De Pérez Navarro, sin duda, podía esperarse más. No en vano es uno de nuestros guionistas industriales más inteligentes y entregados (conviene no olvidar sus primeros trabajos para SUPERLOPEZ o aquella serie deslumbrante que en 1988 publicase la fenecida CAIRO, NOSTMDAMUS, un arriesgado ejercicio de montaje resuelto con agilidad, precisión y el talento espectacular de Sempere), pero no parece que su intento de homenajear un cierto tebeo de superhéroes haya acabado de dar en la diana esta vez. Leyendo MENTAT uno siente una suerte de incómodo desdoblamiento: ¿es una obra referencial y de tono burlesco, en la línea de Gallardo o Montana, o nos encontramos ante un despropósito nostálgico, dialogado a la manera del Claremont más estereotipado (esas adolescentes patéticas, los chistes de manual...)?
Personalmente, prefiero creer que se trata de lo primero. (Por desgracia, el dibujante no parece compartir mi opinión y realiza un trabajo espectacular, sí, pero disperso, frío. El resultado, insisto, queda en tierra de nadie, a mitad de camino entre el quiero y el no puedo.)
En cuanto a Pulido, hay un par de cosas más que obvias: es joven y tiene talento. El apresuramiento de la puesta en página, sus titubeos narrativos o su insistencia en omitir fondos y viñetas de situación son errores subsanables con tiempo y trabajo (cosas ambas que, parece, no le faltan). Entre sus aciertos, que no son pocos, no es el menor un contagioso entusiasmo por el medio que traspasa la viñeta como una brisa de aire fresco y, tal vez, renovador (entusiasmo y amor por los tebeos que lo hermanan a dos de sus compañeros de generación más notables, el prolífico Germán García y el más disperso Luis Bustos, con los que comparte además no pocas influencias: Mazzucchelli, Jaime Hernández, una sombra de Olivares aquí y allá... Juntos formarían una especie de núcleo activo de refundación de un nuevo tebeo de consumo, de gramática elemental y aliento lúdico, que empieza a despuntar entre la mucha maleza inútil que llena el jardín de la joven Historieta española).
Un tebeo comercial, decididamente fallido pero con los suficientes aciertos para que la semillita de la esperanza pueda empezar a echar raicillas en nuestras estanterías. Un prólogo titubeante, sí, pero prometedor. Excusa más que suficiente para recomendar su lectura, a mi juicio (¿a lo mejor la edad me vuelve blando...?).
Francisco Naranjo
Articulo de la revista U, el hijo de Urich #4 Marzo 1997
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