domingo, 20 de octubre de 2013

Asterix!


La vuelta del guerrero mas listo
JAVIER VALENZUELA FOTOGRAFÍA: CHEMA CONESA


  Octubre de 1991. Todo el mundo está dominado por los miedos del fin del milenio: las guerras, el paro, la pérdida de los valores tradicionales, las drogas, la destrucción de la naturaleza... ¿Todo el mundo? ¡No! En una pequeña aldea de la Galia un puñado de irreductibles cantan, bailan y levantan menhires alrededor de un gran fuego de campamento. Una luna redonda y brillante husmea el poderoso aroma de asado de jabalí que se levanta de la fiesta.

Allí está Astérix, bajito y narizón, con su espeso bigote rabio y su casco alado. Astérix, el guerrero capaz de hacer frente a toda una legión imperial, está conversando con el sabio druida Panorámix, cuyas nevadas y luengas barbas revelan su condición de personaje más venerable de la aldea. No lejos, Obélix, gordo y culón como la marmita de pócima mágica en la que cayó cuando era pequeño, se retuerce las rojizas trenzas a la espera de que el asado esté listo. Idéfix, su perrito, caracolea por allí.

¿Pero qué es esto? ¡No es posible! ¡Un montón de mujeres participan en el banquete! Están en todas partes y departen de igual a igual con los bigotudos e irascibles guerreros. Hay una, particularmente joven y hermosa, que acapara la atención de todo el mundo. ¿Quién es? "Es la nueva maestra de la escuela, la que sustituye al bardo Asurancetúrix", informa Obélix. Por Tutatis que estos misóginos galos parecen haberse contagiado de la locura de sus eternos rivales, los romanos. Que la egipcia Cleopatra se siente en el trono de César tiene un pase. Al fin y al cabo, su nariz vale su imperio, y, además, los romanos, ya se sabe, son un pueblo decadente. ¡Pero mujeres compartiendo el asado de jabalí con Astérix y Obélix!

Para encontrar la respuesta a hecho tan extraño es preciso desplazarse a las funcionales oficinas
parisienses de Albert Uderzo, en las cercanías del Arco del Triunfo. Para empezar, Uderzo —el único papá de Astérix desde que en 1977 una angina de pecho mal diagnosticada se llevó al paraíso a Rene Goscinny— explica que los galos celebran en su aldea el inminente lanzamiento europeo del álbum número 29 de las aventuras de Astérix. El próximo viernes, dice, cerca de siete millones de ejemplares se pondrán a la venta simultáneamente en todo el Viejo Continente.
Uderzo se niega a dar el nombre y el argumento del álbum. Es un secreto que tanto él, padre de la criatura, como los editores de los distintos países se han comprometido a guardar hasta el mismo día 18. Rumores galos sin confirmar apuntan que el título será La espada y la rosa.


Acosado sin piedad para que explique la insólita presencia de mujeres en el banquete nocturno de los guerreros, el guionista y dibujante de Astérix no tiene otro remedio que admitir que sí, que la "revolución feminista" ha llegado hasta la irreductible aldea. El próximo álbum, confiesa, dará "un gran protagonismo" a las mujeres. Hasta ahora, muy pocas féminas habían asomado la cabeza en el mundo de Astérix, y siempre en papeles secundarios. Cleopatra, por supuesto, y también la muy matriarcal esposa del jefe de la aldea, y en Astérix legionario, la bellísima Falbala, de la que Obélix se enamoró perdidamente. Así que lo que Uderzo anuncia es todo un terremoto.

"Integrar a fondo el elemento femenino en el universo de Astérix es una vieja idea mía", explica. "Se me ha reprochado con frecuencia que Astérix era un poco misógino, algo asexuado, lo que es un reproche que se hace con frecuencia a los personajes de los tebeos. En la concepción tradicional, los tebeos se dirigen a niños, y hay que evitar el acercamiento entre hombres y mujeres, porque eso puede conducir a cosas..., en fin, bueno, cosas inadmisibles para los niños. Los autores de mi generación hemos estado durante mucho tiempo censurados en ese terreno y hemos terminado por adoptar la costumbre de ser muy prudentes, muy pudorosos. Poníamos de vez en cuando una novia, pero de modo muy discreto, sin ir más lejos. Hoy en día las cosas son mucho más relajadas, quizá hasta un poco demasiado relajadas".

