martes, 26 de junio de 2012

El secreto del éxito de Efe Punto Ibáñez


Tengo varias cosas que agradecer al señor Efe Punto Ibáñez. Una de ellas los buenos ratos que pasé
junto a mis hermanos recortando unos billetes cuya efigie no era ni la de un rey, ni la de un insigne descubridor ni por supuesto la del generalillo. Los billetes en cuestión aparecían allá, a principios de los años 70, en las revistas de la editorial Bruguera. Los famosos "mortadelos" no sé si nos sirvieron de mucho. No se podían utilizar ni para jugar al millón, ni para comprar chucherías y ni siquiera recuerdo si nos tocó algún balón de playa en los sorteos. Pero lo cierto es que con el fajo de billetes y la lectura de las revistas que los contenían nos hacían sentir como grandes potentados. Risas y dinero fácil, qué más se podía pedir.

Lo bueno del caso es que el recuerdo nostálgico de la lectu­ra infantil de las historias de Ibáñez cobra plena actualidad cuando unos años más tarde se retoma la lectura de las viejas historias de Ibánez ¿Por qué si­gue pareciendo tan actual el humor de Ibáñez? ¿Por qué 30 años después, siguen parecien­do tan elementales, y a la vez tan magistrales, escenas en las que el profesor Bacterio intenta demostrar, sin fortuna, la vali­dez de sus inventos. Si pudiéra­mos desvelar la clave segura­mente pondríamos fin al imperio Ibáñez. Su fortuna rápidamente se vería menguada y pronto in­tentaría pagar al tendero del número 13 de la calle del Per­cebe con los caducados "mor­tadelos".

Uno de los indicios que nos podría llevar a desvelar la fór­mula del secreto del éxito de F. Ibáñez sería analizar el tipo de humor que ha empleado en sus historietas. Enmarcadas en

Ibañez volvería a tratar el tema de la escalera de vecinos, años más tarde, corregido y ampliado en 7, Rebolling Street.

Ibañez, acostumbra a llenar sus viñetas con numerosos detalles que son buscados con avidez por los lectores.



la tradición de la llamada Es­cuela Bruguera, las historias de Ibáñez se han definido como humor blanco o blando, según el del autor que se tratara. Este es el caso más grande de frau­de de este final de milenio. De­finir como blanco el humor de Ibáñez me parece una defini­ción correcta, al cabo de los años no amarillea ni se desga­rra al primer tirón, pero blando ni hablar. Esta es una de las primeras sutilezas cuyo análisis nos podrá desvelar quién se es­conde tras la expresión tímida y angelical-franciscana, más bien- de Efe Punto Ibáñez.

Ibáñez sorteó la férrea cen­sura franquista aún no entien­do cómo. Tomo al azar un ál­bum de Mortadelo y Filemón. Aparece Magín el Mago, tam­bién arbitrariamente elijo una página. En la primera viñeta, los protagonistas se encuen­tran con Magín en una esquina. En la secuencia que sigue po­demos contemplar como el malvado agarra del cuello a Mortadelo, seguidamente lo co­loca cabeza abajo y golpea su testa repetidamente contra el pavimento. Tras dejarle fuera de combate, huye. Tras una clásica discusión de Mortadelo

El Botones Sacarino uno de los personajes más emblemáticos de F. Ibañez


con su jefe, éste le lan za una afilada navaja de barbero. Finaliza la página con un soberbio golpe con una maza medieval que le propina Mortadelo al Súper. Si seguimos pasando página nos encontramos al Súper defenestrado, un inocente transeúnte golpeado, una horca dispuesta a hacer el nudo de la corbata a los agentes de la T.I.A. unas fieras salvajes a punto de devorar al primero que se cruce por delante. Esto sin contar con las retorcidas y crueles trampas que tiende al gato el peligroso ratón de la azotea de 13, Rue del Percebe. ¡Horror!, si ésto es blando, San Freddy Krueger nos proteja.

Primer secreto desvelado: Ibá­ñez no era el bondadoso perso­naje que intentaba ofrecer ino­cente entretenimiento a los in­fantes. No. Ibáñez estaba adiestrando a lo que luego sería una peligrosa banda de adoles­centes acnosos devotos del cine gore.

Sin el permiso de Ibáñez, voy a desvelar otra de las claves de su trabajo. Todos estamos con­vencidos que su éxito está ba­sado en personajes como Mor­tadelo y Filemón, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio y El botones Sacarino. Nada más lejos de la realidad. Son los personajes se­cundarios los que dan lustre a los protagonistas. Qué sería de los agentes de la TIA sin la ca­tastrófica presencia de Bacterio. Dónde encontraríamos las gracias de Rompetechos sin la sufrida y anónima castañera a la que el entrañable miope le introduce monedas por la nariz confundiéndola con una cabina telefónica. Qué carcajada nos harían soltar Pepe Gotera y Oti­lio, sin el sufrido cliente, que tras solicitar la construcción de una pared medianera en su mansión tiene que irse a vivir a una choza. Qué sería de Sacari­no sin la quebrada paciencia del Dire. El homenaje al sastre y a la patrona de la pensión de la Rue de Percebe tendría que desplazar al de los acaparado­res de elogios Mortadelo y File­món. Junto a los secundarios habría que rendir pleitesía a series olvidadas como La fami­lia Trapisonda, El escudero Bartolo, Doña Pura y Doña Pera, ve­cinas de escalera, Godofredo y Pascualíno, viven del deporte fino y a Don Pedrito que está como nunca, inolvidable perso­naje ligado a un anuncio que marcó la modernidad de las campañas publicitarias en Es­paña.

