lunes, 18 de mayo de 2020

Los inventos de Meléndez

EL PAÍS DE LAS TENTACIONES Viernes 9 de junio 1995


No lucirá como Antonio Banderas ni brillará como Victoria Abril, pero en Hollywood se hablará de él. Se llama Francisco Meléndez, es dibujante y Disney ha decidido llevar al cine uno de sus extraños cuentos.

Texto: Luis Martínez


Sus creaciones no tienen nada que ver con el embeleso dulzón de los personajes de Disney. Los suyos son seres de mil dobleces, obsesivos, soñadores impenitentes o inventores de catástrofes. Todos ellos entregados a la conquista casi desesperada de un mundo diferente, distinto de la realidad más apremiante y a años luz del universo bonachón que acostumbra a poblar la literatura infantil. Detrás de este cosmos particular, y disfrazado con los seudónimos de Edmund Wallace, Oskar Keks o Annibal Gobelet, se esconde el autor zaragozano Francisco Meléndez, de 31 años.

Este hombre ha decidido imitar a cualquiera de los seres a los que ha dado vida y se dispone a viajar a un mundo completamente desconocido para él. Uno de sus libros, La verdadera historia del inventor del submarino, ha caído en las manos de Touchstone Pictures, la productora de Disney, y se convertirá en película. Así, a principios del año próximo, los nietos ricos del ratón Mickey animarán las industrias y andanzas de The mermaid and the major (La sirena y el comandante), versión inglesa de La verdadera historia del inventor del submarino.

El protagonista de la historia es el marqués Chevalier de la Tour. Meléndez ha creado un noble muy peculiar que responde también al nombre de Tobías Chimérique y que es capaz de hacerse amputar las piernas por su criado Annibal para implantarse una cola de pescado y acompañar a su amada sirena al fondo del mar. Pero también ha dado vida, en otras obras, a Leopold, que se empecina en imitar a los pájaros en su vuelo con los artefactos más disparatados que imaginar se pueda. Y a Mr. Boisset, que inventa la primera locomotora de vapor con vida propia (la máquina se llama Tomi y es una viajera infatigable a través del más lejano de los orientes: Japón). Y así hasta completar una infinita lista de locos atrapados en su genial demencia.

Un libro en la pantalla
"Imagino que lo que harán estará más cerca de la película Pesadilla antes de Navidad, de Tim Burton, que de La sirenita", sugiere Meléndez. Por lo demás, se muestra confiado sobre el producto final de la adaptación: "No me importa en absoluto que manipulen mi trabajo. He. vendido los derechos a la productora de Disney, Touchstone Pictures, y ellos sabrán lo que hacen".

Alejado de modas y completamente volcado en su particular mundo de personajes ilusos siempre a la busca de algún imposible, Meléndez no oculta su satisfacción (hace ya tres años que empezaron las conversaciones con Touchstone) al ver que sus libros, de ediciones limitadas y muchos ya descatalogados, den el salto al variado e inmenso público de Disneylandia, es decir, al mundo entero. "De todas formas, me preocupan más mis próximos proyectos",concluye el ilustrador con una modestia que se antoja tan irreal como el submarino del noble Chevalier de la Tour.

De la Tour es la estrella que ha interesado a los norteamericanos. Es un tipo inventado capaz de inventarlo todo: una torre para asaltar fortalezas (el musculus), un robot para servir chocolate caliente (el autómata-asistente), una banda de música mecánica sin músicos y un cañón de fuegos artificiales para animar a las tropas en su avance ("infusión aérea de valor a nuestra infantería para momentos de escaso rendimiento bélico").

De la Tour es eso y mucho más: el noble que, una vez acabada la guerra, se retira a estudiar el exoesqueleto de los cangrejos con el propósito de patentar una dieta a base de sopa de crustáceos para endurecer la piel de los soldados; el romántico que conoce a Marie Thérése, la sirena, ninfa marina o nereida que, sin ser inventora, acaba por hacerle descubrir, que no inventar, el amor; el enamorado que para alcanzar su sueño imposible termina por inventar el submarino, un absurdo aparato que no permite besar a las ninfas marinas; el loco que hace que su criado, Annibal Gobelet, le corte las piernas y le trasplante la cola de un enorme pez (¡un sireno!); el marqués ilustrado que decide ser feliz y se casa (¡la sirena y el sireno!); el inquieto inventor que se aburre de los inconvenientes de la vida subacuática (un emperifollado deambular de fiesta en fiesta y de ópera en ópera sin poder hacer burbujas al respirar, ni estudiar a los cangrejos); el genial Tobías Chimérique que después de tanto penar se acaba divorciando; el enamorado agraviado, en definitiva, que sin piernas y con la fortuna perdida no tiene más remedio que exhibirse en las ferias. Él, Chevalier de la Tour, Tobías Chimérique y/o Francisco Meléndez viajará a Hollywood.

