martes, 25 de octubre de 2016

Hacia un mercado común

Los años 80, repletos de acontecimientos importantes, (es imposible reseñarlos en su totalidad) han estado marcados por un amplio proceso de internacionalización de las producciones, lo que constituye el hecho más significativo de la década. Una internacionalización que sigue teniendo su corazón en Francia y cuyos dos pulmones son Italia y España. Estos tres países han estabilizado una industria basada en el intercambio de producciones y con una marcada tendencia a la uniformización de las creaciones.

Los criterios editoriales parten ya en el origen de la producción, de la realidad de este mercado y de la explotación secundaria que suponen los otros países: Grecia, Portugal, Alemania, Suecia, Gran Bretaña, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Holanda, Yugoslavia y claro está los del área francófona, Bélgica y Suiza.

De este modo la caída de ventas de las revistas mensuales en las que se publican por entregas las series, caída mayor o menor según los casos (pero de cualquier modo estamos hablando de una venta muy inferior a las expectativas que este tipo de revista habían creado a principios de la década), no supone a finales de los 80 el principal problema. Ahora una obra se produce pensando en los países en que se va a poder vender. Eso naturalmente supone crear pensando en demasiados públicos como para que los editores estén por la labor de asumir muchos riesgos.

Lo que ha supuesto una clara regresión creativa, que ha incidido tanto en los planteamientos gráficos como en el contenido narrativo. Gráficamente todas las tendencias vanguardistas o experimentales han quedado poco menos que en vía muerta por falta de vehículos en los que desarrollarse. Literariamente la búsqueda de amplios espectros de público ha reducido prácticamente la oferta a dos posibilidades: historieta adulta con un im¬portante contenido erótico como única justificación de ese objetivo. Y una historieta comercial para un público cada vez más amplio lo que a juzgar por el criterio generalizado entre los editores supone una historieta casi juvenil plagada de tópicos que creíamos superados a principios de esta década.

Justo en los últimos compases de los 80, el fenómeno Ampare viene a poner la guinda a todo este proceso al controlar la producción de editoriales tan significativas como Dargaud, Dupuis y Lombard desde criterios ultraconservadores que han conducido a prescindir de gen-tes tan importantes como el guionista Christin o el dibujante Bilal, considerados demasiado a la izquierda del temible futuro del cómic en Europa.



En este sentido el panorama no puede ser más desalentador. El que ya es el grupo más importante de historietas infantiles-juveniles estará controlado por la extrema derecha. Los autores más vanguardistas o adultos quedan en un limbo sin revistas ni editores. Y en medio un amplio abanico cuyas reglas empiezan a estar demasiado claras de antemano como para albergar demasiadas esperanzas. A todo ello añádanle ustedes la penetración creciente de los cómics americanos juveniles, que en este terreno se muestran mucho más competitivos conforme pasan los meses. No deja de ser curioso que mientras autores de la talla de Mattoti, Micharmut o Loustal no encuentren más editor que el de carteles y serigrafías, un autor como Dave McKean haya sido el encargado de realizar la última novela gráfica de Batman. Es como si el mundo se hubiera vuelto al revés.


Volvamos de todos modos al tema que nos ocupaba que no es tanto el futuro como el balance de los últimos años. Y lo cierto es que los 80 han dado obras importantes.

Dé Italia surgieron una serie de autores, arropados por la excelente revista Orient Express cuyo primer número se publicó en junio de 1982. A destacar la proyección alcanzada por Vittorio Giardino con su Rapsodia Húngara, a pesar de lo cual este autor languidece realizando historietas eróticas a la espera de encontrar editor para la tercera historia de Max Fridman. Saudelli, Micheluzzi, Magnus, Milazzo, Berardi, Rotundo, Baldazzini, Tacconi, Cadelo y Serpieri desfilaron por las páginas de Orient Express, antes de que la revista cerrara a los dos años de vida, por falta de ventas... AlterAlter, la revista más experimental de Europa también tuvo que cerrar a mediados de la década, a pesar de los Mattoti, Carpinteri o Igort. Y heredando su tradición y la de Frigidaire, el último producto ha sido La Dolce Vita, aparecida en 1987 a gran formato y mezclando reportajes con historietas en una línea que podría considerarse no muy lejana de la inventada por L 'Echo des Savanes en su nueva etapa (1982). En la actualidad subsisten en Italia títulos como Linus y dos importantes publicaciones aparecidas en los 80: Corto Malteses (1983) y Comic Art (1984).

En Francia, la revista que ha gozado de mejor salud ha sido la citada L'Echo des Savanes con firmas como las de Veyron, Mattioli, Liberatore, Varenne, Van den Boogard, Gillon, Loustal, Manara y Mattoti, a los que se incorporaron Max y Mique Beltrán con sus 5 Mujeres Fatales. Tras L'Echo, Fluide Glacial, una revista mensual de humor en blanco y negro liderada por Gotlib ha mantenido su línea habitual con autores como Edika, Binet, Gooseris y Boucq. Y, en tercer lugar (A Suivre), revista creada a finales de los 70 y que ha mantenido un nivel medio aceptable, aunque con notables baches. En sus páginas han publicado autores como Comes, Denis, Altan, Tardi, Sokal, Regis Franc, Schitten, Bourgeon, Torres, Muñoz-Sam-payo, Boucq, Manara o Loustal.

Y, tres títulos tan importantes como Pilote, Metal Hurlant y Circus han desaparecido de la escena justo a finales de la década, como queriendo simbolizar el final de toda una época. Época que ha visto consolidar la producción de álbumes, aunque con una política editorial que ha llevado a publicar innumerables mediocridades. Y el último gran fenómeno de la edición en formato de libro de bolsillo en el que se han logrado grandes ventas a pesar de la manipulación a la que obliga dicho formato.

En cuanto al resto del mercado europeo, baste citar la revista griega Babel como ejemplo de absorción de la producción italo-hispano-francesa, del mismo modo que editores como Meriberica en Portugal o Carlsen en Alemania, en el terreno de los álbumes se encargan de ello.

Inglaterra es un caso aparte, más próximo al mercado americano que al europeo, aunque en los últimos años han ido introduciéndose poco a poco obras europeas de proyección internacional y una incipiente creación. Pero lo verdaderamente significativo de Gran Bretaña es una enorme producción popular de tebeos semanales, como 2000 A.D. y autores que han ido publicando en la industria americana tales como Alan Moore, Brian Bolland, Dave Gibbons o McKean.

España ha aportado al mercado europeo un nutrido grupo de autores durante los 80 consolidando el papel de potencia creadora que ya desempeñaba en décadas anteriores gracias a una nueva industria editorial surgida a finales de los 70. Así a autores como Giménez, Ortiz, Palacios o Font se les han unido con sus propias creaciones Segrelles, Bernet, Abulí, Segura, Sommer, Pellejero, Torres, Prado, Max, Mique y Beroy, entre otros muchos. Y, por supuesto, en España se publican ya con inmediatez un considerable número de las principales novedades de Francia e Italia.

A uno se le antoja que ante el cariz que están tomando los acontecimientos, más les vale a los edito-res europeos aunar esfuerzos, pues la marejada que se nos viene encima, procedente de ultramar pude acabar con el monopolio que hasta hoy Europa había mantenido en la producción de historieta adulta no serializada a través de la prensa diaria. Véanse sino la proliferación de álbumes que los americanos han empezado a producir y el resultado de estas ediciones en Europa a nivel de venta y críticas, empezando por el Batman de Miller y acabando por el Batman de McKean. ■ Joan Navarro


Publicado en la revista Krazy Comics nº4. Enero 1990.

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