domingo, 17 de septiembre de 2017

Frank Miller SIN CITY


Jordi   Costa


 Norma Editorial

Como ya viene siendo moneda corriente en los últimos años, cada vez que Frank Miller asoma la cabeza con uno de sus arriesgados trabajos, se alzan unas cuantas voces prestas a informar a todo aquel que no se haya enterado de que "este Miller anda de capa caída". Consideraciones tan poco generosas como ésta las recibió Hardboiled, obra maestra de la ultraviolencia de vanguardia que el autor de Batman Dark Knight escribió para el mayúsculo Geoff Darrow. Sin City, sin duda la obra en la que Miller ha alcanzado el mayor grado de radicalidad plástica, no ha sido menos: como los grandes, el historietista se vuelve a mostrar como generador de pasiones extremas; grandes odios, pero también grandes amores. El problema es que esos grandes odios se antojan antes signo de la cicatería militante del habitual lector de comic books que no reflexivo voto de censura, pronunciado desde el conocimiento profundo de la obra milleriana.

Como en Perro Nick de Miguel Ángel Gallardo, el norteamericano parte aquí de referentes muy zafios, de esas novelas de serie negra de cuatro centavos escritas -como diría James M. Cain- no con el cerebro, sino con los testículos; en suma, una escritura genital cargada de hipérboles, de lenguaje cazallero y áspero, atravesado de cierta visión del mundo desesperada, sin posibilidad alguna de redención. Si Gallardo utilizaba ese punto de referencia para elaborar una pequeña, pero logradísima filigrana conceptual (lanzar un buen puñado de clichés, lugares comunes y personajes arquetípicos a un Twilight Zone post-pop), Miller tiene la osadía de querer construir un relato hardboiled siguiendo a rajatabla las reglas de esa literatura basura, impostando la voz hasta las últimas consecuencias, confundiendo su mirada con la de ese Marv de mentón cuadrado y facciones imposibles que siembra de muertos las impecables composiciones de página de Sin City.

Con todo, subyace la parodia, y Miller se lo pasa de lo lindo acumulando un cliché machista tras otro (los comentarios de Marv sobre la posible curación del lesbianismo de su amiga no tienen precio), una escena de exasperada truculencia tras otra (aquí, la suerte última del asesino silencioso se lleva la palma), hasta desembocar en una sorpresa final que, intencionadamente, linda con lo risible. Un epílogo en el que Marv, en tanto que único personaje de historieta capaz de aguantar el tipo incluso después de la muerte, demuestra ser el más duro entre los duros, pone espléndido punto final a una incuestionable obra maestra del Miller post-Dark Knight, en la que se juega constantemente a la burla del machismo por la vía de la exaltación grotesca del mismo. Algo así como lo que se propone hacer el gran John Kricfalusi, castigado creador de Ren y Stimpy, en su previsto largometraje The Ripping Friends, el primer dibujo animado sólo para hombres en la rica y polimórfica historia del género.

En el apartado gráfico, Miller logra unir a su ya habitual maestría compositiva una concisión de trazo llevada a las últimas consecuencias: las luces y sombras de todo el cine negro clásico parecen una chirriante y verbenera explosión de matices del gris frente al extremo planteamiento de la iluminación que propone Miller. Momentos como el de la aparición de las strippers, bajo unas sensuales ráfagas de luz blanca ,o ese paseo mastuerzo-reflexivo bajo la lluvia son sólo algunos de los momentos de oro dentro de una obra planteada como un tour de forcé desde su primera página hasta su seca conclusión. No hay que cogérsela con papel de fumar a la hora de hablar de Miller. Hay vida después de Batman Dark Knight... Vida y exceso de genio.

No hay comentarios: