El lector de este artículo se sorprenderá al ver que trata una parcela del comic-book U.S.A. que este boletín no acostumbra a tocar. Pero el coordinador me ha encargado expresamente el tema, por lo que intentaré satisfacerle, tanto a él como, naturalmente, a usted, lector.
Para ello le sugiero que se traslade a esa cuasi-mitica era de los 60, en la que, sin duda, habrá vivido parte, si no la totalidad, de sus años mozos. Era la época en la que Superman & Co. acababan de ser vetados por los "pillos malosos" censores, y de los cuadernillos Novaro apenas nos quedaba la PEQUEÑA LULU. También era época de crisis y mutaciones en el mercadillo nacional, por lo que Ediciones Recreativas, entonces detentora exclusiva del fondo historietístico de Disney, acababa de reconvertir su moribundo "DUMBO" en dos publicaciones: "PATO DONALD" (un intento de emular el "Journal de Mickey" galo, en un ambicioso gran formato, que no llegaría a cuajar, pasando tras 26 números al formato bolsillo) y un DUMBO en forma de volúmenes de 80 páginas, con una historia larga al principio, principalmente de Carl Barks, y otras cortas como complemento.
Ese fue el Barks que yo aprendí a conocer y apreciar, el de traducciones de títulos tan desopilantes como aquel "Andes lo que andes, no andes por los Andes", o los "gosh" o "jumpin'Jehosaphat" transcritos como "caspitina" o "zapabamba de la pampaleta". Porque Ediciones Recreativas se encargó de masacrar durante largas décadas el arte de Carl Barks y de otros excelentes artistas disneyanos, haciéndolo calcar por manos a menudo inexpertas y ello por causas que nadie ha dado, hasta la fecha, a revelar. Si bien, gran parte del mérito de que esas historias de patos, aunque deficientemente reproducidas, fueran un pedazo importante de nuestra infancia, se debe a esas memorables y anónimas traducciones ejemplo de lo qué debe ser una traducción.
Como decía, fue en esa época en que fui introducido al maravilloso universo de Mr. Duck, siguiendo ávidamente al Tío Gilito, Donald y sus muchachos en busca de huevos cuadrados, de las 7 ciudades de Cíbola o de la piedra filosofal. Naturalmente, uno no sabía todavía quién realizaba aquellas aventuras. Había, en esos mismos volúmenes otros "ducks" pertenecientes a otros estilos gráficos. Pero uno siempre se remitía a sus mejores andanzas, presentes, como ya se ha dicho, casi siempre al principio de cada DUMBO (aunque de entre las historias de complemento, también las había de Barks, sobre todo de esas "comedias urbano-hogareñas" de 10 páginas con Donald y sobrinos).
Y un buen (o mal, según se mire) día, Barks dejó de aparecer habitualmente en "Dumbo". Coincidió, más o menos, con una irrupción paulatina, pero segura, de los superhéroes en España, que nos hizo creer que la era del "funny-animal" había cesado. Sucedió a inicios de los 70, tiempos en que se nos decía que Disney estaba acabado; tiempos en que aquél "Para leer al Pato Donald" de Dorfman/Mattelart nos hacía ver que todo el arsenal comiquero de tío Walt, sin diferencias respecto a dibujantes, bien poco tenía de "sano e inocente esparcimiento".
Pero ello coincidió asimismo, con el acercamiento de España a los pirineos inclusive en el campo del 8o Arte. Y los fanzines y enciclopedias llegados de allá nos revelaron, por vez pcimera, quién era Cari Barks y por qué sus historias de patos eran las mejores y lo mal que hicimos en dejar caer las lecturas patunas. Y dispuestos a retomar dichas lecturas, observamos entonces que el panorama disneyano por estos lares también había cambiado: ediciones Montena había tomado el relevo pero, ay, pese a que se acabó el publicar el material redibujado, éste ya apenas si ofrecía interés: Carl Barks y sus contemporáneos habían dejado paso a una plebe de imitadores del país de los spaghetti. Y encima los "gosh" ya no se traducían por "caspitina" Sgrunt!
