jueves, 10 de mayo de 2012

Zurbarán EL PINTOR DE LOS SANTOS

Hugo en el refectorio,
del Museo de Bellas Artes de Sevilla.

El Museo del Prado exhibe hasta el 31 de julio la gran exposición de Francisco de Zurbarán, tras causar sensación en el Metropolitan Museum de Nueva York y en el Grand Palais de París. Por su parte, el Museo Picasso de Barcelona acoge hasta el 14 de julio el mítico y revolucionario óleo de Pablo Picasso Les demoiselles d'Avignon (1907), propiedad del Museum of Modern Art de Nueva York. Con ello, la obra picassiana realiza su último viaje transatlántico.



texto: José María de Areilza


Cómo sería la villa de Fuente de Cantos a fina­les del siglo XVI? Era lu­gar de tradición romana cono­cida y rico subsuelo arqueoló­gico, y su vinculación con la Orden de Santiago le daba un enlace de hermandad con las vi­llas cercanas. Había en el casco de la población dos conventos de monjas: el de la Concepción y el de las carmelitas. Y otro de frailes franciscanos. La esplén­dida iglesia parroquial estaba consagrada a la Virgen de la Granada. Buen número de er­mitas señalaban el contorno del caserío urbano. Y en una de las dehesas de labor y pastos cir­cundantes se alzaban las ruinas de un antiguo convento templa­rio. En ese ambiente de religio­sidad de la pequeña aglomera­ción rural nació Francisco de Zurbarán y Marqués en 1598.

Un tema que ha interesado a los investigadores de Zurbarán y de su obra ha sido la insisten­cia que manifestó en varias oca­siones el pintor, para firmar "Zurbarán Salazar", queriendo denominarse con ese apellidocompuesto. María Luisa Catur­la, la figura cimera de nuestros zurbaranistas, no logró aclarar los motivos de esa tesonera ac­titud. Acaso entendiera el ge­nial artista que ambos linajes, de notoria prosapia vizcaína, le daban un realce individual su­perior a su modesta condición originaria de proceder de una familia de merceros locales. Zurbarán fue durante siglos un apellido de relieve en la Villa de Bilbao, donde hace 100 años se alzaba todavía la oscura y almenada torre de


San Pedro Tomás, del Museo de Boston

San Cirilo de Constantinopla, del Museo de Boston.


Ángel turiferario, del Museo de Bellas Artes de Cádiz.

 ese nombre en las cercanías de Mallona y so­bre el barrio de la Sendeja. El apellido Salazar es, a su vez, la más alta prosapia del Señorío, a la que pertenecieron señeras figuras del pasado y el máximo historiador de Vizcaya, Lope García, el de las Bienandanzas e fortunas. Zurbarán y Salazar estuvieron ligados antaño por matrimonios comunes. Es muy probable que el pintor extreme­ño tuviese entre sus antepasa­dos familiares una línea ascen­dente con ese doble enlace.
¿De dónde brotó la inspira­ción artística y el regusto estéti­co en el alma de este zagal de ovejas de Badajoz? Se puede suponer que, dada la profunda religiosidad de la familia, el adolescente frecuentaría las iglesias y conventos locales, fa­miliarizándose con imágenes, pinturas y retablos, así como el trato con los frailes francisca­nos, cuyos hábitos contempla­ría con curiosa familiaridad. Los Zurbarán se trasladaron a Llerena, la próxima e importan­te ciudad amurallada envuelta en torreones, residencia de los maestres de Santiago. que tenía dos soberbias parroquias cuyos cultos eran, por el número de beneficiados, capellanes y diá­conos que las servían, compa­rables al de una catedral. En esos templos y en los ocho con­ventos de clausura que había en Lleréna siguió observando el joven artista los mil y un deta­lles de la vida monástica que iba a traducir al mudo y supre­mo lenguaje de sus lienzos so­beranos. Mientras que su época de pastor habla impregnado su retina clarividente con la silue­ta apagada, humilde y las tra­badas patas de los corderillos que se enviaban al mercado pascual. Imagen que luego iba a resucitar en sus insuperables corderos místicos dotados de perfecta y lanosa envoltura.
Pedro Díaz de Villanueva, "pintor de imaginería", admitió, bajo contrato notarial "como aprendiz", en su taller de Sevi­lla al joven de 16 años durante un trienio. De allí salió Zurba­rán con su lección aprendida y su asentada vocación. Un año después firmaba su primer con­trato profesional para realizar los Quince misterios del rosario, con destino a la parroquia de su pueblo natal. Retablo del que no han quedado rastros.
Empezaron muy pronto los encargos importantes que se re­flejaban en contratos muy pre­cisos. Los dominicos de Sevilla le pidieron 21 obras para San Pablo el Real, con plazo de en­trega de ocho meses. Los fran­ciscanos contrataron tres. Los mercedarios calzados, 22 lien­zos. La Sevilla floreciente del primer tercio del seiscientos acogió gozosa al nuevo maestro
y le propuso que abandonase su domicilio de Llerena y se insta­lase en la capital andaluza con su familia. Se había casado ya dos veces con mujeres de más edad que la suya. Tenía varios hijos. Y clientes importantes en número creciente.
¿Cómo sor-

