sábado, 30 de marzo de 2019

Destellos cotidianos

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Marzo, 2019

'Archivos cósmicos'. Flavita Banana. Astiberri. 208 páginas. 19 euros.

Astiberri vuelve a deleitarnos con una antología de viñetas de Flavita Banana, publicadas dentro del sello ¡Caramba! y en el formato de otras obras de la artista (pasta dura, lomo redondeado, hueco en portada, tamaño casi cuadrado). Banana se autodefine como viñetista y pensadora (algo no muy diferente de lo que le escuché una vez decir de sí mismo a El Roto), y, para probarlo, aquí tienen doscientas y pico páginas de chistes dibujados con la soltura y el estilo idiosincrático de la autora de Las cosas del querer y Archivos estelares. Algunos ya habían visto la luz previamente en El País, Mongolia, BCN Més, S Moda y La Maleta de Portbou, aunque la experiencia de leer seguidos estos destellos cotidianos no tiene comparación.


Malaga Hoy


Un despliegue gráfico

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Marzo, 2019

'Pop'. Luis Bustos. Astiberri. 72 páginas. 20 euros.

A Luis Bustos lo hemos visto en las más distintas faenas, y en todas ellas mantiene un nivel excelente. No son muchos los que pueden presumir de algo así. Quiero decir, que lo mismo le da a la novela gráfica que al cómic book que al humor, y es que el historietista de Madrid maneja con maestría distintos registros. Recuerdo ahora, por ejemplo, el magnífico álbum Versus, tan esteticista, o el no menos interesante Puertadeluz, tan eficaz, y me quedo también con la boca abierta leyendo este Pop, "un despliegue gráfico", en palabras de la propia editorial (Astiberri, claro está, y su sello ¡Caramba!), "que repasa los artistas, géneros, formatos y principales tendencias que han marcado la música pop". El libro se presenta en elegante formato cuadrado, reversible, con su cara A y su cara B, impreso mayormente en bitono. Una pasada, sentimental y divertido.


Malaga Hoy


Estado de shock

JAVIER FERNÁNDEZ
27 Marzo, 2019

'La noche polar'. Marcos Prior. Astiberri. 104 páginas. 15 euros.

La noche polar se lee como un libro de relatos, y es que Marcos Prior tiene madera de narrador mutante. De los buenos. Pero, ojo, Prior es un dibujante como la copa de un pino, y uno bien inquieto, de los que mezclan recursos e inventa soluciones en cada página, de modo que la lectura de la presente novela gráfica se convierte en una experiencia visual de primer nivel. Ocho historietas que son otros tantos personajes de características bien distintas (comenzando por el pequeño Vladimir, de ocho años, en estado de shock tras asistir al atentado sufrido por el zar Nicolás II en 1881), situados en épocas diferentes, más una conclusión que cose el conjunto y un epílogo, digamos, luminoso, conforman un cóctel de lo más sorprendente. Astiberri ha colocado en contracubierta un texto de mi buen amigo Eloy Fernández Porta, y me van a permitir que lo comparta con ustedes, porque Eloy siempre sabe bien qué decir para hacerle a uno la boca agua: "Bienvenidos al gran show conspiratorio del espionaje bizarro, el periodismo inmersivo, los terrorismos más pintorescos y el síndrome de la cabeza explosiva, la de Marcos Prior, que una vez más despliega su repertorio de disfraces creativos -el de Bill Sienkiewicz, el de Thomas Pynchon, el de Mike Ibáñez- sin dejar nunca de ser él mismo: el showman gráfico del Apocalipsis nuestro de cada día. Enjoy".

Ya puestos, les recomiendo también, y mucho, otra novedad de Astiberri: Balthus y el conde de Rola, publicada a santo de la exposición retrospectiva que, sobre el pintor francés, acoge el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. El álbum de Tyto Alba, encargado por el propio museo, usa algunos diálogos de las memorias de Balthus y da cuenta de su obsesión con la juventud, motivo central de una obra pictórica enigmática, sensual y polémica. Alba realiza un trabajo impactante, de gran belleza, especialmente en el coloreado de las páginas, y deja al lector con ganas de saber más del personaje, pero, sobre todo, de admirar otros trabajos del veterano historietista.


Malaga Hoy


viernes, 29 de marzo de 2019

Viajando por Ether

Matt Kindt y David Rubín embarcan a su protagonista en un nuevo y peligroso periplo por este fantástico mundo



JOSÉ LUIS VIDAL
27 Marzo, 2019

Si viajáis a la ciudad de los canales, Venecia, tal vez tengáis la oportunidad de conocer a un viejo vagabundo, un tipo barbudo y desaliñado al que encontraréis más de una vez royendo un trozo de pan o una porción de pizza rescatada de la basura.

Pero Boone Dias, que es su nombre, no es lo que parece. Él podría contaros docenas de historias sobre ese país al que para llegar hay que ejecutar un "salto de fe", dejando todo atrás… Para llegar a Ether, un lugar distinto, donde los colores son más llamativos y sus habitantes parecen salidos de un libro creado por un escritor con una imaginación desbordante.

Pero es real, totalmente real. Y Boone lo sabe porque ha traspasado la barrera docenas de veces para resolver misterios. Con su mente racional, ya que no cree en lo místico, ha viajado a lo largo y ancho de estas curiosas tierras, ayudando a algunos habitantes, pero también creándose peligrosos enemigos, villanos que actúan en la sombra y que desean la destrucción de esa otra gris realidad, la de la Tierra.

Para los que hayáis tenido la suerte de leer el primer volumen de esta serie publicada por Astiberri, ya sabéis quiénes son sus principales protagonistas, ya que además de Boone, vamos a conocer a Glum, el guardián de paso, un enorme simio que, sin proponérselo, se convierte en la mano derecha del investigador, una especie de Watson peludo. Pero no será el único, ya que en el país de las hadas reside una muy especial, con bastante mala baba, Violeta Campana. En este segundo volumen conoceremos, a base de flashbacks, como ella y el protagonista se conocieron, y el luctuoso suceso que tendió entre ellos un abismo.

Pero regresemos a Venecia, donde Boone pasa los días, ahogado por los errores y pérdidas que ha sufrido a consecuencia de esa otra "vida" en Ether, ya que un solo día allí son meses en nuestro mundo, por lo que su matrimonio con Hazel, su esposa, se rompió para siempre, dejando a dos hijas abandonadas por el camino.

Un suceso inexplicable, y terriblemente peligroso, acecha. Una serie de agujeros, portales, se están abriendo a lo largo y ancho del planeta, tendiendo un camino entre los dos mundos. Y lo que puede venir de Ether no lo hace precisamente en son de paz. La amenaza de los Gólems de cobre acecha a la humanidad (en el anterior tomo ya pudimos ver el caos que solo uno de ellos pudo crear).

Reclutado por la agente de una organización secreta, Boone regresará a Ether, pero esta vez la ayuda de Glum y Violeta no será suficiente, así que deberá reclutar a Grandon Cuerposado, un tipo al que le gusta el peligro y que es el único que puede localizar y anular los pasajes. Pero antes tendrán que liberarlo de la letal prisión en la que se encuentra encarcelado.

Y aquí se inicia esta extraordinaria aventura que los va a llevar a parajes lejanos y extremadamente peligroso, y en ellos conocerán a nuevos personajes, como la maga Agripa, al Narrador Supremo, Gail Animin, que en alguna ocasión les va a poner las cosas muy difíciles al cuarteto de héroes que, sumando la racionalidad de Boone, más la total y absoluta locura de Grandon, puede que logren a acabar con la letal amenaza. Pero no va a ser cosa fácil, os lo aseguro.

El guionista norteamericano Matt Kindt ha creado una fantasía en la que se mezcla un mundo habitado por personajes imposibles, pero donde el Mal está latente, y lo enfrenta a la realidad, un lugar oscuro, triste, deprimente, donde Boone se consume poco a poco, y al que está condenado a regresar cada vez que su cuerpo se desgastas, quedándose sin la energía que le proporciona la comida, alimentos que su cuerpo rechaza en Ether.

Me pregunto si llegará el día en el que varias de las mejores creaciones de Kindt, publicadas en el mercado estadounidense, llegarán a nuestro país. No comprendo por qué los lectores españoles aún no han podido disfrutar de MIND MGMT, Dept H o Grass Kings, tres maravillas, dibujadas las dos primeras por él mismo y la tercera junto a Tyler Jenkins, en las que este genial guionista nos presenta organizaciones secretas, poderes mentales, aventuras submarinas y los misteriosos asesinatos que se cometen en una curiosa localidad.

Pero volviendo a Ether, esta serie no existiría sin el mágico y potente trazo de su cocreador, el autor español David Rubín, que mes a mes deja constancia de su arte en su exitosa carrera en los USA y lo hace no solo en estas páginas, repletas de ingenio y originales diseños, sino que junto a el guionista John Arcudi, acaba de completar el segundo volumen de otra serie, Rumble (cuyo primer arco está siendo publicado también por Astiberri).

Rubín explora todas las posibilidades de la página de cómic, regalándonos un auténtico tour de force visual, una delicia para la vista, constatación y golpe en la mesa para esos agoreros que manifiestan de vez en cuando que este medio, el Cómic, está agotado.

