrés S. Braun

YOSHIHIRO TATSUMI (Osaka, 1935) nos cita en Saboru, un local a medio camino entre una cripta y un bar de estética polinesia que sigue siendo la guarida por excelencia de las criaturas que pululan por Jimbôcho, el barrio tokiota donde se asienta buena parte de la industria editorial de Japón. Aquí conocen bien a sensei (maestro) Tatsumi. Él es el padre del manga gekiga, aquel que apeló por primera vez a un público adulto en Japón. Mientras el tebeo occidental empezó a reconocer la madurez del medio, Tatsumi y los integrantes del taller Gekiga, entre los que se contaban autores hoy reconocidos como Takao Saito (Golgo 13), emprendieron en Japón su propia cruzada a finales de los cincuenta. No apostaron por transgredir la moral burguesa sino que intentaron emplear los circuitos convencionales para brindarle al lector recursos narrativos más sofistica- dos, temáticas y géneros más adultos —como el suspense o el drama— alejados del cómic de aventuras infantil tan popular en la época. El seinen, como se llama hoy al manga dirigido a lectores mayores de 20 años, no sería lo mismo si Tatsumi y sus colegas no hubieran empezado a rasgar el encorsetamiento al que las editoriales niponas tenían sometido al tebeo.

“La Nueva Isla del Tesoro, de Osamu Tezuka (cuya versión publicó en España Glénat), su primera obra de éxito publicada en 1947, fue el tebeo que nos marcó. Vimos que se podía hacer algo diferente”, recuerda Tatsumi con una sonrisa dibujada en su contundente rostro al que acompañan unas gruesas gafas y su cabello encrespado. “Además tuvimos la suerte de empezar en las editoriales que vendían a los kashibon —tiendas de alquiler de tebeos— en Osaka. Allí ni siquiera había reuniones editoriales como en Tokio. Lo importante era que la portada fuera llamativa para que se alquilara la obra. Gracias a eso, pudimos empezar a buscar nuevas fórmulas”, rememora. Sin embargo, la revolución del gekiga no fue un camino de rosas. “Tuvimos muchas barre- ras, especialmente cuando nos mudamos a Tokio. Muchos consideraron nuestras historias violentas y perniciosas para los niños, aunque no nos dirigíamos al público infantil. Por otro lado, las editoriales intentaban meternos en cintura y nos decían que el lector adulto no existía, que los niños dejaban de leer tebeos cuando entraban en secundaria”, apostilla. La historia de esa lucha está recogida en los dos tomos que componen Una vida errante, obra autobiográfica que además ofrece una visión de los años del milagro económico japonés.

“He sudado mucho con Una vida errante, pero no la considero mi obra cumbre, es algo aparte dentro de mi producción. Nunca quise escribir una autobiografía. Fue una suerte que Mitsuhiko Asakawa, de la editorial Mandarake, me propusiera dibujarla en 1994 y publicarla por entregas en la revista- catálogo de la casa. Lo que no imaginé fue que se publicaría en España y en Estados Unidos”, añade Tatsumi, que acaba de regresar de Singapur donde un productor independiente ha rodado una película basada en Una vida errante combinando animación y acción real. El encargo en el que ahora trabaja también viene de fuera, de la mano del historietista y editor californiano Adrian Tomine, responsable de que buena parte de su obra se haya traducido al inglés. “A petición suya estoy dibujando la continuación de Una vida errante. Arranca en 1960, donde se quedó el anterior volumen, y recoge la desaparición de las tiendas kashibon, pero sobre todo la explosión del gekiga y la aparición de la revista Garo”. Esta nueva obra también recoge el estrés que padeció entonces, cuando tenía que entregar tres publicaciones de 100 páginas a la semana. Una vez, él y los cinco ayudantes que había con- tratado para dar abasto con los pedidos dibujaron 50 páginas en una noche porque se les había pasado el plazo. “Es la historia del boxeador que aparece en Venga, saca las joyas (Ponent Mon, 2004)”.

Antes de eso, Tatsumi se había pasado años buscando la manera de introducir en sus tebeos patrones narrativos procedentes de las lecturas que devoraba con fruición —desde El conde de Montecristo hasta las novelas policiacas de Mickey Spillane— y ante todo de su pasión por el cine. “Adoraba sobre todo el cine europeo por encima del de Hollywood y sus finales felices. Una de las películas que más me marcó fue la francesa Des gens sans importance (1956), de Henri Verneuil. Salí del cine pensando: quiero hacer algo así en manga; un cómic donde no hagan falta diálogos para expresar algo”. Esos influjos le llevaron a introducir encuadres propios del séptimo arte, a diseñar con mimo los escenarios, a componer novedosas puestas en página o a dibujar viñetas o incluso páginas enteras sin diálogos. Del cine europeo también pareció heredar su gusto por los finales abruptos que aparecen en la mayoría de las historias cortas que han compilado en España La Cúpula y Ponent Mon. “Nunca he querido dirigir al lector, me gusta que ponga de su parte, que complete el antes y el después de la historia”. Esas historias plagadas de seres atormentados —ya sean prostitutas, delincuentes u oficinistas— y que exprimen las miserias de la posguerra o de la vida tokiota pudieron leer- se por primera vez en castellano a principios de los ochenta en la revista El Víbora. “Después de que el gekiga viviera su explosión, el sexo se hizo muy presente. Siempre lo he empleado en favor de la narración, nunca gratuitamente, y además se encuentra en mi propio proceso creativo ya que me he inspirado mucho en artículos de las secciones de sucesos. Y creo que mis recuerdos de infancia también influyen. Vivía cerca del aeropuerto de Itami, en Osaka, que pasó a ser una base estadounidense tras la guerra. Recuerdo ver a soldados manteniendo relaciones sexuales con japonesas en los bosques próximos a mi casa. Y también que estos regalaban globos a los niños que luego resultaban ser preservativos”, recuerda entre risotadas.

“Muchos autores te dirán que escriben para sus lectores, para contarles algo... Pero yo he llegado a la conclusión de que escribo para mí mismo. Para extraer cosas de mí, cosas que pueden resultarme vergonzosas y que no me gustaría contar de otra manera. Claro que si pretendes vivir de esto tienes que gustar a los lectores, y es fabuloso saber que tantos me aprecian, sobre todo en el extranjero”, señala este historietista que vive ahora entre el cariño del público foráneo y la indiferencia que le despierta el manga actual. “Admiro la sofisticación de los dibujantes japoneses actuales, pero desde hace diez años no hay ningún manga que me sorprenda. Lo último que me gustó fue Bola de Dragón, de Akira Toriyama. Después todo se ha vuelto mediocre. La industria se ha dormido en los laureles”. 



