No, si al final vamos a tener que dar gracias de que los americanos no sepan que el Atlántico tiene dos orillas. S no fuese así, con lo que les gustan los juicios por plagio y esas cosas, haría tiempo que nuestro querido Jan habría tenido que abandonar a Superlópez. Probablemente, incluso habría tenido que dejar la historieta para dedicarse a atracar bancos o alguna otra profesión lo bastante lucrativa como para poder pagar la demanda judicial que le pondrían las grandes compañías yanquis de superhéroes. Tampoco seria el primer caso.
Sería una pena porque si algo necesita la historieta para seguir adelante, son personajes. No nos engañemos, esto puede ser un arte, pero también es una industria que exige un soporte económico. Ahí (no nos engañemos, repito) entra la necesidad de unos personajes que atraigan al público por sí mismos; que superen, o al menos igualen, la personalidad de sus autores.
Algo como Astérix o la Patrulla-X, para entendernos. Y, por mucho que les duela a algunos, en España esos personajes sólo se dan en el terreno del humor. Aunque ya casi ni ahí. Desde hace algún tiempo, demasiado, tan sólo los del Jueves han sido capaces de crear nuevos personajes con gancho entre el público.
Fuera de ellos sólo nos quedan los últimos coletazos de la era dorada de editorial Bruguera convertidos muchos de ellos en mala copia de lo que fueron. Y luego las excepciones; los paiseros Mot y Goomer o, en su propia escala, Peter Pank.
Y Superlópez, que no es que sea precisamente nuevo pero sí mantiene unas características especiales que le separan del resto de los personajes Bruguera, aunque desdichadamente sí haya compartido con ellos su decadencia. Poco importa ya que siga siendo el único super-héroe del mundo más preocupado por el partido del domingo que por las andanzas del malvado de turno y probablemente también el único que se encuentra con que la novia (o lo que sea) de su personalidad secreta le desprecia. No es que le odie o le tema, es que no le traga. Poco importa ya eso porque, en el fondo poco importa ya que tenga superpoderes. Pero vamos a parar un momento que me parece que me voy a liar más de lo necesario en un artículo como éste. Que ya es bastante.
Vamos a ver, estábamos con que Superlópez es el único superhéroe de aquí. Aunque ahora que lo pienso, ¿no había por alguna serie marvel de tercera fila un tipo, que era español y se llamaba Aguila Española o algo así? Bueno, aún así es probable que en la España del tipo este los atascos de la Gran Vía se deban más a los burros que se paran a abrevar en doble fila que a los que dejan el coche atravesado en los semáforos, así que es perfectamente obviable, lo que nos dejaría de nuevo a Superlópez como el único super (y van...) en una España (o Fespaña o como se llame), parecida a la nuestra. En un país en que sigue interesando el resultado del Parchelona-Tilbao por encima de cualquier otra cosa, Cristal, Hacienda y el precio de la gasolina aparte, claro.
Pero antes de entrar en disquisiciones demasiado pesimistas, es obligatorio hacer un poco de historia. Superlópez nace en 1973 en Editorial Eurodit como parodia de Supermán a través de chistes mudos de 3-4 viñetas cada uno. No es que fuera nada del otro mundo pero dado lo estrecho del planteamiento no estaba mal. Jan lograba suplir la falta de diálogo con un dibujo muy expresivo que era lo aue le
daba gracia al asunto.
El siguiente paso en Bruguera. Desde que apareció por allí en 1974, desarrolla una extensa obra que llega hasta hoy con todas las vicisitudes que ha pasado la editorial en estos años y que yo me voy a permitir dividir en tres etapas: Hasta su colaboración con Pérez Navarro, su obra conjunta y la desarrollada desde la marcha de éste.
Sus inicios en Bruguera vienen marcados por la imposición editorial de amoldarse al estilo de la casa para lo cual le asignan guionistas veteranos de plantilla que convierten a Superlópez en un personaje que oscila entre lo gris y lo estúpido, repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes.
La segunda etapa es la que para muchos es su época dorada: Su trabajo junto al guionista Francisco Pérez Navarro (Efepé). Ahora las cosas son muy distintas. Ha cambiado el formato siendo las historias de entre 6 y 10 páginas lo que permite desarrollar otro tipo dé argumentos. Además, Efepé aporta un conocimiento mucho mayor del particular mundillo de los superhéroes, algo de lo que siempre había carecido el personaje. Retoma el rumbo de la serie y decide volver a empezar desde cero, dándole hasta un origen, algo de lo que nunca se había preocupado Jan. Con ello logra además eliminar los lastres que tenía el personaje, como el que estuviera casado o estupideces del tipo de que tuviera que esconder su personalidad secreta de un señor que le ha llamado a su domicilio para pedirle ayuda.
Asimismo, este nuevo comien zo permite a Efepé introducir a héroe en un mundillo muchc más cercano al original america no que se pretendía parodiar desde el principio. De este modc irán apareciendo sus compañeros de oficina con el jefe al tren te, su novia Luisa y su compañero y amigo (¿) Jaime. Después aparecerán otros superhéroes hasta la formación final del Su pergrupo: Superlópez, el Capitán Hispania, El Bruto, la Chica Increíble, el Latas y el Magc componen la asociación de hombrecitos en pijama más alucinante que se pueda imaginar Por supuesto, dedican su tiempo a salvar al Mundo de cuantas amenazas lo ponen en peligrc (habitualmente debido a s.u propia incompetencia) y a zumbarse de lo lindo entre ellos por ur quítame allá esta jefatura.
En definitiva, el planteamientc general y lo agudo de la sátira: hacen que esta etapa sea sir duda la más brillante del personaje, además de ser la única er la que realmente se puede decir
que se realiza una sátira de los superhéroes como tales. Sin ir más lejos, la visita al Superbanco es una muestra perfecta de lo que debería ser un día en la vida de cualquiera de los miles de supertipos que pululan por el Nueva York marveliano.
Pero por aquello de que lo bueno suele durar poco, la colaboración entre Jan y Efepé se deshace pronto. Sí, Superlópez deja el Supergrupoo y Efepé la serie y, según algunos, con su marcha desaparece todo lo interesante del personaje. A mí me parece eso muy exagerado aunque sí es cierto que el nivel de las aventuras desciende muchos enteros. Desaparece el componente de sátira superhé-roes y se va reforzando progresivamente el de aventura pura y dura. Después de todo, ya hemos dicho que Jan no era precisamente un experto en superhéroes y es difícil ironizar sobre lo que no se conoce. Sin embargo, durante los primeros álbumes en solitario, Jan aguanta el tipo perfectamente salvo algún patinazo esporádico pero logrando historias tan divertidas como «Los cabezicubos» o, sobre todo, «La gran superproducción» con la que se puede decir que Superlópez entona el canto del cisne.
A partir de ahí, casi nada. Y no digo nada porque junto con la historia del «Cachabolik Blues Rock» venía también una historia corta bastante divertida, «El fantasma del Museo del Prado». Todo lo demás, lo podemos dividir entre lo soso y lo lamentable. Y encima lleva propaganda antitabaco en cantidades industriales. Y sin embargo, siempre nos queda la esperanza de que algún día vuelva por sus fueros.
Agustín Oliver
P.D./Me acabo de comprar (lo siento, es una debilidad personal) El Periplo Búlgaro y, en fin, pueees... Bueno, que por lo menos si algún día me decido a visitar Bulgaria no tendré que buscar catálogos turísticos.
Revista Krazy Comics nº14 noviembre 1990
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