martes, 15 de mayo de 2012

Madera fundacional de la novela gráfica

Frans Masereel fue un caricaturista político, pacifista y antifascista, experto grabador y sin vínculos con el comic industrial de su época. La reedición de La ciudad (1925) deja ver su enorme influencia en la eclosión del género de los últimos años.





Por Valentín Vañó
ESTE HERMOSO y extraño artefacto gráfico llamado La ciudad, que Nórdica ha recuperado en for­mato de miniatura fascinante, era en 1925 un libro cargado de futuro, aunque han sido necesarios noventa años para entenderlo y encajarlo real­mente en un contexto teórico e históri­co. Su autor, Frans Masereel (1889­1972), no fue en absoluto un dibujante de tebeos, sino un artista camarada de intelectuales como Stefan Zweig y Geor­ge Grosz. La consideración de sus nove­las en imágenes como antecedentes de la actual historieta artística, de la llama­da novela gráfica, tiene que ver con la revelación y consolidación de una "histo­ria secreta de los cómics", en palabras de Art Spiegelman:
Frans Masereel (Blankenberge, Bélgi­ca, 1889-Aviñón, Francia, 1972) fue un caricaturista político, sin vínculos con el cómic industrial de su época. Militante pacifista y antifascista, era un experto en la técnica del grabado en madera o xilo­grafía, que utilizó para realizar sus nove­las en imágenes: historias gráficas sin diálogos formadas por reproducciones de grabados a página completa. Así desa­rrolló libros visuales y narrativos como Mon Livre d'heures (1919) o Un fait di­vers (1920), hasta completar cincuenta títulos a lo largo de su vida. La ciudad (La vine, 1925) supone una hermosa ano­malía en la trayectoria de Masereel, por su desafección de las convenciones na­rrativas: del argumento, nudo y desenla­ce. Este libro es como un gran edificio con múltiples puertas de acceso, tantas como las 110 ilustraciones que lo compo­nen. En La ciudad, Masereel traslada al lector a las calles, centros de trabajo, hos­pitales, escuelas, iglesias, teatros, salo­nes de baile o prostíbulos de la metrópo­li, dando cuenta de la cotidianidad, ocio, desesperación o intimidad sexual de sus habitantes. Un retrato integral de un per­sonaje, la urbe moderna, que se muestra arquitectónicamente amenazante, abiga­rrada de elementos, abarrotada de seres.
El expresionismo no reconocido de Frans Masereel alcanza en La ciudad su máxima intensidad. Belga de nacimien­to, el artista no quiso vincularse a ese movimiento de vanguardia, esencialmen­te alemán, aunque ya en 1927 el escritor Lothar Lang le incluyó en un índice de autores. Si bien la tortuosa tensión vi­sual de películas como El gabinete del doctor Caligari (1920) se siente en la obra de Masereel, su gran vínculo con el expresionismo lo proporciona el uso del grabado sobre madera. El cruce de ca­minos donde el artista desarrolla su obra resulta hoy especialmente atrayente. Con
la actual perspectiva, podemos relacio nar a Masereel con un modo diferente de hacer cómic, pero en su momento
sus libros gráficos sin palabras y sin pá­ginas divididas en viñetas, recordaban sobre todo al cine mudo. Hay corrientes comunicantes entre las novelas en imá­genes y la sinfonía urbana, un primi­genio género cinematográfico, que se caracterizaba por su frecuente falta de argumento y amplia ambición descripti­va de la ciudad moderna. También, pues, en películas como Berlin. Die Sinfo­- nie der Grosstadt (Walther Ruttmann, 1927) o Á propos de Nice (Jean Vigo, 1930) pudiera rastrearse la influencia de Frans Masereel.
Stefan Zweig dijo que sería posible "reconstruir el mundo contemporáneo",si "tan solo quedaran los grabados que ha creado Masereel". Así de honda era la admiración por la obra del artista en su época. La admiración por el hombre la define bien Thomas Mann, quien le des­cribió en el prólogo para uno de sus li­bros como el "artista verdaderamente moderno, auténtico habitante de las me­trópolis, niño ávido de novedades, de entusiasmo fácil, hambriento siempre y siempre receptivo", entre otras lindezas.

Explorador del arte secuencial
PARA CONTEXTUALIZAR el valor renovado de Masereel y La ciudad en el nuevo cómic, es necesario considerar las salu­dables tensiones que se están producien­do en el ámbito de su estudio teórico. He aquí una paradoja: en 1978, Will Eisner realizó su novela gráfica esencial, Contra­to con Dios, según confesión pública pos­terior, tratando de imitar la riqueza ex­presiva de los libros de Masereel y otros creadores de novelas en grabados como Lynd Ward u Otto Nückel. Pero, durante décadas, las obras históricas convencio­nales sobre cómic, como la española La historia de los cómics (Toutain Editor, 1983-1984), ni siquiera referenciaban a Masereel en su índice de autores. Ha sido en los últimos años, con ensayos como Wordless Books. The Original Graphic No­vels, de David A. Beronä (Abrams, 2008), o La novela gráfica, de Santiago García (Astiberri, 2010), cuando empezamos a vislumbrar la labor de pionero que Mase­reel llevó a cabo. Scott McCloud, dibujan­te ' y teórico, ha descrito a Masereel y Ward como "enlaces perdidos" en el de­sarrollo de los cómics.
La tesis que Spiegelman sugiere al ha­blar de "historia secreta,", y que Santiago García explicita en La novela gráfica, ar­gumenta la existencia de una tradición subterránea de narradores gráficos que han elaborado su obra al margen del sis­tema convencional del cómic. Y que, aun­que no de forma directa ni voluntaria, sino lateral y en perspectiva, su influen­cia puede vincularse a la eclosión de la novela gráfica contemporánea. En ese contexto, Masereel es un artista esencial.-Casi un siglo más tarde, hemos podido entender el poderío de sus marcas en la madera, de ese grafismo crudo y huma­nista que está moldeando la historieta del presente. Su trascendencia está, pues, vinculada también a las reedicio­nes actuales de otras novelas en graba­dos u obras relacionadas: Six Novels in Woodcuts, de Lynd Ward (The Library of America, 2010); y en España, las Tres no­velas en imágenes, de Max Ernst (Atalan­ta, 2008), y El fue malo con ella, de Milt Gross (Libros de Papel, 2011).

La ciudad Frans Masereel. Nórdica Libros. Ma­drid. 2012. 120 páginas. 15 euros.

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