Si os gusta la aventura, la fantasía más desbordante, éste es vuestro cómic. Eso sí, tened en cuenta una cosa. Los que se internan en Ether ya nos será los mismos a su regreso…



Malaga Hoy


Una buena cosecha

'Black Hammer', obra de Jeff Lemire y Dean Ormston, devuelve la magia y el sentido de la maravilla al género de superhéroes y se suma a otros tomos ya publicados


JAVIER FERNÁNDEZ
27 Marzo, 2019


'Black Hammer. La edad sombría. Parte I'. Jeff Lemire, Dean Ormston. Astiberri. 144 páginas. 16 euros.


Ya les he dicho otras veces lo que me gusta la selección de títulos comerciales estadounidenses del catálogo de Astiberri. Desde su inicio, la editorial vasca ha tenido buen ojo para escoger obras independientes (véanse los tomitos de Grendel o Bone), y, de las últimas series, tengo sobre la mesa tres que me tienen enganchado.

La edad sombría. Parte I es el subtítulo del nuevo volumen de Black Hammer, esa virguería de Jeff Lemire y Dean Ormston (con la inestimable aportación del colorista Dave Stewart) que devuelve la magia y el sentido de la maravilla al género de superhéroes. El presente tomito se suma a los tres que ya han visto la luz (los dos de la primera serie, más el spin-off Sherlock Frankenstein, ilustrado por David Rubín), y compila los episodios 1 a 5 de Black Hammer: Age of Doom (2018), en donde continúan las desventuras de este puñado de héroes atrapados en una misteriosas granja de la que no encuentran modo de escapar. La melancolía y un sofisticado análisis de las relaciones personales se mezclan con la reflexión sobre la propia naturaleza narrativa del género, con profusión de referencias y homenajes a motivos y personajes clásicos. Lemire es uno de los guionistas más interesantes del panorama actual, sobre todo cuando, como aquí, está en plena forma, y el estilo de Ormston es de los que atrapa desde la primera página. La serie original tiene el tono de los productos de Dark Horse, y los cómics se acompañan de un cuadernillo de bocetos y notas, para mayor disfrute.



También de Lemire, esta vez con Dustin Nguyen en el apartado gráfico, es el fenomenal serial de ciencia ficción Descender, que alcanza el desenlace con su sexta entrega, titulada Máquina de guerra. Son los números 27 a 32, publicados originalmente por Image en 2018, y obtendremos aquí las respuestas a los interrogantes planteados desde el inicio por esta space opera de robots buenos y malos y guerras estelares. Digo que es el desenlace, pero los autores ya están preparando las siguientes aventuras ambientadas en este peculiar universo creativo, por lo que tampoco tiene mucho sentido ponerse triste. En palabras de Lemire: "Vi que no hacía falta terminar Descender como lo había planeado; podíamos seguir adelante. Iríamos más allá de mi final original y llegaríamos hasta el futuro, de modo que convertiríamos la serie en un híbrido de fantasía/ciencia ficción. Esta nueva dirección nos permitiría hacer una serie que fuera completamente fresca y nuevo, pero también continuar con la saga de Descender. La historia final de Descender siempre tuvo el título previsto de Ascender, de modo que ese título encajaba perfectamente con la nueva serie, que empezará a principios de 2019".



Y para rematar, solo unas líneas para recomendarles el volumen cuatro, Cuatrorgía, de Sex Criminals, el premiado serial de Matt Fraction y Chip Zdarsky protagonizado por una pareja capaz de detener el tiempo cuando alcanza el orgasmo. Ojo, porque suceden cambios inesperados en este volumen, pero no quiero reventarles el final...


Malaga Hoy


Con licencia para matar, pero de risa

'El sulfato atómico' (1969), del historietista español Francisco Ibáñez, es la primera historia de larga extensión de su serie 'Mortadelo y Filemón' y es una parodia de la Alemania nazi



GERARDO MACÍAS
27 Marzo, 2019



'Mortadelo y Filemón: El sulfato atómico'. Guion y dibujos: Francisco Ibáñez. Penguin Random House, 2018.

A mediados de los sesenta, el espionaje internacional se puso de moda en la ficción y Editorial Bruguera no dudó en subir al carro a Mortadelo y Filemón, que habían debutado como simples detectives en 1958. En 1962, se estrenó la película Agente 007 contra el Dr. No, protagonizada por Sean Connery; en 1963, La pantera rosa, película dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Peter Sellers en el papel del Inspector Clouseau; en 1965, Superagente 86, teleserie humorística protagonizada por Don Adams, en el papel de Maxwell Smart, agente que trabaja para Control, una agencia de espías de Estados Unidos; en 1966, la teleserie estadounidense Misión Imposible...

En 1969, Editorial Bruguera pide a Francisco Ibáñez que adopte un estilo francobelga; más elaborado. La idea era que los personajes tuvieran aventuras largas y que fueran recopiladas en álbumes para su venta en el extranjero. Siguiendo la estela de la moda cinematográfica y televisiva del espionaje, la editorial introduce a los dos protagonistas en la T.I.A., en referencia a la C.I.A. Dos nuevos personajes serán imprescindibles: el superintendente Vicente y el profesor Bacterio (éste último, culpable de la calvicie de Mortadelo). Filemón sigue siendo el jefe, pero ambos rendirán cuentas al superintendente.

Por imposición editorial, Ibáñez toma como modelo a Franquin (dibujante de Spirou y Fantasio). La salida al mercado de esta historia, amén de su posterior publicación en álbum con un formato parecido al del mercado francés, cambió el concepto de historieta juvenil española.

Tras el apoyo del régimen franquista a Alemania durante la II Guerra Mundial, España quedó aislada internacionalmente. La Guerra Fría y la posición estratégica de España, hicieron que USA se interesara por retomar relaciones. En 1955, España entró en la ONU. Eisenhower visitó España en 1959. El régimen franquista abandonó el aislamiento internacional, lo que facilitó los planes de Bruguera de exportar sus historietas al resto de Europa.

A pesar del final del aislamiento, España seguía bajo la dictadura franquista. Sin embargo, la primera historia larga de Mortadelo y Filemón parodia la Alemania nazi, haciendo un guiño a las democracias occidentales: El sulfato atómico trata sobre un elixir para el control de plagas inventado por el profesor Bacterio, que, por error, vuelve gigantes a los insectos. Mortadelo y Filemón son enviados a recuperar un bote de sulfato robado por la República de Tirania, país gobernado por un dictador de ansias expansionistas, que planea utilizarlo como arma para conquistar el mundo.

El sulfato atómico tiene 46 páginas. Se publicó en forma de serial del 27 de enero al 30 de junio de 1969 en la revista Gran Pulgarcito, nº 1 a 23, a razón de dos páginas semanales.

Ibáñez da continuidad a determinadas situaciones, de manera que los agentes conservan sus chichones hasta el final de la historia; y puede verse también que Filemón cambia de ropa y se pone otra (sin su característica pajarita), que conserva hasta la última viñeta. Esta característica se perderá en futuras historias largas.

Ibáñez no estaba a favor de invertir tanto tiempo en una aventura y, poco a poco, las siguientes aventuras llevarán menos elaboración en los dibujos, se perderá la influencia de Franquin y tenderán al estilo con el que Ibáñez se siente más cómodo.

El sulfato atómico se recopiló en Ases del Humor nº 1, de 1969; en la primera edición de Colección Olé nº 139 en 1977; en Magos del Humor nº 1, en 1984, 1987 y 2018; en Colección Olé nº 100 de la cuarta edición (tercera de Ediciones B) en 1995; en Súper Humor nº 21 de Ediciones B; y en Las mejores historias de Mortadelo y Filemón nº 1, en 2001.

Este álbum ha sido adaptado en 1995, en un episodio de la teleserie de animación de Antena 3; en 1998, la empresa española de videojuegos Alcachofa Soft lanzó una aventura gráfica para ordenador con título homónimo; la película realizada con actores reales La gran aventura de Mortadelo y Filemón se hace eco de la historieta en detalles como el destartalado autocar de la compañía El Avión; el cartel Visite Tirania; y el discurso de Rompetechos, creación favorita de Ibáñez, que suele hacer cameos en todas sus series.



Malaga Hoy


miércoles, 27 de marzo de 2019

Un nuevo contrato social

Juan Díaz Canales, Premio Nacional de Cómic en 2014, ilustrador y cineasta, traza un comentario gráfico sobre los retos urgentes a los que debemos hacer frente





JUAN DÍAZ CANALES
26 MAR 2019 - 18:52 CET

El retorno de los eternos Zipi y Zape

Bruguera recupera a los gemelos cuando se cumplen 25 años de la muerte de Escobar

LAURA FERNÁNDEZ
Barcelona 26 MAR 2019

El nieto de Josep Escobar, Sergi, Francisco Ibáñez y Javier Pérez Andújar, durante la presentación del relanzamiento de 'Zipi y Zape' en Barcelona, en el 25 aniversario de la muerte de su autor. MASSIMILIANO MINOCRI EL PAÍS

Estaban ligeramente basados en los revoltosos hermanos de historieta alemana Max y Moritz, nacidos allá por 1865, de la mano entintada de Wilhelm Busch, uno de los padres de la tira cómica europea. Querían hacer el bien, pero a veces, casi siempre, acababan haciendo algo tan mal, que su padre, don Pantuflo Zapatilla, no tenía más remedio que castigarles de tan terribles e ingeniosas maneras como fuera posible. Siempre fingían haber sacado “sendos dieces” cuando en realidad tenían “sendos ceros” en lo que fuese porque el fin justificaba los medios y lo único que querían era que les comprasen, de una vez, su par de ansiadas bicicletas.


Zipi y Zape, los gemelos más famosos de la historieta española, los que hicieron de Josep Escobar el maestro de tantos dibujantes —incluido el propio Ibáñez, que creció dibujando continuaciones a las historietas de los traviesos hermanos que leía de pequeño—, han vuelto, y lo han hecho renovados. La editorial Bruguera, desde 2017 en manos del gigante Penguin Random House, ha ajustado el color y ha introducido pequeños cambios lingüísticos para atraer a los niños de hoy con la intención de convertirse, como Ásterix y Óbelix, en su propia marca.


El relanzamiento coincide con el 25 aniversario de la muerte de Escobar, “todo un pionero”, en palabras del escritor Javier Pérez Andújar, “un maestro, en el sentido más profundo del concepto, pues fue el que enseñó y abrió camino, fue sensible antes que los demás a cómo había que hacer las cosas”. “Fíjense, a los 12 años pintó un mural de seis metros en una pared de una calle de su ciudad, Granollers, que daba a la carretera de Barcelona, convencido de que alguien lo vería y descubriría su talento y lo ficharía para convertirse en lo que siempre quiso ser y acabó siendo: dibujante”, recordó ayer Pérez Andújar. “A la semana se dio cuenta de que había cometido el error de no firmarlo, y, claro, ¡así cómo iban a llamarlo!”, apostilló su hija Montse, que le recuerda siempre dibujando. “Leíamos sus historietas antes de que se publicaran y cuando detectábamos que había usado algo nuestro, ¡le cobrábamos por derechos de autor!”, bromeó. Tanto su hermano Carles como ella aborrecían su icónica pipa, que estos días puede verse en la pequeña exposición que acoge Fnac Triangle, en Barcelona. “¡Era imposible no toser a su lado!”, recuerdan.

Su nieto, Sergi Escobar, ahora al frente de su legado, gafas de cristales tan gruesos como las de su abuelo, dice que esto es solo el principio. Este año van a recuperarse tres de las 16 “aventuras largas” que Escobar ideó para Zipi y Zape. Llegó a escribir 10.000 páginas solo de los gemelos, como recordaba Ibáñez durante la presentación del par de primeros volúmenes, La vuelta al mundo y El tonel del tiempo, “¡podría empapelarse la muralla china con nuestros originales!”, afirmaba. “Y al menos se recuperarán tres cada año, pero la intención es encontrar a un dibujante de trazo similar que pueda continuar con las aventuras”, apuntó su nieto. Se admiten apuestas.

Los renovados Zipi y Zape. BRUGUERA

Respecto a los originales, todo lo que Escobar firmó antes de 1987 —y pensemos que la primera historieta de Zipi y Zape data de 1948—, sigue “en paradero desconocido”, porque primero la desaparecida vieja Bruguera y luego Grupo Zeta se negaron a devolvérselos a sus legítimos dueños. “Era terrorífico, los destruían sin más para que no los tuviéramos”, se lamentaba Ibáñez, que no hacía más que recordar que para él, Escobar, “era Dios” y que daría cualquier cosa por volver a verle. "Si pudiera verle aparecer, envuelto en el humo de su pipa, ahora mismo, sería la persona más feliz del mundo", apostilló el dibujante.

Escobar, dijo Ibáñez, “fue un hombre sencillo, un verdadero amigo”. Les separaban 28 años pero “parecía que hubiéramos estado toda la vida juntos”. Recordaba el creador de Mortadelo la de veces que se cruzaron en las oficinas de Bruguera, y cómo, uno y otro, se volvieron esclavos de sus personajes de éxito – él, de Mortadelo; Escobar, de los gemelos –, condenando a la desaparición al resto. “Éramos ninotaires – humoristas gráficos – y estábamos en una fábrica. La producción no paraba nunca. A veces ni siquiera te dejaban acabar tus historietas. Simplemente las dibujabas, y venía alguien a ponerles el color y a rotularlas. Con la obsesión de producir nos estaban matando, estaban matando nuestro trabajo”, sentenciaba el dibujante.

¿Y sintonizarán los niños de hoy con la pareja de hermanos? “Zipi y Zape son eternos”, respondía Montse Escobar, porque, añadía, “eran niños traviesos pero con un buen fondo”. “Sus valores son atemporales y sus historias, tan divertidas como entonces”, aseguraba el nieto, Sergi, que recuerda a su abuelo dibujando incluso en la casa de campo en la que la familia se reunía los domingos. “Era una fiera, era el mejor”, añadió Ibáñez. Y ha vuelto para quedarse, para dejar, en realidad, que sean sus personajes los que se queden.


El Pais


Lo más “bajo” y lo más alto

Nick Drnaso ha cuarteado los esquemas conservadores de quienes todavía consideran al cómic pariente ancilar de la “gran” literatura

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
23 MAR 2019


Dibujo de 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', de Fermín Solís.
1. Gráficas
El hecho de que Sabrina (Salamandra), la novela gráfica de Nick Drnaso que recomendé en estas mismas páginas, figurara entre las finalistas del Man Booker Prize ha cuarteado los esquemas conservadores de quienes todavía consideran al género pariente ancilar de la “gran” literatura. Mucho tiempo antes de que Ortega —que siempre se la cogía aristocráticamente con papel de fumar a la hora de referirse a la “muchedumbre”— certificara filosóficamente (1930) que “ahora todo el mundo es solo la masa”, la frontera entre la “alta” y “baja” cultura se estaba volatilizando.




Con el Nobel a Dylan se rasgaron las cortinas del templo de la Kultur, de modo que imaginen el quilombo si al jurado sueco de literatura —que lleva en dique seco desde que Jean-Claude Arnault, “ese cabrón”, como lo llamó Peter Englund, fuera acusado de abusos sexuales— se le ocurriera premiar una novela o ensayo gráfico de la categoría de los de Drnaso (Sabrina, 2018), Art Spiegelman (Maus, 1991; Reservoir Books) o Alison Bechdel (Fun Home, 2006; Reservoir Books), tres autores que me vienen a la cabeza y que nadie me negará que exhiben una obra por lo menos tan sólida en su campo como lo fue en el suyo la de don José de Echegaray, primer Nobel hispánico (1904).


Precisamente porque hace tiempo que soy escéptico en cuanto a la validez de la oposición alta/baja cultura es por lo que me ha extrañado que Rodrigo Fresán, un escritor y crítico con cuyas opiniones literarias suelo coincidir, se refiera a La frontera, la estupenda y exigente novela de Don Winslow (Harper Collins) que tanto les he recomendado, como “literatura popular de alto calibre”, una expresión que no entiendo qué puede significar ahora, a menos que también la merecieran, por ejemplo, El agente secreto (Conrad, 1907), Lolita (Nabokov, 1955) o la misma Jardines de Kensington (Fresán; Mondadori, 2003).



Volviendo a las historias gráficas, entre las últimas que me han llegado me ha parecido particularmente interesante la biografía Buñuel, en el laberinto de las tortugas (Reservoir Books), de Fermín Solís. En cuanto a la decimotercera entrega de Macanudo, del argentino Liniers (también en Reservoir), un historietista al que sigo desde hace tiempo, debo decir que ahora, cuando leo y miro sus tiras reunidas en volumen, me resultan un tanto autorreferenciales y déjà vues; y, encima, tuve que esperar hasta la página 81 del álbum para encontrar una única y mísera referencia a la aceituna Oliverio, que es su personaje que prefiero. No pido un monográfico sobre la criatura, pero tampoco se merece ese aparatoso ninguneo.

2. Poetas
Por azares de la edición me llega la obra completa de dos poetas que conocí tardíamente, y gracias a otro: Ezra Pound. A Catulo (84-54 antes de Cristo) siempre se acaba volviendo, y la admirable, cuidadosa, elegante (pero también soez cuando lo requiere) traducción de su Poesía completa (Penguin) a cargo de Ramón Irigoyen nos proporciona una gran ocasión de hacerlo de nuevo. Pound lo tradujo y lo admiró, como demuestra su poema ‘Sociedad’, que no me resisto a transcribirles: “La posición de la familia decaía. / De ahí que la pequeña Aurelia,  / que había reído dieciocho veranos, / soporte ahora el paralizante contacto de Fidipo” (traducción mía).



A Matsuo Basho (1644-1694) lo conocí también a través del gran poeta de Idaho, aunque reconozco que lo primero de él que leí entero fue su travelogue poético Sendas de Oku editado por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya (Barral Editores, 1970). Su Poesía completa (Ediciones El Gallo de Oro; traducción comentada de Beñat Arginzoniz) nos ofrece la summa del gran maestro del haikú. Su huella en la primera época de Pound es evidente; lo atestigua, por ejemplo, el brevísimo ‘En una estación de metro’: “La aparición de esos rostros en la multitud, / pétalos en una rama húmeda y negra”.

3. Comunista
Estupenda la labor de recuperación que viene realizando Renacimiento, el buque insignia de Abelardo Linares, en su serie Biblioteca de la Memoria, en la que se publican, reeditan o recomponen textos olvidados, poco conocidos o descuidados por los sellos del mainstream, nada proclives a la paciente búsqueda de obras perdidas, un territorio en el que Linares —de amplia trayectoria como librero “de viejo” y rastreador de tesoros bibliográficos ocultos en almacenes de dos continentes— no tiene rival. Ese es el caso de Memorias de un ministro comunista de la República, de Vicente Uribe, de cuya edición han sido responsables Almudena Doncel y Fernando Hernández, que han fijado y anotado las tres carpetas de recuerdos políticos que el dirigente del PCE compuso y dictó a partir de 1956, cuando ya había caído en desgracia y había sido desplazado (con ignominia) de la cúpula del poder comunista por el irresistible ascenso de los jóvenes (Carrillo, Claudín, Gallego).


Más allá del interés histórico del texto —que da una versión muy pro domo sua de la evolución del PCE durante tres décadas—, las Memorias de Uribe (ministro de Agricultura de 1936 a 1939, durante los Gobiernos de Largo Caballero y Negrín), permiten una versión de primera mano de las opiniones y la línea política de los estalinistas españoles acerca no solo de su propio pasado (la dirección “sectaria” de Bullejos, Adame y Trilla), sino también de sus histéricos y oportunistas cambios de línea durante los años treinta —desde la crítica a los “socialfascistas”, a la imposición del “frente único” contra el fascismo—, así como de las purgas a derecha e izquierda que reflejaron las que tenían lugar en la “patria socialista”.

El volumen se cierra con un anexo que recoge su patética intervención “autocrítica” en la sesión del Comité Central que determinó su defenestración política. Uribe murió en Praga en 1961. En la actualidad, un vivero de empresas de Sestao, dedicado al “fomento de las actividades emprendedoras”, lleva su nombre.


El Pais


lunes, 25 de marzo de 2019

El humor de ala ancha que recorrió Europa

Una exposición recupera la figura del dibujante Andrés Martínez de León, creador de Oselito, personaje que habitó las mejores páginas de la prensa española del siglo XX

AMALIA BULNES
Sevilla 12 MAR 2019


Dos viñetas de Oselito, el famoso personaje de Andrés Martínez de León. PACO PUENTES

De su nacimiento en Sevilla, el ilustrador y pintor Andrés Martínez de León (Coria del Río, 1895 - Madrid 1978) conservó siempre su acento andaluz prendido en la ortografía fonética con que adornaba sus escritos y, sobre todo, un personaje que fue para siempre el alma de sus viñetas y trasunto del autor: Oselito –trazo suelto en plumilla, sombrero de ala ancha, pajarita y chaquetilla corta–, el prototipo de andaluz de hondo gracejo, poseedor de una sabiduría popular y un compromiso político que lo entronca directamente con el Senequismo.


El resto es la historia de un dibujante que consiguió hacer de sus gustos y humor locales –la fiesta de los toros, el acento andaluz, su pasión por el Betis– un tema universal por el que rivalizaban los mejores rotativos nacionales y que llegó a dejar su impronta en Rusia: "En los años previos y durante la Guerra Civil, Oselito era más famoso que Micky Mouse". Lo asegura Sara González, comisaria de la primera gran exposición antológica sobre su obra, que puede verse hasta el 31 de julio en el Museo de la Autonomía Andaluza, ubicado en Coria del Río, su localidad natal, y que repasa la peripecia vital y la singularísima obra de este ilustrador condenado a muerte en los primeros años de Dictadura, pero que recibió finalmente el indulto que Franco otorgaba en Navidad a los condenados por delitos sin sangre.


Su obra comienza siendo más clara y luminosa, y Oselito un personaje blanco surgido de su afición taurina (su nombre es un claro homenaje a Joselito El Gallo), que aparece por primera vez en una viñeta en 1918. No obstante, con la irrupción de la Guerra Civil, el dibujante convierte a su protagonista en miliciano. "Martínez de León fue un artista marcado por el sentido del humor, pero en la Guerra lo pierde y deja la sátira para entregarse al compromiso con la causa republicana", asegura la comisaria. Sin embargo, en el anecdotario encontramos signos de lo contrario, de su humor infatigable, del que queda como testimonio la carta que el poeta Miguel Hernández envía a Josefina Manresa en junio de 1937 desde el Frente de Extremadura: "Oselito está aquí y es él quien hace que de pronto suelte yo la risa a borbotones".

Era frecuente confundir a autor y personaje, como hace en su misiva el poeta de Orihuela: "Martínez de León fue un hombre tímido y Oselito era su alter ego, su lado más gamberro y parte indispensable de su obra, que lo acompañó hasta el final de sus días en un viaje que atraviesa todo el siglo XX español y que recorre la Monarquía, la República, la Guerra Civil y la Dictadura", explica González, que comisaría la exposición junto con Antonio Bizcocho. Para este último, la muestra "pone el foco en la relación entre el creador y el producto, entre la realidad y la ficción, un binomio en el que el límite a veces no está definido y en el que la imagen proyectada sobrepasa al propio artista".

Oselito, fue, sin duda, lo más demandado de Martínez de León en los periódicos de todo el país. Afincado ya en la capital de España, el ilustrador fue colaborador habitual de El Heraldo de Madrid, El Sol, La Voz y, finalmente, El Liberal. "Allí triunfaba con sus viñetas de escenas típicas sevillanas", rememora la comisaria. Tanto éxito alcanzó que La Voz lo destina como enviado especial a Rusia en 1935 para realizar la crónica ilustrada los fastos del XVIII Aniversario de la Revolución Bolchevique. El resultado fue la publicación Oselito en Rusia editada en 1936, donde Martínez de León no renuncia a dotar sus textos de la peculiar fonética trianera, ni a las características fundamentales de su personaje, como su sombrero cordobés ladeado y la fina estampa que emulaba la figura de Joselito El Gallo.

"Fue uno de los autores más plagiados de la época", asegura González, que repasa cómo este sevillano paseó su impronta por todo el territorio nacional: "Sus viñetas aparecían en la prensa regional gallega, y en Valencia fue el cartelista de sus fiestas", continúa la comisaria, que valora de Martínez de León "su destreza en el dibujo y el genio con la plumilla, donde más brilla". Un hito particularmente importante fue la realización del cartel de los Sanfermines en 1959, obra que se hizo tan popular que fue rescatada, ese mismo año, como imagen de la Vuelta Ciclista a España.

Y, cómo no, su gran legado a la posteridad deportiva: en 1958 recibe el encargo de narrar e ilustrar la historia del Real Betis Balompié con motivo del quincuagésimo aniversario del club. El resultado fue una publicación escrita con el humor característico de Oselito, donde el personaje exclama la consigna que, a día de hoy, sigue siendo el grito de guerra de la afición: "¡Viva el Betis manque pierda!".

EL AMIGO DE BLAS INFANTE
"Yo fui el primero que dibujó el escudo de Andalucía, siguiendo las instrucciones que me iba dando don Blas", escribe en algún momento de su vida Andrés Martínez de León. El ilustrador de Coria del Río, efectivamente autor del emblema regional, siempre defendió su amistad con el padre de la patria andaluza, Blas Infante. Trasladado a Coria como notario en 1930, coincide con el traslado de Martínez de León a Madrid, demandado por la prensa nacional, apenas unos meses más tarde.

"Sin embargo, Blas Infante le animó a no perder sus raíces sevillanas y andaluzas y le animó a comprarse una finca que lindaba con la suya", justo donde hoy se levanta el Museo de la Autonomía Andaluza, recuerda Sara González. Fueron vecinos, "Martínez de León pasaba aquí sus vacaciones familiares hasta la llegada de la Guerra", y amigos íntimos hasta el final de los días del líder andalucista.


El Pais


Ibáñez, intelectual por Javier Cercas

10 MAR 2019

No merece ese calificativo quien desvela verdades ocultas, sino quien tiene el valor de nombrar lo que está a la vista de todos y nadie se atreve a nombrar

ME REFIERO por supuesto al gran Ibáñez, a Francisco Ibáñez, al padre de Mortadelo y Filemón, 13 Rue del Percebe y tantos otros tebeos con que nos criamos varias generaciones de españoles. A estas alturas ya todos somos sin duda conscientes de cuánto le debemos; los escritores, sin ir más lejos: todos hablamos de lo mucho que nos han influido Shakespeare y Cervantes (lo que en el fondo es cierto, incluso aunque no los hayamos leído), pero quizá quien nos ha influido de verdad es Ibáñez. De cuya posteridad, dicho sea de paso, nada se sabe: al fin y al cabo, para sus contemporáneos Shakespeare apenas era literatura y, como decía José María Valverde, Cervantes nunca hubiera ganado el Premio Cervantes. En cuanto a mí, sólo diré que todavía me sorprendo riéndome solo con disparates de Mortadelo que leí hace 50 años. Todo esto, como digo, ya lo sabíamos. Lo que no sabíamos —de lo que nos estamos enterando gracias a entrevistas como la que publicó Borja Hermoso en este suplemento— es que, además, Ibáñez es un intelectual.

