martes, 26 de junio de 2012

Miguelanxo Prado fragmentos de una obra


Miguelanxo Prado es un marginado, un francoti­rador, un ¿dibujante? que tiene la osadía (tal vez ni siquiera eso, tal vez es así sin planteárselo) de ir a contraco­rriente de las escuelas que, en un tiempo, tanto se prodigaron en el mundillo del cómic.

Miguelanxo Prado, insisto, se niega a hacer concesiones, cambia de estilo y temática ca­da vez que aborda una nueva obra. No, decididamente, Prado no es un autor fácil. Eso sí, ha tenido la enorme suerte de que sus trabajos reciban premios allá donde se publican (es decir, en Alemania, Francia, Italia, Suiza, Brasil, Portugal, Chile, España...), así que puede per­mitirse desorientar a sus lecto­res (cada vez más) y acallar las protestas (cada vez menos) de sus editores. Por si esto fuera poco, su opinión de los premios no es lo que se dice muy positi­va: "Ya antes de recibir premios consideraba que los premios no eran importantes. Los conceden jurados de 8 ó 10 personas que tienen gustos determinados en un momento determinado y, si cambiamos esas 8 personas ob­tenemos otro resultado. No con­sigo creer que por el hecho de recibir un premio mi álbum sea mejor que el de otro. Creo que los premios forman parte de un circo. Desde el momento que aceptas ser publicado formas parte del circo y tienes que ha­blar de historieta en los medios de comunicación.

Así que participo, pero con escepti­cismo. Lo cierto es que también tengo mi propia vanidad de crea­dor y que los pre­mios la halagan, pero no me creo mejor que na­die...eso no cam­bia mi modo de ser, sigo mi pro­pia trayectoria".

Una trayectoria ascendente, sin duda; marcada por su afición a la pintura y a la literatura, dos pasiones que ha unido al dedicar­se a la historieta. Quizá sea ahí donde reside su originalidad. Al revés de muchos de sus cole­gas, Prado no descubrió la his­torieta en la infancia o en la adolescencia. Posiblemento sea eso lo que ha evitado que se conviertiera en un subMoebius, o en uno de los muchos repre­sentantes de la "línea clara"o





de cualquiera de las escuelas en las que los críticos gustan de clasificar a los dibujantes.

Cada una de sus obras rompe totalmente con la anterior. Rup­tura temática y de estilo que, lejos de ahuyentar a unos lecto­res, supuestamente acomoda­dos, los atrae y, como especta­dores de un circo imaginario, esperan inquietos el "más difí­cil todavía".

Todas mantienen, sin embar­go, un rasgo común: cuestionan nuestra sociedad, las relaciones personales, el fanatismo, la in­tolerancia. Quotidianía Delirante y Crónicas Incongruentes inci­den especialmente en estos te­mas. Su representación de algu­nos personajes, rayana en la crueldad, queda tamizada por un sentido del humor y una iro­nía que dejan un regusto amar­go. En Fragmentos de la Enciclo­pedia Délfica, Manuel Montano

(con guión de Fernando Luna) y en algunas de sus historias cor­tas ese humor amargo queda enmascarado de nostalgia y po­esía. Incluso su acercamiento a un tema, tan idóneo para caer en la vulgaridad, como es el se­xo se beneficia de esos rasgos característicos de su obra. Sexo y amor son dos palabras hechas para caminar juntas algo que, generalmente, no se tiene en cuenta y en donde, posiblemen­te, reside la razón de que haya atraído a unas lectoras que tie­nen sobradas razones para no interesarse en un cómic que sólo se ha preocupado por ellas para convertirlas en "novias eternas" en el mejor de los casos. Histo­rias como Demorado crepúsculo de octubre, Balada de saxo y ne­ones o Tangencias, tienen en co­mún el hecho de ligar el acto amoroso a un problema de falta de comunicación.





Pueden buscarse muchas ex­plicaciones a la evolución temá­tica y gráfica de Prado. Se le podría reprochar que se dedique a realizar historias cortas en la línea de Quotidianía Delirante en lugar de dedicarse a tiempo completo a obras más "serias y comprometidas". Pero no sería una actitud justa. Su evolución es una de las más espectacula­res de la historieta española en la última década. Puede que no se ajuste a esa pauta, a la que tan mal acostumbrados esta­mos los lectores de historietas, de producir un álbum por año. El resultado de esa espera suele traducirse en obras muy pensa­das, donde cada coma, cada trazo, cada color tiene su razón de ser. A algunos quizá les sor­prenda aún la excelente acogida internacional de su obra. ¿Qué tiene Prado que no tengan otros autores cuya obra, a duras pe­nas, ha conseguido sobrepasar nuestras fronteras? Muchos de ellos son excelentes guionistas y dibujantes. ¿Entonces? La res­puesta es, a la vez, tan fácil y tan difícil como saber lo que tienen en común los lectores de Brasil, Estados Unidos, Alema­nia, Francia o España.

NO ME DIGAS QUE SÓLO FUE UN SUEÑO

Trazo de tiza, Premio al mejor álbum del año del Saló del Có­mic, no es una obra para lectores cómodos. No quiero decir con es­to que no pueda leerla y disfru­tarla cualquier lector. Pero, sin duda, no llegará a las mismas conclusiones que el que se haya detenido a considerar los nume­rosos detalles que Prado ha ido deslizando en el texto y en el di­bujo. Nada es gratuito en Trazo de tiza. Eso sí, lejos de recurrir a elementos fantásticos que hu­bieran desvirtuado totalmente la trama, Prado oculta el andamia­je que sostiene en pie la obra y nos ofrece aquí y allá, pistas que nos sitúan en un lugar privile­giado respecto a los personajes y que nos permitirán desentrañar el rompecabezas que dará un sentido u otro a la historia. Ésta es, aparentemente, sencilla: una isla, tres personajes principales, otros tres secundarios y unos he­chos que podrían interpretarse como un sueño o tener una inter­pretación más dramática o in­quietante. A través de los diálo­gos, fragmentos de un diario, una pintada en la pared y otras pistas, a todos los cuales tiene acceso el lector, pero de los que cada personaje sólo conoce una parte, se va tejiendo una trama densa y cargada de tensión, cuyo desenlace puede provocar en el lector la duda de si se le ha es­capado algún detalle. En este sentido Trazo de tiza es una obra que invita a la relectura, pero también es una obra que ayuda a mirar la historieta con ojos nuevos, a descubrirla..

Laureano Domínguez









Catalogo del 13º Salón del Comic de Barcelona, 1995

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