A sus 64 años, ¿se ha dejado llevar el mismísimo Uderzo por esa relajación? "No es eso; es que yo tenia ganas de incluir mujeres en papeles protagonistas", responde. "Hace un tiempo escribí un guión en esa línea, pero no funcionó. Al cabo de 20 páginas me atasqué. El año pasado, sin embargo, me dije que hacía falta que lo consiguiera y de repente todo empezó a funcionar". Volvamos a la irreductible aldea. Se impone una encuesta de opinión. Recordemos que los guerreros galos sólo temen una cosa: que el cielo caiga sobre sus cabezas. Recordemos también que un traguito de la pócima mágica que cocina el druida Panorámix les hace invulnerables ante cualquier enemigo. Las preguntas de la encuesta serán, es obvio, las siguientes: ¿representa la presencia femenina en el mundo del trabajo y de la fiesta la temida catástrofe de la caída del cielo?, ¿es eficaz la pócima mágica ante ésta nueva situación? Las respuestas a esta encuesta están embargadas hasta el próximo 18 de octubre. Los lectores las encontrarán por sí mismos en el nuevo álbum de Astérix. Puede adelantarse, eso sí, que los ánimos están muy divididos.

Entretanto, los galos, y, por Tutatis, también las galas, invitan a compartir su asado de jabalí. No sólo celebran la inminente salida del nuevo álbum. También, la aparición de Astérix, Obélix e Idéfix en la portada de la edición del pasado 8 de julio del semanario norteamericano Time. Muy pocos franceses han tenido el honor de recibir esta especie de condecoración periodística del "nuevo Imperio Romano". El general De Gaulle fue portada de Time en 11 ocasiones; Francois Mitterrand, cinco veces, y, una vez cada uno, André Malraux, Christian Dior, Pierre Cardin, Jeanne Moreau y Gérard Depardieu.

En la aldea, todo el mundo está de acuerdo en que Astérix y Obélix se lo merecen. Siendo como son tan rematadamente galos, hablan ya 40 lenguas, incluido el latín, y representan valores universales. Astérix es la astucia, la inteligencia y el coraje de un hombre de mediana edad; Obélix, la fuerza, la gula y la ternura de un niño eterno.
Pero hay más. En este movido final del segundo milenio, los dos peleones galos y sus amigos se han convertido en héroes de dimensión europea que respetan las particularidades de cada rincón del Viejo Continente. Cuando viajan, Astérix y Obélix se entienden muy bien con los bretones, los íberos, los godos, los helvéticos, los normandos, con todas aquellas tribus que pretenden seguir viviendo de acuerdo con sus señas de identidad tradicionales. Y junto a las gentes de esas tribus se van a dar leña a los romanos.

Ahí, cree Uderzo, está el secreto del éxito de Astérix. El guerrero galo, dice, "expresa la resistencia victoriosa de una minoría ante una gran potencia". "Todos los países", añade, "se ven a sí mismos como aldeas agredidas por poderosas fuerzas exteriores. Llamemos romanos a esas fuerzas exteriores. Los romanos pretenden imponer a todo el mundo un modo uniforme de vida, y a mucha gente eso no le gusta nada nada".

Astérix y Obélix nacieron en 1959. El general De Gaulle acababa de llegar al poder en Francia con la intención de preservar la grandeza de su país en un planeta dominado por los imperios norteamericano y soviético. En todo el mundo occidental, la televisión pasaba telefilmes de Rintintín en blanco y negro, en las emisoras más modernas se escuchaba a Elvis Presley y se iba al cine para ver a Marilyn Monroe.

En aquel entonces, Rene Goscinny tenía 33 años y Albert Uderzo 32. Se conocían desde hacía casi una década. Goscinny inventaba casi tantos chistes al día como cigarrillos fumaba, y fumaba dos paquetes. Uderzo, un hijo de emigrantes italianos, estaba marcado desde su nacimiento por la singularidad de tener 12 dedos y ser daltónico. Nunca había ido a una escuela de dibujo. Era el perfecto autodidacto.

Un día, un caballero se presentó en la pequeña sociedad que habían fundado el guionista Goscinny y el dibujante Uderzo. Ese caballero quería hacer una publicación para los niños franceses que contrarrestara la invasión de los superhéroes norteamericanos. Tenía un nombre en la cabeza: Pilote. Pidió a Goscinny y Uderzo que inventaran una serie cómica sacada de la cultura francesa.

