sábado, 31 de marzo de 2012

Héroes de calzón largo.

Batman, el vigilante enmáscarado, última repesca del cine de la saga de justicieros esquizofrénicos.

CARLES SANTAMARÍA
Batman sobrevuela, desde el viernes, los cines españoles. Este sujeto esquizofrénico, con ten­dencias depresivas, sustituye a Supermán en la saga de justicie­ros de calzón largo que, nacidos en los refugios cuadrangulares de la viñeta, han regresado a la pan­talla grande donde la tecnología del eine refuerza sus insólitas ha­bilidades para volar, luchar y, en definitiva, vencer.
Una infinidad de héroes en­mascarados, caracterizados con llamativas indumentarias, han asolado las viñetas de los comics norteamericanos desde la llega­da de Superman a la tierra, hace ya más de 50 años. Algunos de estos personajes poseen poderes sobrehumanos, fruto de su pro­cedencia extraterrestre o de algu­na mutación sufrida por su orga­nismo en singulares accidentes. Otra de sus características suele ser la doble personalidad, ya que mientras el deber no los requiere son unos ciudadanos corrientes. Su misión no ha sido otra que salvaguardar el orden estableci­do, lo que les ha llevado a com­batir las maquinaciones de los vi­llanos más perversos, y no menos pintorescos que sus antago­nistas.
La tradicional lucha del bien contra el mal tiene en estas histo­rietas una interesante reedición. Superman y Batman, paradig­mas respectivamente del super-héroe y del vigilante enmascara­do, han utilizado sus poderes y recursos tecnológicos para impe­dir que malvados como Lex Lut­hor y el Joker llevaran a cabo sus planes. Millones de lectores han confiado la salvaguardia de la bandera, la vida y las propieda­des en las manos de estos justi­cieros de calzón largo. Su apari­ción al final de la década de los treinta en Estados Unidos fue providencial para la sociedad norteamericana, sumida todavía en los efectos de la depresión y temerosa de las posibles conse­cuencias de la guerra en Europa.
Los superpoderes de Super­man animaban a los norteameri­canos a pensar que ninguna po­tencia extranjera podría amena­zar la seguridad de su país, ya que ellos tenían al hombre de acero para protegerlo. Batman, por su parte, se cuidaba desde los tejados de Gotham City de que ningún maleante atentara contra la bolsa o la vida de ciuda­dano honrado alguno. Jerry Siegel y Joe Shuster, creadores de



