Miguelanxo Prado es un marginado, un francotirador, un ¿dibujante? que tiene la osadía (tal vez ni siquiera eso, tal vez es así sin planteárselo) de ir a contracorriente de las escuelas que, en un tiempo, tanto se prodigaron en el mundillo del cómic.
Miguelanxo Prado, insisto, se niega a hacer concesiones, cambia de estilo y temática cada vez que aborda una nueva obra. No, decididamente, Prado no es un autor fácil. Eso sí, ha tenido la enorme suerte de que sus trabajos reciban premios allá donde se publican (es decir, en Alemania, Francia, Italia, Suiza, Brasil, Portugal, Chile, España...), así que puede permitirse desorientar a sus lectores (cada vez más) y acallar las protestas (cada vez menos) de sus editores. Por si esto fuera poco, su opinión de los premios no es lo que se dice muy positiva: "Ya antes de recibir premios consideraba que los premios no eran importantes. Los conceden jurados de 8 ó 10 personas que tienen gustos determinados en un momento determinado y, si cambiamos esas 8 personas obtenemos otro resultado. No consigo creer que por el hecho de recibir un premio mi álbum sea mejor que el de otro. Creo que los premios forman parte de un circo. Desde el momento que aceptas ser publicado formas parte del circo y tienes que hablar de historieta en los medios de comunicación.
Así que participo, pero con escepticismo. Lo cierto es que también tengo mi propia vanidad de creador y que los premios la halagan, pero no me creo mejor que nadie...eso no cambia mi modo de ser, sigo mi propia trayectoria".
Una trayectoria ascendente, sin duda; marcada por su afición a la pintura y a la literatura, dos pasiones que ha unido al dedicarse a la historieta. Quizá sea ahí donde reside su originalidad. Al revés de muchos de sus colegas, Prado no descubrió la historieta en la infancia o en la adolescencia. Posiblemento sea eso lo que ha evitado que se conviertiera en un subMoebius, o en uno de los muchos representantes de la "línea clara"o
de cualquiera de las escuelas en las que los críticos gustan de clasificar a los dibujantes.
Cada una de sus obras rompe totalmente con la anterior. Ruptura temática y de estilo que, lejos de ahuyentar a unos lectores, supuestamente acomodados, los atrae y, como espectadores de un circo imaginario, esperan inquietos el "más difícil todavía".
Todas mantienen, sin embargo, un rasgo común: cuestionan nuestra sociedad, las relaciones personales, el fanatismo, la intolerancia. Quotidianía Delirante y Crónicas Incongruentes inciden especialmente en estos temas. Su representación de algunos personajes, rayana en la crueldad, queda tamizada por un sentido del humor y una ironía que dejan un regusto amargo. En Fragmentos de la Enciclopedia Délfica, Manuel Montano
(con guión de Fernando Luna) y en algunas de sus historias cortas ese humor amargo queda enmascarado de nostalgia y poesía. Incluso su acercamiento a un tema, tan idóneo para caer en la vulgaridad, como es el sexo se beneficia de esos rasgos característicos de su obra. Sexo y amor son dos palabras hechas para caminar juntas algo que, generalmente, no se tiene en cuenta y en donde, posiblemente, reside la razón de que haya atraído a unas lectoras que tienen sobradas razones para no interesarse en un cómic que sólo se ha preocupado por ellas para convertirlas en "novias eternas" en el mejor de los casos. Historias como Demorado crepúsculo de octubre, Balada de saxo y neones o Tangencias, tienen en común el hecho de ligar el acto amoroso a un problema de falta de comunicación.
Pueden buscarse muchas explicaciones a la evolución temática y gráfica de Prado. Se le podría reprochar que se dedique a realizar historias cortas en la línea de Quotidianía Delirante en lugar de dedicarse a tiempo completo a obras más "serias y comprometidas". Pero no sería una actitud justa. Su evolución es una de las más espectaculares de la historieta española en la última década. Puede que no se ajuste a esa pauta, a la que tan mal acostumbrados estamos los lectores de historietas, de producir un álbum por año. El resultado de esa espera suele traducirse en obras muy pensadas, donde cada coma, cada trazo, cada color tiene su razón de ser. A algunos quizá les sorprenda aún la excelente acogida internacional de su obra. ¿Qué tiene Prado que no tengan otros autores cuya obra, a duras penas, ha conseguido sobrepasar nuestras fronteras? Muchos de ellos son excelentes guionistas y dibujantes. ¿Entonces? La respuesta es, a la vez, tan fácil y tan difícil como saber lo que tienen en común los lectores de Brasil, Estados Unidos, Alemania, Francia o España.
NO ME DIGAS QUE SÓLO FUE UN SUEÑO
Trazo de tiza, Premio al mejor álbum del año del Saló del Cómic, no es una obra para lectores cómodos. No quiero decir con esto que no pueda leerla y disfrutarla cualquier lector. Pero, sin duda, no llegará a las mismas conclusiones que el que se haya detenido a considerar los numerosos detalles que Prado ha ido deslizando en el texto y en el dibujo. Nada es gratuito en Trazo de tiza. Eso sí, lejos de recurrir a elementos fantásticos que hubieran desvirtuado totalmente la trama, Prado oculta el andamiaje que sostiene en pie la obra y nos ofrece aquí y allá, pistas que nos sitúan en un lugar privilegiado respecto a los personajes y que nos permitirán desentrañar el rompecabezas que dará un sentido u otro a la historia. Ésta es, aparentemente, sencilla: una isla, tres personajes principales, otros tres secundarios y unos hechos que podrían interpretarse como un sueño o tener una interpretación más dramática o inquietante. A través de los diálogos, fragmentos de un diario, una pintada en la pared y otras pistas, a todos los cuales tiene acceso el lector, pero de los que cada personaje sólo conoce una parte, se va tejiendo una trama densa y cargada de tensión, cuyo desenlace puede provocar en el lector la duda de si se le ha escapado algún detalle. En este sentido Trazo de tiza es una obra que invita a la relectura, pero también es una obra que ayuda a mirar la historieta con ojos nuevos, a descubrirla..
Laureano Domínguez
Catalogo del 13º Salón del Comic de Barcelona, 1995
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