Así empezó todo. Una calurosa mañana de agosto de 1959, los dos compinches empezaron a buscar una idea. Goscinny le dijo a Uderzo: "Recítame los grandes periodos de nuestra historia". Uderzo empezó con "nuestros ancestros, los galos", la primera lección que los franceses aprenden en los bancos de la escuela. Goscinny le hizo callar. Ya había encontrado el tema. Era evidente. Los romanos habían invadido las Galias, pero dos milenios después Goscinny y Uderzo les iban a dar un monumental corte de mangas postumo haciendo que tuvieran muchos, muchísimos problemas con una tribu de locos.

Empezaron por documentarse. Leyeron La guerra de las Galias, de Julio César, que, aunque no les divirtió, les fue muy útil. "Al fin y al cabo", dice Uderzo, "César fue el primer gran reportero que cubrió las Galias". Luego se enteraron de la existencia de varias obras modernas sobre el tema. Devoraron el trabajo de Camille Julien sobre el caudillo galo Vercingétorix —del que adoptarían la terminación ix para sus personajes—, y, sobre todo, los libros del arqueólogo Carcopino sobre la vida cotidiana de los galos y los romanos en los albores de la era cristiana.

Esas lecturas ayudaron mucho a Goscinny, el guionista. Uderzo, en cambio, encontró pocos elementos para poder reconstruir gráficamente cómo eran las casas de los galos o cómo vestían. "Los relatos de los romanos", dice, "describían bastante mal el mundo galo, puesto que tendían a probar que los galos eran unos bárbaros por los que no había que tener la menor consideración". O sea, que el dibujante tuvo que inspirarse en vagos restos arqueológicos, y lo demás lo sacó de su imaginación.

"Inventé lo que me divertía", dice, "lo que me venía bien. Hice las casitas galas redondas y cuadradas y con techos de cañas y ramas, porque es bonito, es simpático. Y, de hecho, los historiadores no han podido contradecirme seriamente, porque ellos tampoco están muy seguros de cómo eran". Por el contrario, el dibujante lo tuvo fácil en el bando romano. "Dios sabe si los romanos nos han dejado ruinas que permitan reconstruir mil veces cómo era su civilización".

Astérix estuvo a punto de morir el 8 de noviembre de 1977, el día que, a los 51 años de edad, falleció Goscinny. Fue el comentario de los medios de comunicación lo que salvó al guerrero galo y sus amigos, aquel titular unánime de los periódicos y telediarios diciendo: "Astérix ha muerto". Uderzo reaccionó: "A la pena inmensa de haber perdido a mi viejo amigo se añadió el dolor ante esa idea general de que yo tenía que morirme con él. Y por orgullo o lo que fuera, recogí el guante y me dije: van a enterarse de que Astérix tiene un segundo padre y de que este segundo padre está vivo y coleando".

Uderzo añadió a su función de dibujante la de guionista. Y siguió imaginando nuevas aventuras de Astérix, cinco álbumes nuevos desde la muerte de su .compadre. Y el 30 de abril de 1988 estuvo en la inauguración del parque de atracciones Astérix, situado a 35 kilómetros de París, y visitado desde entonces por un millón y medio de personas. Hoy, Astérix es mucho más que un héroe de papel. Es también el personaje de una obra teatral de Jérome Savary y de seis largometrajes de dibujos animados. Y también de una larguísima lista de productos que incluye tarros de mostaza, macarrones, tirantes, juegos de sociedad, camisetas, artículos de papelería, disfraces y máscaras de carnaval.

Mientras Uderzo siga divirtiéndose, y dice que sigue haciéndolo, Astérix, Obélix, Idéfix y los demás continuarán propinándoles bofetadas a los romanos. Dados los tiempos que corren, hasta es posible que algún día salgan a cazar legionarios en compañía de unas cuantas aguerridas galas.




Entrevista con Albert Uderzo

"La revancha del pequeño frente al grande siempre es simpática"

 La vida le ha puesto a Albert Uderzo los ojos de Astérix. Unos ojos grandes y por lo general fatigados y melancólicos, en los que asoma de vez en cuando la alegría del guerrero galo ante una buena batalla o una pierna de jabalí. Está el dibujante en su despacho de la pequeña editorial que fundó en 1979 para preservar entre algodones la imagen del personaje Astérix. Sus colaboradores —"el ojo de Moscú", les llama él con sorna— velan para que no revele el nombre y el contenido del álbum de inminente aparición.

