Tengo varias cosas que agradecer al señor Efe Punto Ibáñez. Una de ellas los buenos ratos que pasé
junto a mis hermanos recortando unos billetes cuya efigie no era ni la de un rey, ni la de un insigne descubridor ni por supuesto la del generalillo. Los billetes en cuestión aparecían allá, a principios de los años 70, en las revistas de la editorial Bruguera. Los famosos "mortadelos" no sé si nos sirvieron de mucho. No se podían utilizar ni para jugar al millón, ni para comprar chucherías y ni siquiera recuerdo si nos tocó algún balón de playa en los sorteos. Pero lo cierto es que con el fajo de billetes y la lectura de las revistas que los contenían nos hacían sentir como grandes potentados. Risas y dinero fácil, qué más se podía pedir.
Lo bueno del caso es que el recuerdo nostálgico de la lectura infantil de las historias de Ibáñez cobra plena actualidad cuando unos años más tarde se retoma la lectura de las viejas historias de Ibánez ¿Por qué sigue pareciendo tan actual el humor de Ibáñez? ¿Por qué 30 años después, siguen pareciendo tan elementales, y a la vez tan magistrales, escenas en las que el profesor Bacterio intenta demostrar, sin fortuna, la validez de sus inventos. Si pudiéramos desvelar la clave seguramente pondríamos fin al imperio Ibáñez. Su fortuna rápidamente se vería menguada y pronto intentaría pagar al tendero del número 13 de la calle del Percebe con los caducados "mortadelos".
Uno de los indicios que nos podría llevar a desvelar la fórmula del secreto del éxito de F. Ibáñez sería analizar el tipo de humor que ha empleado en sus historietas. Enmarcadas en
Ibañez volvería a tratar el tema de la escalera de vecinos, años más tarde, corregido y ampliado en 7, Rebolling Street.
Ibañez, acostumbra a llenar sus viñetas con numerosos detalles que son buscados con avidez por los lectores.
la tradición de la llamada Escuela Bruguera, las historias de Ibáñez se han definido como humor blanco o blando, según el del autor que se tratara. Este es el caso más grande de fraude de este final de milenio. Definir como blanco el humor de Ibáñez me parece una definición correcta, al cabo de los años no amarillea ni se desgarra al primer tirón, pero blando ni hablar. Esta es una de las primeras sutilezas cuyo análisis nos podrá desvelar quién se esconde tras la expresión tímida y angelical-franciscana, más bien- de Efe Punto Ibáñez.
Ibáñez sorteó la férrea censura franquista aún no entiendo cómo. Tomo al azar un álbum de Mortadelo y Filemón. Aparece Magín el Mago, también arbitrariamente elijo una página. En la primera viñeta, los protagonistas se encuentran con Magín en una esquina. En la secuencia que sigue podemos contemplar como el malvado agarra del cuello a Mortadelo, seguidamente lo coloca cabeza abajo y golpea su testa repetidamente contra el pavimento. Tras dejarle fuera de combate, huye. Tras una clásica discusión de Mortadelo
El Botones Sacarino uno de los personajes más emblemáticos de F. Ibañez
con su jefe, éste le lan za una afilada navaja de barbero. Finaliza la página con un soberbio golpe con una maza medieval que le propina Mortadelo al Súper. Si seguimos pasando página nos encontramos al Súper defenestrado, un inocente transeúnte golpeado, una horca dispuesta a hacer el nudo de la corbata a los agentes de la T.I.A. unas fieras salvajes a punto de devorar al primero que se cruce por delante. Esto sin contar con las retorcidas y crueles trampas que tiende al gato el peligroso ratón de la azotea de 13, Rue del Percebe. ¡Horror!, si ésto es blando, San Freddy Krueger nos proteja.
Primer secreto desvelado: Ibáñez no era el bondadoso personaje que intentaba ofrecer inocente entretenimiento a los infantes. No. Ibáñez estaba adiestrando a lo que luego sería una peligrosa banda de adolescentes acnosos devotos del cine gore.
Sin el permiso de Ibáñez, voy a desvelar otra de las claves de su trabajo. Todos estamos convencidos que su éxito está basado en personajes como Mortadelo y Filemón, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio y El botones Sacarino. Nada más lejos de la realidad. Son los personajes secundarios los que dan lustre a los protagonistas. Qué sería de los agentes de la TIA sin la catastrófica presencia de Bacterio. Dónde encontraríamos las gracias de Rompetechos sin la sufrida y anónima castañera a la que el entrañable miope le introduce monedas por la nariz confundiéndola con una cabina telefónica. Qué carcajada nos harían soltar Pepe Gotera y Otilio, sin el sufrido cliente, que tras solicitar la construcción de una pared medianera en su mansión tiene que irse a vivir a una choza. Qué sería de Sacarino sin la quebrada paciencia del Dire. El homenaje al sastre y a la patrona de la pensión de la Rue de Percebe tendría que desplazar al de los acaparadores de elogios Mortadelo y Filemón. Junto a los secundarios habría que rendir pleitesía a series olvidadas como La familia Trapisonda, El escudero Bartolo, Doña Pura y Doña Pera, vecinas de escalera, Godofredo y Pascualíno, viven del deporte fino y a Don Pedrito que está como nunca, inolvidable personaje ligado a un anuncio que marcó la modernidad de las campañas publicitarias en España.
