miércoles, 1 de febrero de 2017

Liberté, Égalité, Fanzine











Folios doblados, grapas y ganas de escribir sobre algo que te apasiona o dibujar sin realizar concesiones a ningún editor. La fórmula, sencilla pero efectiva, que define al fanzine, la mágica combinación de fan + magazine. La contracultura de los sesenta y setenta vio florecer una creatividad inusitada que, en España, arrancó cuando se intuía la Transición y sirvió de plataforma a una generación de autores hoy considerados como referentes. En el siglo de la hegemonía digital, el fanzine vive una época de esplendor creativo respaldada por un sólida comunidad de autores, editoriales, eventos y tiendas especializadas. Bienvenidos a la edad de oro de la autoedición

Texto Alex Serrano Fotografía Elisa Sánchez Fernández

Los primeros fanzines de ciencia-ficción y cómic se remontan a la década de los años 30 del siglo pasado, e incluso los prestigiosos premios Hugo entregan un galardón a la mejor publicación de este tipo desde 1955. En España, los primeros fanzines sobre ciencia-ficción y fantasía heroica datan de finales de los años sesenta. Sin embargo, es a mediados de la década siguiente cuando dibujantes como Max, Mariscal, Nazario o Ceesepe comienzan a autoeditar su primeras publicaciones de cómic en una época en la que gente como Alaska, Fernando Márquez "El Zurdo" o Carlos Berlanga vendían sus fanzines musicales en el rastro de Madrid. Unos y otros tomarían modestas publicaciones en blanco y negro como punto de partida para exitosas carreras artísticas.

Este muerto está muy vivo
Han tenido que pasar cuarenta años y devenir una revolución digital para que el fanzine viva en nuestro país una eclosión que camina de la mano de un exuberante ecosistema en el mundo del cómic patrio. Hay quien podría pensar que la tupida red de editoriales y autores que habitan en un momento de máxima exposición y difusión habría hecho que los fanzines, tebeos guerrilleros en formato pequeño, tirada reducida y producción cuasi artesanal, se convirtiesen en reliquias del pasado. Y, sin embargo, en el momento en el que más y mejor se publica cómic en España, en el que más fácil es encontrar tebeos y novelas gráficas en grandes superficies o librerías especializadas, leer sobre ellos en medios de todo tipo o difundirlos en formato digital a un público global es cuando el fanzine goza de una mejor salud.

"Lo bueno de la autoedición es que no existen más criterios que el tuyo propio para editar", señala Roberta Vázquez. La dibujante sí que admite que existe "una estética formal para reconocer un fanzine, asociada a la grapa, al papel, y a los pocos medios". Pero, advierte, "hoy en día mucha gente autoedita sus propios libros y cómics y puede tener el mismo aspecto que un libro de una gran editorial, solo que gestionando tú todo el proceso".

Vázquez, gallega residente en Barcelona, es una de las autoras más inquietas del panorama actual. Ha realizado ilustraciones e historietas para múltiples medios (incluido TENTACIONES), portadas de discos y carteles de conciertos para grupos como Kalashnikoff, Mujeres o Fantasmage, ha participado en diversas exposiciones y su obra ha sido publicada por diversas editoriales. Y, claro, autoedita sus propios fanzines. El último, Pizza y sofá, reúne a 42 artistas alrededor de, efectivamente, los dos elementos indispensables de una tarde-noche de Netflix. Aun así, Roberta confiesa no hacer "ni la mitad que creo que debería hacer o que se me pasan por la cabeza".

Desde Madrid, Klari Moreno destaca del fanzine "la libertad creativa, el espíritu casero, hacer pequeños experimentos y ejercicios gráficos, la implicación física, el papel". También subraya que su proceso de creación y venta es "mucho más directo y personal; se crean unos lazos diferentes que con las grandes superficies". La artista destaca además cómo el formato de folios y grapas es solo un punto de partida: "Se ven muchas publicaciones con cualidades técnicas muy cuidadas, fanzines de naturaleza artística". Como ella misma admite, ya no es simplemente tener la necesidad de publicar con pocos medios, sino que esos medios sean únicos.

La madrileña, de 23 años, ha autoeditado fanzines como Origen, Nudo y origen y Hocicos calientes, pero también ha colaborado con editoriales como Libros de Autoengaño, Ediciones Valientes o Fosfatina. En esta última coincide con Roberta Vázquez en la antología Teen wolf, en el que cerca dos docenas de autoras le dan vueltas al mito del hombre lobo.

Las dos, junto a nombres como Néstor F„ Mirena Ossorno, Roberto Massó, Irkus Zeberio, Martín López Lam, Julia Huete, CF, Carlos González Boy, Conxita Herrero, Joaquín Guirao, Los Bravú, Michael Perrinow, Juarma, María Ramos, Nacho García, Puño, Mireia Pérez o Jorge Parras, por citar solo a algunos, conforman un ecosistema que, repartido por toda la geografía nacional, disfruta de una más que saludable heterogeneidad. Pueden haber intercambiado fanzines autoeditados en eventos como el Gripo Gripo, las jornadas de edición modesta del Liceo Mutante de Pontevedra, en eventos de autoedición como el Tenderete (Valencia) o el Gutterfest (Barcelona) o encuentros de cómic de autor como el Graf (Madrid y Barcelona). Quizás han compartido páginas o colección en microeditoriales como Ediciones Valientes, Fosfatina, Apa-Apa, Tik Tok, Ultrarradio o Libros de Autoengaño, o puede que sus obras estén una al lado de la otra en tiendas especializadas como Sandwich Mixto (Madrid), Fatbottom Books (Barcelona) o El Armadillo Ilustrado (Zaragoza).
El caso es que el panorama del cómic y la ilustración autoe-ditados en España es tan grande como para que en él coexistan fanzines de gran disparidad. Como El gruñiverso, antología abierta fruto del taller de cómic de una asociación cultural, proyectos de duración concreta como Paranoidland o fanzines colectivos con diez años de trayectoria a sus espaldas como Rantifuso. También como para que sea imposible realizar un reportaje sin dejar fuera nombres de autores, editoriales, librerías especializas o eventos, por no hablar de otras disciplinas como la fotografía, poesía, cine o música. Al mismo tiempo, también es lo suficientemente pequeño para que todos, muchos o algunos de ellos se conozcan, admiren, interactúen y lleven adelante proyectos conjuntos. El punto de encuentro puede ser Internet y las redes sociales, pero también las jornadas y eventos o las tiendas especializadas.





ENCUENTROS EN LA TERCERA GRAPA
Mondo Brutto o 2.000 Maníacos crearon escuela en materia de cultura popular trash. La labor de estos titanes de la autoedición se vio acompañada puntualmente por luminarias como Yoyo, descacharrante artefacto "para gilipollas como tú". Sus herederos son un grupo de publicaciones que abogan por la música, el cine, la televisión y los tebeos desde el nicho, la actitud avant la lettre o el abierto frikismo. Son cabeceras como el camaleónico Jo, tía!, autoproclamado primer fanzine de teenage explotation. El colectivo Teenage Thunder defiende la postadolescencia y el hedonismo desvergonzado desde su web y actividades, pero también con el Fanzine para Chicas y Maricas, a caballo entre lo reivindicativo, la nostalgia y lo disfrutón. O los Libritos Jenkins de Oscar Alarcia: pasión por el cine raro, la lucha libre o series como Búscate la vida. Le freak, c'est chic, vaya que sí.




De izquierda a derecha y de arriba abajo, el fanzine Pizza y sofá, de Robería Vázquez; el fanzine Chicas y maricas; el cómic Suspensión líquida, de Klari Moreno; Románticos ciberpunk, de Roberto Massó;




La furia, de Los Bravú.



 DÍAS DE LIBRITOS Y COSAS Con trece ediciones a sus espaldas, el Tenderete de Valencia es el festival de autoedición sonora y gráfica más longevo del país. Otros como el Gutterfest (Barcelona) se fijaron en un modelo auto-gestionado, gratuito y sin ningún tipo de subvención pública que reúne a artistas de toda España y parte de Europa. El Graf (Madrid y Barcelona) toma como modelo el Small Press Expo, evento de comics indie por excelencia en EEUU. Organizado por un grupo de artistas, estudiosos y fans del cómic y la ilustración, ha asentado una firme identidad propia y una interesantísima programación. Los eventos de autoedicion del Liceo Mutante (Pontevedra) o el festival Libros Mutantes (Madrid), centrado en la relación entre las artes visuales y la edición, destacan en un panorama que en los últimos años ha sido testigo de eventos y jornadas en los que el fanzine y el do it yourself han jugado un papel fundamental.