Una vida errante 1 y 2. Traducción de X. Astiberri. Bibao, 2010. 432 y 416 páginas. 24 euros cada tomo


EL PAÍS BABELIA 12.06.10

Diario de viaje

Ha pasado el tiempo y el autor nos vuelve a abrir la puerta de su vida, que este caso se vale de un alter ego para narrarnos su devenir diario


JOSÉ LUIS VIDAL

23 Abril, 2021 

Cuando pensamos en la existencia de algunos autores de cómic exitosos, grandes nombres de la viñeta internacional, imaginamos unas jornadas llenas de glamour, rodeados de asistentes que le hacen la vida mucho más fácil, recorriendo la ciudad a toda velocidad dentro de un auto de última gama… En fin, viviendo un auténtico sueño.



Oleg


Autor: Frederik Peeters

Tapa dura

Blanco y negro

184 págs.

18 euros

Astiberri


No sé si este será el caso de alguno, pero está claro que no es lo que le ocurre a Frederik Peeters, que con su nueva obra Oleg nos lanza a la cara un una bofetada de normalidad, haciendo un increíble retrato de lo cotidiano a través de este autor de cómics que se desplaza en bicicleta, evitando el tráfico y no sólo tiene que lidiar con la creación de una nueva obra, hecho que le trae de cabeza, sino que además tiene una familia. Una mujer, Alix, de profunda mirada, de la que sigue profundamente enamorado y Elena, una joven hija que le plantea los problemas propios de esa edad, dudas que en pocas ocasiones puede responder pero a la que la une una relación muy especial.

Esta obra es espectacular en la manera tan sutil, sin estridencias, con la que su autor nos sumerge en el día a día. Compone una sinfonía de lo cotidiano, que solo se verá rota por esas 'pequeñas' sorpresas que la vida nos depara. Algunas buenas, que nos hacen avanzar, y otras que no vemos venir y golpean con furia el frágil castillo de naipes que llevamos años construyendo.

Oleg es un tipo bastante normal, que a través del cristal de sus gafas observa ese mundo que le rodea y que cada vez le gusta menos, imaginando que sus congéneres han retrocedido varios pasos en la filosofía darwiniana. Visto lo visto, como especie no tenemos remedio…

Y mientras el tiempo pasa, el autor se plantea y replantea cómo puede ser su próxima obra, el tono, el género. La duda, el bache creativo, imposible de esquivar. Una y otra vez le comenta a Alix sus cambios y ésta, que le conoce muy bien, se convierte en la mejor opinión, haciendo que Oleg siga avanzando en la búsqueda de lo que realmente quiere contar al lector.

Como todo en la vida, hay momentos de este cómic con los que te sientes totalmente identificado, al fin y al cabo todos somos muy parecidos, y la mayoría nos dejamos guiar por los mismos estímulos.

Sin embargo, hay otros a los que prefieres mirar de reojo, ya que sabes que de una u otra manera, siempre acechan y pueden lanzarse sobre ti o los que más quieres.

Hablar del Frederik Peeters dibujante es recalcar lo obvio, los que seguimos su carrera desde hace años ya lo sabemos y hemos podido disfrutar una y otra vez. Y es que es uno de los mejores narradores de la profesión. Desde la viñeta número uno te introduce en su mundo, casi puedes rozarle mientras toma un café, sentarte junto a él y su familia a cenar, acompañarle mientras se sumerge en la piscina o, de pronto, en una ensoñación, un recuerdo, trasladarte a un lugar lejano en el tiempo o el espacio.

De la tranquilidad que emana ese momento en el que, tumbado, piensa sobre sus cosas; al barullo incesante de los aficionados, ávidos lectores que buscan capturar una firma en el festival de Angouleme.

Con una sinceridad que en ocasiones duele, Frederik Peeters nos lleva de la mano a través de un trayecto íntimo por su vida y la de los suyos, componiendo un brutal retrato.


Malaga Hoy



lunes, 26 de abril de 2021

Camino al Infierno

Más allá de las Tierras Crepusculares, donde ningún humano ha osado acercarse, se halla el reino más oscuro y temible de estas tierras asoladas…


JOSÉ LUIS VIDAL

22 Abril, 2021 

Y justo allí, el protagonista de esta saga, nada más y nada menos que el que fue conocido por todos como Dios del Trueno, orgulloso hijo de Odín, Thor, se va a dirigir sin pensárselo dos veces.



Ragnarök 3: La destrucción de Helheim


Autor: Walter Simonson

Tapa dura

Color

160 Págs.

20 euros

Panini Cómics


Pero, un momento, este dios ha perdido sus bellas facciones, su rostro de muerto viviente, de draugar, tan solo refleja la oscuridad que rodea a todo tras el temido fin del mundo, el nombre que da título a esta saga. Ragnarök.

¿Nunca os habéis preguntado qué ocurrirá tras el Apocalipsis? Momento clave en la mitología nórdica, sobre el que se narran épicas epopeyas protagonizadas por héroes y bravas féminas, pero que en este cómic que nos narra lo que ocurrió después. Ya no existe ningún dios, a excepción de éste, que es una oscura imagen de lo que fue y cuya única manera de reconocerle es porque sigue portando su poderoso martillo Mjornil, el que trae las tormentas y el rayo.

Pues bien, tras una larga temporada hundido en sus propios pensamientos y dolor, observando la inextinguible pira que homenajea a todos los que han perecido, la pequeña y lenguaraz ardilla Ratatosk espolea al apesadumbrado Thor. Ya va siendo hora de que vuelvan a los caminos, a lomos de Lady, su particular cabalgadura.

Justo en ese momento, una conocida voz susurra el nombre del protagonista, un eco que le va a narrar el final de todo, como el mundo que él conoció fue engullido entre llamas, sangre y dolor…

Mientras, los únicos que sí que han sobrevivido al fin del mundo han sido los villanos, los eternos enemigos de los que fueron orgullosos habitantes del reino de Asgard y todos los mundos que surgían del árbol de la vida, Ygdrasil.

Ocultos, trazan planes para borrar del mapa a la única amenaza que les perturba, Thor. Pero claro, como malvados que son, la desconfianza y posible traición nace en este grupo.

Y así Thor se encaminará en una de las aventuras más increíbles y poderosas que ha vivido en su existencia. Viajará más allá del horizonte, al lugar donde el Mal se concentra, el infierno nórdico, Helheim, ya que necesita averiguar si la hija del taimado Loki, Hel, la reina del lugar, sigue con vida.

