Paco Roca novela —y reivindica— en Los surcos del azar la historia de La Nueve, la compañía de republicanos españoles que luchó contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial
Por Virginia Collera
APUNTÓ EN SU LIBRETA: Una historia sobre La Nueve, sobre los excombatientes, sobre el exilio español. Paco Roca (Valencia, 1969) había viajado a París para participar en una charla en el Instituto Cervantes y aprovechó la tarde libre para asistir a la presentación del libro La Nueve. Los españoles que liberaron París de Evelyn Mesquida, en la que estaban presentes Manuel Fernández y Luis Royo, dos de los miembros de la compañía de republicanos comandada por el capitán Raymond Dronne. A Roca le sonaba vagamente que en la liberación de París había tanques con nombres españoles —Don Quijote, Guadalajara, Ebro, Santander, Madrid—, pero desconocía la "increíble" hazaña de esos vencidos que huyeron de la España de Franco y lucharon contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Al principio, simplemente por curiosidad, empezó a leer sobre la gesta, pero no tardó en decidir que quería escribir sobre ella. 'Me apetecía contar cómo habían pasado de ser unos perdedores, de haber tocado fondo de la forma más miserable, de haber sido humillados en los campos de trabajo, a en cuestión de tres años desfilar en los Campos Elíseos con todos los honores. Pero, sobre todo, quería indagar en cómo después habían vuelto a ser olvidados", explica.
Esas lecturas se prolongaron durante meses. "En un libro así caben dos enfoques: quedarte con la leyenda y hacer una historia bélica, de aventuras, o tratar de ceñirte a la realidad y de reconstruir una parte del exilio español. Me pareció más interesante, aunque problemática, la segunda. Mi reto con Los surcos del azar era intentar llegar, por documentación, a donde llegaría un libro de ensayo, sin caer en la síntesis o en la estructura de ficción".
Habitualmente Roca planifica cuidadosamente sus proyectos, pero en Los surcos del azar (Astiberri) se impuso el caos. Cuando creía que lo tenía todo listo —escrito el guión, terminado el storyboard— se puso en contacto con el historiador norteamericano Robert Coale, que lleva años enfrascado en un libro sobre La Nueve, y todo cambió. Coale detectó inexactitudes, añadió matices, sugirió cambios. Ahí comenzó una intensa correspondencia, tan necesaria como desmoralizante para Roca. "Tú tenías pensada una escena y él te decía: 'Jamás sucedería así'. Lo justificaba en extensos correos, pero en su versión no había historia, no había drama. Esperas que la guerra sea mucho más épica, pero parece ser que la mayor parte del tiempo estás en tensión, pero no en combate". Para Roca, los peores momentos del proceso han sido aquellos en los que, muy a su pesar, se veía obligado a decidir si se quedaba con la ficción, la leyenda, el drama o la realidad —siempre más aburrida—. "Si no me hubiese ceñido tanto a ella me hubiese quedado una historia más redonda desde el punto de vista de la ficción, de ese nudo, desenlace, climax, personajes... Al hacerlo, la historia ha perdido en intención, pero ha ganado en realismo".
Páginas interiores de Los surcos del azar de Paco Roca.
De toda la bibliografía de Roca, Los surcos del azar es la novela en la que hay un mayor equilibrio entre Historia e historia. "En este caso iban muy unidas, porque la primera estaba condicionando las vidas de estas personas. En el ejército francés había alemanes antifascistas, polacos antifascistas, italianos antifascistas... Todos ellos habían vencido y habían tenido un hogar libre y democrático al que regresar,todos menos los españoles, que tuvieron que quedarse en el exilio, la mayoría de ellos para siempre".