—Tras más de 30 años de convivencia con Astérix y Obélix, ¿usted tendrá ya una idea formada acerca de esos personajes? ¿Cómo los ve?

—Mire usted, los personajes del mundo del tebeo son payasos, caricaturas de los seres humanos destinadas a hacer reír a los niños. A los niños y, por supuesto, también a los adultos. Por eso tienen grandes narices, grandes manos, grandes pies. A mí me resulta mucho más fácil caricaturizar un personaje como Obélix, repleto de defectos, que uno como Astérix, que, al fin y al cabo, es el héroe de la historia. Y eso que Astérix no tiene el aspecto de un héroe, de un superhombre, de un James Bond. Pero, en fin, Astérix tiene la cabeza sobre los hombros, sabe dirigir un poco los debates y encuentra siempre la clave de la aventura. Para que la historia tenga un hilo, para que no sea una sucesión de bromas, hace falta un personaje así. Por el contrario, con Obélix me puedo desmadrar. Es glotón, es enamoradizo, es celoso; vamos, que tiene un montón de defectos. Pero son todos defectos simpáticos. Obélix no es malo. Cuando golpea la cabeza de un romano lo hace de modo deportivo.

—¿Cuál de los dos nació primero?

—Astérix. Rene Goscinny quería hacer un antihéroe y me pidió que hiciera a Astérix pequeñito y algo grotesco, aunque, eso sí, simpático. Pero Goscinny se equivocaba y, de hecho, él mismo se dio cuenta en seguida: no se puede trabajar con un antihéroe en el papel principal. Yo aporté la idea de Obélix, el compañero, el que puede ser el perfecto antihéroe. Así, todo fue más fácil. En realidad, no inventamos nada. En la tradición cómica casi siempre encuentras los dos personajes: Laurel y Hardy, o también Don Quijote y Sancho Panza, que fue una de mis grandes lecturas infantiles. La tesis y la antítesis de un personaje.

 —La creación de Astérix coincide con los esfuerzos del general De Gaulle por mantener la grandeza de Francia en un mundo dominado entonces por los imperios norteamericano y soviético.

 —No es usted el primero que hace esa reflexión. El general De Gaulle llegó al poder en la segunda parte del año 1958 y Astérix nació en 1959. Y además había la coincidencia De Gaulle y la Galia. Eso llevó a mucha gente a decir que hacíamos una propaganda gala y gaullista sobre el hombre providencial; lo que no era el caso. Goscinny y yo éramos humoristas y le aseguro que no pretendíamos hacer pasar ningún mensaje.

—¿Sabe usted si De Gaulle leyó alguna vez Astérix?

—No lo sé. Nunca nos atrevimos a enviarle un álbum. El general De Gaulle era una personalidad bastante intimidante. Enviamos álbumes a Georges Pompidou y a otros ministros de su Gobierno, pero con él no nos atrevimos nunca. Y hoy lo lamento. Parece que era un hombre que siempre respondía personalmente y con mucha gentileza a los que le enviaban libros o revistas; de modo que yo podría tener hoy una dedicatoria de esa gran figura histórica, y no la tengo. Por el contrario, sé que éramos seguidos de cerca por Pompidou. Una vez Pompidou nos respondió agradeciendo un álbum que le habíamos enviado y nos dijo que por qué no hacíamos un Astérix en el país helvético. ¿Por qué hizo esa sugerencia? No lo sé. Nosotros tardamos un poco en hacerle caso, pero al final creamos esa aventura de Astérix en Helvecia.

—¿Qué otros personajes políticos se han interesado por Astérix?

—Sé que el canciller alemán Helmut Schmidt leía Astérix, y también su gran rival político, el bávaro Franz-Josef Strauss. En el caso de Strauss, quizá porque muchos alemanes le llamaban Obélix a causa de su prominente estómago de bebedor de cerveza.

—Astérix es tan inequívocamente francés como el queso camembert, y, sin embargo, como ese queso, ha conseguido un éxito universal. ¿Usted cómo se lo explica?