Un intelectual es una persona que, aparte de ganarse la vida con su trabajo, interviene a través de los medios en el debate público. Esta figura, que nació en el siglo XVIII como difusor de las luces de la razón frente a las tinieblas del oscurantismo, para algunos murió por propia mano a fines del siglo pasado, tras muchas décadas entregada con fervor a la ceguera ideológica, la apología de atroces regímenes políticos, el sectarismo, el gregarismo, el arribismo y otros ismos no menos abominables. Pero yo discrepo; de hecho, cada vez que oigo hablar de la famosa “muerte del intelectual” —o del no menos famoso “silencio de los intelectuales”— me da tanta risa como si estuviera leyendo a Ibáñez: ¡pero si hoy hay más intelectuales que nunca en el mundo, y más vociferantes! ¡Pero si hasta hace cuatro días era indispensable escribir en un periódico o hablar en una radio para tomar parte en el debate público, mientras que hoy basta con un simple iphone para hacerlo! Esa es la realidad: que, nos guste o no el sustantivo intelectual —yo lo detesto, por pomposo—, todos los que opinamos sobre lo que ocurre en la polis y a todos atañe somos intelectuales. Lo cual, claro está, no significa que todos seamos idénticos: hay intelectuales buenos y malos. Ibáñez, sin duda, es de los buenos. En un momento de la mencionada entrevista, Hermoso le recuerda que en su trabajo ha tocado muchos temas de actualidad, pero no el conflicto catalán, y le pregunta si él, catalán de Barcelona, piensa hacerlo. “Ay, no, no, no”, contesta Ibáñez, que acaba de decir que un humorista debe poder criticarlo todo, incluidos el Papa y el Rey. “Es que aquí algunos se lo toman como algo personal, y si no les gusta lo que dice el otro, ya le ven como enemigo acérrimo y tal”. Y concluye: “La editorial está por medio. Y si un tebeo mío tiene 78.000 lectores, no les voy a dejar de repente con 30.000 porque a mí se me ocurra tratar ese tema e ir contra un bando u otro. No”. ¡Ahí lo tienen! Muchos se preguntan por qué tantos catalanes relevantes, que despotrican en privado de lo que ocurre en Cataluña, en público se muestran neutrales, o callan, o templan gaitas, o usan todo tipo de circunloquios, evasivas y añagazas para no decir lo que piensan, y aquí llega Ibáñez y lo dice con una claridad inequívoca: porque no sale a cuenta, porque arruina el propio negocio. Como tantas cosas parecidas, esto, en Cataluña, lo sabemos todos, pero nadie lo dice, y ese abismo entre lo que se sabe y lo que se dice es una de las causas de la situación actual. Por lo demás, dirán ustedes que me ciega la devoción, y que las palabras de Ibáñez —empezando por eso de escudarse detrás de la editorial— delatan una cierta cobardía; discrepo de nuevo: no puede ser un cobarde quien dice una verdad que tanta gente calla.

En realidad, eso es, antes que nada —o debería ser—, un intelectual: no quien desvela supuestas verdades ocultas, sino quien tiene el valor de nombrar lo que está a la vista de todos y nadie se atreve a nombrar. En este sentido, Ibáñez es un intelectual de primera. Como diría Mortadelo, gracias, jefe. 


El Pais


Paco Roca revienta la viñeta y dibuja un nuevo museo

El dibujante valenciano presenta una exposición insólita para las paredes del IVAM

FERRAN BONO
Valencia 7 MAR 2019

Paco Roca, entre sus obras de 'El dibujado' en el IVAM. MÒNICA TORRES

A veces, la libertad produce vértigo. “Toma, una sala completa del museo; también sus escaleras, su vestíbulo, sus pasillos... Y haz con todo ello lo que quieras”. Eso es lo que le propusieron a Paco Roca en el IVAM y su primera reacción fue: “Y ahora, ¿qué hago?”. Lo cuenta en uno de los bocetos que se exhiben en una exposición insólita, El dibujado, que se inaugura hoy en el Institut Valencià d’Art Modern.


Insólita porque es la primera vez que el dibujante de cómics tan aplaudidos como Arrugas o Los surcos del azar cambia completamente de registro para utilizar las paredes de un museo como soporte de una historia gráfica en la que las viñetas revientan, los personajes se escapan, el punto de vista del narrador se bifurca y el visitante se mete en la cabeza del creador...


A veces, las limitaciones ayudan a encontrar el modo de responder a un encargo. Incluso pueden estimular la creatividad, como se vio, por ejemplo, en la película Cinco condiciones, de Lars von Trier y Jørgen Leth. La única condición que le impusieron a este dibujante valenciano de 50 años fue la de “no utilizar materiales ya hechos, que es lo que se hace en el 99,9 % de las exposiciones de cómics”. Pero esta vez “la libertad absoluta” que le concedieron ha propiciado un deslumbrante juego visual que rompe la narrativa y ofrece una lectura multilineal de vidas cruzadas. A saber: el espectador mira la franja central de dibujos en la que se ve a un pintor trabajando en dos cuadros, un desierto con dos palmeras (un guiño al dibujante de TBO Coll) y una marina. Estas dos obras empiezan a cobrar vida en la pared arriba y abajo de la narración original del pintor en cuyo estudio se puede ver un retrato de Nietzsche. “Bueno, es que la historia tiene que ver con su obra Así habló Zaratustra y con la muerte de Dios”, explicó el premio Nacional de Cómic de 2008.

Uno de los dibujos de Paco Roca mira al interior de una sala del IVAM. MÒNICA TORRES

Las tres historias van evolucionando por su cuenta y confluyendo al mismo tiempo en un nuevo personaje al que le falta un brazo. Es la creación del pintor-creador, pero enseguida adquiere también vida propia hasta completar su extremidad amputada, una vez descubre lo que le falta.

“Es una reflexión sobre el autor y su obra, algo muy clásico, pero presentado de manera muy rompedora con el lenguaje tradicional del cómic. Y al mismo tiempo remite a las paredes del arte rupestre”, apuntó Álvaro Pons, comisario de la muestra que se puede ver hasta el 30 de junio en el IVAM. El proyecto “cuestiona los métodos obsoletos de las viñetas superando los bordes del tebeo y de la sala”, comentó el director del museo, José Miguel Cortés, que encargó la exposición realizada ex professo con motivo del 30º aniversario del IVAM.

En la sala superior, tras acceder el visitante a través de una viñeta, se exhiben los bocetos y el proceso creativo de Roca, incluidos unos vídeos de Tono Errando, y una pequeña pero muy divulgativa muestra de cómics, que abarca trabajos de 1833 de Rodolphe Töpffer, considerado el primer autor de historieta gráfica de la historia, hasta los más actuales, pasando por Tintín o Maus.

PRIMERA CÁTEDRA DEL CÓMIC EN EUROPA
La Universidad de Valencia acaba de abrir una cátedra dedicada al estudio y la investigación del cómic. Se trata de la primera de Europa, explica su director, el estudioso del cómic y crítico de EL PAÍS, Álvaro Pons. Con el patrocinio de la Fundación SM, los objetivos de la cátedra son la divulgación (a través de actividades) de la historieta, la formación (máster de Educación y Cómic) y la investigación. Las clases online arrancaron en enero y las actividades presenciales son en un aula ubicada en el centro académico. “La idea es desde transmitir cómo enseñar historia, por ejemplo, a través del cómic, hasta investigar y divulgar la cultura visual de la historieta”, explica Pons.


El Pais

Siete historietas para contar el Prado

Sento crea un cómic en el que, con sus viñetas, recrea distintos episodios de los 200 años de trayectoria del museo

RUT DE LAS HERAS BRETÍN

Madrid 27 FEB 2019

Una de las viñetas del cómic de Sento 'Historietas del Museo del Prado', en la que se ve el edificio ardiendo, según una noticia publicada en 1891.

“La catástrofe de anoche. España está de luto. Incendio en el Museo de Pinturas”. Así tituló Mariano de Cavia su artículo en El Liberal el 25 de noviembre de 1891. En él narraba la que, de haber sucedido, hubiera sido una de las fatalidades patrimoniales más trágicas de la historia. Solo al final los lectores pudieron respirar tranquilos: “Puede ocurrir aquí el día menos pensado”, aclaraba. Podría ocurrir, pero no fue así. Era una noticia incendiaria, por su falsedad y por el motivo por el que lo hizo el periodista: denunciar las malas condiciones del Prado y reclamar mejoras. Fake news del siglo XIX con propósitos muy distintos a las de los bulos actuales.


Este es el episodio con el que comienza el cómic que Sento ha creado para celebrar el bicentenario de la pinacoteca. En las primeras viñetas de Historietas del Museo del Prado se puede ver cómo el origen de las llamas es el brasero de una de las viviendas de los trabajadores del museo, situadas allí mismo. Muestra también una leñera en los sótanos. Situaciones impensables hoy. Este y otros seis momentos relatan los hitos y la evolución del museo en esta publicación que se presentará el jueves 28 de febrero.


Meter los 200 años de la pinacoteca en un tebeo podría ser una tarea de superhéroes. Algo que ni mucho menos se considera Vicent Sento Llobell Bisbal (Valencia, 1953). En una conversación telefónica reconoce el respeto que sintió cuando recibió la propuesta por parte de la institución: “Estaba asustado, con miedo escénico por el lugar en sí y porque yo no quería hacer un libro de historia”. Pero no era eso lo que esperaban de esta obra, querían la trayectoria del museo a través de sus gentes: visitantes, artistas, conservadores, directores, restauradores, vigilantes, conserjes; y es uno de estos últimos, Etelvino Gayangós, quien recorre todas las historias, el hilván que las une. Un personaje propuesto por José Manuel Matilla, jefe de conservación de Dibujos y Estampas del museo, que, además, ha sido un apoyo fundamental para Sento. “Él me puntualizaba, me señalaba los errores. En el falso incendio de 1891, yo dibujé La maja desnuda ardiendo y me indicó que ese goya en ese momento no estaba en el Prado”.