Pero como podéis suponer, éste no va a ser para nada un viaje sencillo, más bien todo lo contrario, y Thor se va a enfrentar a las más obscenas monstruosidades que le saldrán al paso, aunque si su leyenda aún sirve de algo le abrirá más de una puerta y servirá para hacer nacer alianzas ante los enemigos más inesperados.

Y hablando de leyendas, el autor de este cómic lo es, por supuesto. Tras una carrera plagada de éxitos, Walter Simonson ha dejado a lo largo de su fértil trayectoria como dibujante y guionista algunas obras que ya están consideradas como auténticos clásicos dentro del mundo del comic-book norteamericano. Y claro, es inevitable nombrar la saga que protagonizó otro Thor, ese dios reconvertido en superhéroe por la mano de Stan Lee y Jack Kirby, y del que Simonson supo sacar todo el partido, firmando la que considero su mejor saga en las viñetas. Y lo hizo con un gran conocimiento de la mitología nórdica, tal como vuelve a demostrar en esta personal visión de estos mitos.

Su pulso no flaquea y nos regala unas páginas para enmarcar, dotadas de una espectacularidad única, que llevan la inigualable firma de uno de su autor, un gran creador, arquitecto de inolvidables fantasías.

Esta imprescindible tercera entrega recopila los seis números que componen esta saga, además de una galería de portadas que os provocarán un brote de síndrome de Stendhal instantáneo.


Malaga Hoy


Bien está lo que bien acaba...

'Súper Rayón' (2021), de Jan, es un cómic que fue empezado por el creador de SuperLópez en 1981 y acabado durante los días de confinamiento de 2020 por la pandemia de coronavirus


GERARDO MACÍAS

21 Abril, 2021


'Super Rayón'. Guion y dibujos: Jan. Editorial DQ, 2021.


La editorial DQ inicia el sello DQómics, con Súper Rayón, personaje que salía en la única historieta erótica de Jan, titulada Laszivia, que se publicó en 1984 en la revista A Tope. Protagonizada por la tripulación de la astronave María de la O en misión de explorar Laszivia, planeta con forma de mujer.

Entonces, Jan comenzó un spin off de Laszivia, la historieta Se busca personaje, en la que un tipo encuentra un anuncio de prensa para trabajar de personaje de cómic. En casa del historietista, descubre que lo ha abandonado su mujer, y tiene el piso lleno de basura (la bajaba su esposa). Busca inspiración, pero no encuentra su mesa de dibujo entre los desperdicios. Una brigada de basureros le devuelve la mesa y la creatividad. Basándose en el tipo en paro, nace Súper Rayón, defensor de la Humanidad con su sede en la futurista megaciudad de Hospitalet.

Jan empezó el proyecto en 1981, pero, al no haber editor, lo dejó en las primeras 16 páginas. Durante el confinamiento, Jan lo acabó en noviembre de 2020. Solamente una página de las 52 del álbum delata que se trata del spin off de un cómic erótico.Juan López (Toral de los Vados, León, 1939) vivió en Barcelona su adolescencia. Quedó sordo a los seis años. Muy joven, comenzó a trabajar en Estudios Macián, donde aprendió animación.En 1959 su familia emigró a Cuba, ilusionada con la Revolución Castrista. Allí trabajó en la agencia de publicidad Syboney, en Televisión Cubana y en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Militante de Juventud Comunista de Cuba, trabajó en el suplemento de cómic de su revista y en El Pionero, con las series Chaparrito, Lucas y Silvio, El Duendecillo cuenta.

Desengañado del castrismo, vuelve a España en 1969. Comenzó a colaborar con Bruguera y en Gaceta Junior: ¡Abracadabra!; Sicodelic Hood; Los hermanos Rengifo; Lucas el maldito y Dulce Edad Media (las últimas también en La Vanguardia).

Don Viriato, que salió en 1970 en Din Dan, la trasladó en 1971, como Don Talarico, a la revista Strong. El pirata Caracrimen en el suplemento de Pueblo. En 1971 rescató a Lucas y Silvio en Strong; las parodias El último vampiro y Don Juan Poca Cosa, en Trinca, y Tax i Taxi en L'infantil.Hacia 1974, Jan aborda en Bruguera Doroteo, en Tío Vivo y en DDT, y Felipe Gafe, en Tío Vivo, Sacarino y Súper Sacarino. SuperLópez fue solicitado en 1973 por Antonio Martín desde Euredit para protagonizar tiras mudas de Jan y recaló en Bruguera, con guiones de Conti y Pérez Navarro. Jan guionizó desde la tercera aventura larga.Entre 1975 y 1978 hizo Jan para Bruguera la serie Amapola de cuentos clásicos; Cole-Cole, revista didáctica; adaptaciones de Heidi, Marco, La abeja Maya y El perro de Flandes; portadas de los cuentos interactivos Lápiz mágico, etc.Abordó en 1978 Nosotros los catalanes, y viñetas en la revista Butifarra! En 1980 crea al alienígena Trok Trok e ilustra Joana, la brujita, creación de M. Dolors Alibés. Pulgarcito es adaptado del cuento a propuesta de Bruguera para renovar la cabecera semanal. Jan redujo la producción de SúperLópez durante un año y su hijo Juanjo colaboró en Pulgarcito. Lo último en Bruguera es la serie Angelosos, en 1984, promocionando juguetes. Al cerrar Bruguera, creó series en la revista Jauja: Los últimos de Villapiñas, Cab Halloloco y Lurgk de Turgk.En 1984, participó en los dibujos animados Mofli el último koala y dibujó la serie Viceversa en la revista Rumbo Sur.Ediciones B retomó en 1987 las revistas de Bruguera, y Jan volvió a SuperLópez, que se tradujo en Alemania (Super-Meier), Dinamarca (Superdan) y Noruega (Superegon).En 1988, Jan creó Superióribus, complemento de los cómics de superhéroes Marvel de Editorial Planeta DeAgostini.En los 90, Jan dibujó Cómo se hace un cómic, con texto de M. Dolores Alibés, y Los gemelos Superlópez, en la revista Zipi y Zape. Para la revista ¡Dibus!, de Norma, creó Supertron y Pun Tarrrota. Más recientemente, dibujó cómics de Tadeo Jones con guion de Enrique Gato, y Días moscosos, con guion de Raul Deamo.En 2002 recibió el Gran Premio del Saló del Còmic de Barcelona; en 2005 el Premio Ivà; en 2007 el de Imaginamálaga; y en el Salón del Cómic de Huelva en 2016.