Arriba, varios fanzines expuestos en Sandwich Mixto (Madrid). Sobre estas líneas, de izda. a dcha., la tienda Fatbottom de Barcelona, una imagen del encuentro de cómic de autor y autoedición Graf en Madrid, y tos carteles de Tenderete y Gutterfest.

Hay un lugar donde se reúnen
El fanzine ha pasado de ocupar un apartado rincón en los mostradores y estanterías de las tiendas de cómics a figurar de pleno derecho en las librerías de museos como el Instituto Valenciano de Arte Moderno o el MUVIM, ambos en Valencia. También cuenta con diversas tiendas especializadas en las que la autoedición ocupa un lugar principal o es apoyado a través de talleres, actividades y presentaciones. Unos espacios que, en conjunto, no se ajustan específicamente al concepto de librería. "Librería me suena a negocio de libros, y esto no es eso. Me parece correcto ligarlo al activismo, por supuesto... yo monté esto porque la primera que hago fanzines o publicaciones soy yo", cuenta Virginia de Diego, cerebro y corazón de Sandwich Mixto. "Siempre me pareció bonito esa idea de meter lo que quisiera entre dos panes y que siguiera siendo un sandwich", explica Virginia, aclarando doblemente el sentido de su espacio, que nació ocupando un puesto del mercado madrileño de Antón Martín para pasar a ocupar un local cercano y organiza exposiciones, talleres, microrresidencias y hasta un club que envía por correo a sus suscriptores obras y fanzines de tirada limitada de autores seleccionados.

De Diego destaca que el fanzine "siempre ha sido un ente con un lenguaje, intención y acción propios". Desde su faceta como diseñadora, aclara: "En mi propio trabajo hay proyectos en formato fanzine y son igualmente importantes que los cua¬dros o las fotografías. El fanzine es un medio más". Un medio caracterizado, eso sí, por tiradas pequeñas y un apego por la edición física. Y es que, como cuenta Nico, responsable de la tienda especializada Fatbottom de Barcelona, publicar en papel "tiene un punto romántico, y se fija en un pasado idealizado en el que crecieron los autores". Aclara, además, que el cómic "es un medio muy viejo y con un pasado y una historia enormes". Un medio que, si sigue vivo, "no es precisamente gracias a las expectativas económicas. Mucha de la gente que está implicada en esto, desde los autores a los libreros, pasando por los editores, sigue en ello simple y llanamente, porque les da la gana". Ello, explica, supone un factor importante para que la frontera entre autor, editor y fanzine sea en ocasiones difusa. También la falta de dependencia económica brinda una total libertad creativa. Un modelo que, en cierto modo, asumen también editoriales independientes que se han afanzinerado, "no solo por editar en tiradas muy cortas y con técnicas de impresión en principio relacionadas con la autoedición", aclara Nico, sino porque muchas "funcionan con personal reducidísimo, en algunos casos solo una o dos personas".

Boomerang o jabalina
Autores y tenderos coinciden en destacar el excepcional momento de la autoedición en España. La duda es si la escena actual podrá mantener el impulso actual y echar raíces o sucumbirá ante la omnipresente cultura de lo digital, que premia la novedad por encima de todo. Klari Moreno admite la posibilidad de que el fanzine tenga en la actualidad algo de moda, pero apuesta por que está perdurará. "Y si no, confío en que se vayan creando otras redes y medios que sean igual de atrayentes. Estamos en un momento de efervescencia audiovisual muy interesante", concluye. Roberta Vázquez destaca que gracias a este momento dulce "se están consolidando proyectos y entidades que favorecen al medio. No sé si esto durará para siempre, pero ojalá que así sea", subraya. Nico Fatbottom alude a que hoy en día "es más fácil hacer público tu trabajo de lo que era antes. Luego está el hecho de que ahora es más fácil y más barato imprimir". Admite, además, que "se mezclan varios factores, no necesariamente positivos, que hacen que el nivel de creatividad sea, al menos, más vistoso". Para Virginia de Diego, el mundo del cómic y la ilustración en España se encuentran en un muy buen momento. "No sé si está exactamente en un boom o a finales del mismo", puntualiza, "pero parece que se van asentando grandes iniciativas, ferias y editoriales, con una planificación y unas ganas de hacer y, sobre todo, de quedarse". Lo bueno, en el fondo, es que la respuesta a estas preguntas depende de ellos mismos.


El Pais, revista Tentaciones Número 21 - Febrero 2017









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