domingo, 10 de septiembre de 2017

Gabrion EL HOMBRE DE JAVA

Pepe Gálvez



Norma Editorial

El camino iniciático que se supone debe llevar a Herbert (Living)Stone hacia esa personalidad que se vislumbra detrás de ese Hombre de Java que da nombre a la serie se anuncia largo, y es de temer que un pelín reiterativo. Por lo pronto, en esta tercera entrega, titulada Piratas, vuelve a adentrarse en el terreno de la aventura. Para ello retoma la historia allí donde culminaba la trama de Rebelde , el primer álbum de la serie, o sea, en medio de un dantesco y gráficamente lúcido asalto naval, protagonizado por crueles y sanguinarios piratas asiáticos. Con este rizo sobre el tiempo y la narración, el autor parece relegar el segundo álbum a la categoría de paréntesis, destinado a envolver narrativamente la inevitable ceremonia iniciática que el protagonista realizará bajo la dirección espiritual de unos aborígenes australianos, lo que no deja de ser original, hay que reconocerlo. Ahora bien, como resulta que eso de la perfección personal es algo difícil de conseguir, la lucha de Herbert contra sus pertinaces inmadureces permanece como un eje argumental, que a veces potencia y a veces interfiere en el ritmo del álbum. Nos encontramos, pues, ante un adolescente que, alejado de sus raices geográficas y culturales, y superada su dependencia de la razón, se dispone a vivir emotivamente al día, y disfrutar de su tardía vocación marinera . O lo que es lo mismo, se acerca al prototipo de ficción del aventurero europeo, a ese espécimen opuesto a las convenciones sociales de su país de origen, que acepta la incerteza laboral, la mediocridad económica y la soledad sentimental, como contrapartida de un cierto grado de libertad e independencia. Claro está que este escenario coincide con el de una situación colonial, en la que las riquezas y tesoros de unos coexisten con la miseria y el expolio de otros. Pero el inevitable toque etnocentrista de nuestro género de aventuras obvia esos pequeños detalles sociológicos, y prefiere resaltar las actividades de esos precursores de la inseguridad ciudadana que son los piratas. Como no podía ser menos, junto a los salvajes filibusteros a los que combatir aparecen los tesoros que rescatar, y las mujeres hermosas que defender . Un poco de todo este material exótico hay en Piratas, mas un toque irónico que desmitifica, y otro toque metafísico que el autor utiliza,abusivamente, para resolver situaciones arguméntales. Así pasa que nuestro protagonista recorre una especie de montañas rusas emocionales, entre exaltaciones personales, inseguridades, incertezas y obcecaciones. Lógicamente, este arbitrario recorrido provoca confunsión entre amigos, adversarios y lectores. Especialmente entre estos últimos, que quisieran ver diferenciadas las ironías de las incongruencias narrativas .

Si el planteamiento y desarrollo del argumento de Piratas cojea por sus irregularidades, así como por cierta falta de armonía entre la conservación de los códigos del género y su desmitificación,en cambio el montaje y el grafismo consiguen atraer la atención ,y mantenerla hasta el final. Así, se nota en este álbum, respecto a los anteriores, como la rigidez va cediendo ante la agilidad, no solo en el trazo sino también en la composición de escenas y la resolución de secuencias, al tiempo que el color, de tonos (casi)siempre intensos, resaltados por las separaciones en negro, colabora activamente en esa exaltación irreal de lo exótico con la que parece jugar todo el álbum.





No hay comentarios: