Batman, el vigilante enmáscarado, última repesca del cine de la saga de justicieros esquizofrénicos.
CARLES SANTAMARÍA
Batman sobrevuela, desde el viernes, los cines españoles. Este sujeto esquizofrénico, con tendencias depresivas, sustituye a Supermán en la saga de justicieros de calzón largo que, nacidos en los refugios cuadrangulares de la viñeta, han regresado a la pantalla grande donde la tecnología del eine refuerza sus insólitas habilidades para volar, luchar y, en definitiva, vencer.
Una infinidad de héroes enmascarados, caracterizados con llamativas indumentarias, han asolado las viñetas de los comics norteamericanos desde la llegada de Superman a la tierra, hace ya más de 50 años. Algunos de estos personajes poseen poderes sobrehumanos, fruto de su procedencia extraterrestre o de alguna mutación sufrida por su organismo en singulares accidentes. Otra de sus características suele ser la doble personalidad, ya que mientras el deber no los requiere son unos ciudadanos corrientes. Su misión no ha sido otra que salvaguardar el orden establecido, lo que les ha llevado a combatir las maquinaciones de los villanos más perversos, y no menos pintorescos que sus antagonistas.
La tradicional lucha del bien contra el mal tiene en estas historietas una interesante reedición. Superman y Batman, paradigmas respectivamente del super-héroe y del vigilante enmascarado, han utilizado sus poderes y recursos tecnológicos para impedir que malvados como Lex Luthor y el Joker llevaran a cabo sus planes. Millones de lectores han confiado la salvaguardia de la bandera, la vida y las propiedades en las manos de estos justicieros de calzón largo. Su aparición al final de la década de los treinta en Estados Unidos fue providencial para la sociedad norteamericana, sumida todavía en los efectos de la depresión y temerosa de las posibles consecuencias de la guerra en Europa.
Los superpoderes de Superman animaban a los norteamericanos a pensar que ninguna potencia extranjera podría amenazar la seguridad de su país, ya que ellos tenían al hombre de acero para protegerlo. Batman, por su parte, se cuidaba desde los tejados de Gotham City de que ningún maleante atentara contra la bolsa o la vida de ciudadano honrado alguno. Jerry Siegel y Joe Shuster, creadores de
Superman, fueron repetidamente a los tribunales para que se les reconocieran sus derechos sobre el personaje. Ante los fallos desfavorables de la justicia, Siegel manifestó en una ocasión con ironía que albergaba la esperanza de que "Superman irrumpiese e hiciese algo para resolver el tema".
Cuando el milenio toca a su fin, estos veteranos justicieros siguen en activo, ya que la edad no es un problema vital para los héroes de papel. Sin embargo, el tiempo no pasa en balde y bajo sus siluetas se esconden profundas cicatrices. "No estamos en los viejos tiempos", le dice Superman a Batman, un ser amargado y vengativo en el comic The dark knight, obra del dibujante y guionista Frank Miller. Pero Batman no hace caso de las palabras de su amigo, ya que para él continúa siendo lícito cualquier método para combatir el crimen. No ha olvidado el juramento de dedicar su vida a este fin, que hizo ante los cadáveres de sus padres, asesinados delante suyo cuando era niño.
Esquizofrenia
La doble personalidad de muchos de estos héroes de los tebeos no es siempre una realidad que ellos asumen fácilmente. Bruce Wayne es un millonario filántropo de día, mientras que de noche se disfraza de hombre-murciélago "para aterrorizar los corazones supersticiosos de los maleantes", como él mismo señala. A la luz del sol, Bruce Wayne desarrolla una intensa actividad desde su fundación para reintegrar en la sociedad a las ovejas descarriadas y mitigar el sufrimiento de pobres y enfermos. Las buenas maneras desaparecen en las tinieblas de la oscuridad, donde su vampiresca personalidad se ensaña con los reincidentes.
Aparentemente, son dos facetas complementarias de la actividad que desarrolla para lograr un objetivo común: la estabilidad social. Sin embargo, Batman absorbe a Bruce Wayne y la violencia se acaba por imponer, no como un medio sino como un fin. En el combate final de La broma asesina, con guión de Alan Moore y dibujos de Brian Bolland, el Joker le echa en cara a Batman que en el fondo ambos son igual de sádicos y que la única diferencia entre ellos es que cada uno causa el dolor a los demás desde un lado de la ley distinto. "Necesitas seguir pretendiendo que la vida tiene sentido, que hay una razón en toda esta lucha", le dice.
Spiderman es un superhéroe moderno, nacido de la mano de Stan Lee y Steve Ditko en 1962.
Su historia se inicia cuando Peter Parker adquiere unos denominados poderes arácnidos de forma accidental y se convierte en el hombre-araña. En la historieta Ser o no ser, Peter decide abandonar su otra personalidad, ya que su situación emocional y económica se ha hecho insostenible. "¡He estado engañándome! ¡Jugando como un niño!", exclama. Pero su otro yo se revela en su interior y finalmente tiene que comprar el vestuario de hombre-araña que había vendido en una casa de empeño.
No menos compleja es la situación de Daredevil, un héroe ciego que ha desarrollado sus otros cuatro sentidos de una forma extraordinaria. La desbordante imaginación de Stan Lee y su capacidad para dotar de una faceta verdaderamente humana a sus héroes enmascarados tiene en este personaje un ejemplo muy interesante. Matt Murdoch es la otra identidad de Daredevil y su profesión es la abogacía, aunque, como resulta evidente, no se conforma con dirimir ciertos pleitos en los tribunales.
Algunos de estos seres nacieron como un refuerzo de las fuerzas de seguridad del Estado y muchos de ellos se han convertido en incontrolables y peligrosos para los gobiernos que apoyaron sus actividades. The watchmen,de Frank Miller, plantea lo incómodos que pueden resultar unos vigilantes que entraron a saco contra el crimen organizado en Nueva York y se comportaron, algunos de ellos, como unos matarifes en Vietnam. Ante los desmanes que provocan sus acciones justicieras, las paredes de la ciudad aparecen llenas de pintadas con este lema: "¿Quién vigila a los vigilantes?".
Aquí es donde aparece la figura del presidente de Estados Unidos, un recurso muy utilizado por Frank Miller. Ronald Reagan aparecía en The dark knight como un gobernante senil, que pide a Superman que frene a Batman con estas palabras: "El mundo ha cambiado, hijo. No es
como en los viejos tiempos. Ojalá fuera así. Le daría una medalla. ¿Quieres una, hijo?". Adrián, uno de los vigilantes de The watchmen, justifica el asesinato colectivo de la población de Nueva York como el único medio para que el mundo se dé cuenta de los efectos devastadores que tendría una guerra nuclear. Este personaje no duda en justificar su crimen amparándose en una frase de un discurso de John F. Kennedy, que dice así: "Nosotros, en este país, en esta generación, somos por destino, más que por elección, los vigilantes de la libertad mundial".
Adaptaciones franquistas
Sorprenden algunos de estos comics de superhéroes por las cuestiones tan sugerentes que plantean, lo que les confiere un extraordinario atractivo en la actualidad. Bastantes héroes de calzón largo se han despojado de su disfraz para mostrar sus contradicciones y angustias, y han dejado de portarse como seres indestructibles y, por ello, insensibles al dolor. El enorme éxito comercial de que vuelven a disfrutar los comicbooks de superhéroes ha convertido a estos personajes en salvadores de una industria editorial que no había atravesado un buen momento en Estados Unidos durante la década de los setenta. Marvel y DC son los dos colosos que lanzan a sus guerreros a las viñetas para que se enfrenten a la siempre dificil misión de conquistar una porción del mercado.
España se ha convertido en los últimos años en uno de los países donde se publican más colecciones de superhéroes norteamericanos, que alcanzan el medie centenar, a pesar de que en el pasado no gozaron de excesiva popularidad. La aparición de Superman coincidió con el triunfo del bando franquista en la guerra civil. El modelo de superhombre que propugnaba el régimen no poseía poderes sobrenaturales, ya que estas facultades estaban reservadas únicamente a Dios. Sus características se basaban en cualidades como el patriotismo, la religión y la valentía.
La censura hizo que Superman se editara con el nombre de Ciclón, el superhombre en el que sus facultades innatas, y por ello sustantivas, pasaban a ser de orden adjetivo. El Guerrero del Antifaz, un abnegado cruzado cristiano, era el modelo que el régimen quería para los tebeos.
Articulo de El Pais, domingo 1 de octubre de 1989
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