Lope de Aguirre: La Conjura
Felipe Hernández Cava y Federico del Barrio Colección Imágenes de la Historia n" 24 Ediciones Ikusager P.V.P. 2,000 Ptas,
JESÚS CUADRADO
Sobre todo porque se masca; todo lo que aparece en el álbum, me lo creo por eso: una incierta realidad. Las vaharadas del humedal, de la jungla tropical, cuando se mira al frente, hacia allá, desplazan, es cierto, las masas de vegetación y el paisaje se oblicua, se alarga, se achata, se aglutinan las formas, la perspectiva, y lo vertical no es, y lo horizontal, tampoco: todo el conjunto tiene vida propia, la suya, el vértigo de la orgánica extraña a nuestro ojo, los bloques no palpitan en función de nuestra mirada, y la masa avanza o se aleja; lo insondable. Y el aguacero, es así, pesante, denso, una muralla casi pétrea: daña; y el intentar protección es en vano, porque atosiga, sigue ahí, vigila, incluso te incita al contacto (lo entiendo, sí, Aguirre se adentra y alza el rostro), un imán del golpeteo, que amorata incluso, que te ahoga. Y el fuego, desde la hoguera, al reverberar en sí mismo, distancia el entorno, nos aisla en su núcleo, y no hay nimbo, es un encuadre cerrado, férreo, y la sombra, la propia sombra de uno es un otro distinto a ti, y el resto, lo exterior, es más brutal porque es menos tuyo, está menos próximo, no puede estarlo porque es un marco, el límite nada nidio, el contorno sin prisas, el fin inmediato, el negror.
Sobre todo porque me atrona; todo lo que se escucha en el álbum, me lo creo por eso: una irreal presencia. En esa angustia de lo ignoto, de la constante espera hacia la nada, en ese espacio extraño hasta la quemazón, lo inaprehensible, los otros extraños intentan no serlo, la partida de invasores, los huidos del hambre se vigilan hasta el insomnio, intentan salvar lo cotidiano y se atisban, se apostrofan en sus retahilas de blasones, se armamentan en apellidos de arbitrarios ecos, baladronean, sopesan sus amenazas por un si acaso, absortos en el amague, deslizan sus faramallas, reafirman su prepotencia en unos diálogos cautivos de vigilia, del propio miedo: la acechanza. Y en ese desvarío, el sometido desvaría. Y en esa sinrazón, el licurgo razona su razón: conjura.
Así están las cosas: el álbum del año, la más justificada aventura autoral y editorial para hacer comprender a los otros que la Historieta es también vida y que está viva.
Viñetas nº2, Ediciones Glenat, febrero 1994
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