Malaga Hoy


Un cruce de sucesos

JAVIER FERNÁNDEZ

21 Abril, 2021 


'Marvel Saga. Jessica Jones: The Pulse, 2'. Brian Michael Bendis, Brent Anderson, Michael Lark. Panini. 136 págs. 16 euros.


El segundo tomo de la recopilación The Pulse dentro de la colección Marvel Saga nos ofrece los números 6 a 10 (publicados todos con fechas de cubierta de 2005) de esta original serie creada por Brian Michael Bendis, con su personaje fetiche, Jessica Jones, y los integrantes de la redacción del Daily Bugle como protagonistas. El apartado gráfico recae en dos conocidos artistas: Brent Anderson, dibujante de Astro City y la novela gráfica La Patrulla-X: Dios ama, el hombre mata, y el estupendo Michael Lark, que refuerza los lazos estéticos de estas páginas con el Gotham Central de DC. El argumento nos presenta el cruce con los sucesos del primer evento de Bendis, Secret War, así como una breve interacción con Dinastía de M.


Malaga Hoy


domingo, 25 de abril de 2021

¿Qué hubiera pasado si...?

JAVIER FERNÁNDEZ

21 Abril, 2021 - 06:00h


'Marvel Saga. El asombroso Spiderman, 50'. Dan Slott, Adam Kubert. Panini. 144 págs. 16 euros.


El mega crossover Secret Wars del año 2015 destruyó el multiverso Marvel y creó un nuevo universo de ficción compuesto de fragmentos de diversos mundos. La situación sirvió para explorar (temporalmente, mientras se desarrollaba el evento) argumentos ambientados en estos otros mundos, y, en el caso de Spiderman, la idea sirvió para mostrar a los lectores cómo habría sido la vida de Peter Parker si los sucesos de Un día más no hubieran tenido lugar y aún siguiera casado con Mary Jane. Todo esto se narró en la miniserie de cinco números Amazing Spider-Man: Renew Your Vows, escrita por Dan Slott y dibujada por Adam Kubert. Panini recopila este emocionante episodio de la vida de Spiderman en un solo tomo, el 50, de la recopilación de las aventuras del superhéroe en la colección Marvel Saga, que se completa con un nutrido apartado de portadas alternativas.


Malaga Hoy


Una era dorada

JAVIER FERNÁNDEZ

21 Abril, 2021 


'Marvel Must-Have. El Castigador: Bienvenido, Frank'. Garth Ennis, Steve Dillon. Panini. 296 páginas. 15 euros.


El Castigador debutó como personaje secundario en el número 129 de The Amazing Spider-Man (febrero de 1974). Lo crearon el guionista Gerry Conway y los dibujantes John Romita y Ross Andru, inspirándose en El Ejecutor, un justiciero de las novelas hard-boiled de Don Pendleton. En los 70, siguió apareciendo aquí y allí, en calidad de personaje de culto, y fue gracias a su uso por parte de Frank Miller en Daredevil y, sobre todo, a la publicación de una primera miniserie propia en 1986, la mítica Círculo de sangre, de Steven Grant y Mike Zeck, que el violento antihéroe tocó definitivamente la fibra de los lectores.

Seguirían las primeras series regulares y un sin fin de especiales y cruces con otros superhéroes, hasta el punto de una cierta saturación que corrió en su contra. Llegados al final de la década de 1990, malas decisiones editoriales habían convertido a Frank Castle en una especie de caricatura esotérica de lo que había sido. Por fortuna, con el proceso de modernización de Marvel capitaneado por Joe Quesada, las riendas de El Castigador pasaron a manos de Garth Ennis, y empezó otra historia, la auténtica era dorada del personaje.

Ennis y el dibujante Steve Dillon, una pareja que había triunfado en la excitante cabecera de Vertigo Predicador, se tomaron muy en serio su trabajo con Frank Castle (o muy en broma, según se mire) cuando se hicieron cargo de la miniserie de 12 números publicada en el año 2000 por el sello Marvel Knights. El dúo creativo devolvió a El Castigador el empaque, la dureza y la simplicidad que nunca debía haber perdido, y le añadieron un humor negro que le sentó a las mil maravillas.

El resultado está compilado en un número imprescindible de la colección recopilatoria Must-Have de Panini, titulado Bienvenido, Frank. Ennis seguiría bastantes años ligado al personaje, y lo llegaría aún más lejos en el sello MAX, hasta el punto de que su Castigador es uno de los mejores tebeos publicados por Marvel en el siglo XXI. El viaje empieza aquí, y es la leche. Altamente recomendable.


Malaga Hoy


Guerra secreta

'Secret War', protagonizado por Nick Furia, es un volumen compacto y fundamental para observar la evolución de la Marvel contemporánea


JAVIER FERNÁNDEZ

21 Abril, 2021 


'Marvel Integral. Secret War'. Brian Michael Bendis, Gabriele Dell'Otto. Panini. 264 páginas. 26 euros.


El escritor Brian Michael Bendis llegó a Marvel en el año 2000, después de haberse labrado un nombre en el mercado independiente durante la década de 1990. Logró notoriedad con un excelente puñado de historietas de género negro dibujadas por él mismo, Jinx, Fire, Goldfish, Torso, que le granjearon diversas nominaciones y premios de la industria, a las que siguió la excitante Powers, una revisión del género de superhéroes en colaboración con el dibujante Michael Avon Oeming, también desde la óptica del género negro.

Curiosamente, lo primero que hizo para Marvel, Ultimate Spiderman, se alejó del noir, pero no tardó en volver a él con sus dos siguientes trabajos: Daredevil y Alias, dos de los títulos más influyentes de su tiempo. Con todo esto en su haber, Bendis se lanzó de cabeza a rediseñar el universo Marvel, insuflando nueva vida nada menos que a Los Vengadores, y logró tal proyección que puede uno afirmar, sin miedo a equivocarse, que se trata del guionista por excelencia de la Marvel del siglo XXI (con permiso de un Jonathan Hickman que viene empujando fuerte en la última década).

El punto de inflexión de su carrera, ya digo, fue hacerse cargo de Los Vengadores (con la célebre saga Desunidos, de 2004, y el consiguiente alumbramiento de Los Nuevos Vengadores), pero, un poco antes, ya había apuntado sus intenciones con la miniserie Secret War (no confundir con cualquiera de las que llevan una s final).