Otro de los puntales en los que se basa el supuesto talento de F. Ibáñez es la imaginación. No quisiera desilusionar al público pero pasemos a hacer un repaso de la trayectoria del dibujan­te. Cuando el filón de gags utilizados en su obra se fue agotando, muy diestramente Ibá­ñez decidió copiar a la realidad. Así aparecie­ron álbumes protagoni­zados por Mortadelo y Filemón que se basa­ban en elementos tomados de la vida coti­diana. Una jugarreta digna del malvado Váz­quez, su más encarni­zado enemigo.

Primero fue el filón de los Juegos Olímpicos (Gatolandia'76, Moscú'80, Los Angeles'84, Seúl'88 y Barcelona'92). Más tarde, Ibáñez halló la inspiración en el patio político. Así aparecieron El pinchazo telefónico, El racista, El nuevo Cate, Maaastricht...iJesús!, y Corrupción a mogollón. Tal como está el mun­do, Ibáñez garantizaba su pro­ducción sin estrujarse demasia­do los sesos. Pero las previsiones superaron la realidad. Ibáñez deberá aplicarse mucho más si quiere que la fantasía supere a la propia vida real. En Corrup­ción a mogollón, Ibáñez relataba la actual situación de la Guardia Viril, que tras el paso de un co­rrupto director general, un tal Rulfián, tenía que disparar las balas con la mano y hacer las guardias con escoba.

En el momento de redactar estas líneas los medios de co­municación sacan humo por la captura de Roldán. No se sabe a ciencia cierta si los papeles de la extradición son auténti­cos y en su lugar se presenta­ron las facturas del gas o si Roldán es verdaderamente Roldán y no Mortadelo disfra­zado. Con lo que, señor Ibáñez, ándese con ojo con la realidad que puede dejar en inocente cualquiera de sus imaginativos y atrevidos gags humorísticos.


Viñetas correspondientes al álbum El Sulfato Atómico




Uno de los asuntos turbios re­lacionados con Ibáñez, que fi­nalmente sí que pudo salir a la luz era el llamado Asunto de los negros. De pequeño no acababa de entender por qué en ocasio­nes sus páginas era tan bri­llantes y graciosas y en otras los dibujos eran más bien tara­dos y los chistes sin ningún tipo de gracia. Ibáñez había decidi­do que por cuatro duros otros dibujantes trabajaran por él. Por fortuna la banda de negros que trabajaba para el señor Ibáñez fue desarticulada y su jefe condenado a dibujar y es­cribir sus propias historias. El público ganó con la desapari­ción del entramado mafioso pe­ro Efe Punto Ibáñez fue conde­nado a ganar su pan con su propia mano.

La producción de Ibáñez, in­gente por otra parte, arranca desde la más tierna infancia. Los cuadernos escolares fueron sus primeras tribunas artísti­cas. Tal como explica el propio Ibáñez en su autobiografía in­cluida en el álbum "Especial 35 aniversario", que celebraba la efémeride de la creación de Mortadela y Filemón, sus padres decidieron, dadas sus cualida­des artísticas, colocarlo de bo­tones en una entidad bancaria. Sin embargo, poco antes se ha­bía graduado brillantemente en la óptica de la esquina.

Tras inducir a la quiebra va­rias editoriales que hasta el momento habían dado pruebas de solvencia fuera de toda du­da, la mente de Ibáñez ideó unos personajes que aglutina­rán todas las cualidades del autor, fino humor, sutil inteli­gencia y poblada cabellera. Enero del 1958, vio nacer a Mortadela y Filemón. Una mo­derna pareja al estilo de Sher­lock Holmes y el Doctor Watson, con la salvedad -entre otras muchas- de no saberse con exactitud quién de los dos ejer­cía el liderazgo intelectual.

Tras los personajes más in­ternacionales de toda la histo­ria del cómic español, Ibáñez crearía 13, Rue del Percebe, El botones Sacarino -la biografía no oficial del autor-, el doctor Espadaramo, Rompetechos y Pepe Gotera y Otilio. La crisis de Bruguera puso en cuarentena durante cierto tiempo la utiliza­ción de los personajes creados por Ibáñez, que tuvo que sacar­se de la manga nuevas creaciones. De esta etapa son las se­ries Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo y 7, Rebolling Street.

Ibáñez no ha conseguido cre­ar un imperio. Pero casi. Gran­des ventas de los álbumes pu­blicados por Ediciones B y un extenso mercado derivado que incluye una serie de dibujos animados para televisión, ga­fas para niños con el nombre de sus personajes y figuritas de regalo en los Danone. Si esto fuera otro país, incluso podría tener un parque de atracciones con sus creaciones. Y es que, por sus muchos años al pie del cañón, por lo entrañable de sus personajes y por las miles de horas de entretenimiento y di­versión, francamente Francisco Ibáñez se lo merece.

Jaume Vidal


Catálogo del 13º Salón del Cómic de Barcelona. 1995

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