Superman, fueron repetidamente a los tribunales para que se les reconocieran sus derechos sobre el personaje. Ante los fallos des­favorables de la justicia, Siegel manifestó en una ocasión con ironía que albergaba la esperan­za de que "Superman irrumpiese e hiciese algo para resolver el tema".
Cuando el milenio toca a su fin, estos veteranos justicieros si­guen en activo, ya que la edad no es un problema vital para los hé­roes de papel. Sin embargo, el tiempo no pasa en balde y bajo sus siluetas se esconden profun­das cicatrices. "No estamos en los viejos tiempos", le dice Superman a Batman, un ser amargado y vengativo en el comic The dark knight, obra del dibujante y guionista Frank Miller. Pero Batman no hace caso de las pala­bras de su amigo, ya que para él continúa siendo lícito cualquier método para combatir el crimen. No ha olvidado el juramento de dedicar su vida a este fin, que hizo ante los cadáveres de sus padres, asesinados delante suyo cuando era niño.
Esquizofrenia 
La doble personalidad de muchos de estos héroes de los tebeos no es siempre una realidad que ellos asumen fácilmente. Bruce Wayne es un millonario filántropo de día, mientras que de noche se disfraza de hombre-murciélago "para ate­rrorizar los corazones supersti­ciosos de los maleantes", como él mismo señala. A la luz del sol, Bruce Wayne desarrolla una in­tensa actividad desde su funda­ción para reintegrar en la socie­dad a las ovejas descarriadas y mitigar el sufrimiento de pobres y enfermos. Las buenas maneras desaparecen en las tinieblas de la oscuridad, donde su vampiresca personalidad se ensaña con los reincidentes.
Aparentemente, son dos face­tas complementarias de la activi­dad que desarrolla para lograr un objetivo común: la estabilidad social. Sin embargo, Batman ab­sorbe a Bruce Wayne y la violen­cia se acaba por imponer, no como un medio sino como un fin. En el combate final de La broma asesina, con guión de Alan Moo­re y dibujos de Brian Bolland, el Joker le echa en cara a Batman que en el fondo ambos son igual de sádicos y que la única diferen­cia entre ellos es que cada uno causa el dolor a los demás desde un lado de la ley distinto. "Nece­sitas seguir pretendiendo que la vida tiene sentido, que hay una razón en toda esta lucha", le dice.
Spiderman es un superhéroe moderno, nacido de la mano de Stan Lee y Steve Ditko en 1962.
Su historia se inicia cuando Peter Parker adquiere unos denomina­dos poderes arácnidos de forma accidental y se convierte en el hombre-araña. En la historieta Ser o no ser, Peter decide aban­donar su otra personalidad, ya que su situación emocional y económica se ha hecho insosteni­ble. "¡He estado engañándome! ¡Jugando como un niño!", excla­ma. Pero su otro yo se revela en su interior y finalmente tiene que comprar el vestuario de hombre-araña que había vendido en una casa de empeño.
No menos compleja es la si­tuación de Daredevil, un héroe ciego que ha desarrollado sus otros cuatro sentidos de una for­ma extraordinaria. La desbor­dante imaginación de Stan Lee y su capacidad para dotar de una faceta verdaderamente humana a sus héroes enmascarados tiene en este personaje un ejemplo muy interesante. Matt Murdoch es la otra identidad de Daredevil y su profesión es la abogacía, aunque, como resulta evidente, no se conforma con dirimir cier­tos pleitos en los tribunales.
Algunos de estos seres nacie­ron como un refuerzo de las fuer­zas de seguridad del Estado y muchos de ellos se han converti­do en incontrolables y peligrosos para los gobiernos que apoyaron sus actividades. The watchmen,de Frank Miller, plantea lo incó­modos que pueden resultar unos vigilantes que entraron a saco contra el crimen organizado en Nueva York y se comportaron, algunos de ellos, como unos ma­tarifes en Vietnam. Ante los des­manes que provocan sus accio­nes justicieras, las paredes de la ciudad aparecen llenas de pinta­das con este lema: "¿Quién vigila a los vigilantes?".
Aquí es donde aparece la figu­ra del presidente de Estados Uni­dos, un recurso muy utilizado por Frank Miller. Ronald Rea­gan aparecía en The dark knight como un gobernante senil, que pide a Superman que frene a Bat­man con estas palabras: "El mundo ha cambiado, hijo. No es





como en los viejos tiempos. Oja­lá fuera así. Le daría una meda­lla. ¿Quieres una, hijo?". Adrián, uno de los vigilantes de The watc­hmen, justifica el asesinato colec­tivo de la población de Nueva York como el único medio para que el mundo se dé cuenta de los efectos devastadores que tendría una guerra nuclear. Este perso­naje no duda en justificar su cri­men amparándose en una frase de un discurso de John F. Kenne­dy, que dice así: "Nosotros, en este país, en esta generación, so­mos por destino, más que por elección, los vigilantes de la liber­tad mundial".
Adaptaciones franquistas 
Sorprenden algunos de estos co­mics de superhéroes por las cues­tiones tan sugerentes que plan­tean, lo que les confiere un extra­ordinario atractivo en la actuali­dad. Bastantes héroes de calzón largo se han despojado de su dis­fraz para mostrar sus contradic­ciones y angustias, y han dejado de portarse como seres indestruc­tibles y, por ello, insensibles al do­lor. El enorme éxito comercial de que vuelven a disfrutar los comic­books de superhéroes ha converti­do a estos personajes en salvado­res de una industria editorial que no había atravesado un buen mo­mento en Estados Unidos duran­te la década de los setenta. Mar­vel y DC son los dos colosos que lanzan a sus guerreros a las viñe­tas para que se enfrenten a la siempre dificil misión de conquis­tar una porción del mercado.
España se ha convertido en los últimos años en uno de los países donde se publican más co­lecciones de superhéroes norte­americanos, que alcanzan el me­die centenar, a pesar de que en el pasado no gozaron de excesiva popularidad. La aparición de Su­perman coincidió con el triunfo del bando franquista en la guerra civil. El modelo de superhombre que propugnaba el régimen no poseía poderes sobrenaturales, ya que estas facultades estaban reservadas únicamente a Dios. Sus características se basaban en cualidades como el patriotis­mo, la religión y la valentía.
La censura hizo que Super­man se editara con el nombre de Ciclón, el superhombre en el que sus facultades innatas, y por ello sustantivas, pasaban a ser de or­den adjetivo. El Guerrero del Antifaz, un abnegado cruzado cristiano, era el modelo que el ré­gimen quería para los tebeos.  

Articulo de El Pais, domingo 1 de octubre de 1989


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