El lunes 13 de agosto de 1934, 8 diarios estadounidenses comenzaron tímidamente a publicar una modesta tira de historieta protagonizada por una pintoresca familia de palurdos, los Yokum, residentes en Dogpath, inculta, mísera y diminuta aldea perdida en algún rincón de Kentucky. 43 años después, cuando la serie desaparece lo hace dejando tras de si una trayectoria casi sin paragón en la historia del cómic (sindicada, en su momento de mayor gloria, en más de 900 periódicos de todo el planeta y adaptada a cine, teatro, radio y televisión). Durante todo este tiempo tanto Li'l Abner (La obra) como Al Capp (su creador) serían objeto de alabanzas e insultos, de rendida admiración y acalorado repudio por parte de los sectores más antagónicos de la opinión pública. El afilado ingenio humorístico y la agresividad innata de Capp hallarían perfecto acomodo en esta obra, a través de la cual rara vez dejó de quedar patente la postura de su autor sobre cualquier tema de la escena sociopolítica. Así, permaneciendo fiel a su peculiar (y casi inimitable) visión de lo que debía ser un comic satírico convirtió su creación en lo que muchos consideran una de las historietas monumentales de todos los tiempos, opinión que, por desgracia, el lector español aun hoy sigue sin poder contrastar por falta de una edición en condiciones.
presencia la práctica totalidad de los personajes principales, y aunque el futuro (y la maduración gráfica de Capp) alteraría sus apariencias físicas (sobre todo las cada vez más frondosas hembras), sus personalidades en cambio permanecerían prácticamente sin mutación. La única variación de importancia tendría lugar en 1952 cuando el protagonista Abner Yokum contrae, por fin, matrimonio con su eterna perseguidora, la mullida e igualmente cateta Daisy Mae (un primer amago de boda tuvo ya lugar no obstante el día de San Valentín de 1935). Esta primigenia etapa presenta también la temprana introducción de otro puñado de figuras que con posterioridad se instituirían en clásicas como: el ceporro Abijah Gooch, Marryin' Sam, Hairless Joe o la atroz y recalcitrante familia Scragg, cuyos caracteres tampoco variarían sustancialmente a lo largo de los años. Esto demuestra que la idea que Capp tenía de sus personajes (como se relacionaban unos con otros y las historias que podía llegar a escribir para ellos) se encontraba ya en estos primeros tiempos, bastante definida. Técnicamente, la serie (que por cierto contará con dominicales a color a partir del 24 de febrero del 35) mejora en aspecto día a día.
Rígido e insulso en un principio, el grafismo se relaja y afianza considerablemente según transcurren los meses, hasta alcanzar esa célebre soltura de trazo por la que Capp es recordado y en la cual justo es reconocer la aportación de numerosos ayudantes desde los principios de la tira (circunstancia que el propio Capp nunca negó ni trato de ocultar). De hecho, su primer asistente sería su propia esposa, Catherine, que pronto dejó paso a Moe Left, supliendo este las carencias del matrimonio en Q entintado y escenografía, lo cual permitía al creador centrarse en la expresividad gestual de los personajes, aspecto que, con el paso del tiempo, se convertiría en su verdadero punto fuerte, plásticamente hablando. Numerosos ayudantes desfilarían posteriormente por la serie (llegado un cierto momento Capp incluso deja de intervenir en el dibujo), destacando por su dilatada aportación Harvey Curtis, Andy Amato y Walter Johnson, además de los más tarde famosos Stan Drake y Frank Frazetta.
Por otro lado, las historias también van evolucionando hacia una mayor osadía temática a la vez que se centran de manera más acusada en las posibilidades cómicas de la pequeña población, que
Capp no duda en utilizar como modelo de irracionalidad de determinadas actitudes muy palpables en la verdadera sociedad norteamericana. Todo esto coincidirá a su vez con el disparo al estréllate de la serie a finales de los 30, pero será durante la siguiente década cuando Li'l Abner alcance su cénit de popularidad, circulación y reconocimiento crítico, llegando algunos al extremo de comparar a Capp con Cervantes o Swift. En esta etapa se advierte además un progresivo deslizamiento hacia un tipo de humor más tosco, estridente y radical; las situaciones se tornan cada vez más delirantes y los personajes más grotescos.
Los 50 aun facilitarían numerosos momentos felices a la serie, pero los agitados 60 comenzarían a marcar su irremediable languidecer. Parte de esta decadencia puede explicarse por el aparente estancamiento ideológico de su autor respecto a una juventud que comienza a identificar al propio
cómico como una pieza más del stablishment. Además argumentalmente empieza a perder gas a partir del ya mencionado casamiento que acaba asfixiando la serie en una estabilidad impensable años antes.
En 1977, viejo y fatigado Capp decide cancelar la obra, para fallecer tan solo dos años después. Atrás quedaba casi medio siglo de esforzada creación diaria de fantasías y gags, casi medio siglo acompañando con su jocosa irreverencia la vida norteamericana, ese mismo modo de vida que tan a menudo fue centro directo de su indómito ataque satírico.
■ Antonio Trashorras
Krazy Comics Nº19. Abril 1.991. Editorial Complot. Barcelona
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