San Juan Bautista, del Museo de Bellas Artes de Cádiz.


San Marcos, del Museo de Bellas Artes de Cádiz.


San Hugo, obispo de Lincoln, del Museo de Bellas Artes de Cádiz.

 prenderse de que la envidia había de morder­le en lo más vivo? Un colega eminente suyo, Alonso Cano, suscitó la cuestión de que su­friera un examen previo de peri­cia profesional a través de la corporación sevillana de pinto­res para poder utilizar el título de maestro pintor. Empezó a propagarse su fama y los nue­vos contratos se sucedieron. Los jesuitas de Sevilla, la pa­rroquia de Llerena, los francis­canos de Arcos de la Frontera, la Cartuja de Jerez y la de Sevi­lla, el monasterio jerónimo de Guadalupe figuraban ya en el inmenso repertorio de su taller doméstico. Y no era sólo ese mercado en aumento el que lo reclamaba, sino que inició tam­bién la exportación masiva de sus lienzos a los conventos de la América española. A Lima envió 38 pinturas religiosas y 12 mitológicas. Para Buenos Aires se embarcaron 63 lienzos, en su mayoría de temas religiosos. Acaso su condición de extreme­ño hubo de influir en esa copio­sa y nueva vertiente

Visión de san Pedro Nolasco, del Museo del Prado.

Hércules, del Museo del Prado.

La Anunciación, del Museo del Prado.

 comercial de su trabajo. Al fin y al cabo no había en esos años lugar grande o pequeño de las Extremaduras que no tuviese algunos vecinos metidos de lleno en las fabulosas hazañas de la conquista americana. Más debió halagarle todavía recibir el encargo de pintar 12 grandel lienzos para el llamado Salón de los Reinos del palacio de Buen Retiro madrileño.
En 1644 se casa por tercera vez Zurbarán con Leonor de Tordera, viuda, de 28 años, de conocido linaje de orfebres. Le dio al pintor seis hijos, que murieron todos prematuramente.
Ya en el mediodía de su vida y de su creatividad se instaló er Madrid. Es interesante conocer documentalmente el proceso de los cobros, muchas veces retra­sados, de sus grandes clientes contractuales. Zurbarán era un minucioso y tenaz administra­dor. Tendría seguramente mu­chos gastos familiares. A los 64 años se sintió poco a poco des­fallecer en su vitalidad. Poco después otorgó testamento en Madrid, cuyo texto va precedi­do de una fervorosa afirmación de su fe y de su esperanza en el abrazo de Dios. El 27 de agosto de 1664 falleció en Madrid. El inventario de sus bienes es de­tallado, y dentro de su nivel so­cial medio aparecen muebles, telas y objetos de rara y valiosa calidad, así como cierto núme­ro de lienzos suyos. Se ha dicho y escrito que había muerto en la
pobreza, en contraste con otros pintores españoles de esa épo­ca. Sin embargo, de sus parti­ciones testamentarias se traslu­ce que no dejó deudas, sino cré­ditos pendientes a su favor.
Enumerar este prosaico re­lato de la trayectoria vital del artista encierra, a mi juicio, bastante interés. Zurbarán apa­rece como un completísimo profesional, dominador de las formas, mágico combinador de colores y poseedor inmanente de los más remotos secretos de la luz. Junto a esa panoplia de atributos excelsos que se mani­fiestan a través de su pincel y su paleta hay siempre un hálito misterioso que envuelve en li­rismo la egregia sobriedad de su pintura.


Jesús entre los doctores, del Museo de Sevilla.


El Pais Semanal



























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