martes, 31 de enero de 2012

Ilan Wolff y el Otro Lado del Espejo


 "Femme Debout" (1950). de Ilan Wolff.

MANUEL FALCES
Desde sus inicios en la fotografía (1981), primero en Amsterdam y años después en Nueva York, Ilan Wolff (Nahariya, Israel, 1955) recurrió a la fórmula más elemental de captar instantáneas: la cá­mara oscura, estenopeica o pinhole. Una manera de hacer fotos que instrumentali­za un bote de detergente, una caja de zapatos, el envase cilíndrico de un elec­trodoméstico o el interior de un co­che..., transformándolos en una máqui­na capaz de registrar imágenes y de crear un universo que nos transporte al otro lado del espejo de Alicia. "El Hole es el ojo (¿El tercer ojo?) que ve el mun­do y lo traslada al papel fotográfico, a través de los sueños en el espacio. El resultado presenta todo un planeta visto desde una caja a mi manera, a través de esa caja se convierte en un cuerpo que recibe y transmite fotografías. Un cuer­po primitivo, simple pero ingenioso". Desde la perspectiva técnica contempo­ránea del medio, pletórica de sofistica­ciones digitales y de hiperrealismos ba­nales, el recurrir a estos sistemas puede parecer una contradicción, cuando en realidad no es sino una catarsis que nos introduce en el mundo más puro de las raíces de la imagen fotográfica. Por ello, no es de extrañar que la exposición que Ilan Wolff montó en la Cité Internatio­nale des Arts con ocasión de la reciente Bienal Mois de la Photo á Paris (París, noviembre, 2000), titulada Camera Obscura á Paris —un trabajo realizado mediante latas de conserva y de un ve­hículo Renault Trafic, transformados en cámaras fotográficas—, resultara una de las de mayor éxito del catálogo de este evento.
"El pinhole me dio acceso a un univer­so que yo ya había experimentado, pero obviamente de forma inconsciente. Era un sistema de tiempo, movimiento, pers­pectiva de pasado, tiempos pasados y fu­turos, un movimiento de luz y cuerpo, una distorsionada perspectiva que con­tradecía la realidad. El pinhole suponía la posibilidad de crear mi propio espacio, basado en lo racional donde los sueños adquieren otra dimensión y vuelven a la realidad, un gran mundo a su manera".
El uso del tambor negro (da igual cual sea su procedencia: un envase de galletas, de ruedas de patines o cojine­tes...) como cámara "crea el espacio per­fecto. Las líneas y perspectivas se redon­dean, dando forma natural al espacio. Las cámaras modernas —analógicas o digitales— son cajas cuadradas cuyos marcos se dividen, y cortan, de manera específica, crean un marco artificial, irreal, con diseño estándar y no del mo­do con que nuestros ojos ven las cosas o el modo con que el ojo de la cámara lo ve", explica Wolff.
La obra de este artista está ligada necesariamente a un ámbito de reflexión que complementa su ruptura material con las leyes ópticas y de la objetividad, cuyo punto de partida radica entre la relación material del fotógrafo y el espa­cio que registra. "La realidad tal y como está reflejada en mis fotos, se traduce en una huella, en la evidencia de que yo he estado en cada sitio en el momento justo y, también, en la de mi presencia en conexión con el lugar y su realidad exis­tente".



 La plaza de la Bastilla, en Paris.

 Ilan Wolff tomó esta imagen  de los astilleros de Almeria.

 Sede del Museo Guggenheim de Nueva York.

 Wolff, sobre las vias de Almeria.

 Una de las tantas esquinas neoyorquinas, según Wolff.

Nueva York vista por el fotógrafo israeli.



EL MUNDO QUE SE ESCONDE EN UNA CAJA REDONDA
"La fotografía es un espejo que refleja la conexión entre la presencia física del fotógrafo y
el lugar, creando una serie de eslabones entre las dimensiones materiales y espirituales", explica el fotógrafo Ilan Wolff que comenzó trabajando como freelance para la revista Graphic Designer antes de hacerse responsable del Departamento de Fotografía del Neri Bloomfield College of Desing (Haifa, Israel), para trasladarse, más tarde, a Amsterdam, Nueva York y París. Fue en su estudio de Amsterdam donde comenzó a trabajar con la pinhole:"Todos los días tenía nuevas sorpresas. Descubrí la aventura de la fotografía, la espontaneidad, el éxtasis que la fotografía puede crear. Mediante la cámara oscura, descubrí que un rústico tambor tiene más vida o puede crear más vida que una sofisticada cámara Nikon". Entre sus publicaciones destacan Life in the Desert, Ámsterdam Through Camera Obscura (con este mismo título publicó, otras tantas ediciones, de ciudades como Nueva York, París, Dublín o países como Alemania), entre otros. Uno de sus últimos trabajos es el portafolio lmages N41 (París, Francia, 1999). Ha impartido numerosos talleres, uno de los primeros lo realizó en el Círculo de Bellas Artes (Madrid, 1987) los últimos —acompañados de lecturas— en el Month of Photography of Toronto, Contact 99 (Canadá). Pero siempre con la constante de un argumento recurrente: el mundo que se esconde en la caja redonda.
"En la caja redonda podemos encontrar un mundo completo.
El espacio redondo en el que vivimos, la forma primaria, el ser redondeado, el más orgánico y perfecto. Las líneas de perspectiva siempre se encontrarán en un punto y nuestros ojos, que seguirán esas líneas, se encontrarán siempre en el mismo punto. El Hole (el agujero) que recibe los rayos de luz que vienen del espacio, copiará con exactitud en el papel, sin distorsión alguna, sin faltas, la forma de su objeto". En la actualidad, el Centro Andaluz de la Fotografía prepara una antológica de su obra para el presente año; parte del material reproducido y expuesto pertenece a sus fondos. Ilan Wolff expuso en este espacio con motivo de su partición en el proyecto Imagina en el año 1991.1 M. F



El Pais, 17 de febrero de 2001

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