martes, 25 de octubre de 2016

Los años 80

Como todos los buenos historiadores saben, no hay una forma única para explicar lo pasado. Aquí, la ideología es importante, como en todo, pero tal vez más, por que la historia puede, o debería, enseñar-nos mucho.

Un análisis realizado desde el punto de vista del materialismo histórico (la realidad social es la que determina la conciencia, y no al revés) arrojaría unas conclusiones muy distintas de las aportadas por una teoría más «academicista», más «de fechas». Pero lo que también está claro para todos aquellos, historiadores o no, que deseen revisar el pasado, es que hacen falta muchos datos en la mano, y una distancia objetiva que sólo puede dar el tiempo.

Echar la vista atrás con rapidez a una década que acaba de terminar es interesante. Podemos contemplar datos e incluso atrevernos a analizar con detalle algunos resultados. Pero todavía no disponemos de ese tiempo objetivo que nos permitirá ser más rigurosos, escépticos tal vez, pero más acertado también.


Y aquí estamos, como era de esperar, aprovechando un nuevo decenio para saber qué nos ha deparado el anterior. Ardua, dificultosa y siempre, hoy por hoy, incompleta tarea. Porque los datos los tenemos, sí. Sabemos que El Víbora nació en 1979 y que supuso la comecialización de un comic anti-sistema que así llegaría a integrarse. O que Frank Miller le daría otro giro a la forma de entender a los superhéroes, narrativa y grafismo incluidos. O, claro, que en los 80 resurgió un comic de autor en este país que ha dado paso a otras fórmulas de entender la historieta.

Sabemos, también, que los años 80 son los años de la interactividad conceptual. Que la historieta se ha enriquecido con aportaciones de diseñadores, pintores y arquitectos, además de literatos. Y que el comic para infantes y adolescentes no ha sabido estar a la altura de las circunstancias, abundando en fórmulas caducas y distanciando a su público del medio, acercándolo a la pantalla del ordenador. Incluso podemos llegar a dudar si la historieta no se habrá distanciado de la realidad social, en busca de un falso escapismo y un humor grueso y aséptico. Tal vez lo más grave sea aseverar que, en general, editores, técnicos y autores no se han motivado demasiado por el medio en sí mismo, repitiendo contenidos y formas, mirándose el ombligo y olvidándose que el cómic es un medio maduro, que puede dirigirse a todos, grandes, pequeños y medianos, guapos y feos, normales y paranormales, altos y bajos, hombres y mujeres.

Sí, todo eso es posible empezar a debatirlo, aportando datos para el futuro, esperando el momento en que la distancia, repito, nos permita ver el horizonte con más claridad.

En todo caso, ha llegado el momento de hacer historia. La de los últimos diez años. Prensa, radio y televisión nos lo recordarán. El comic, también. Aunque todo lo que pueda decirse de ahora, me temo, es un esbozo, un apunte, una forma de gastar energías. Pero en algo hay que gastarlas, claro. ■

Antonio Guiral

Publicado en la revista Krazy Comics nº4. Enero 1990.

No hay comentarios: