viernes, 24 de febrero de 2012

Ricardo Sanfeliz

El Arte como reposo del guerrero






Un hombre que es una extraña simbiosis: militar y artista, duro y blando, un algo arisco y un mucho cordial. Depende de cómo se le conozca, y depen­de de cuánto tiempo haga y en qué circunstancias. Para mí personalmente, como vieja pieza del de­corado de Selecciones Ilustradas que soy, Sanféliz es un personaje entrañablemente extraño y desen­cajado del ambiente que era aquella S. I. de los años 60. Un militar cuarentón entre un grupo de chavales de lo más desmelenado e indisciplinado es realmente un contraste que ahora, con el paso de los años, se hace aún más acusado. Y, veinte años más tarde, cuando uno tiene la edad que Sanféliz tenía en aquella época y cuando él es un hombre retirado que vive una existencia tranquila y apaci­ble, en su casa, rodeado por su esposa y sus hijos, el reencuentro es una especie de análisis y de exa­men de conciencia con respecto a los cambios que los años pueden obrar en nosotros. Antes que nada, entremos en materia con unos datos biográficos que nos evitarán que la conversación discurra por otros cauces que no sean los de un agradable reen­cuentro con un amigo que se nos perdió de vista casi veinte años atrás.





— ¿Qué fue antes, el huevo o la galli­na? ¿Fuiste antes dibujante o militar? —Pues no fue ni el huevo ni, la gallina, fue la vaca. Yo, ya de muy pequeño, dibujaba vacas, unas vacas con las tetas muy gordas. Pero, en realidad, las dos vocaciones fueron muy simultáneas. Cuando ingresé en la Academia Mi­litar, en Zaragoza, seguí dibujando. Pero la verdad es que el dibujo lo lle­vaba dentro y la vocación militar tam­bién, porque en mi familia, desde siem­pre, ha habido militares.
—Entonces, ¿fue a causa de tu entrada en la Academia Militar cuando se pro­dujo el, nacimiento de tu interés por el tema del soldado y el caballo?
—Lo de los caballos fue posterior a mi salida de la Academia. Estuve tanto tiempo viéndolos a diario que acumulé muchas imágenes que luego desarrolla­ría en mis cuadros.
Lo que parece evidente es que, si entraste en la Academia Militar muy joven, no tuviste ningún tipo de estu­dios artísticos.
-No, en absoluto. He sido siempre ab­solutamente autodidacta. Mis cuadros y mis dibujos han nacido de la obser­vación diaria, de la vida real. Muchas veces me han hecho la observación de que mis jinetes y sus monturas están siempre en unas posturas muy natura­les, y es que el que piensa que los caba­llos y los jinetes tienen que estar siem­pre en posturas triunfalistas, por decir­lo así, es que no saben nada de jinetes ni de caballos.
—Claro, porque eso sólo está en monu­mentos como el del Espartero y su fa­moso caballo, lo cual no es muy co­rriente.
—Exactamente. Lo más bonito de la postura de jinete y caballo es cuando se han pegado una marcha larga y están hartos de andar. Esa es una pos­tura completamente relajada, opuesta a la triunfalista. Cuando el jinete saca los pies de los estribos, cuando acari­cia el cuello del caballo. Esas no son posturas triunfalistas, sino muy autén­ticas.
—Ya me has dicho que el antecedente militar ha estado siempre en tu familia. Pero ¿hubo también antecedentes ar­tisticos?
Sí, un tío abuelo mío, hermano de la madre de mi madre, Federico Xaudaró, un dibujante que hacía el chiste diario en el periódico ABC. Mi padre le pre­guntó si había que dejarme seguir di­bujando, yo tenía entonces unos once o doce años, y él le respondió qu ha­bía que dejarme un par de años más a
ver por dónde tiraba yo. Pero estalló la guerra, mataron a mi padre y regresé en la Academia Militar, que era lo que en realidad a mí me gustaba.
-Y eso, ¿te descubrió también poco un cierto universo plástico? 
—Pues sí, me descubrió el universo del desierto, muy interesante para pintar. Estuve en la Policia Indígena del Sahara.
En ese tiempo hice dos exposiciones en Madrid y tuve mucha suerte, por­que lo vendí prácticamente todo. Aparte de eso, posteriormente, comen­cé a dibujar soldados de a pie, y tam­bién carros de combate, camiones y material bélico, y con eso me pasé dos o tres años. A mí, en la cuestión de encargos, siempre me han encasillado mucho.
-¿No has sentido nunca el deseo de moverte en otros campos y pintar otros temas más libres, como retratos, bodegones o paisajes?
—Paisajes he hecho bastantes, y tam­bién por encargo. Cosas para amigos y particulares. He hecho un poco de todo.
- Pero si por un momento hicieras abs­tracción y te olvidaras de las cosas que has pintado porque tu carrera te pre­disponía a ello o tus amigos te lo encargaban, ¿qué es lo que realmente te hubiera gustado pintar?




