Hay quien aprovecha las pausas de los rodajes para hacer punto. Yo hago fotos". Así, por un motivo tan prosaico y tan poco misterioso como evitar el aburrimiento, Jeff Bridges descubrió el otro lado del objetivo y, de paso, su mirada oculta. Susan, su esposa desde hace 18años, fue quien le dio la excusa: le regaló una Widelux, una curiosa cámara panorámica que alumbra fotografías en blanco y negro en el formato cinemascope que se utilizaba en los años cincuenta. Divertido, Bridges adoptó la cámara como mascota. "Empecé a llevármela a los rodajes. como un simple hobby. Y si veía algo que me llamaba la atención, disparaba". Durante años, Bridges ni siquiera utilizó fotómetro: medía la luz
a ojo, por las bravas, y no se rompía la cabeza en cuestión de composición. Así capturó rodajes como A la mañana siguiente, Tucker, Los fabulosos Baker Boys, Texasville, El rey pescador, Sin miedo a la vida o Tormenta blanca, y así adoptó su nueva personalidad de mirón, tan respetuoso como indiscreto. Y resultó que Bridges no es un fotógrafo al uso, ni siquiera un aficionado como Dios manda. Resultó que Bridges, que ahora be‑
ne 46 años, no se limitaba a retratar el resplandor de Micheile Pfeiffer, la sonrisa de Cybill Shepherd o el glamour del star-system. No, en la cámara de Bridges, como por arte de birlibirloque, se cuelan también las trastiendas de los platós, los cables enredados en el suelo, las conversaciones casuales de los eléctricos, los reflectores arrinconados, la mirada perdida de una maquilladora cansada, una script tomando café, los gritos del equipo de producción y hasta los cinturones con herramientas que llevan los de efectos especiales. Bridges se infiltra en el rodaje como un duende silencioso y espía cuidadosamente lo que se cuece y cómo se cuece. Y al final de la película, a modo de disculpa, regala a cada miembro del equipo un libro con todas sus fotografías. Les ha robado el alma sin que se dieran cuenta, es cierto, pero tiene el detalle de devolvérsela envuelta en papel satinado. Su primera exposición profe sional se celebró en 1993, en una galería de San ta Mónica. Se titulaba Perdiendo la luz: foto grafías en e/ set y destinaba todos los beneficio: de sus ventas a End Hunger Network, una orga nización destinada a erradicar el hambre en E mundo sirviéndose de agresivas campañas di publicidad de la que Bridges es cofundador "Hace unos 15 años comprendí la gravedad de
Arriba, el director Peter Bodganovich prepara una toma de Texasville'. Abajo, Francis Ford Coppola recibe un relajante masaje durante el rodaje de Tucker, un hombre y su sueño'.
problema del hambre en el cundo", afirma. "La estadística que me abrió los ojos fue que cada tres días muere tanta gente de hambre como la que mató la bomba de Hiroshima. Hay que hacer algo: hay suficiente comida en el mundo, hay suficiente dinero y sabemos cómo acabar con el problema". La fotografía, sin embargo, no es la única vertiente artística de Bridges: también pinta -ha realizado varias exposiciones- y canta, compone y toca el piano, como demostró en Los fabulosos Baker Boys o en la banda sonora de John and Mary. Bridges ha recorrido un largo camino desde que saltó definitivamente a los brazos del gran público con 27 años, gracias al peludo King Kong y a una recién estrenada Jessica Lange. Desde entonces, más de 40 películas completan su currículo, adornado con nombres de grandes directores como Bodganovich, Huston, Coppola o Peter Weir, y con tres candidaturas al Oscar. Bridges, sin embargo, sigue sin alcanzar la categoría de megaestrella. "Gracias a. Dios", suspira complacido. "Nada me molestaría' más que eso". Criado a la sombra de dos instituciones de Hollywood -sus padres son Lloyd Dorothy Bridges-, el pequeño Jeff debutó en la pantalla grande con sólo ocho meses. Corría el año 1950, él llevaba pañales y Jane Greer le sostenía en brazos en The company she keeps. Luego vendrían varios episodios de la teleserie Sea Hunt junto a papá Lloyd, capítulos de Lassie y de The FBI, clases familiares de interpretación sentado en la cama después de cenar y muchos. muchos ensayos con su hermano Beau. "Mis padres son mis héroes", afirma Bridges. "Puedo hablar sobre ellos durante horas. Uno de sus consejos es: 'Haz una superproducción y engorda tu cuenta corriente de manera que luego puedas hacer lo que quieras'. Y he comprobado que tienen razón. Ahora puedo hacer lo que quiero". Lo que quiere, de momento, es estrenar cuanto antes El espejo tiene dos caras, película en la que ha podido retratar con su Widelux a su protagonista, directora y productora Barbra Streisand y la mítica Lauren Bacall, y pasar el mayor tiempo posible en su rancho de Montana, junto a sus tres hijas –de 14, 12 y 10 años– antes de enfrentarse con un nuevo reto: su debut como director con The giver, basada en un premiadísimo relato infantil. El equipo de The giver ya sabe lo que ocurrirá: durante el rodaje, sus almas les serán robadas, pero justo el último día Bridges se las devolverá impresas en blanco y negro, para luego publicarlas, exponerlas y venderlas para paliar el hambre en el mundo. / Texto: Koro Castellano
El Pais Semanal año 1996
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