miércoles, 27 de marzo de 2019

Lo más “bajo” y lo más alto

Nick Drnaso ha cuarteado los esquemas conservadores de quienes todavía consideran al cómic pariente ancilar de la “gran” literatura

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
23 MAR 2019


Dibujo de 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', de Fermín Solís.
1. Gráficas
El hecho de que Sabrina (Salamandra), la novela gráfica de Nick Drnaso que recomendé en estas mismas páginas, figurara entre las finalistas del Man Booker Prize ha cuarteado los esquemas conservadores de quienes todavía consideran al género pariente ancilar de la “gran” literatura. Mucho tiempo antes de que Ortega —que siempre se la cogía aristocráticamente con papel de fumar a la hora de referirse a la “muchedumbre”— certificara filosóficamente (1930) que “ahora todo el mundo es solo la masa”, la frontera entre la “alta” y “baja” cultura se estaba volatilizando.




Con el Nobel a Dylan se rasgaron las cortinas del templo de la Kultur, de modo que imaginen el quilombo si al jurado sueco de literatura —que lleva en dique seco desde que Jean-Claude Arnault, “ese cabrón”, como lo llamó Peter Englund, fuera acusado de abusos sexuales— se le ocurriera premiar una novela o ensayo gráfico de la categoría de los de Drnaso (Sabrina, 2018), Art Spiegelman (Maus, 1991; Reservoir Books) o Alison Bechdel (Fun Home, 2006; Reservoir Books), tres autores que me vienen a la cabeza y que nadie me negará que exhiben una obra por lo menos tan sólida en su campo como lo fue en el suyo la de don José de Echegaray, primer Nobel hispánico (1904).


Precisamente porque hace tiempo que soy escéptico en cuanto a la validez de la oposición alta/baja cultura es por lo que me ha extrañado que Rodrigo Fresán, un escritor y crítico con cuyas opiniones literarias suelo coincidir, se refiera a La frontera, la estupenda y exigente novela de Don Winslow (Harper Collins) que tanto les he recomendado, como “literatura popular de alto calibre”, una expresión que no entiendo qué puede significar ahora, a menos que también la merecieran, por ejemplo, El agente secreto (Conrad, 1907), Lolita (Nabokov, 1955) o la misma Jardines de Kensington (Fresán; Mondadori, 2003).



Volviendo a las historias gráficas, entre las últimas que me han llegado me ha parecido particularmente interesante la biografía Buñuel, en el laberinto de las tortugas (Reservoir Books), de Fermín Solís. En cuanto a la decimotercera entrega de Macanudo, del argentino Liniers (también en Reservoir), un historietista al que sigo desde hace tiempo, debo decir que ahora, cuando leo y miro sus tiras reunidas en volumen, me resultan un tanto autorreferenciales y déjà vues; y, encima, tuve que esperar hasta la página 81 del álbum para encontrar una única y mísera referencia a la aceituna Oliverio, que es su personaje que prefiero. No pido un monográfico sobre la criatura, pero tampoco se merece ese aparatoso ninguneo.

2. Poetas
Por azares de la edición me llega la obra completa de dos poetas que conocí tardíamente, y gracias a otro: Ezra Pound. A Catulo (84-54 antes de Cristo) siempre se acaba volviendo, y la admirable, cuidadosa, elegante (pero también soez cuando lo requiere) traducción de su Poesía completa (Penguin) a cargo de Ramón Irigoyen nos proporciona una gran ocasión de hacerlo de nuevo. Pound lo tradujo y lo admiró, como demuestra su poema ‘Sociedad’, que no me resisto a transcribirles: “La posición de la familia decaía. / De ahí que la pequeña Aurelia,  / que había reído dieciocho veranos, / soporte ahora el paralizante contacto de Fidipo” (traducción mía).



A Matsuo Basho (1644-1694) lo conocí también a través del gran poeta de Idaho, aunque reconozco que lo primero de él que leí entero fue su travelogue poético Sendas de Oku editado por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya (Barral Editores, 1970). Su Poesía completa (Ediciones El Gallo de Oro; traducción comentada de Beñat Arginzoniz) nos ofrece la summa del gran maestro del haikú. Su huella en la primera época de Pound es evidente; lo atestigua, por ejemplo, el brevísimo ‘En una estación de metro’: “La aparición de esos rostros en la multitud, / pétalos en una rama húmeda y negra”.

3. Comunista
Estupenda la labor de recuperación que viene realizando Renacimiento, el buque insignia de Abelardo Linares, en su serie Biblioteca de la Memoria, en la que se publican, reeditan o recomponen textos olvidados, poco conocidos o descuidados por los sellos del mainstream, nada proclives a la paciente búsqueda de obras perdidas, un territorio en el que Linares —de amplia trayectoria como librero “de viejo” y rastreador de tesoros bibliográficos ocultos en almacenes de dos continentes— no tiene rival. Ese es el caso de Memorias de un ministro comunista de la República, de Vicente Uribe, de cuya edición han sido responsables Almudena Doncel y Fernando Hernández, que han fijado y anotado las tres carpetas de recuerdos políticos que el dirigente del PCE compuso y dictó a partir de 1956, cuando ya había caído en desgracia y había sido desplazado (con ignominia) de la cúpula del poder comunista por el irresistible ascenso de los jóvenes (Carrillo, Claudín, Gallego).


Más allá del interés histórico del texto —que da una versión muy pro domo sua de la evolución del PCE durante tres décadas—, las Memorias de Uribe (ministro de Agricultura de 1936 a 1939, durante los Gobiernos de Largo Caballero y Negrín), permiten una versión de primera mano de las opiniones y la línea política de los estalinistas españoles acerca no solo de su propio pasado (la dirección “sectaria” de Bullejos, Adame y Trilla), sino también de sus histéricos y oportunistas cambios de línea durante los años treinta —desde la crítica a los “socialfascistas”, a la imposición del “frente único” contra el fascismo—, así como de las purgas a derecha e izquierda que reflejaron las que tenían lugar en la “patria socialista”.

El volumen se cierra con un anexo que recoge su patética intervención “autocrítica” en la sesión del Comité Central que determinó su defenestración política. Uribe murió en Praga en 1961. En la actualidad, un vivero de empresas de Sestao, dedicado al “fomento de las actividades emprendedoras”, lleva su nombre.


El Pais


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