Como explica Julián M. Clemente en el prólogo de la reedición de esta saga en el flamante nuevo tomo de la colección Marvel Integral: "Poco imaginaban los lectores del primer número de Secret War, en abril de 2004, que se encontrarían en su interior ante un giro en la naturaleza, concepción y desarrollo del Universo Marvel que se iba a extender durante los años venideros y que afectaría, de una u otra forma, a cada cómic publicado por la Casa de las Ideas desde aquel momento. (...) Bendis se tomaba en serie el concepto de Guerra Secreta, que en el mundo del día después del 11-S se traducía en guerra sucia contra otras naciones, y lo transponía al Universo Marvel de manera descarnada. (...) Nick Furia no es el héroe luminoso que quieren los ciudadanos, pero sí el agente del orden que necesitan para dormir tranquilos por la noche, el único capaz de hacer lo que es necesario, dejando al margen los condicionamientos morales y éticos y las contingencias políticas. Su utilización de los superhéroes como armas para una intervención preventiva significaba invitarlos sus rudimentos coloristas para formar parte del siglo XXI". A renglón seguido, vendrían otros eventos como Civil War, Invansión o Reinado Oscuro, pero la estrategia y el tono comenzaron aquí, en esta guerra secreta interpretada en óptica realista por el espectacular y meticuloso ilustrador italiano Gabriele Dell'Otto.

Panini ofrece la miniserie completa, con el especial de los archivos de Nick Furia y una tonelada de extras en un volumen compacto y fundamental para observar la evolución de la Marvel contemporánea.


Malaga Hoy


domingo, 18 de abril de 2021

"¡Te maldigo, Barón rojo!"

 El Faro del Fin del Mundo/ Jacinto Antón

Cartel anunciador de la exposición sobre Snoopy y el Barón Rojo

Al muy pijo "¡Te lo juro por Snoopy!", tan en boga en los años ochenta, siempre he preferido lo de "¡Te maldigo, Barón Rojo!" (originalmente "¡Curse you, Red Baron!"), el grito de batalla del simpático perro de raza beagle creado por Charles M. Schulz cuando va caracterizado de piloto aliado de la I Guerra Mundial. Desde la infancia me fascinan el álter ego de Snoopy como aviador, que me parece de lo mejorcito de las tiras de Peanuts junto a Peppermint Patty -mi debilidad-, y otro de los avatares del can: el de Beau Snoopy, conspicuo sargento mayor de la Legión Extranjera, con el quepis y la cogotera marchando a través de un desierto de mentirijillas rumbo al fuerte Zinderneuf.

En las historietas en que hacía de aviador del Royal Flying Corps, ataviado con los preceptivos gorros, antiparras y bufanda (por lo demás a pelo) y surrealistamente encaramado en su caseta perruna que pretendía ser un clásico caza británico Sopwith Camel, Snoopy vivía obsesionado con el Barón Rojo, el as de caza alemán Manfred von Richthofen (1892-1918), su némesis. De los encuentros más o menos imaginarios con el famoso piloto (que nunca aparecía en las viñetas) el perrito aviador salía indefectiblemente derrotado, aunque resuelto a seguir peleando ("¡algún día te cazaré, Barón Rojo!"), con su caseta/aeroplano acribillada por las ametralladoras del Fokker triplano rojo de su archienemigo.

De esta forma tan rara, de la mano de un perro dibujado que daba un sentido nuevo al término dogfight (combate aéreo), algunos nos adentramos en la leyenda y la realidad de uno de los personajes emblemáticos de las Gran Guerra (Richthofen, no Snoopy). Hace ya años que sabemos que pese al mito de su caballerosidad el barón aéreo era un verdadero depredador, un verdadero cabronazo, si me permiten, un tipo sin demasiados escrúpulos -a menudo aterrizaba junto a los aparatos que derribaba para observar profesionalmente a los aviadores que había matado y obtener un trozo de sus aviones como trofeo- que trasladó al cielo y a la guerra su fría pasión por la caza. Snoopy ya intuyó esa falta de calidad moral del as. Dado el eterno debate de si Richthofen lo derribó la infantería australiana o el piloto canadiense Roy Brown (¿pariente de Charlie Brown?), ¿por qué no imaginar que finalmente lo abatió Snoopy?

Recientemente ha caído en mis manos Snoopy y el Barón Rojo, un pequeño y precioso álbum de Ediciones Kraken que recoge una amplia selección de tiras de Schulz en las que el perro aparece como piloto. Son 126 páginas de historietas -la primera, la del debú de nuestro pequeño aviador canino, el domingo 10 de octubre de 1965; la última del 23 de diciembre de 1997-. En la mayoría de los casos le vemos despidiéndose del personal de tierra (Woodstock) y volando sobre Verdún, Fort Douaumont, Cambrai, con gesto decidido en pos del Barón Rojo. Pero, pese a su coraje y sus Vickers dobles, Richthofen se coloca siempre en a su cola (!) y lo derriba. Algunas aventuras transcurren con Snoopy tras las lineas enemigas regresando por tierra de nadie a su aeródromo, relacionándose fantasiosamente en el camino con chicas francesas. La realidad, como muestra un libro que es la antítesis del álbum de Snoopy, Under the Guns of the Red Baron (editorial Caxton), es mucho más dura. El volumen explica una por una todas las victorias (80) de Von Richthofen, y pone rostro a muchas de sus víctimas. Muchas de las muertes fueron especialmente horribles: los aviadores abrasados en sus aparatos o hechos pedazos al estrellarse.

Schulz conocía la realidad del combate. Había servido como sargento en la II Guerra Mundial en Europa en la 20ª División Blindada, aunque en la única oportunidad que tuvo de emplear su ametralladora del calibre 50 se olvidó de cargarla. ¿Cómo se le ocurrió convertir a Snoopy en piloto de caza de la Gran Guerra? Me lo ha explicado Stephanie King, del Charles M. Schulz Museum & Research Center de Santa Rosa, California, museo que tiene precisamente una exposición itinerante titulada Snoopy and the Red Baron dedicada al aviador canino, su historia y sus orígenes. A cambio, he tratado de explicarle yo a Stephanie el significado de la expresión "te lo juro por Snoopy", pero no sé si lo he conseguido.

La idea de dibujar al perrito como piloto la tuvo Schulz al ver a su hijo mayor, Montes, ensamblar maquetas de aviones de la I Guerra Mundial. Le dibujó en broma a Snoopy un gorro de aviador y ahí empezó todo. Influyeron también diferentes conmemoraciones del aniversario de la contienda en los años sesenta y películas como The Dawn Patrol, con Errol Flynn. Cuando vio cómo le quedaban las antiparras a Snoopy, Schulz comprendió que había dado con algo "muy bueno", de gran potencial, y dejó volar la imaginación (y a Snoopy). El dibujante quiso siempre rodear de autenticidad las aventuras aéreas del personaje. Le encantaba el caza británico emblemático: "Sopwith Camel, ¿se puede imaginar un nombre más divertido para un aeroplano?" (lo de camello era por el abultamiento para proteger las amtralladoras).

En última instancia, el Barón Rojo, el mayor as de la Gran Guerra, el terrible cazador, mientras que el pequeño, imaginativo, tozudo, romántico y valiente perrito sigue volando en los eternos cielos de papel de las tiras. Te admiro, te lo juro, Snoopy.


El Pais, sábado 17 de abril de 2021

sábado, 17 de abril de 2021

Una dimensión desconocida

Llega una nueva obra del genial mangaka Osamu Tezuka a las librerías, con un argumento tan original que no dejará impasibles a sus lectores


JOSÉ LUIS VIDAL

16 Abril, 2021 

Si algo caracteriza a el Dios del Manga es lo innovador de su propuesta, tanto en lo gráfico como en lo narrativo, que cambió para siempre el rumbo del manga en su país, Japón. Inquieto como pocos, Tezuka nos sorprende en un momento dado de su fértil carrera por el radical cambio que dio a los argumentos de sus historias, pasando de unas tramas más dirigidas a un público infantil y juvenil, lanzándose de cabeza al gekiga, un género de manga para adultos, que solían tratar temar candentes en la sociedad de aquellos años, concretamente los sesenta y setenta.



Jiletta o el caos frenético


Autor: Osamu Tezuka

Tapa dura

Blanco y Negro

400 págs.

25 euros

Planeta Cómic


Pues bien, como haría en sus magníficas obras MW, Adolf o Ayako, en Jiletta o el caos frenético nos presenta a Ichirô Monzen, director de programas de televisión, un tipo ambicioso al máximo y sin ningún tipo de escrúpulo que, debido a un suceso ocurrido en una retransmisión es despedido de la cadena en la que trabaja.

Pero el protagonista, en vez de hundirse en la desesperación más absoluta será la mano ejecutora de un plan que cambiará la vida del resto de personajes que le acompañan en esta apasionante trama: En primer lugar, Rie Hazama, la hasta entonces atractiva novia del tipo, de la que se separará de la manera más fría e inesperada posible, y a la que va a acudir cada vez que le apetezca para satisfacer su libidinoso apetito, convirtiendo su relación en un “contigo pero sin ti”.

Nagisa Harumi, joven y talentosa cantante que posee una voz bella pero unas 'especiales' facciones, que solamente cambian cuando es sometida al más riguroso de los ayunos, transformándola en una belleza total. Hecho éste que convertirá  su vida en un infierno debido a la ambición de Monzen, que por encima de todo y todos logrará convertirla en objeto de veneración por sus fans, pese a la timidez, sufrimiento y hambre que ésta va a padecer.

Otohiko Yamabe, conocido como Oto por Nagisa, amigo de su juventud. Un tipo tan inocentón como con pocas luces que, tras ser despedido en su trabajo como ayudante de un mangaka bastante caradura, protagonizará un inesperado incidente que lo va a convertir en ese especial y extraño puente que conecta la realidad con el mundo de Jiletta…

Todos estos personajes serán movidos una y otra vez en el imaginario tablero que son los ambiciosos planes del inmoral y egoísta Monzen, que no dudará en convertir la vida de la joven cantante en un infierno, haciendo hasta que cambie su nombre por el de Chie Satori, que la llevará al éxito y el sufrimiento más absolutos.

Y mientras todo esto ocurre, el descubrimiento de ese lugar tan surreal, Jiletta, que parece, extraído de los sueños y la vivaz imaginación de Oto, irá tomando más y más protagonismo en la trama, implicando cada vez a más estamentos de la sociedad nipona: Las fuerzas del orden, empresarios, políticos de alto nivel… Todos quieren acceder a esa dimensión onírica.

Como os decía anteriormente, Osamu Tezuka siempre sorprende, ya sea argumentalmente, como es el caso, o en lo gráfico, ya que en esta ocasión su estilo se decanta mucho hacia lo caricaturesco, aunque sin por ello dejar de ser totalmente reconocible, ofreciéndonos algunas soluciones narrativas muy innovadoras, marca de la casa.

¡Una nueva joya en esa maravilla que es la Biblioteca dedicada a este genio del manga llamado Osamu Tezuka!


Malaga Hoy


En pocas palabras: Max

 El ilustrador Max (Barcelona, 1956) inició en 2014 la serie de tiras Trampantojo, en la que desenmascara con humor ácido los vicios de la cultura. Ahora publica una recopilación Saboteando a Shakespeare (Salamandra Graphic).




¿Por qué Saboteando a Shakespeare? Buscaba un título sonoro y chocante (en el sentido de excitar la curiosidad). Pero, sobre todo, que reflejara la esencia de las tiras, así que tenía que ser también irreverente.

En estas tiras desmonta los tópicos de la cultura y los artistas. ¿Hay alguno que le irrite especialmente? Lo que realmente me irrita de la cultura es esa solemnidad con la que gusta de revestirse, esos aires que se da. De ahí la irreverencia: la está pidiendo a gritos.

¿Y cuál le divierte más? Esos artistas tan encantados de haberse conocido.

¿El mayor vicio de la cultura contemporánea? Yo diría que la tendencia al gigantismo, a lo espectacular.

¿Qué o quién le llevó a convertirse en dibujante? Los cómics de Robert Crumb.

¿Qué cómic le ha impactado más últimamente? Romeo muerto, de Santiago Sequeiros.

¿Y su favorito? Krazy Kat, de George Harriman.

¿Qué viñeta ajena le habría gustado firmar? Las viñetas de El reyecito (The little king), de Otto Soglow.

¿Qué libro tiene en su mesilla de noche? Acabo de terminar El santo, de César Aira, y justo debajo está Hamnet, de Maggie O´Farrell.

¿Cuál no pudo terminar? El manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki. La primara parte es genial, pero después no hay quién se lo trague.

¿En qué película se quedaría a vivir? En cualquiera de los hermanos Marx.

¿A quién le daría el próximo Premio Nacional de Cómic? Post mortem, a Micharmut.


El Pais. Babelia, Nº 1.534, sábado 17 de abril de 2021

Cosas de brujas

'Los Vengadores Costa Oeste: La búsqueda de La Visión' (1989), de John Byrne, revela todos los secretos del sintozoide de Marvel, y hace tambalear su matrimonio con la Bruja Escarlata


GERARDO MACÍAS

14 Abril, 2021


'Los Vengadores Costa Oeste: La búsqueda de La Visión'. Guion y dibujos: John Byrne. Panini Cómics, 2017.


En 1989, John Byrne volvió a Marvel Comics, tan sólo un año tras su marcha por discrepancias con el redactor jefe Jim Shooter, cuyo carácter autoritario había empañado la relación con los autores estrella.

Las ventas no acompañaban a Vengadores Costa Oeste. Al final de la etapa de Englehart y Milgrom, presenciamos el regreso de La Visión y la Bruja Escarlata. Marvel colocó a Byrne como autor completo de la serie, y llegaba para dejar su sello en esta pareja.

El Gobierno captura a La Visión, que telemáticamente controlaba todos los arsenales del planeta. Los Vengadores asaltan la base de los secuestradores y encuentran a La Visión desmontado. Los Vengadores lo reconstruyen, pero sin personalidad, y su aspecto pasa a ser blanco, igual al visto en 2021 en la teleserie de Disney+. La presencia de Visión blanco supondrá que el Gobierno imponga un nuevo miembro, John Walker, USAgente, versión extremista del Capitán América, adaptado en la teleserie Falcon y el Soldado de Invierno. Al llegar Walker, Ojo de Halcón se marcha y funda los Vengadores de los Grandes Lagos.

La inexistente personalidad de La Visión hizo que no estuviese enamorado de Wanda. Ella pide a Simon Williams, Wonder Man, que vuelva a prestar sus pautas cerebrales para reconstruir la personalidad de La Visión. Byrne deduce que, si la personalidad de Visión está basada en la de Williams, ha estado siempre enamorado de la Bruja. La escena en el acantilado transmite muy bien las emociones de los personajes.

Hank Pym descubre que Ultrón construyó a Visión basándose en diseños de Phineas Horton de la Antorcha Humana Original, pero eran androides distintos. Wanda acepta la oferta de una universidad para devolver sus antiguas cualidades a La Visión, y es secuestrada por hombres controlados por un organismo simbiótico primigenio, que la posee a ella también, con la intención de saltar de humanos a mutantes. Dicho plan fue abortado por el Capitán América, Hulka y los Vengadores de los Grandes Lagos.

Wanda despide a varias niñeras porque veían a los niños desaparecer constantemente. La niñera oficiosa del Universo Marvel, Agatha Harkness, regresa para decirle que sus hijos son producto de su imaginación. Desaparecen porque Wanda deja de pensar en ellos. Byrne introdujo conceptos que Marvel ha usado posteriormente en cómic y en teleserie.

Byrne recupera a Pandemonium, al que Mefisto desperdigó su alma. Resulta que Billy y Tommy son dos de sus fragmentos perdidos que Wanda usó inconscientemente para crear sus hijos, y por eso la ataca. Pandemonium transforma a los hijos de Wanda en sus brazos demoníacos. Llega Mefisto, que engañó a Pandemonium para que buscara los pedazos de su esencia que perdió contra Franklin Richards, el niño de Reed y Sue de los 4 Fantásticos. Agatha Harkness borra el recuerdo de Tommy y Billy de la mente de Wanda, ya que si Wanda deja de pensar en ellos, un pedazo de la esencia de Mefisto deja de existir.

Wanda es otra vez secuestrada, ahora por Ghaur, que la convierte en una de las siete novias de Set, volviendo a ser controlada, en esta ocasión por la Corona de la Serpiente.Byrne deja catatónica a Wanda por un episodio, hasta que atacan los U-Foes a causa de los Actos de Venganza urdidos por Loki. Wanda despierta para salvar a La Visión.

Magneto irrumpe en Avengers West Coast nº 54, y aprovechando el estado mental de Wanda, convence a su hija de que se le una contra la humanidad. Wanda se transforma en la poderosa y malvada Bruja Escarlata Oscura.

Byrne completa su etapa con tramas como la de Tigra, cuyas partes felina y humana parecen desequilibrarse en favor de la mitad animal; la reconciliación de Hank Pym y su ex esposa, Janet Van Dyne; el regreso de la Antorcha Humana Original,... Byrne tenía grandes planes para la cabecera, pero salió precipitadamente de la serie. Entre los guionistas encargados de cerrar cabos sueltos estuvo Roy Thomas.

John Byrne nació en 1950 en Inglaterra, pero se crió en Canadá. Sus primeros cómics los realizó para Editorial Charlton, entrando luego en Marvel, donde se encargó de Iron Fist, Los Cuatro Fantásticos, Hulk, X-Men, Hulka, etc. Tras crear la serie del supergrupo canadiense Alpha Flight, entró en DC Comics, para relanzar Superman. Años después volvería a crear un grupo de héroes para Dark Horse: Next Men.


Malaga Hoy



Un periodo de transición

JAVIER FERNÁNDEZ

14 Abril, 2021


'Marvel Héroes. Los Vengadores: La línea a cruzar'. VVAA. Panini. 592 págs. 44,95 euros.


Sigue la exhaustiva reedición de las aventuras de Los Vengadores en la colección Marvel Héroes, y lo hace retrocediendo unos años, respecto a los últimos tomos publicados, y adentrándose en un periodo de transición, no especialmente destacable: las etapas de los guionistas Fabian Nicieza y Larry Hama. La línea a cruzar compila los números 319 a 333 de The Avengers, junto con un montón de anuales de varias series (todos vinculados a la saga conocida como El Factor Términus) y la novela gráfica Avengers: Death Trap, más los extras de rigor. En el apartado gráfico, Rom Lim, Rik Levins Paul Ryan y otros dibujantes de segunda fila de la Marvel de principios de los 90, embellecidos aquí y allí por el veterano Tom Palmer.



Malaga Hoy


Art of Chris Visions

 The Art of Chris Visions


































Más fanzines, por favor

Por Oscar Guayabero  10/04/2021

Óscar Guayabero nos hace un pequeño repaso emocional por la historia del fanzine, esas locas revistas de los 80, de sus inicios como territorio freak, de su libertad y de su capacidad para aprender haciendo.




Si hay algo que echo de menos, en estos tiempos de la no presencialidad, es curiosear publicaciones en mis librerías preferidas. Entre que la movilidad se ha reducido y que las librerías son un poco menos permisivas para dejarte manosear lo que ofrecen en sus estantes, se hace difícil. De entre las publicaciones que escasean más, tanto porque su producción está desapareciendo como por su propia fragilidad son los fanzines.