Y mientras, allende los pirineos, Barks ya era el objeto de mil y una reediciones y todo un fandom se erigía a sus pies. Asociaciones en toda Europa septentrional, como la NAFS(K), cuyo anagrama se traduce en sueco por Asociación Nacional Donaldista de Suecia (Cuac), fundada en 1976, editaban y editan todavía, fanzines y boletines donde se analizaban con pelos y señales todos los aspectos del universo duckiano. (Todo esto creo haberlo dicho en algún otro articulo, pero en vistas de que el público no reacciona... pues no es de extrañar que me repita).
Artistas de todo el orbe imitaban su esti¬lo para prolongar lo máximo posible su legado al campo del comic-book: es sabido que Vicar (Víctor Amagaba, ¿recordáis su "Hipólito y Camilo" en las páginas de "Chiribín") se ha erigido en un seguro candidato a sucesor de Barks; pero una cosa es asimilar el espíritu barksiano y otra sumirse en un preciosismo mimético (servido, por otra parte, mediante anodinos guiones casi todos elaborados desde Inglaterra) que es el único mérito de este señor; asimismo sus dibujos atufan a pequeño burgués que mata, en contraste con las deliciosas raíces rurales de Barks. Otros que sí han logrado captar a Barks en espíritu son Marco Rota (quizá el único artista Disney italiano realmente digno), Freddy Milton (del cual Ediciones Zinco, puesto que publica al Pájaro Loco, nos tendría que ofrecer las historietas que de dicho personaje ha realizado asimismo este danés), Miquel Pujol (un catalán que hace Disney a través del estudio Recreo y que ha trasladado magistralmente a Donald y Gilito a Barcelona, en un álbum todavía inédito aquí) y Don Rosa, uno de los primeros artistas apadrinados por Another Rainbow, la compañía que desde hace poco publica en los U.S.A. los comic-books Disney bajo el sello Gladstone (que, dicho aparte, es el nombre original de Narciso Bello). Su reciente "The son of sun", digna opera prima, ofrece una no menos digna secuela de "Andes lo que andes...", si bien su diseño de los patos todavía ha de madurar un tanto.
Y es precisamente la labor de Gladstone lo que desearía hacer remarcar en este artículo: lo cuidado de sus copiosas reediciones (aunque en la reedición de las "dailies" de Mickey Mouse se pasen algo al retocar viñetas y suprimir cartuchos de texto) y el esmero en presentar lo mejor del material Disney made in Europa, asi como la promoción de "jóvenes cachorros" como el ya citado Don Rosa.
Por todo esto es mi deseo el que se implante a Barks y sus patos como una firme alternativa a tanto superhéroe en esquijama (gulp! ya veo que a algunos no les hará gracia esta definición) y el que las tiendas de comics de este país hagan difundir los comic-books de la Gladstone (y no es publicidad) entre el público. Y que este último aprenda a revalorizar los patos que amó en su infancia, y que luego abandonó, inconsciente de su trascendentalidad. También es mi deseo que algún editor de aquí logre la exclusiva para publicar a Barks de forma continua y digna. Ya que Montena sólo sigue publicando algo suyo muy de tarde en tarde y por casualidad: por ejemplo, y entre tantas italiañadas y "Vicar-bonatadas", en el reciente extra de verano de Don Miki (¿lo de cambiar "Mi¬ckey" por "Miki" fue cuestión de problemas de registro o qué?) se ha publicado "Adventure Down Under", originalmente aparecido en FOUR COLOR no. 159 (1947). Con que ya podéis arrebatárselo a vuestro hermanito.
Mientras tanto, confiamos en haber despertado el interés sobre Barks entre nuestros lectores; en tal caso, podríamos tratar más profundamente sobre el tema en un próximo URICH.
Quackll
(Este artrículo está dedicado a Joakim Braun, de Malmö, Suecia, sin duda uno de los próximos grandes "duck artist" del futuro).
Publicado en URICH nº12. Ago-Sept. 1987
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