'La ejecución de Saigón', de Eddie Adams, es una de las imágenes más violentas y perdurables de la fotografía de guerra. EDDIE ADAMS (AP)
31 ENE 2018
Tendemos a fiarnos de las imágenes, pero estas también mienten, incluso sin estar manipuladas. Muchas veces solo nos ofrecen medias verdades.
A VECES, muy de vez en cuando, una imagen vale mil palabras. O quizá sean 836, cómo saberlo. Hay, en todo caso, imágenes que pesan como losas, que cambian situaciones, que engendran movimientos, que definen. Esta cumple en estos días medio siglo, y fue una de ellas.
El 1 de febrero de 1968 Eddie Adams tenía 34 años y llevaba tres cubriendo la guerra de Vietnam para Associated Press. El Vietcong, la guerrilla comunista que peleaba contra los ejércitos de Vietnam del Sur y Estados Unidos, acababa de lanzar una gran ofensiva —y en Saigón la violencia crecía. En su Barrio Chino, Adams seguía al jefe de la policía survietnamita, el general Nguyen Ngoc Loan, y sus custodios, que llevaban a un prisionero: un hombre bajo de camisa a cuadros. De pronto la comitiva se paró, el general sacó su revólver Smith & Wesson .38 Especial y lo apuntó a la sien del hombre. Adams diría después que pensó que quería asustarlo para interrogarlo pero no: el general disparó. Adams también.
Al día siguiente su foto inundó el planeta. Entonces, sin Internet, sin redes sociales, los diarios y revistas definían, y aquella foto se publicó en sus tapas. Es difícil contar una historia más simple y más tremenda: un hombre mata a un hombre. Y, también: un hombre de poder ejerce su poder de la manera más extrema. En la guerra de Vietnam hubo dos millones de muertes pero esta encarnó a todas —e hizo mucho para que uno de los bandos la perdiera. Al día siguiente muchos americanos habían cambiado de idea sobre la participación de su ejército en esa guerra, con gente como esa.
El general Nguyen intentó justificarse: “Estos tipos matan a muchos compatriotas nuestros; creo que Buda me perdonará”, dijo entonces. Su víctima se llamaba Nguyen Van Lem, tenía 36 años, dos hijas y uno por nacer, y era un guerrillero. El general fue herido meses más tarde: grave, lo atendieron en Washington, donde le amputaron una pierna. En 1975, poco antes de la derrota final, pidió asilo en Estados Unidos —que se lo negó. Viejos amigos lo ayudaron a entrar e instalar una pizzería en Dale, Virginia. De vez en cuando alguno de sus clientes sabía quién era, lo insultaba o lo felicitaba; cada tanto le dejaban amenazas pintadas en el baño. A veces Adams pasaba a saludarlo: lo respetaba y le dolía lo que su foto le había hecho.
El general se murió de cáncer en 1998, a sus 67. Entonces Adams escribió su necrológica en la revista Time: empezaba diciendo “Gané un Pulitzer en 1969 por la foto de un hombre que disparaba a otro. En esa foto murieron dos personas: el que recibió la bala y el general Nguyen Ngoc Loan. El general mató al vietcong; yo maté al general con mi cámara”. Y, después, que “las fotos son las armas más poderosas del mundo. La gente les cree, pero las fotos también mienten, aun cuando no están manipuladas. Son sólo medias verdades. Lo que la foto no decía es ‘¿Qué hubieras hecho tú si fueras el general en ese momento y ese lugar, en ese día caliente, y acabaras de agarrar al malo después de que matara a dos o tres soldados americanos?”.
Hay dudas sobre lo que habría hecho Adams —que se murió de ELA pocos años después. En cualquier caso, parecía arrepentido de lo que sí había hecho. Su foto dijo mucho más que lo que él habría querido, y también es una lección: las personas manipulan a los medios mucho menos que los medios a las personas —y creer que uno controla lo que dice es soberbia cochina.
El Pais Semanal
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