Si vamos al origen, parece ser que el primer fanzine lo creó Russ Chauvenet en 1940. Se llamaba Detours y fue la primera publicación fan de ciencia ficción (de ahí el nombre un magazín hecho por fans. Es decir, una «revista para fanáticos») y es la que marcó el inicio de estos medios de comunicación alternativos que podían encontrarse en mercadillos y tiendas especializadas, esperando ser encontrados por cualquiera cuyos gustos e intereses pudieran satisfacerse con sus páginas.

Cualquier manifestación cultural que se conciba como algo marginal tiene cabida en este tipo de publicación, muy alejado de lo que concebimos como revista. La impresión de este fajo de páginas es barata, pero, inherentemente, tiene un índice de mortalidad prematuro.


Detours fue el primer fanzine.

Quien esto escribe, descubrió el mundo fanzine a principios de la década de 1980. En aquella época había algunas publicaciones que hacían colectivos de todo tipo con el sistema del ciclostil. El mimeógrafo o polígrafo, a veces también llamado ciclostil, es un instrumento utilizado para hacer una gran cantidad de copias de papel escrito.

Es una especie de impresora portátil o una fotocopiadora manual, y se utiliza para realizar múltiples copias de una página; de ahí que también se conozca con el nombre «multicopista» e incluso vietnamita, por su uso por parte de grupos de extrema izquierda.

El kit de los fanzines de los años 60 y 70: máquina de escribir + ciclostil



el ciclostil o la imprenta vietnamita

El proceso era laborioso, pero barato. Primero había que preparar una página maestra en un papel llamado «esténcil», una hoja un poco más larga de lo normal para poder engancharla en el rodillo del mimeógrafo y una de cuyas caras estaba encerada. El esténcil se preparaba en una máquina de escribir normal a la que se había extraído la cinta. Esto complicaba un poco las cosas, porque no podía verse lo que se estaba escribiendo.

Cabía la posibilidad de corregir los errores, pero no era una tarea sencilla y, en ocasiones, resultaba más fácil repetir el trabajo. Sin embargo, podía grabarse a mano sobre la hoja, lo que permitía hacer páginas manuscritas o con dibujos y diagramas.


una sola tinta

Este tipo de impresión solo admitía el uso de una sola tinta, de modo que el impacto visual debía conseguirse con la tipografía o ilustraciones monocromáticas. Esta limitación técnica conllevaba gráficas ásperas, sin matices. En realidad, esta estética ya cuadraba con lo que muchos buscábamos, rastros del punk que aquí llegaban con giros locales bastante curiosos.

Al cabo de los años, empezaron a proliferar las fotocopiadoras, las copisterías se hicieron muy populares y muchos las usamos como nuestras imprentas. Perdón, se me olvidó decir que mi nombre, mi alias: «Guayabero», me viene de un fanzine que editaba y que saqué durante casi 4 años con periodicidad mensual, entre el 1992 y 1996, con una cabecera homónima.

Como el fanzine lo hacía yo, conmigo mismo (y algunas colaboraciones) la gente empezó a llamarme Guayabero y ahí se quedó. El caso es que las fotocopiadoras fueron un salto tecnológico fabuloso. Cocinabas los originales en casa cortando y pegando y luego con el de la copistería (que ya hacía una mueca de hastío cuando te veía entrar) acababas de producir el número.


prodigioso letraset

Otro avance prodigioso fue el letraset. Como cuenta el gran Malcolm Garrett en este vídeo el letraset nos dio la opción de hacer composiciones tipográficas «profesionales». En mi caso, como en muchos otros usábamos Decadry, de peor calidad, pero mucho más barato. Si Letraset fue el preámbulo del Mac, Decadry fue el de Windows. Los transferibles, el collage, la apropiación de cualquier imagen que caía en nuestras manos y el copyleft avant la lettre, esa era la metodología.

Pero al margen de las técnicas, más chapuceras que otra cosa, lo que atrapaba del fenómeno fanzine era la libertad con las que los hacíamos. Como hijos del punk que éramos, al margen de nuestros gustos musicales, nos quedó muy marcado del DIY (do it yourself). La consigna de hacerlo uno mismo nos ofreció la posibilidad de hacer sin saber o, mejor dicho, de aprender haciendo. Fueron una verdadera escuela de un nuevo periodismo y un nuevo diseño editorial. Hay que tener en cuenta que publicaciones como el iD de Terry Jones o la famosa Emigre de Zuzana Licko y Rudy VanderLans, nacieron como poco más que un fanzine.



 

tóner, grapas y papel

Otro tema era la distribución. Sin ser conscientes generamos una red de fanzineros entre los que nos intercambiamos nuestras publicaciones. Te pasabas el día en correos enviando y recibiendo cosas en tu «apartado postal». A mi me encantaba ir porque me sentía como si formara parte de algo clandestino. Os aseguro que, por la temática de algunos fanzines que recibía, hoy sería más que clandestino.

La cosa es que empezamos a llegar a acuerdos, yo hacía 10 fotocopias de cada uno que recibía y al mismo tiempo enviaba el mío para que otros hicieran lo mismo. Luego aparecieron los suscriptores. Una tarde al mes me la pasaba en la Bodega Fortuny esperando a «mis clientes», algunos venían a casa a por el mío o a por alguno que distribuía. Los vecinos creyeron que era un dealer. Quizás lo era, pero de tóner, grapas y papel.

Por supuesto, no voy a caer en la ñoñez nostálgica de pensar que ahora, en las redes, con la inmensa cantidad de herramientas a nuestro alcance, no hay nada parecido a un fanzine 2.0. Claro que lo hay, pero varias cosas han cambiado, la idea misma de hacerlo de forma amateur, para un grupo que sabías reducido, la falta de límites morales y autocensura. La corporeidad de las cosas. Aquello físico queda, por algún rincón debo de tener las cajas donde guardo algunos, lo digital es fascinante pero efímero, con dificultad para dejar rastro.

Por eso, a pesar de disfrutar de los blogs, los posts, los tweets, incluso de algún youtuber marciano, echo en falta más fanzines, aunque uno ya no tenga edad para esas cosas.



Ripped & Torn. Uno de los típicos fanzines fotocopiados


La importancia del Letraset en los Fanzines


Kit del fanzinero. (Daniel Benitez) De un Manual de autoedición http://www.mediosmultiples.mx/portfolio-item/daniel-benitez/



Artículo de Gráffica (no he podido resistir la tentación, mis disculpas)