Otro de los puntales en los que se basa el supuesto talento de F. Ibáñez es la imaginación. No quisiera desilusionar al público pero pasemos a hacer un repaso de la trayectoria del dibujante. Cuando el filón de gags utilizados en su obra se fue agotando, muy diestramente Ibáñez decidió copiar a la realidad. Así aparecieron álbumes protagonizados por Mortadelo y Filemón que se basaban en elementos tomados de la vida cotidiana. Una jugarreta digna del malvado Vázquez, su más encarnizado enemigo.
Primero fue el filón de los Juegos Olímpicos (Gatolandia'76, Moscú'80, Los Angeles'84, Seúl'88 y Barcelona'92). Más tarde, Ibáñez halló la inspiración en el patio político. Así aparecieron El pinchazo telefónico, El racista, El nuevo Cate, Maaastricht...iJesús!, y Corrupción a mogollón. Tal como está el mundo, Ibáñez garantizaba su producción sin estrujarse demasiado los sesos. Pero las previsiones superaron la realidad. Ibáñez deberá aplicarse mucho más si quiere que la fantasía supere a la propia vida real. En Corrupción a mogollón, Ibáñez relataba la actual situación de la Guardia Viril, que tras el paso de un corrupto director general, un tal Rulfián, tenía que disparar las balas con la mano y hacer las guardias con escoba.
En el momento de redactar estas líneas los medios de comunicación sacan humo por la captura de Roldán. No se sabe a ciencia cierta si los papeles de la extradición son auténticos y en su lugar se presentaron las facturas del gas o si Roldán es verdaderamente Roldán y no Mortadelo disfrazado. Con lo que, señor Ibáñez, ándese con ojo con la realidad que puede dejar en inocente cualquiera de sus imaginativos y atrevidos gags humorísticos.
Viñetas correspondientes al álbum El Sulfato Atómico
Uno de los asuntos turbios relacionados con Ibáñez, que finalmente sí que pudo salir a la luz era el llamado Asunto de los negros. De pequeño no acababa de entender por qué en ocasiones sus páginas era tan brillantes y graciosas y en otras los dibujos eran más bien tarados y los chistes sin ningún tipo de gracia. Ibáñez había decidido que por cuatro duros otros dibujantes trabajaran por él. Por fortuna la banda de negros que trabajaba para el señor Ibáñez fue desarticulada y su jefe condenado a dibujar y escribir sus propias historias. El público ganó con la desaparición del entramado mafioso pero Efe Punto Ibáñez fue condenado a ganar su pan con su propia mano.
La producción de Ibáñez, ingente por otra parte, arranca desde la más tierna infancia. Los cuadernos escolares fueron sus primeras tribunas artísticas. Tal como explica el propio Ibáñez en su autobiografía incluida en el álbum "Especial 35 aniversario", que celebraba la efémeride de la creación de Mortadela y Filemón, sus padres decidieron, dadas sus cualidades artísticas, colocarlo de botones en una entidad bancaria. Sin embargo, poco antes se había graduado brillantemente en la óptica de la esquina.
Tras inducir a la quiebra varias editoriales que hasta el momento habían dado pruebas de solvencia fuera de toda duda, la mente de Ibáñez ideó unos personajes que aglutinarán todas las cualidades del autor, fino humor, sutil inteligencia y poblada cabellera. Enero del 1958, vio nacer a Mortadela y Filemón. Una moderna pareja al estilo de Sherlock Holmes y el Doctor Watson, con la salvedad -entre otras muchas- de no saberse con exactitud quién de los dos ejercía el liderazgo intelectual.
Tras los personajes más internacionales de toda la historia del cómic español, Ibáñez crearía 13, Rue del Percebe, El botones Sacarino -la biografía no oficial del autor-, el doctor Espadaramo, Rompetechos y Pepe Gotera y Otilio. La crisis de Bruguera puso en cuarentena durante cierto tiempo la utilización de los personajes creados por Ibáñez, que tuvo que sacarse de la manga nuevas creaciones. De esta etapa son las series Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo y 7, Rebolling Street.
Ibáñez no ha conseguido crear un imperio. Pero casi. Grandes ventas de los álbumes publicados por Ediciones B y un extenso mercado derivado que incluye una serie de dibujos animados para televisión, gafas para niños con el nombre de sus personajes y figuritas de regalo en los Danone. Si esto fuera otro país, incluso podría tener un parque de atracciones con sus creaciones. Y es que, por sus muchos años al pie del cañón, por lo entrañable de sus personajes y por las miles de horas de entretenimiento y diversión, francamente Francisco Ibáñez se lo merece.
Jaume Vidal
Catálogo del 13º Salón del Cómic de Barcelona. 1995
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