Ante el horizonte recorre la historia del arte del romanticismo hasta hoy. La exposición analiza la representación del umbral del más allá como tema recurrente y desafío pictórico
Chemin de la lande (1917), de Félix Vallotton
Por Ángela Molina
LA FUNDACIÓN MIRÓ presenta una muestra sobre el horizonte en el arte que abarca casi doscientos años, que es como decir que estamos ante un atlas imposible —o cuando menos, arbitrario— sobre la representación del umbral del más allá. Sin embargo, la ingenuidad del tema merece un voto de confianza hacia su comisaria, Martina Milla, quien ha tenido que condicionar su se¬lección al presupuesto aportado por la Fundación BBVA. No está el horno para más empanadas. Se trataba de articular un recorrido que hablara con elocuencia —sobre todo pictórica— de la dislocación y fracaso del artista frente a la línea absolutista y evasiva del horizonte que él mismo inventa.
En la exposición se percibe un intento por evitar el reductivismo formal a través de 60 obras que recorren, afable y desordenadamente, la historia del arte (occidental) desde el romanticismo hasta hoy. Un intento que aparece resumido en el delicado tríptico que firma Antoni Llena, La historia del hombre, La historia del arte (occidental) desde el romanticismo de hoy. Un intento que aparece resumido en el delicado tríptico que firma Antoni Llena, La historia del hombre, La historia del arte, La historia de la pintura (1968), metáfora de la entropía pictórica que nos sitúa ante la intensidad y profundidad ilusoria de la página en blanco. A muy pocos metros cuelga el poderoso magritte Le Château des Pyrénées (1959), aseveración de la realidad como construcción mental y del horizonte como simbolo de lo que aún queda por imaginar. A partir de estos dos polos, la tensión entre el horizonte que dicta el título y las obras reales confiere al recorrido una vitalidad especial, como si a cada paso encontráramos un motivo renovador en los logros de muchos autores cuyas obras han jalonado la historia del arte: Claude Monet, Raoul Dufy, Emil Nolde, Beckmann, Bonnard, Paul Klee, Tapies, Miró, Chagall, Agnes Martin, Dan Flavin o Yves Klein, por mencionar solo algunos.
Abre la muestra un cálido y preciso paisaje nocturno de Modest Urgell —de quien Miró aprendió la importancia del horizonte- tan alejado del sublime romántico de su admirado Böcklim. El suizo Ferdinand Hodler retrata los perfiles casi humanos de las montañas suizas, pero los tonos del color, aunque expresionistas, son tan estrictos que parecen indicarnos el tiempo real de la atmósfera alpina. Un rarísimo Alexander Calder cuelga junto a un vuillard que rubrica un delicado paisaje de colinas azules; el bonnard La plage á maree basse (1920) es, sencillamente, ejemplar, un índice de cómo el artista es capaz de alterar la percepción de las distancias mediante el contraste del color y del espacio simbolista. El insólito dalí Bahía de Caduques (1920) contrasta con otros trabajos más previsibles, por literales, como el Mar de Japón (1987) de Sugimoto, Elogio del horizonte (1985) de Chillida o Los cuatro horizontes (1991) de Perejaume. Cierran el recorrido tres perfiles urbanos: el imprevisto Panorama of San Francisco from California Street Hill (1878), de Eadweard Muybridge, un libro que despliega en imágenes la ciudad californiana antes del gran incendio; Los Ángeles en versión celuloide de Ed Ruscha (Triumph, 1994), y una Nueva York elíptica que nos transporta al horizonte islandés que fotografía Roni Horn, artista de quien la Fundación Miró prepara una retrospectiva para la próxima primavera.
En resumen: frente a esta exposición nunca nos fallará la curiosidad. No intenta armar ninguna tesis únicamente nos habla de la inanidad de aparcar el arte en una batería de "ismos". El horizonte entrópico. •
Ante el horizonte. Fundación Miró. Parc de Montjuïc, s/n. Barcelona. Hasta el 16 de febrero. Comisaria: Martina Millá.
El Pais Babelia 25.01.14
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