Sento cuenta que ha recabado multitud de anécdotas en sus visitas al museo para documentarse, algunas sacadas de las conversaciones con Manuela Mena, que aunque con otro nombre figura en el capítulo dedicado a la visita de ¡12 minutos! de la primera ministra británica en 1988, a la que también cambia el apellido y la llama señora Roofmaker. La recién jubilada jefa de conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya aparece, según el estilo expresivo pero no realista de Sento, con su característica coleta como guía de la mandataria, ya que era de las que mejor hablaban inglés en ese momento en la pinacoteca. El dibujante explica que se quedó con esa historia, pero que podía haber elegido la visita de Lady Di, de Henry Kissinger o de Gorbachov.

Más lejos que una anécdota llegó la exposición dedicada a Velázquez en 1990. Una muestra sin precedentes que recibió más de medio millón de visitantes cuando esas cifras no eran ni soñables. Por supuesto, el museo no estaba preparado para la venta de esa cantidad de entradas, Internet todavía quedaba lejos, y las largas colas son uno de los motivos por los que se recuerda esa exposición. Eso hace Sento: quedarse en la cola. No pasa la puerta. Cuenta la historia de una familia que lleva horas en la fila y las relaciones que se establecen entre los que esperan, se basa en su experiencia. Entre los personajes, el autor introduce una monja llamada Jerónima, dos enanos con toques velazqueños, un vendedor de paraguas con un parecido más que razonable al Esopo del pintor sevillano o un italiano en silla de ruedas con mirada profunda y con una gorra roja como si de Inocencio X se tratara. El historietista lo explica como una suerte de aggiornamento, de representar a los personajes del pintor protagonista de este relato como si vivieran en la actualidad.

Viñetas de la historieta 'El nuevo Bruegel el Viejo', de Sento.

La relación que se establece entre los restauradores de pintura y los artistas sobre los que trabajan está plasmada tanto gráfica como emocionalmente. El diálogo que estos profesionales mantienen con los creadores lo retrata en El nuevo Bruegel el Viejo, el capítulo dedicado a la restauración y adquisición de El vino de la fiesta de san Martín, donde el sentimiento de alegría y de duro trabajo del equipo del museo que estudió y atribuyó el cuadro su autor quedan plenamente reflejados. No en vano, la especialidad elegida por Sento en sus estudios de Bellas Artes en la universidad fue la de restauración de pintura.

Y con este ya son cuatro los cómics publicados por el Museo del Prado, los tres anteriores dedicados a El Bosco, Ribera y Fortuny. Parece que la distancia entre las tradicionalmente consideradas bellas artes y el que estaba a la cola, el noveno arte, se está acortando. Otras maneras de contar la historia con la pretensión de abrirse a nuevos públicos, como hace a diario la pinacoteca con sus directos de Instagram o con sus hilos de Twitter con hashtag como #Anecdotario


El Pais


domingo, 24 de marzo de 2019

La familia y uno más

'La familia Trapisonda, un grupito que es la monda' (1958), de Francisco Ibáñez, es una serie que narra con humor las desgracias vividas por una familia española de clase media baja


GERARDO MACÍAS
13 Marzo, 2019

'Súper Humor: La familia Trapisonda'. Guion y dibujos: Francisco Ibáñez. Ediciones B, 2015.

La película La familia y uno más (1965), dirigida por Fernando Palacios, es una comedia seguidora de una saga que comenzó con La gran familia. La saga familiar de Carlos Alonso, aparejador, ha crecido hasta los dieciséis hijos. El título de la secuela hace referencia precisamente al nacimiento número dieciséis, el de la pequeña María.

Unos años antes se popularizó La familia Trapisonda, un grupito que es la monda, una serie creada por el historietista Francisco Ibáñez en 1958, que trata sobre las desventuras de una familia de clase media baja: un matrimonio, su hijo, su sobrino... y uno más, que en este caso es su perro. Las historietas tienen lugar en el tercer piso de un típico bloque de la gran ciudad.

La familia Trapisonda, un grupito que es la monda debutó en el semanario Pulgarcito nº 1418 el 7 de julio de 1958, iniciando un periplo de una década, pasando por diversas revistas de la Editorial Bruguera, como Ven y Ven (1959), Suplemento de Historietas de El DDT (1959), Selecciones de Humor de EL DDT (1959), El Capitán Trueno Extra (1960), Bravo (1968), etc...

Sin embargo, la primera historieta que se dibujó apareció en El Capitán Trueno Extra nº 31 (1960); se nota porque en ella el padre de familia no reconoce a su sobrino.

Pese a ser una serie coral, el protagonista es Pancracio, el cabeza de familia, un gris oficinista (bombero en las primeras entregas) calvo y con bigote. Su autoridad se ve burlada continuamente. Aunque en ocasiones ejerce como protector, la mayoría de las veces la familia acaba pagando las consecuencias de su ineptitud. Pancracio es cobarde, e intenta escabullirse de sus obligaciones familiares. Es un hombre con una vida mediocre, cuya ambición es leer el periódico sin que lo molesten. Al principio usaba antiparras, que le avejentaban notablemente.

El resto de integrantes de la familia de Pancracio son: su esposa, Leonor, que no parece demasiado interesada por sus tareas domésticas ni por su familia, y es aficionada al tarot, rasgo que desapareció pronto; su hijo, Felipín, el típico niño travieso; y su sobrino, Sapientín, un niño calvo y con gafas vestido de negro, que estudió Ingeniería en Oxford, donde aprendió jiu-jitsu, práctica esta última que será uno de sus rasgos distintivos en sus primeras apariciones.

La mascota de los Trapisonda es el personaje más popular de la serie. El perro Atila sirve de contrapunto a Pancracio, al que tiene en su punto de mira, con comentarios ofensivos, llenos de ironía. Estos comentarios son únicamente de pensamiento, ya que Atila sólo puede ladrar.

La criada Robustiana ha emigrado del pueblo y vive en el piso con la familia protagonista. Es de aspecto poco agraciado. Duró poco en la serie, siendo sustituida por otra más atractiva, que también duró poco tiempo, para resaltar que los Trapisonda son de clase media baja.

Hay un personaje recurrente, el director de la empresa en la que trabaja Pancracio, que no tiene nombre propio. Es un hombre con gafas, calvo y con bigote. Suele visitar a Pancracio, con la excusa de aumentarle el sueldo, pero estas visitas son contraproducentes.

En 1959, Ibáñez cambió parentescos entre personajes: la esposa pasó a ser hermana de Pancracio, y los niños se volvieron primos entre sí y sobrinos de Leonor y Pancracio, sin que quede claro quiénes eran los padres de los pequeños, ni por qué viven con sus tíos. Y es que la censura no vio con buenos ojos las burlas a la familia, uno de los pilares del franquismo, y prohibió a las revistas juveniles "toda desviación del humor hacia la ridiculización de la autoridad de los padres, de la santidad de la familia y el hogar".

En La familia Trapisonda, un grupito que es la monda se juega con las pobres ambiciones de la clase media española de la época: intentos de mejorar de casa o coche, comprar un décimo premiado o viajar a París se verán siempre condenados al fracaso.

El autor abandona la serie a finales de los años sesenta, para dedicarse a otras creaciones más populares y fructíferas, mejores ejemplos de la maestría de Ibáñez: Mortadelo y Filemón, agencia de información (1958); El Botones Sacarino, de El Aullido Vespertino (1963); Rompetechos (1964); Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio (1966)...


Malaga Hoy


Fiesta de cumpleaños

JAVIER FERNÁNDEZ
13 Marzo, 2019

'Batman / Superman 400'. VVAA. ECC. 144 páginas. 15,95 euros.

Batman/Superman 400 reúne en un solo tomito dos de los números conmemorativos publicados por DC a mediados de los ochenta (el de Batman en 1986, y el de Superman en 1984), que, en este caso, celebraban el que las series de sus dos iconos más representativos hubiesen alcanzado el cuarto centenar de entregas. Los dos tebeos fueron más gruesos de lo normal y compartieron (casi) una estructura similar: un prólogo firmado por una figura de prestigio, una historieta larga escrita por un guionista estrella y dibujada por una miríada de autores y un apartado de ilustraciones de luminarias del medio. En el caso de Batman, el prólogo recayó en el mismísimo Stephen King, el guion fue obra de Doug Moench, la panoplia de escritores incluyó a John Byrne, George Pérez, Bill Sienkiewicz (que también se encarga de la portada), Arthur Adams, Joe Kubert y Brian Bolland, entre otros, y, entre los artistas de la sección final, van tipos como Bernie Wrightson, Mike Kaluta o Steve Rude.

El especial de Superman, por su parte, es especialmente memorable (y, además, tiene el valor añadido de que no se había publicado nunca completo en nuestro idioma), desde el prólogo de Ray Bradbury hasta la contraportada de Frank Miller, pasando por la portada pintada por Howard Chaykin, la historieta principal (un original repaso a la huella de Superman en civilizaciones futuras) escrita por Elliot S! Maggin y dibujada por tipos como Al Williamson, el propio Miller o Marshall Rogers, y un extraordinario puñado de ilustraciones de artistas como Moebius, Will Eisner, Sienkiewicz, Leonard Starr o Jack Davis. Ahí es nada. Y he dicho antes que la estructura de los dos cómics es casi igual porque el de Superman gozó, además, de una historieta corta realizada por Jim Steranko, un emocionante relato de ciencia ficción agraciado con una puesta en escena rompedora que se lee por sí solo, pero que completa también la interesante propuesta de Maggin. Créanme, lo de Steranko es tan soberbio que justifica por sí solo la adquisición de este bonito volumen.


Malaga Hoy


Tiempo y marea

JAVIER FERNÁNDEZ
13 Marzo, 2019

'Aquaman de Peter David, Vol. 1'. Peter David y otros. ECC. 544 páginas. 44,50 euros.