Una vida entre inventos
Sin ser tan dramática, la vida de Meléndez, como la de su personaje, también ha discurrido entre inventos. Sus creaciones son los libros. En 1987 llevó a cabo su primera aventura editorial. Dos cuentos de E. T. A. Hoffman (El cascanueces y el rey de los ratones) le sirvieron de argumento para iniciarse en la profesión de ilustrador. Horacio Quiroga, Jonathan Swift y Bernardo Monterde fueron los siguientes autores a los que prestó su pincel.




Dos años después, él mismo se encargó de caligrafiar, maquetar, concebir sus proyectos editoriales y controlar la producción. "Me decidí por redactar mis propias historias porque los textos que me llegaban eran muy malos", dice sin mostrar ningún rubor y haciendo gala del mismo porte aristocrático que De la Tour. La verdadera historia del inventor del submarino, que le valió la medalla de plata en la exposición Los libros más bellos del mundo de Leipzig (Alemania), fue su consagración.

Con posterioridad llegaron media docena de publicaciones, entre las que él destaca tres: Leopold, la conquista del aire, que narra las aventuras del primer e imaginario inventor de un artefacto volador; Kifuko Yep-yep, nami gu, un alocado manual de antropología; y Tomi Kikansha (El tren Tomi), recién terminado, que intenta ser "una introducción a la cultura nipona" con una locomotora oficiando de cicerone. "Mi obra ha sido calificada de barroca, gótica y demasido sofisticada. Yo no me meto en valoraciones. Lo hago así porque me sale y porque es mi trabajo", sentencia.

Acto seguido reconoce que lo copia todo y que recurre a fuentes antiguas en su trabajo: "He aprendido mucho a pie de imprenta del oficio de los que trabajan ahí. Ellos son unos artesanos extra-ordinarios, por su cultura, su buen hacer y sus gustos artísticos. Es a ellos a los que más debo". Sobre los críticos que han catalogado sus creaciones como poco apropiadas para los niños, su contestación es tajante: "El lenguaje que utilizo es natural, incluso bestia, y plagado de arcaísmos. Los dibujos no son suaves. Pero esto no quiere decir que no lo pueda asimilar el público juvenil. La literatura para jóvenes al uso trata a éstos como si fueran tontos, y yo procuro no hacerlo". 


'LA VERDADERA HISTORIA DEL INVENTOR DEL SUBMARINO'
narra las hazañas del noble Chevalier de la Tour; su amada, la sirena Marie Thérése, y su criado, Annibal Gobelet.

Así son estos tres seres:

CHEVALIER DE LA TOUR
"Chevalier de la Tour era lo que suele llamarse un espíritu ilustrado; hombre de eruditas lecturas, y con grandísima habilidad para la ingeniería en sus variadas ramas mecánicas, físicas, químicas, matemáticas y pirobalísticas". [Fragmento de 'La verdadera historia del inventor del submarino']. Por amor inventa lo que sea necesario. Idea el 'ictio-buque', es decir, el submarino, algo de lo que no puede presumir ni el mismísimo profesor Franz de Copenhague (el del TBO). Y es más: por su amada es capaz de amputarse los miembros inferiores e implantarse una cola de pescado. Un hombre excepcional sin duda.

ANNIBAL GOBELET

"Hasta dónde pudiese comprenderlos, no sabría decirlo: pero el bueno de Annibal no carecía de cierto talento natural y, cuando el alférez se lo indicaba, ponía aquí una rueda dentada, allá una polea, un arganeo e, incluso, una arcubalista".

¿Sancho Panza? Quizás. De respuesta rápida, borracho de vez en cuando y práctico, sobre todo práctico, Annibal Gobelet, que así se llama el criado del noble de pájaros en la cabeza, es el escritor del manuscrito gracias al cual tenemos noticia del submarino. Su intención es atraer a un editor para pagar las medicinas que curan el reúma de su amo.

MARIE THERESE

"El rey midió con la vista a su yerno: tenía la mirada fría. Era orgulloso y no le hacía demasiada gracia aquel capricho de su hija. ¡Casarse con un hombre de allá arriba! Pero sabía también que contrariar a Thérese no servía sino para empeorar la situación, de modo que condescendió". Marie Hiérese es una ninfa marina o nereida —sirena es muy vulgar—, una princesa antojadiza amante del ballet acuático y devoradora de cangrejos. Odia, por este orden, los submarinos, los estudios de su fiel esposo (que de amante no se dice nada, tal vez por la operación en las piernas) y las burbujas en la ópera subacuáticas (las de su marido, que no se acostumbra a respirar debajo del océano).





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