El narrador que entrelaza ambas historias es el propio Paco Roca, que alterna ese pasado minuciosamente documentado con un presente imaginado en el que se dibuja en compañía de Miguel Campos, un anarquista canario que fue subteniente de La Nueve. Los surcos del azar sigue a Campos en un periplo que empezó en el puerto de Alicante, el 28 de marzo de 1939, y lo llevó a Oran, al campo de trabajo en Morana, a Sidi Ferruch, a Túnez, a Libia, a Marruecos, a Escocia, a Inglaterra y, finalmente, a Francia. A París. Donde se pierde su rastro. "Cerca del final de la guerra desapareció en una misión. Nunca se encontró su cuerpo, pero se especuló mucho: se dice
que se preparaba para una invasión del Valle de Aran, que se había unido a un grupo de anarquistas en Fez. Es todo un misterio, por eso era una persona perfecta para ayudarme con la narración". Roca escenifica el encuentro con un Campos anciano, gruñón y reacio a recordar el pasado en un lugar indeterminado de Francia. "El personaje de Miguel es real, pero tiene mezcla de otros: su actitud está basada en el almeriense Rafael Gómez, que vive cerca de Estrasburgo y que hasta hace dos o tres años jamás había querido hablar. Todo el mundo sabía que había sido miembro de La Nueve, pero los demás habían recibido sus homenajes y medallas y él no había querido saber nada. También tiene parte de Amado Granell, que tema una familia en España cuando se fue a la guerra con la que fue incapaz de conectar cuando volvió a casa".
En Arrugas, Emilio pierde la batalla del Alzheimer; en El invierno del dibujante, Cifré, Conti, Escobar, Eugenio Giner y Peñarroya muerden el polvo ante la editorial Bruguera, los protagonistas de Los surcos del azar también están en el bando perdedor. Roca reconoce que siente predilección por los vulnerables, los vencidos. "Sus historias son más atractivas, tienes más que aprender de ellas. Mi visión, independientemente de la temática, siempre es desde ese prisma. Me gustan los perdedores quizás por ese debate de sopesar si todo su esfuerzo ha valido o no la pena". ¿Sirvió de algo? Esa es la pregunta que lo impulsó y obsesionó durante los dos años y medio invertidos en Los surcos del azar. "Busco historias con finales que te hagan replantearte por qué haces las cosas, si mereció la pena el sacrificio hecho. Todo lo que hago surge porque quiero reflexionar, sobre todo por egoísmo, sobre algún tema. En el caso de Arrugas, era la vejez de mis padres, pero también la mía, cómo la veía y cómo quería que fuese. En El invierno del dibujante me planteaba qué haría yo en una situación similar, quería intentar comprenderlos. Yo soy de carácter cobardón, prefiero mirar para otro lado y dejarme de problemas, y la de La Nueve me pareció una buena historia para reflexionar sobre si yo sería capaz de hacer tales sacrificios".
¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar? Roca ha recurrido a este verso machadiano para dar título a su libro más extenso —supera las 300 páginas— y, también, más político. "Los surcos del azar defiende la democracia frente al fascismo. No va en contra de la derecha sino de los antidemocráticos, y tampoco es una exaltación del comunismo o del socialismo, aunque sí lo es de la república como Estado democrático", concluye. Y ante la potencial reticencia por eso de ser otra-novéla-sobre-la-Guerra-Civil, Roca zanja: "Hay gente que pregunta: ¿son necesarias? Y yo creo que si se escriben es porque no está cerrado el tema. Cuando un episodio así deja flecos abiertos la cantidad de literatura que puedes crear es enorme".
Su próximo proyecto, garantiza, será lo contrario a Los surcos del azar: se desarrollará en el presente, no precisará "nada" de documentación y"será breve. Esta obra, como todas las suyas, nacerá de la contraposición con la anterior y, en ella, como en todas las suyas, reaparecerán unas constantes que Roca reconoce como propias: "La visión humana de los personajes y la duda. Imagino que no tengo una ideología muy marcada y absolutamente ninguna creencia religiosa, y supongo que eso hace que nunca encuentre una salida correcta a los acontecimientos. En el fondo, todos mis personajes son ambiguos, son personas perdidas en un mundo que ni comprenden ni comparten en la mayoría de las cosas. Y acaban siendo introspectivos, pero al mismo tiempo aguantando estoicamente la situación. Esas podrían ser las características que los unen. Incluso al de Memorias de un hombre en pijama". •
El Pais Babelia 14.12.13
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