Hace un año, ECC recuperó la estupenda miniserie Las crónicas de Atlantis, del célebre guionista Peter David y el dibujante español Esteban Maroto, en la que se trazaba la larga genealogía de Aquaman y los suyos, y ahora le toca el turno al no menos estupendo trabajo del mismo escritor con el rey de los siete mares. Serán tres volúmenes, en un formato más pequeño de lo habitual, comenzando con este que contiene la miniserie Aquaman: Time and Tide (1993-1994), a modo de prólogo, y los números 0 a 16 de Aquaman (1994-1996). Acompañado de un grupo heterogéneo de escritores, David dejó su impronta con una serie de historietas inolvidables que se suman con orgullo a las clásicas de Ramona Fradon, Nick Cardy y Jim Aparo, es decir, al selecto puñado de los mejores tebeos de un personaje al que, por desgracia, la historia no siempre ha tratado como se merece.


Malaga Hoy


Un mundo raro

La serie, formada por 27 números, puede verse como una celebración del género de superhéroes a la vez que como una crítica a su temática reaccionaria


JAVIER FERNÁNDEZ
13 Marzo, 2019
'Planetary. Libro uno'. Warren Ellis, John Cassaday. ECC. 432 páginas. 37,50 euros.

Si pudiera comprarme un solo tebeo este mes, no lo pensaría dos veces y me compraría... Robin 3000. Publicado en 1992, se trata de un elseworld futurista escrito por el guionista y editor Byron Preiss, con ayuda de S. Ringgerberg, y dibujado por el sin par P. Craig Russell. Como reza la publicidad: "Gotham City en el año 3000. La tierra está sometida por una invasión alienígena. Los Skulp intentan destruir al héroe de la rebelión que se alza contra ellos. Pero Batman tiene un arma secreta. Su nombre es Robin". ¿Se puede pedir más? Sí, claro está que es una broma. A ver, lo de Preiss, con su rollo de ciencia ficción distópica, tiene bastante gracia, y ya que estamos aprovecho para recomendarlo, porque sale barato y, muy especialmente, por los bonitos dibujos de Russell, que siempre son deliciosos a la vista, pero no pasa de mero divertimento al lado de la obra maestra que ECC ha vuelto a poner en librerías. Me refiero, cómo no, a Planetary.


Los veintisiete números (y diversos especiales) que componen esta maravilla, una de las series más alucinantes de lo que va de siglo, fueron viendo la luz con cadencia irregular entre 1999 y 2009, dentro del catálogo del sello WildStorm de DC (aunque, si nos ponemos puristas, cabe recordar que hubo un preview publicado por Image en 1998). La cosa inició andadura mientras su escritor, Warren Ellis, revolucionaba la industria junto al ilustrador Brian Hitch con The Authority (última etapa de un largo proyecto iniciado en Stormwatch), y suponen el punto álgido de la carrera del inglés. Con su visión global, su estilo widescreen y su narrativa descomprimida, The Authority cambió para siempre la factura de los superhéroes, y dicha serie puede leerse como una celebración del género, pero también como una crítica a su temática reaccionaria. Planetary, por su parte, derriba también a los superhéroes, con mucha más convicción, y es, sobre todo, una plegaria en favor de la imaginación, una plegaria lanzada por ese cínico de cuidado que es siempre Ellis pero que, aquí, demuestra tener su corazoncito.

Las aventuras de estos arqueólogos de lo imposible, Elijah Snow, Jakita Wagner y el Batería, que se las pasan rescatando y catalogando objetos fabulosos, pistas de un rico universo de raíces literarias o cinematográficas, arrasado por la fantasía más repetitiva, anodina e insípida de los superhéroes, son una carta de amor a los sueños y a la rareza de nuestro mundo. Para rematar la faena, Ellis contó con un socio de excepción, el dibujante John Cassaday, que es excelente en la primera página y se ha transformado en extraordinario al llegar a la última. Cassaday es el artista perfecto para una obra perfecta que ECC sirvió primero en varios tomitos en rústica y recupera ahora en dos volúmenes encuadernados en cartoné. El primero de ellos contiene los números 1 a 14, más The Planetary Sneak Peek y el crossover Planetary/The Authority: Ruling the World. Ahora sin bromas, si solo pudiera adquirir un tebeo este mes, compraría Planetary con los ojos cerrados.


Malaga Hoy


Un tebeo de los de toda la vida


JAVIER FERNÁNDEZ
13 Marzo, 2019

'Los Terrifics'. Jeff Lemire, Ivan Reis y otros. ECC. 136 págs. 13,50 euros.

El siempre interesante Jeff Lemire, uno de los nombres propios del panorama actual, merced a obras tan apreciables como Essex County, Sweet Tooth, Animal Man, Green Arrow o Black Hammer, se saca de la chistera un título de lo más refrescante protagonizado por Mr. Terrific, Metamorpho, Plastic Man y la Chica Fantasma. A los dibujos, Ivan Reis, más conocido por su larga temporada en Green Lantern (junto a Geoff Johns), que aporta un tono épico y espectacular, pero también el desenfado que caracteriza a esta serie. El primer tomo de ECC compila los números 1 a 6 de The Terrifics (2018), y está especialmente recomendado a todo el que quiera disfrutar de un tebeo de superhéroes sólido y entretenidísimo, de los de toda la vida.


Malaga Hoy


viernes, 22 de marzo de 2019

El cómic de 'The Walking Dead' frente a la serie de TV: parecidos y diferencias

Se publica en España el tomo número 30 de la saga de cómics de Robert Kirkman, que goza de mucha mejor salud que su versión televisiva


PACO NÚÑEZ
11 Marzo, 2019




"¿Cuántas horas al cabo del día pasas viendo la televisión? ¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros hizo algo de verdad para conseguir lo que quería? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que cualquiera de nosotros necesitó algo de lo que quería? El mundo que conocíamos ya no existe".

Este prefacio siempre ha acompañado a Los muertos vivientes en todas las contraportadas desde el número 1, que fue publicado por Planeta en 2005.

Tras la reciente publicación del tomo 30 en España, con el prometedor título Nuevo orden mundial, son ya 14 años de supervivencia, una píldora de 134 páginas cada seis meses.

Dos tomos al año que millones de aficionados en el mundo esperan como agua de mayo. La genialidad llegó como inspiración precisa a Robert Kirkman en el año 2003, cuando se alió con el barroco y oscuro dibujante Tony Moore para darle vida a los tres principales personajes, el agente de policía Rick Grimes, su hijo Carl y el repartidor de pizzas de origen asiático Glenn.

Ya con Charlie Adlard a los lápices desde el número 7, empezaron a llegar los otros pesos pesados de la epopeya: la siempre luchadora Maggie; Andrea y su hermosa cicatriz; el profesor de Ciencias bobalicón Eugene; y, por supuesto, Michonne, el personaje más icónico del lado de los buenos, una mujer atormentada y misteriosa que tiene una increíble habilidad para cortar cabezas con su inseparable katana y que vivirá un momento relevante en su vida en este tomo 30.

Las tramas han sido casi todas apasionantes, siempre llevando al lector hasta el punto climático como el gondolero que dirige a los enamorados por Venecia.

Rotura de la expectativa, giros inesperados de guión, secuencias en viñetas alucinantes repletas de violencia descarnada (el uso del blanco y negro es un buen amortiguador, porque en color serían casi insoportables algunos dibujos)… Entonces, si el cómic goza de buena salud a pesar de su longevidad, ¿por qué la serie hace aguas?

Ser infiel al original (a partir de aquí, hay spoilers de los tebeos y de la serie de TV)

Uno de los grandes errores de la serie de AMC, que va ya por su novena temporada, es haberse creído que el factor eran los personajes y no las tramas.

Se ha demostrado que las líneas argumentales que se han respetado casi al cien por cien han sido las más celebradas: la historia de la cárcel, la situación en la granja de Hershel, el enfrentamiento con el Gobernador... El arco de Negan ha tenido altibajos: empezó espectacular con la espeluznante ejecución de Glenn (nunca un personaje se presentó dando tanto miedo, dejando noqueado al lector como si hubiera recibido un derechazo de Mike Tyson), pero se hizo demasiado largo plasmando la Guerra con los Salvadores. Otras tramas no aparecidas en el cómic, como la de Terminus, hizo que la cuarta temporada fuera soporífera.

Además, la serie se ha cargado antes de tiempo a personajes importantes del tebeo, como Andrea, a la que mordió un zombi al final de la tercera temporada, o el mismísimo Carl, que sigue vivo en el cómic. Eso sí, acertaron con la creación del personaje de Daryl, que no sale en las viñetas y lleva años siendo uno de los personajes más populares de la serie, sobre todo en el sector femenino.

Mención aparte merece la vertiente sentimental. Si en los cómics está bien traída su relación con Andrea (la rubia que dispara mejor que Harry el Sucio siempre se llevó bien con Carl), en la serie está metido con calzador su affaire con Michonne.

Factor tiempo

Un tomo de Los muertos vivientes se tarda en leer un par de horas (o un poco más si te recreas en el arte de Adlard). Para ver una temporada completa de TWD, hay que echarle más de 15. Esa diferencia, en una sociedad saturada de series por la guerra entre plataformas de streaming, es clave.

