martes, 7 de agosto de 2012

XIII

La Historia de siempre
por Lorenzo Díaz




¿Qué se puede decir de algo que se conoce desde siempre, pero que lo lees por enésima vez como si fuera nuevo? O que te gusta o que estás hasta las narices; depende de cada uno y de su aguante. Yo tengo mucho y sólo pido que me lo cuenten bien. Me da lo mismo sabér­melo ya. Y es que, en el fondo, no me lo sé. Me explico. Estoy hablando de historias con el mismo tema, la misma idea, o el mismo argumento base. Lo importante en una historia es cómo se cuenta y todo lo que conlleva esto. Hay una anécdota que yo achaco a Menéndez Pidal y en la que ofrecía a un alumno una idea estupenda para escribir la mejor de las novelas y revelaba dicha idea diciendo chico conoce chica.




El caso que nos ocupa es el de la historia de un señor amnésico que intenta descubrir su identidad mientras es perseguido por un montón de enemigos desconocidos. La idea debe remontarse a la era de las cavernas, pero se ha llegado a acusar a Van Hamme, el guionista, de haberla plagiado de un libro de Ludlum. Una estupidez como pocas. Vengo viendo variantes de esta misma historia desde que sostenía sólo el biberón, y para ello no he necesitado al Sr. Ludlum. Hasta yo mismo tengo un guión sobre el tema pensado hace unos diez años. Ya saben, el pasado es algo que nos escama a todos, y dicen que más cuantos más años tienes.

No necesito mucho para que me guste un tebeo. Sólo necesito que esté pensado, bien escrito, sin demasiadas tonterías, y no suelen irritarme los excesos cuando vienen a cuento o no molestan. También me gusta que las obras sean frescas y me sorprendan continuamente con alguna que otra vuelta de tuerca apretada en su momento. Lo del buen dibujo me es opcional, pero si lo hay pues mejor que mejor. El truco para que XIII funcione pese a ser un tema tan sobado es porque está hecho inteligentemente, planteando con mucha simplicidad, que no simpleza, las muchas vueltas de tuerca que se dan al largo tornillo del amnésico que busca su identidad.

El tornillo resulta sorprendente­mente nuevecito al prescindir de referencias y enfocar la historia in­genuamente, como si fuera la pri­mera vez que se cuenta, haciendo borrón y cuenta nueva de las ante­riores variantes sobre el tema, pese a las múltiples referencias cinema­tográficas que pueden encontrarse tanto en guión como en dibujo. El guionista no deja nada al azar y se limita a agitar los cabos sueltos como si fueran chorizos para que el lector los muerda y luego descu­bra que son sucedáneos. De hecho la maldad de Van Hamme es tanta que ni siquiera Vance, el dibujan­te, sabe de qué va la guerra más allá de las pocas páginas de ven­taja que le proporciona cada entre­ga de guión.

Ante tal falta de información para adelantarse a los acontecimientos, Vance dibuja con corrección, en ocasiones cansina, sólo lo necesa­rio para que podamos sorprender­nos más adelante revelando falsos su anterior identidad o bando en el que militaba, ya que no hay ideas preconcebidas a la hora de diseñar­los. Del mismo modo, hay pocos elementos en fondos y objetos que sirvan como pistas sobre lo que su­cede. Son funcionales y, curiosa­mente, carentes de perspectiva (in­tencionalmente, claro), siendo realizados siempre en una toma extremadamente frontal que, sin embargo, nunca elimina la profundidad de campo, quizá gracias a un co­lor correcto y efectivo, que no es­pectacular.

Los rumores apuntan comprensi­blemente a que la serie tendrá tre­ce álbumes, pero puede tener vein­te o treinta. Se acabará en el momento que el protagonista sepa quién es. Más de uno temió que el suspense se acabara en el quinto volumen, al revelarse de una vez por todas que XIII era Jason Fly. Pero no. Se acababa la intriga para apoderarse de la presidencia del país (un Estados Unidos ficticio), pero no se descubría al número 1 de la intriga, del mismo modo que quedaban bastantes cabos sueltos por resolver. En El dossier Jason Fly, lógicamente, se retoman algu­nos de los cabos sueltos, mientras el protagonista intenta averiguar quién era Jason Fly, o sea él mis­mo, ya que sólo dispone de un in­forme de su pasado y, además, está incompleto. Una sutil estratagema para continuar la serie unos cuan­tos álbumes más y partiendo otra vez desde el principio como si no hubiera averiguado nada en los cin­co anteriores, cosa que, por otro lado, es la más cruda de las verdades.

Lo más divertido es que cuando XIII, o sea Jason Fly, descubra cuál es el pasado de Jason Fly, y quién era Jason Fly, tendrá que descubrir quién es Jason Fly ahora y qué va a ser de Jason Fly en el futuro y si quiere seguir siendo Jason Fly, por­que, por lo que sabemos, pudo ser tanto un cerdo de mucho cuidado como la identidad secreta del Papa. O sea, que o mucho me temo que siempre estaremos como al princi­pio del primer álbum. Diabólico este Van Hamme cuando se lo propone y se dedica a proporcionarnos pes­cadillas que se muerden la cola.

Porque, repito, el gran truco, el gran defecto, la gran virtud, de to­dos los guiones de Vance es que utiliza recursos clásicos (léase conocidos, pero no viejos) para con­tar una historia clásica (léase cono­cida pero no vieja) con toda la sencillez del mundo y cuyo princi­pal recurso se basa en escamotear­nos continuamente el final y apun­tar a que cualquier final puede ser posible, para luego gratificarnos con el único final posible. Aquel que anticipábamos desde un principio y que olvidamos a medida que nos sumergíamos en la trama. En otras palabras, ¿quién está totalmente seguro, a pesar de que nos lo han dicho, de que Jason Fly es la autén­tica identidad de XIII?

Lorenzo Díaz.


Revista Krazy Comics Nº9 Junio 1990

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