NADA ES LO QUE PARECE
¿Tiene demasiado sentido ilustrar una narración en la que la sugerencia de la imaginación ya ha determinado las imágenes? ¿Hay algo que añadir a las palabras de Paul Auster, para que con las ilustraciones de David Mazzucchelli, el relato "La ciudad de cristal" nos ofrezca nuevas lecturas? No, la verdad es que no. La primera de las novelas de la trilogía de Nueva York de Paul Auster sigue siendo la misma y su adaptación al comic una buena historieta más, que intenta ser fiel al relato original.
Entonces, ¿dónde radica el encanto de esta adaptación al comic? Lo interesante de este juego es establecer lazos de complicidad cultural en los diferentes medios. Quizás, algunos lectores habituales de Auster piquen el anzuelo y compren este comic gracias a un acto reflejo que les obliga a hacer un seguimiento de todo aquello que haga referencia a este autor. Puede, entonces, que recuerden que desde pequeños que no habían comprado un tebeo.
Los seguidores de David Mazzucchelli, dibujante que supo dar un toque underground al comic de superhéroes, quizás sientan curiosidad por conocer la obra de Auster y se enganchen a ella
gracias a este comic. Dentro de las hipótesis, esta historieta contribuye a ensanchar las miras culturales.
Pero sean cuales sean las motivaciones que lleven al lector a comprar la adaptación de "La ciudad de cristal", lo cierto es que nos hallamos ante una interesante reflexión de una de las sensaciones más trascendentales del ser humano: la soledad. Tanto da que ignoremos la novela original, como que los prejuicios culturales impidan leer un tebeo. El camino, aunque sea diferente, nos lleva a un lugar común: una historia que contar. Y en este espacio común es en el que se encuentran juntos el relato literario y el gráfico. Los dos medios están al servicio de contar una historia y ninguno de los dos, aunque usen artificios diferentes, desmerece del otro.
El protagonista de la obra lo ha perdido todo. Su mujer, su hijo y casi su propia identidad. Daniel Quinn es un escritor, antaño de culto, que se refugia, tras el desastre de su historia personal, en el anonimato que le proporciona el escribir novelas policíacas. El narrador de sus obras es a la vez otro personaje. La inconsciente confusión que le provoca su trabajo se traduce a su vida. Nada es lo que es. Quinn se cree protagonista de sus novelas en un deseo total de huir de sí mismo, acercándose de esta manera a la pérdida de la noción de la realidad, que es equivalente a la pérdida de la razón.
Mazzucchelli ha reflejado la sintonía áspera del relato. Su trazo nervioso, aunque no exento de cierta candidez, se ajusta perfectamente al tono de la novela de Auster. Mazzucchelli se encuentra bien con este trabajo. Está habituado a dibujar personajes de características similares a la de Daniel Quinn. El Batman de "Año 1" o el Daredevil de "Born Again", creados ambos por Frank Miller, son un claro ejemplo de cómo la esquizofrenia puede desequilibrar a un individuo.
La labor de Mazzucchelli ha sido allanada por el guionista Paul Karasik, que ha marcado exactamente el tempo de la acción tal como se encuentra en el libro. Karasik tampoco ha tenido problema con los pasajes más oníricos del libro, que también están muy definidos en el trabajo de Auster.
Aunque con el comic de "La ciudad de cristal" no se ha intentado hacer un trabajo de creación en el sentido de aportar nuevos giros al relato, la adaptación, que no versión, ha atrapado la atmósfera inquietante y en ciertos momentos angustiosa del libro de Auster.
La dificultad de la existencia, lo fácil que es cruzar la frontera de la cordura, la injusticia de la propia vida quedan reflejadas en estas páginas. Que las disfruten.
Jaume Vidal
Articulo incluido en el número uno de la trilogía de comics "La ciudad de cristal"
Un número de teléfono equivocado, una llamada que suena en mitad de la noche, desencadena una historia que cambiará la vida de un hombre y lo transformará en otro distinto. El hombre es Daniel Quinn, antaño escritor de prestigio, que tras perder lo que más quería en el mundo -su mujer y su hijo- ha ido renunciando a su propia identidad refugiándose bajo un seudónimo para escribir novelas policiacas. Un día, el error insistente de una persona que llama buscando al detective Paul Auster hace que Quinn decida asumir ese nombre y esa nueva personalidad. Recibe el encargo de proteger a Peter Stillmann de su padre, que lo mantuvo encerrado durante nueve años en una habitación oscura, totalmente aislado del mundo. Ahora el padre sale de la cárcel y Stillmann y su mujer temen por su propia vida.
Éste es el punto de arranque de La ciudad de cristal, la novela de Paul Auster adaptada al cómic por Mazzucchelli y Karasik. Un proyecto de enorme complejidad dadas las características del material original y del universo literario de Auster: un laberinto metalingüístico, un continuo juego de espejos entre el autor y el lector, entre el mundo interior de la novela y el mundo exterior, que ilustran la complejidad de entender el mundo mediante el lenguaje, la dificultad de la comunicación humana y la imposibilidad de conocernos a nosotros mismos y asumir las distintas personalidades que
todos llevamos dentro. Sólo por la dificultad del empeño y, sobre todo, por la manera de afrontarlo, este tebeo merece figurar entre lo más importante que se ha hecho en la década: Mazzucchelli y Karasik han conseguido algo tan difícil como mantenerse fieles al espíritu de la novela exprimiendo al máximo las virtudes propias de otro lenguaje, el de la historieta; lo que allí son recursos literarios y discursivos, con continuas digresiones verbales, aquí se convierte en pura imagen, en pura gramática visual. A pesar de tratarse de una obra de encargo que podía haberse quedado en una mera operación de "prestigio" cultural o de maquillaje literario, aprovechando el reclamo de Auster para conquistar otros terrenos, los autores han sabido hacer suyas las propuestas intelectuales de la novela y convertirlas en material de exploración e investigación gráfica. En definitiva: una adaptación abordada sin ningún complejo de inferioridad, que obvia el camino más fácil -es decir, quedarse solamente con la pura trama detectivesca y hacer un tebeo de género con tintes intelectualoides- y que asume de lleno el enorme reto que supone contar las ideas, transmitir los complejos pensamientos y discursos presentes en la novela mediante una arriesgada exploración de las amplias posibilidades de la narrativa gráfica.
ENRIQUE BONET
Articulo de la revista U#20 junio 2000
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