Existe una burbuja de ficción audiovisual que algún día podría explotar en sus televisiones smart. Por eso, las series más vistas últimamente son las que tienen pocos capítulos, como las españolas Mira lo que has hecho, Gigante, Arde Madrid o La Peste. Es el modelo True Detective.

Sobredosis de personajes

Hay otro problema: un tebeo coral puede funcionar. De hecho, la Liga de la Justicia, los Vengadores, los Cuatro Fantásticos o el mismísimo Capitán Trueno han vivido sus respectivos clímax en guerras interestelares o medievales con muchos héroes enfrentados a muchos villanos (la guerra Kree-Skrull que llega al cine con Capitana Marvel; La Guerra del Infinito; Secret Wars; Civil War…). En la tele es más complicado.

Los espectadores se han perdido entre el maremágnum de personajes que reclaman voz y voto en los distintos frentes de Alejandría, la Cima, la sede de los Salvadores, el Reino... Cuando hay que hacer un croquis para seguir una serie, mal vamos.

Pero Greg Nicotero y el resto de productores quieren seguir estirando el chicle de los zombis (hay que seguir vendiendo muñecos, pósteres, novelas, llaveros, tazas, huchas, camisetas...) con los globos de los spin off, donde el equipo de guionistas puede crear tramas más libremente sin el corsé de las viñetas de Kirkman y Adlard. Ya hay gente que sigue Fear the Walking Dead, pero que ha dejado por imposible a Daryl, su mirada atormentada y sus flechitas (que nunca se pierden ni se rompen en ningún cataclismo).

Un futuro incierto

La manera de contar la historia del guionista de Outcast y Oblivion Song es única e intransferible (otro punto a favor de los cómics), porque son 14 años perfilando a todos los personajes, principales y secundarios, de forma magistral y convirtiéndolos en piezas brillantes del engranaje perfecto. Coherencia de la pluma del creador de Ladrón de ladrones en los momentos vitales y en las duras viñetas mortales.

Así, Rick Grimes ha pasado de ser el típico policía americano con valores intachables a un líder curtido en mil batallas, con muchos cadáveres en el armario, que está ya muy cansado de la situación postapocalíptica con la que lidia a diario. Envejecido, manco y cojo, pide a gritos la jubilación.

Por eso, Kirkman tenía la idea de que Rick muriera pronto para que Carl tomase el testigo como nuevo único protagonista del cómic-río. A pesar de los acontecimientos acaecidos en la serie, debería seguir firme con ese propósito, porque aquí fue primero la gallina de los tebeos, que hizo posible el huevo (de oro durante años) de la(s) serie(s) de TV.

Creación pura versus mercadotecnia televisiva

La esencia del éxito del tebeo zombi más vendido de la historia sigue impregnando sus páginas, pero hace tiempo que ya no se cuelga en las plataformas televisivas: la genialidad de poner al lector en una tesitura cotidiana de presión constante, extrema, por la presencia de los muertos vivientes y, bajo ese yugo, lograr que el ser humano se quite por fin la máscara del tedio y las excusas del Estado del Bienestar para ahondar en los instintos básicos de la gente, dormida durante años de confort y tecnología hipnótica.

Así, en la saga comiquera se encuentra al héroe total y al villano más tenebroso. Y en ese precipicio continuo hay zombis que te recuerdan siempre que el caos reina (siempre lo hizo) sobre esa ilusión de control que suele tranquilizar a las personas en el día a día. "Nosotros somos los muertos vivientes", llega a decir Rick en una viñeta mítica del tebeo.

En el tebeo no hay final previsto a corto plazo. Ya lo avisó Kirkman desde un principio. Pero la serie sí presenta ya alarmantes síntomas de agotamiento (los actores principales quieren dedicarse a otras cosas). Pasó en Friends, House y tantas y tantas otras ficciones televisivas que exprimieron al máximo el néctar del triunfo. Esperemos que en la décima temporada remonte el interés. Y, si no, siempre nos quedarán los tebeos. Porque, en un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.


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Superheroína Marvel

JAVIER FERNÁNDEZ
06 Marzo, 2019


'Marvel Gold. Ms. Marvel'. VVAA. Panini. 504 páginas. 39,95 euros.

Ahora que viene la película de la Capitana Marvel, Panini recupera las aventuras originales de Carol Danvers en su primera serie regular, Ms. Marvel. El tomo capitaliza también el interés que suscitan hoy día las superheroínas en general, con otra Ms. Marvel a la cabeza, la joven Kamala Khan, uno de los conceptos más refrescantes que ha dado el género en los últimos años. Pero volviendo a lo que nos ocupa, el volumen de 500 páginas publicado dentro de la colección Marvel Gold trasciende el oportunismo y presenta varios puntos de interés. En primer lugar, se ofrece aquí la serie completa del personaje, lo que significa que incluye material inédito: van los números 1 a 23 del primer volumen de Ms. Marvel (1977-1979), junto con los números 10 y 11 del volumen 2 de Marvel Super-Heroes (1992) y los extras correspondientes, como una introducción de Gerry Conway y otra de Kelly Sue DeConnick.

Conway inició las aventuras en solitario de Carol Danvers, en un bello episodio dibujado por John Buscema y Joe Sinnott, aunque el autor por excelencia de este libro es el guionista Chris Claremont, el patriarca mutante, al que asisten en los lápices el propio Buscema y otros nombres tan conocidos como Jim Mooney (famoso, entre otras cosas, por dar vida a las primeras aventuras de Supergirl), Keith Pollard, Sal Buscema, Carmine Infantino o Dave Cockrum. Este es otro interés del tomo, una solidez literaria y una cohesión visual notables para una serie de segunda fila. Claremont trabajó, contracorriente durante esos años y en ese entorno, la hebra feminista, aquí y en el resto de tebeos que firmó para Marvel, y su Ms. Marvel tiene alma y un sabor especial. El escritor le cogió tanto cariño al personaje que siguió usándola aquí y allá, sin ir más lejos en la cabecera de X-Men, a donde llevó otros conceptos diseminados en estas páginas, como Ave de Muerte. He aquí otro motivo más para leer Ms. Marvel, que sirve para encajar las piezas y completar el puzzle de una Marvel en la que todo está imbricado.


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Contra el vacío

Diseñado como una especie de Superman, se decidió que el protagonista tenía una larga historia en Marvel, pero su recuerdo había sido borrado


JAVIER FERNÁNDEZ
06 Marzo, 2019

'100% Marvel HC. El Vigía'. Paul Jenkins, Jae Lee. Panini. 248 páginas. 25 euros.

Tras el éxito en 1998 de Los Inhumanos, el más celebrado de los primeros títulos de Marvel Knights, ya saben, aquel sello con que Joe Quesada y los suyos devolvieron la esperanza en Marvel, Paul Jenkins y Jae Lee sorprendieron en 2000 a los lectores con un concepto tan atractivo como extravagante, El Vigía, uno de los pocos protagonistas originales de MK (el otro, si no me equivoco, fue el Marvel Boy de Grant Morrison).

Compuesto por una miniserie de cinco números, más otro cinco especiales dibujados por diversos artistas que luego comentaré, el experimento de El Vigía comenzó antes de la publicación de la primera página. Diseñado como una especie de Superman, algo así como el ser más poderoso del universo Marvel, se decidió, a sugerencia de Rick Veitch (cómo me gusta este tío, de verdad) que el personaje tenía una larga historia dentro del universo Marvel, pero que su recuerdo había sido borrado de la memoria de todos, incluyendo la del propio protagonista.

Robert Reynolds, el Vigía en otros tiempos, vive ahora una vida anodina y se despierta un día con la sensación de que algo no le cuadra. Este comienzo recuerda, digámoslo así, al Miracleman de Alan Moore, pero la historia pronto gira hacia otros territorios, de tintes psicológicos, con la amenaza del vacío y la muerte como telón de fondo. Más aún, el juego metaliterario se potenció desde la editorial con una serie de informaciones falsas y entrevistas en revistas especializadas que buscaban convencer a los lectores de la época de que el Vigía era un personaje realmente antiguo, nunca utilizado y rescatado de los archivos de Marvel. El fake tuvo su gracia, aunque hoy día apenas queda el recuerdo, como si la vida imitase la ficción (la edición de Panini ni siquiera incluye los divertidos extras en los que se nos explicaba todo esto en detalle). Dos décadas más tarde, lo que tenemos aquí es un producto sofisticado, de gran fuerza visual y cierto riesgo literario, con sus aciertos y sus fallos.

El guion de Jenkins alcanza por momentos mayor nivel que en Los Inhumanos, pero también se sale de tono en ocasiones, chirriando aquí y allá, lo que quizá no haga sino aumentar una especie de esquizofrenia y el sentimiento ominoso que recorre toda la serie. En lo artístico, Lee está verdaderamente espectacular, potenciado por los exquisitos colores de José Villarrubia. El aire moderno que desprenden sus páginas contrasta con los diversos flashbacks, servidos en estilos que imitan los de otras épocas (Kirby o Byrne, por ejemplo), y todo junto provoca desasosiego en el lector.

En cuanto los especiales que he mencionado más arriba, son cuatro crossovers con pesos pesados de Marvel: Hulk, X-Men, Spiderman y los Cuatro Fantásticos, más un quinto con la conclusión final de la serie, y en ellos colaboran artistas de la talla de Bill Sienkiewicz (el mejor, con diferencia), Mark Texeira, Rick Leonardi y Phil Winslade, además del propio Lee. En conclusión, un tebeo molón y diferente de cuando Marvel era realmente excitante y se atrevía con todo.


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