-Pintar señoras estupendas.
–Eso es porque pintabas vacas con te­tas gordas. (Risas)
–Te contaré por qué. Un día, visitando el estudio de Petronius, que es muy amigo mío, estaba pintando un cuadro de una señora, desnuda, y en un mo­mento dado me dijo: "Es que tú dis­frutas pintando aviones". Y yo le con­testé: "Sí, pero no tanto como tú pintando señoras en pelotas", porque en aquel momento tenía a la modelo en el estudio. Yo, entretanto, pintaba caba­llos.
– ¿Cómo te sentían tú en Selecciones Ilustradas, en los años 60 y siendo ya todo un militar de carrera, en un am­biente como aquel, lleno de gente muy joven y muy loca?
Bueno, pues al principio me sentí un poco incómodo. Pero luego, como siempre me ha gustado hablar con todo el mundo y nunca me he sentido al margen, pues empecé a charlar con unos y con otros.
--Pero, ¿llegaste a sentirte integrado con aquella gente?
–Pues sí, con unos más y con otros menos. Con quien más hablaba era con Fernando.
- ¿Cómo llegaste a conectar con Selec­ciones Ilustradas?
–Al destinarme a Barcelona, trabajé para Ediciones Toray. En esta última empresa, en la que hacía portadas para las novelas de Hazañas Bélicas y Rela­tos de Guerra, me aconsejaron que me pusiera en contacto con una agencia que acababa de inaugurarse, y que era precisamente SI Recuerdo que el pri­mer día que llamé a la puerta me reci­bió Toutain, con una escoba entre las manos, barriendo, porque aquello se acababa de reformar y pintar. Me dijo que volviera un par de semanas des­pués, y empezamos a colaborar. Pri­mero fue en historieta, que se me daba muy mal, y un día Toutain vio unas cosas a color que yo llevaba en una carpeta. Me dijo: " ¡Haber empezado por ahí!", y comencé a hacer portadas. Primero para España, luego para Arti­ma, en Francia, luego para Checkley y Fleetway, en Gran Bretaña, algunas cosas para Italia, en el Corriere dei Pic­coli... Luego el flujo de trabaio fue aflojando y, sin ningún problema por parte de S.I. ni por la mía, la colabora­ción se cortó. Yo seguí haciendo mis cuadros de jinetes y caballos y algunas otras cosas.
-Entre ellas, según me consta, dos co­lecciones de sellos que te dieron mu­chas satisfacciones.
–Sí, es cierto. Una fue la de deportes olímpicos que me encargó Samaranch, entonces Delegado Nacional de Depor­tes, para la Olimpiada de Méjico de 1968, por uno de cuyos sellos me, die­ron el premio el segundo sello más bo­nito del año, y la otra colección fue una serie de 45 ilustraciones sobre uniformes militares.
- Y a continuación, ¿qué vino?
–Un poco de todo. Colecciones de postales, encargos de particulares, li­bros como el de Caballería... eran los temas que más: conocía y por los que más se interesaba la gente.
–En resumen, siempre temas ligados a tu carrera de militar. Ahora, una vez retirado, ¿en qué términos te planteas la continuidad de tu faceta artística?
Pues mira, de momento me lo he to­mado con mucha tranquilidad. Por motivos de salud, descanso mucho, me gusta la cama y la pintura me la tomo un poco como un ejercicio de descanso y de relajación. Seguiré trabajando con calma, prepararé otra exposición, para la que ya tengo algún material, y espe­ro que tenga tanto éxito como la últi­ma que presenté recientemente en Grifé & Escoda, en Barcelona, y en la que vendí prácticamente todo lo que expuse.
–Aparte de la tendencia en la que te has encasillado, o quizá mejor en la que te han encasillado tus clientes pro­fesionales o particulares, ¿a qué ilus­tradores o pintores admiras, qué tipo de pintura no has hecho y quizá te hu­biera gustado hacer?
-Me es muy difícil apartar mis prefe­rencias de lo que yo mismo he hecho. Me gustan los especialistas franceses en temas militares, como Detaille, y en segundo lugar muchos de los ilustradores que tú conoces muy bien, como Josep M. Miralles, Longarón, Petro­nius...
¿Por qué has seguido fiel al gouache y no has intentado otras cosas, otras técnicas puras o mixtas, como ahora se estila: óleo, acrílicos, cera...?
—Pues porque el gouache lo domino muy bien y el óleo y todo lo demás me cuesta mucho. No me planteo la técni­ca de la pintura como una conquista y como un desafío, sino como algo tran­quilo, que me gusta hacer y me relaja.
- Viviendo tantos años en un ambien­te tan rígido y estricto como lo es el mundo militar, ¿has encontrado faci­lidades o dificultades para desarrollar tu carrera artística?
—Siempre facilidades y ánimos. Tanto la temática de mi obra como los clien­tes que la han, adquirido pertenecían muchas veces a ése mundo, y creo que sería muy difícil desligar una cosa de la otra.
Entrevista y fotos:
Manel Domínguez Navarro






Ilustracion Comix Internacional nº28 



1 comentario:

Fernando Font de Gayà dijo...

Yo tuve el honor de ser uno de sus
asistentes, y guardo un muy grato recuerdo; el me animó en mis, entonces incipientes pinturas.
Toda su familia me deparó su amistad.
Fué una gran persona humana.
Y un incansable trabajador.
Loor a su memoria.