—No puedo explicarlo; es algo que sufro con agrado, pero no puedo explicar. Lo que sí puedo decir es que hubo un tiempo en que se decía que era precisamente el aspecto patriotero de Astérix lo que provocaba su éxito entre los franceses. Eso nos molestaba mucho a Goscinny y a mí, porque ésa no era nuestra idea. Y entonces llegó el éxito en Alemania y los países escandinavos, que, en relación a su población, se convirtieron en los lugares donde más se leía Astérix. Eso nos tranquilizó y nos dio una gran seguridad frente a los que decían: "Ustedes se aprovechan de la sensibilidad chovinista de los franceses". Pero todavía no acierto a explicar el éxito de Astérix fuera de nuestras fronteras. Puedo intentar suposiciones. Quizá se deba al hecho de que Astérix y sus galos son una minoría aplastada por una gran potencia. Todos los países se sienten siempre un poco minoritarios frente a otro más fuerte y poderoso. La revancha del pequeño frente al grande resulta siempre simpática. Quizá sea una parte del éxito universal de Astérix. Quizá.


La conquista del mundo
En 1960, un año después de su nacimiento, el semanario infantil Pilote fue comprado por el editor francés Georges Dargaud. El año siguiente, Dargaud tuvo la idea de lanzar el primer álbum de Astérix. Se llamó, cómo no, Astérix, el galo. La primera tirada fue de 6.060 ejemplares y se limitó a los países francófonos. Las siguientes empezaron a contarse en centenares de millares, hasta llegar a los millones que hoy se editan simultáneamente en toda Europa. Durante toda la fase de ascensión no hubo ninguna publicidad especial, ningún estudio de mercado.
En 1965, el primer satélite francés llevó el nombre de Astérix. Ese mismo año se publicó en castellano Astérix, el galo, título que aparecería en catalán 11 años más tarde. Y es que Astérix ha sido adoptado por un montón de pueblos europeos. En la actualidad, se han vendido ya más de 200 millones de álbumes con sus aventuras. De ellos, 75 millones en francés, 65 millones en alemán, 15 en inglés, 7 en castellano, 1,5 en catalán y 100.000 ejemplares en euskera.

ASTERIX
Es el héroe de estas aventuras de papel e imaginación. Un pequeño y bigotudo guerrero. De mirada entre lacónica e inteligente. Tan astuto, orgulloso, valiente y despierto que en ningún momento duda en hacerle frente, con un pequeño puñado de leales, a las fuerzas del Imperio Romano. Y le sale bien. A pesar de su casco alado, sabe muy bien dónde pisa. Todo lo razona y planifica. Pero ¿de dónde saca las fuerzas un personajes en tan mala condición tísica? De los continuos tragos que le pega a la poción mágica que prepara el druida del pueblo.

OBÉLIX
Es para Astérix un poco lo que Sancho Panza para Don Quijote, pero en versión gala. Fuerte, tirando a bruto, hasta transportar menhires sobre la espalda con toda tranquilidad. Pelirrojo —con trenzas, por más señas— y gordinflón, celoso y enamoradizo, simpático y expansivo. Sobre todo, tierno, ingenuo. Hasta el punto de no separarse nunca de su perro Idéfix. que encarna la amistad y la fidelidad. ¿De dónde saca su fuerza? Es que de pequeño se cayó en la marmita de los brebajes; de ahí, su eterna juventud. Pero, en todo caso, ¡donde esté un buen asado de jabalí...!

ASURANCETURIX
El bardo del grupo, ¿Genial o pelmazo? Él se tiene en muy alta estima; piensa, como artista, que es un incomprendido. Pero el resto de los mortales están convencidos de que es un auténtico pelmazo. Quizá de ahí venga el juego fonético de su nombre: seguro a todo riesgo (assurance tout risque, en francés). Cuando empieza a cantar, acompañado de lira o gaita, los romanos huyen despavoridos. De algo sirve.

PANORAMIX
Cerebro gris de la resistencia gala. Representa la sabiduría y el conocimiento. No hay más que verle: enjuto, nariz aguileña, de luengas y blancas barbas, de expresión concentrada. Es el venerable druida de la aldea, recoge hierbas y prepara pócimas mágicas que proporcionan poderes sobrenaturales a quienes las beben. Además, aderezadas con langostas saben mejor.

ABRARACURCIX
Un respeto, que es el jefe de la tribu. Y como buen jefe, tiene una barriga inmensa y camina mirando a los demás por encima del hombro. Respetado por sus hombres y temido por sus enemigos, a él sólo le asusta una cosa: que el cielo le caiga sobre la cabeza. Resulta que es muy supersticioso. Pero, en fin, "eso no va a pasar mañana".


Publicado en el Pais Semanal en el año 1991











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